Andalucía Despierta, Sevilla encanta.

Andalucia despierta, el turismo evoluciona en España y busca nuevos caminos. Sevilla nos abrió sus puertas para mostrarnos la ciudad menos conocida. Triana y sus calles repletas de historia y de arte. ©María Calvo.

Andalucia despierta, es el programa de promoción turística que Turismo Andaluz ha desarrollado en 2020 para contrarrestar los efectos desastrosos de la pandemia global. El equipo de El Giróscopo Viajero siempre ha trabajado con mucho gusto, descubriendo y ayudando al desarrollo del nuevo turismo en Andalucía, una de las regiones españolas que mejor nos ha tratado siempre. De ese trato, profesional y humano con los actores institucionales y de los profesionales del sector, ha surgido una relación fructífera y beneficiosa. Una colaboración en dos vías que esperamos ampliar con otras zonas de España y con otros países europeos que, de la misma forma que Andalucía, buscan alternativas al turismo de masa. A pesar de las incertidumbres, de los problemas logísticos, económicos y humanos, el sector turístico se moviliza e intenta dar lo mejor de sí, para que se pueda viajar con cuidado, seguridad y prudencia. Pero, sobre todo, para que se vayan definiendo nuevas alternativas, nuevos caminos para el turismo del futuro cercano. 

La crisis pasará, como han pasado todas las crisis de la humanidad, y por tanto, es indispensable comenzar a reflexionar sobre qué queremos promover, desarrollar y poner de relieve, desde ahora mismo. Sevilla ha sido la primera etapa de una serie de viajes donde nuestro equipo, analizará la situación actual escuchando las opiniones y necesidades de los actores del sector y, promocionará las mejores ideas turísticas en Andalucía. Un viaje para promocionar y promover, donde ya hemos empezado a redescubrir excelentes proyectos y nuevos caminos. Porque precisamente de eso se trata, de repensar el turismo y adaptarlo a los desafíos que ya son realidades. El turismo debe ser un sector económico viable, reenfocándose en propuestas de calidad, especializándose, siendo original y auténtico. Y todo ello, respetando el medio ambiente, la vida de los habitantes y procurando, al mismo tiempo, el bienestar económico y la sostenibilidad de cada destino.

Detalle de la puerta de la mezquita sobre la que se edificó la catedral de Sevilla. La Giralda, antiguo minarete reconvertido en campanario es el emblema de la ciudad. ©Iñigo Pedrueza.

Las noticias de los medios son mayoritariamente negativas, el foco siempre se centra en lo trágico. Sabemos que hemos vivido momentos terribles, pero es necesario contar también los buenos proyectos, aquellos que funcionan, aquellos que se baten contra crisis y tempestades, que aspiran a cambiar el turismo. Sevilla y Andalucía se posicionan como referentes, por lo que estamos encantados de caminar en la misma senda, cooperando con el resto de regiones españolas, con todos nuestros socios y vecinos, europeos y mediterráneos. El mundo no cesará de ser global por muchas fronteras que alcemos, al contrario, es de esa inmensa diversidad de opiniones y caminos de la que surgen las respuestas a todos los desafíos de la humanidad. Sevilla, su pasado y su presente pluricultural, del que presume con orgullo, nos ha enseñado mucho, intentaremos pues transmitirles un poco de todo lo que hemos aprendido.

Sevilla ciudad milenaria, tierra abierta.

Sevilla y sus tejados vistos desde las populares «Setas»» (Metropol Parasol), el edificio credo por Jürgen Mayer, que han cambiado la fisonomía del barrio de la Encarnación. ©María Calvo

