Los pasos pausados de sus habitantes, -o los apresurados de los veraneantes para posar la toalla en las playas-, obvian a menudo la belleza de algunos edificios de la villa marinera de Castro Urdiales. Por contra, los viajeros, deslumbrados por la composición de Santa María y el faro, con los muelles del puerto y el rompeolas durmiendo fieles a sus pies, se interesan por las huellas arquitectónicas y sus rutas temáticas. Y es que esta preciosa ciudad de Cantabria cuenta con uno de los patrimonios históricos más importantes del norte de España, y sin embargo permanece poco explotado en cuanto a turismo cultural se refiere.
La fundación del asentamiento romano de Flaviobriga y el cenit comercial de la Edad Media, fueron dos puntos álgidos y destacados de sus más de 2000 años de historia. Pero en Castro Urdiales, uno de los itinerarios arquitectónicos y urbanísticos que también merece destacar es la ruta modernista (en Cantabria tiene su propia dimensión con el denominado estilo montañés) que nos descubre edificios de gran factura estética.
Arquitectos castreños o con obras en Castro Urdiales
Los arquitectos locales Eladio Laredo y Leonardo Rucabado dieron lustre a una ciudad que a finales del XIX y principios del XX, coincidiendo con la bonanza económica de las minas del área o de los negocios indianos, permitió que la burguesía desplegara sus anhelos con aires arquitectónicos de moda modernista, ecléctica y regionalista.
Otro de los arquitectos que componen el conjunto de figuras a las que debemos el pasado modernista fue el bilbaíno Severino Achúcarro, que contribuyó guiando a su discípulo Leonardo Rucabado, con edificios como la Casa de los Chelines, la Casa para Isidra del Cerro o el edificio Salvarrey. Incluso para conocer la capacidad expresiva de Rucabado, podemos recorrer el Cementerio de Ballena donde dejó bellas expresiones de arquitectura funeraria. Rucabado, formado en Barcelona, estuvo en contacto durante su aprendizaje con Antonio Gaudí, Luis Domenech y Montaner y José Puig y Cadafalch, empapándose de sus concepciones del modernismo. Más tarde en Castro Urdiales desplegará su propia concepción donde el peso del neogótico, y más tarde de la Sezession vienesa, se advierte claramente.
Eladio Laredo, formado en Madrid en la Escuela de Arquitectura de Madrid mostró pronto como arquitecto municipal de Castro Urdiales, unas dotes reseñables como creador. Volcado en la vertiente regionalista neomontañesa, son suyas algunos de los edificios más significativos de finales del siglo XIX e inicios del XX en Cantabria. Contribuyeron a ello los encargos de Luis Ocharan y Mazas, industrial minero vasco que solicitó a Eladio Laredo la realización de su villa de veraneo llamada “Toki-Eder”.
Laredo incluso se atrevió con la primera restauración, en 1889, de la iglesia gótica de Santa María. Y a él debemos otras intervenciones como el matadero de Ostende, escuelas públicas de pedanías como la de Islares y Mioño, o los los depósitos de agua de El Chorrillo y Sámano.
El Castro de finales del XIX
Hubo un tiempo en el que la avenida desde el Náutico hasta la playa de Brazomar estaba jalonada por una hilera de villas y casonas. En la época de los «baños de mar» la gente acaudalada construía sus residencias estivales en el fresco Cantábrico evitando el rigor del calor en el interior de la península.
En la España de cambio de siglo convergieron los males arrastrados durante siglos. Además de la inestabilidad política del XIX, la pugna entre liberales y conservadores, la Primera República, las Guerras Carlistas o la perdida de Cuba y Filipinas, España intentaba no perder el tren de la modernización. En esa balsa de aceite y agua el clima de las reivindicaciones sociales, laborales y políticas, discurría paralelo a las grandes riquezas de los indianos y los inversores burgueses que con la explotación minera amasaron fortunas.
Castro Urdiales fue un microcosmos en donde se pueden recoger con pinzas ejemplos de este contexto nacional. Y detrás de la ruta urbanística que proponemos hay elementos que explican el derroche de recursos que dieron como fruto edificios de gran belleza en una villa tradicionalmente marinera.
Plaza del Mercado de Abastos
Eladio Laredo, que ya entre 1900 y 1903 había proyectado y supervisado la construcción del edificio del Mercado de Abastos Municipal de Laredo, ejecutó en 1908 en su Castro Urdiales querido una plaza de mercado. Abierta a los cuatro puntos cardinales con cuatro entradas donde la ornamentación floral prima, hoy sigue siendo un edificio significativo de la villa marinera, que en breve será remodelado por dentro para recobrar su uso original.
Casa de «Los Chelines»
Antes de encaminarnos hacia la Barrera y el Parque Amestoy atravesamos los soportales de la Porticada donde el ajetreo de los bares se entremezcla con el coro de voces de alegres paisanos que entonan canciones regadas de vino y zuritos. Al llegar a la Plaza del Ayuntamiento encontramos la Casa de los Chelines, uno de los edificios más destacados del escaparate que es Castro Urdiales. Proyectado por Severino de Achúcarro y dirigido por Leonardo Rucabado en 1902, la Casa de los Chelines (o de Acebal, el promotor de la obra) se alza sobre el mítico restaurante Marinero. En la fachada el juego de simetrías hace que merezca la pena detenerse para estudiar la solución y combinación de ventanas rectangulares con decoración de estilo neogótico. El mirador central central de la entreplanta recuerda a algunos ejemplos neogóticos del modernismo catalán. En lo alto cuesta ver la decoración de la cornisa pero si nos alejamos y nos situamos junto al ayuntamiento tendremos una vista sensacional del edificio.