En el verano que nos quema las piernas y nos abruma con su lengua de calor, hemos redescubierto Sevilla. Una ciudad que ofrece al visitante, y al habitante, un pasado abierto y tan diverso que puede colmar casi todas las espectativas. Una ciudad limpia y abierta, con grandes avenidas, pero también con barrios milenarios que han acumulado cuatro metros de sedimentos aplicando gentes e historia. Esos barrios enrevesados y eclécticos que surgieron de las callejas prehistóricas, del cardus y el decumanus romano, para hacerse después árabes, medievales y contemporáneas. Piedras mil veces holladas y mil veces inundadas, reutilizadas y superpuestas, donde vivieron descendientes de celtíberos tartésicos, de fenicios, griegos, cartagineses y romanos. Callejuelas y murallas mil veces levantadas y mil veces caídas, donde bárbaros germanos amaron el dulce sur; donde vikingos de rubias melenas dejaron su impronta en los bellos ojos azules de tantos andaluces. Tierra de judíos, moros y cristianos, que se amaron tanto como se hicieron la guerra, que supieron, a veces, como nosotros, cultivar la paz y la sabiduría, pensando una sociedad donde la religión no fuese lo más importante. De esas mezclas y transvases hay ojos negros de azabache y cabellos lacios, enredadas trenzas y encrespadas cabelleras, pieles de cualquier color, más aún ahora, cuando jubilados del norte y trabajadores del sur completan la necesaria diversidad de lo que hoy es España y Europa. 

Y entre medio llegaron, castellanos, vascos, gallegos y cántabros, aragoneses y catalanes, portugueses y genoveses, esclavos y mercaderes. Llegaron para tomar los vergeles, para irse hacía América o para quedarse contemplando la llanura que es un oasis por el Guadalquivir. No busquen explicaciones holísticas que reconforten nuestros miedos actuales, todos vinieron movidos por el hambre, el amor, el aburrimiento, la ambición o la aventura, buscándose una vida mejor. Los naranjos, la vid, los olivos crecieron, la huerta nutrió navegantes y aventureros, conquistadores, pero también defensores de los indios de América. El arte mudejar encantó a los norteños que, envainaron sus espadas y alzaron estucos o columnas, antes árabes y moras, antes aún, romanas. Después sevillanas.

Itálica, la Sevilla Vieja.

Mosaico de la Casa de los Pájaros, una residencia de la ciudad romana de Itálica.©María Calvo.

A un paso de Sevilla, Itálica, conocida también por Sevilla la Vieja, permite imaginar lo que fue nuestra Sevilla nueva, la de ahora en tiempos de los romanos. Las palabras de la guía, Zoraida de Artépolis, resuenan entre el calor y el estruendo de las cigarras. Bajo un sol poderoso nos explica lo que fue Itálica. Aprendemos de las piedras que quedaron, nos sumergimos en la vida de placer de los poderosos que habitaron estás exquisitas residencias, contemplamos los avances urbanísticos como el sistema de cloacas y de agua corriente que funcionaban ya hace 2000 años. Visitamos el anfiteatro donde la barajaría de los civilizados se explayaba en juegos violentos y crueles, en propaganda y desinformación, tal y como ocurre hoy. La civilización muestra sus dos caras como un denario que vuela en el cielo seco para decidir la suerte de hombre. No somos romanos, ni arábes, ni gentes de la Edad Media, porque sólo podemos ser nosotros, aquí y ahora, cada uno con sus pesares, sus miserias y sus sueños pero sin duda todos, a ambos lados de Mare Nostrum y de la Mares Oceanas, estamos hechos de la misma pasta.

Los monumentos y la historia nos enseñan, deberían enseñarnos, a no creer en los dogmas y a comprender al otro, que no es más que un reflejo de nuestros propios miedos y esperanzas. Pasear sobre las avenidas romanas de Sevilla es, revisitar una vez más, nuestros errores actuales, y nuestras virtudes. Quizá con la tenue intención de corregirnos y mejorarnos. En cualquier caso, saludamos que siga habiendo, aunque sea cada vez menos, interés, dinero público y cuidado del Estado para excavar y estudiar, para no olvidar. Y que desde el ámbito privado surjan nuevos proyectos de divulgación, que nacen entre las pulidas piedras, blancas por el sol batiente como un espejo para un futuro que debe nuevo y, sobre todo, mejor.

En los muelles de Sevilla.

Sevilla y el Guadalquivir. ©Iñigo Pedrueza.

Se nos ha olvidado, pero Sevilla fue puerto de mar, ceca y puerta de Europa. Sevilla fue el centro del mundo, uno de ellos. Hoy es un atardecer, hoy es un recorrido en bicicleta con un hombre apasionado vestido de naranja que pedalea entre las estrechas callejuelas. Justo Lora de Seebybike nos muestra recodos y nos descubre murallones milenarios. Los sevillanos apasionados no paran de hablar, pero dicen mucho, y por eso, es un placer escuchar y participar en las animadas conversaciones. Porque de la palabra del primero genera la respuesta del segundo y así se traba la conversación. La replica es la otra cara de la palabra, sin ella la conversación sería sólo eco. Así, escuchando y aprendiendo, mientras pedaleamos entre las callejuelas conversamos y reímos, para ser menos ignorantes y un poquito más felices. Sevilla muestra que el ser humano se expresa por la voz, por los gestos y por el arte. 

Paso a paso cruzamos puentes, entre Triana y el casco antiguo, antiguamente amurallado de una Sevilla que fue fortaleza. Una Sevilla rica porque seca reposa sobre una balsa de agua que nutre el Guadalquivir y las lejanas montañas de la Bética. No hay colinas en Sevilla, de hecho ascendimos pedaleando la más alta de ellas, a 11 metros sobre el nivel del mar. Las colinas de Sevilla son sus torres, las que quedan como la divina Giralda, la robusta Torre del Oro o los mil campanarios que van desde Triana hasta Nervion y mucho más allá. Otras torres se irguieron y fueron deshechas y reutilizadas. Su estampa invisible la recuerdan los trovadores y la vislumbran los que miran en el atardecer una bruma estraña entorno a sus cimientos olvidados.

De Sevilla al Mundo.

La replica de la Nao Victoria, donde se puede conversar con ¡Juan Sebastián el Cano y Fernando de Magalhães! ©María Calvo.

Al poco, un vórtice temporal nos desplaza a 1522, hace 500 años, cuando volvían, tras confirmar la redondez del Globo, los pocos supervivientes de la Expedición Magallanes-El Cano. Juan Sebastián conversa con el espíritu afligido del demasiado bizarro Magallanes, que sucumbió en una querella fútil allá por Filipinas. A trancas y barrancas Juan Sebastián devolvió La Nao Victoria a Sevilla, desde donde había partido tres años antes. 18 supervivientes culminaron para el mundo una expedición épica, nunca antes realizada. Una expedición de la Corona de los Habsburgo, en la que además de españoles, participaron muchos griegos, alemanes, franceses, portugueses, flamencos, incluso irlandeses e ingleses. Sevillanos y onubenses, junto a vizcaínos, fueron los más, pero todos sufrieron igual y muchos perecieron en el camino. Por eso, es de ley recordar su hazaña, que como todas, rebosa de pericia, de temeridad, suerte y desventura. Si no hubieran sido ellos, habrían sido otros, pero la historia, cruel sólo recuerda a los primeros, y ya lo dice, El Cano, fueron ellos.

Bajamos, tras el viaje treatralizado, por la escala de la Nao Victoria que luce, por encantamiento, como recién salida del astillero guipuzcoano de Guetaria. Sevilla la actual vuelve en sí, Juan Sebastián y Magallanes, actores de la empresa Engranajes Culturales ya no visten sayos y bombachos, ni arbolan sombreros del tiempo de Carlos I. Son actores a los que aplaudimos con brío.

De los Alcázares a las Exposiciones de 1929 y 1992. 

Palacio mudejar de Pedro I en los Reales Alcázares de Sevilla, siglo XIV. ©Iñigo Pedrueza.

Los Reales Alcáceres son uno de los monumentos más visitados de toda Andalucía. Y no es para menos, porque el complejo palaciego es un compendio de estilos arquitectónicos superpuestos, de relaciones entre poderes, épocas y estilos. Manuel Serrano Hidalgo, el guía, nos cuenta como Sevilla se fue configurando, como los romanos edificaron, como los vikingos y las ordenes religiosas se acercaron al dinero y a los hombres, cada uno a su manera. Y muchos se quedaron y las conquistas obligaron a respetarse al menos por un tiempo. El palacio gótico de Alfonso X se asentó sobre las edificaciones árabes, después Pedro I sólo pudo embelesarse por el arte mudéjar. Los artesanos convertidos a su pesar sabían construir con motivos y elementos islámicos, que de pronto servían a un rey de otra religión. Y el mundo seguía girando, no hubo problema mientras se quiso. Gracias a ello ese excelso palacio mudejar se puede visitar hoy. Los jardines sirvieron de reoconforto y disfrute a muchas generaciones, de cuarentena a las plantas que venían de América y de jardín botánico a quienes las contemplamos ahora.

Preciosa cúpula de artesonado del Palacio Mudejar de Pedro I. ©Iñigo Pedrueza.

El arte mudejar siguió influyendo y mucho más tarde, a finales del siglo XIX y principios del XX se convirtió en «arte español», sin prejuicios por sus orígenes, solo disfrutando de su belleza. El estilo arquitectónico costumbrista es un estilo historicista que en España se apoyó sobre el Neomudéjar, el Neoclásico y el Neogotico. La Plaza de España y varios de los pabellones de la Exposición Iberoamericana de 1929 son algunos de sus exquisitos ejemplos.

Si la visita de la Plaza de España y el Parque de María Luisa son obligatorios, por lo general los visitantes ya están avisados y son capaces tanto de descubrirlos como de disfrutarlos. Pero el estilo costumbrista historicista está muy presente en toda Sevilla. Este estilo tan decorado y barroco, pero al tiempo, estilizado y esbelto, es una especie de postmodernismo avant la lettre, aunque mucho más autentico y bello.

Edificios José Espiau. La antigua aseguradora la Adriática, junto al ayuntamiento de Sevilla.

Los arquitectos y diseñadores de finales del XIV y de principios del XX crearon un tipo de Modernismo esteticista, con raíces ibéricas y mediterráneas pero en la línea de lo que se hacía en el resto de Europa. Edificios bellos y ya funcionales que aunaban un cierto funcionalismo hedonista, que en el siglo XX se simplificaría con la Bauhaus, la arquitectura escandinava y francesa. Pero estos edificios tan reconocibles sólo se encuentran en España, ya que en otros países el estilo fue más clásico o más estilizado. Juan Talavera y Heredia, Aníbal González, José Espiau fueron los responsables de muchos de los edificios regionalistas de Sevilla, coetáneos y compañeros de ruta de Gaudí, Vicente Lampérez y Romea, Leonardo Rucabado o Eladio Laredo.

Sevilla monumental y museística.

Sala del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Que destaca por sus obras del Siglo de Oro, de Murillo, Zurbarán o Valdés Leal por ejemplo. ©Iñigo Pedrueza.

Las paredes de los museos están repletas de sueños, de política y de propaganda. Y de arte. Así ha sido siempre. Los angelotes de Murillo son bellas representaciones de su tiempo que, como siempre, se pueden leer de muchas maneras. Son una proposición de la Iglesia Católica, abierta a veces, cerrada con el candado de la Inquisición otras. Pero también son la representación de los hijos de Bartolomé, el hombre, algunos de los cuales murieron en la terrible peste de 1649. Se puede imaginar a Murillo y su mujer, visitando las iglesias y llorando, de fe para los curas, de amor por sus hijos. La historia siempre merece ser contada completa, porque sólo sabiendo se puede reflexionar y pensar libremente.

Sevilla grandiosa y grandilocuente, creció y también sufrió, hemos dicho, pestes e injusticias. El auge y la hegemonía están soldados indefectiblemente a la decadencia y la crisis. La plata de las Américas se transformó en maravedís; las especies de Asía llegaron por el camino que Magallanes y Juan Sebastian El Cano abrieron para la Corona de España. Todo fue tan bueno como desastroso. Sevilla subió y bajó, pero de cada ondulada agitación económica, la arquitectura y el arte dejaron su huella. Y los sevillanos de todas la épocas que alzaron la ciudad más de cuatro metros con sus vidas y sus desventuras.

Cúpula De la Iglesia barroca de San Luis de los franceses. ©Iñigo Pedrueza.

Trinidad Blanco, nuestra cicerone, nos cuenta que cada retablo y cada pared, cada cuadro, mas esquirla de estuco incluye sudores y tragedias, invenciones y maravillas. Y luego descubrimos tesoros ocultos como la impresionante Iglesia de San Luis de los franceses. Una iglesia grandiosa y engañadora que mostraba, además del bello arte barroco de Leonardo de Figueroa, las relaciones muy cercanas entre las casas reinantes de toda Europa, que si bien se hacían la guerra en las batallas, se casaban entre ellos a pesar de las batallas y las luchas.

Y así las vamos integrando nosotros en nuestro bagaje, el que nos llevaremos siempre que no estemos en Sevilla. El que hemos dejado con cada paso, al convertirnos, nosotros, también, en historia de Sevilla, como Hércules, Julio César, Adriano y Trajano, Abú Al-Cásim, San Isidoro, Fernando III, Alfonso X, Susana Ben Susón, Pedro I, El Cano y Magallanes, Cervantes, Velázquez o Murillo, Bécquer los hermanos Machado, todos nuestros guías y todos los sevillanos de todas las épocas.

Sevilla se come y se duerme.

Casi ilustramos la sección con uno de esos gazpachos divinos, pero nos hemos decantado por un dulce postre, la deliciosa torrija del Hotel Inglaterra ©Iñigo Pedrueza.

Sevilla es una delicia gastronómica, por sus bares y restaurantes, por sus productos que crecen en la vega fértil del Guadalquivir, en las colinas y montañas de Andalucía, en los mares que rodean el sur de España y se abren al mundo. Además de una gastronomía popular exquisita, los nuevos chefs exploran vías mixtas y diversas con ideas que vienen de fuera y sabiduría y productos autóctonos. Así, las carnes, los pescados, los productos de la huerta, las verduras, el aceite, el AOVE los vinos que se recuperan, se explayan en cada esquina, en cada plato de cada nuevo joven cocinero. Calidad a precios muy lógicos hacen de Sevilla, de Andalucía, otro de los indispensables destinos gastronómicos españoles. Y hay muchos. Hablaremos de todo ello en un artículo específico.

Pero antes tenemos que mencionar el trabajo y los caldos producto del mismo, que Bodegas Salado produce en Umbrete. Sevilla fue tierra de vino y lo sigue siendo gracias al esfuerzo y la constancia de sus propietarios y equipo técnico y comercial. Vinos que innovan y renuevan el paisaje vitivinícola de Andalucía y de España. El vino es una de nuestras especialidades y si lo es, es gracias a bodegas menos conocidas y más modestas que son las que más están haciendo por el vino.

Lean nuestro artículo sobre la gastronomía de Sevilla.

La omnipresente Giralda y la catedral desde la terraza del Hotel Inglaterra. ©Iñligo Pedrueza.

Comer y dormir son actividades obligatorias en los viajes ya que la visita es intensa y desgasta. Así que hay que rendir homenaje a esos alojamientos que nos acunan y nos cuidan durante estos viajes tan intensos e interesantes. En este caso agradecemos sobre todo la gentileza y cariño de Rocío Limón directora comercial del Hotel Inglaterra, donde nos hospedamos durante toda la estancia. Su acogida y trato fue tan cordial como exquisito. Siempre atenta a nuestras necesidades y caprichos, amable y risueña, nos llevamos una amiga. Idealmente situado en la Plaza Nueva junto al Ayuntamiento, la Catedral y la insigne Giralda. La misma que ilumina Sevilla y se contempla desde la terraza magnífica del hotel. El Hotel Inglaterra es un lugar perfecto para visitar y disfrutar Sevilla desde su mismo corazón.

Aunque si hablamos de terrazas, debemos conceder a Manuel Dominguez director del Hotel Doña María, que la esta aún más cerca de la Giralda. El Hotel Doña María, también cargado de historia y arte y con una terraza donde se mete la Giralda todas la noches es otra excelente pista en el mismo centro. Manuel es un contador de historias incansable que sabe como contentar a sus clientes. No hay espacio para la desilusión en su hotel, sola para el trabajo bien hecho y la colaboración. La Ruta de las Terrazas de los hoteles de Sevilla, que cada vez es más popular es una manera de descubrir los tejados, los hoteles y las noches de Sevilla de otra manera. Las del Hotel Inglaterra y Doña María, son dos de las mejores y están abiertas también para quienes no se hospedan en el hotel.

Hotel Montalván Triana, un estilo diferente que conjuga artesanía y manufactura con diseño contemporáneo. ©María Calvo.

En un estilo diferente, el Hotel Montalván en Triana es otro excelente alojamiento. Una reconversión moderna que ha recuperado una antigua factoría de la cerámica que hizo famosa a Sevilla, para crear un hotel con encanto magnífico y sorprendente. Paco Arcas nos muestra la evolución de la antigua fábrica que ha conseguido cambiar mostrando el pasado y redorando el blasón de la cerámica y el arte sevillano.

Por último, ya saliendo de Sevilla, un tipo de alojamiento rural que hará las delicias de los que busquen tranquilidad o celebrar un evento especial. El Cortijo Torre de la Reina es un palacete con muchísima historia, unos jardines y obras de arte envidiables. Sus patios se prestan para ensoñaciones y digresiones, bajo el torreón Almohada y las estancias que fueron de reyes. Hoy un equipo profesional y joven da nueva vida a un alojamiento, otra vez, con mucho encanto.

Y Sevilla se despide cantando.

Flamenco accesible y auténtico en el Tablao La Cantaora. ©Iñigo Pedrueza.

No fue la última visita, pero un buen viaje se novela y rediseña para que la memoria lo recuerde como algo único, irrepetible… Hasta que comiencen de nuevo los pasos y el recuerdo nos impulse a una nueva singladura. En Sevilla la banda sonora la pone la alegría y la guitarra que trina. Los dedos vuelan sobre las cuerdas de una manera que dejaría boquiabierto a Jimi Hendrix. No hay electricidad en la guitarra, aunque la escena flota y el tablao desprende mucha estática. Tanta que los tenedores y los cabellos brillan sin moverse, se erizan cuando el traqueteo de los pies veloces revienta la madera gastada, cuando el grito ronco y el agudo resuenan entre las tablas y los pasos.

El Tablao La Cantaora es un nuevo proyecto, un proyecto joven que ofrece cenas y copas entre actuaciones de Flamenco y música. Canciones, tropas y versos que provienen de las profundidades del tiempo, pero que se han sabido adaptar al tiempo presente. Una actuación a un palmo de tu vista y de tu cámara. Un privilegio para los amantes de la música enraizadas, pero que se arriesga a sacar las raíces de la tierra y a implantarlas y mezclarlas donde quiera que sean bien recibidas. Gracias a eso, la intensidad de la música es real, la actuación verídica, y así llega, incluso a quien no camina los caminos flamencos.

Qué más da, si ya Sevilla es nuestra, si ya nos pertenece y le pertenecemos. Como el Flamenco, el Rock, el gazpacho, la Giralda y cada piedra romana, judía, árabe, vikinga, ibérica, asiática, tartésica,  berberisca. Todo es Sevilla y Sevilla es todo, nada es mejor, pero sí diferente y, si se le da la vuelta, se convierte en un nuevo caleidoscopio, que odia la pureza y abraza la mezcolanza.

Sevilla encanta, Andalucía despierta.

Agradecimientos.

Plaza del Cabildo, uno de los secretos de Sevilla, a un paso de la Catedral y de una de las antiguas puertas de Sevilla. ©María Calvo.

Este viaje hubiera imposible sin la organización, colaboración, la ayuda de las empresas y los guías mencionados en el texto. Y por supuesto, hubiera sido inimaginable sin el inmenso equipo de Turismo Andaluz, PRODETUR, de la Oficina de turismo de la ciudad de Sevilla y de la Diputación provincial. Por eso queremos dar gracias especiales a Ana Díaz que nos acompañó durante todo el viaje y a Paulina Cano, de la Empresa Pública para la Gestión del Turismo  de la Junta de Andalucía; a Saida Segura, Jefa del Departamento Receptivo de Turismo de Sevilla y a Julia Fernández, del Departamento de Planificación Turística de PRODETUR. Muchas gracias a todas ellas por su cariño esfuerzo y profesionalidad.

Un saludo my cordial y un fuerte abrazo para los colegas que viajaron con nosotros y que descubrieron de la misma manera la Sevilla menos habitual, David Escribano de Viajablog; Marion Hoogwegt de Maxexperience España; Javier de Vamos a Viajar y Teresa Lorenzo del Faro de la Jument. Fue un placer compartir con ellos, estos momentos, que se nos hicieron hasta cortos.

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    Sevilla y las sevillanas de adopción. Gracias por convertirnos en sevillanos.©Iñigo Pedrueza.

    Más información sobre Sevilla.

    En el texto hemos enlazado varios artículos sobre la ciudad andaluza, que dejamos otros más:

    Excursiones a los pueblos de la provincia de Andalucía

    Visita a la casa Salinas, un palacio desconocido en el corazón de Sevilla.

    Palacio de Dueñas, donde nació Machado.

    El Coto de las Canteras de Osuna, “La Petra de Andalucía”.

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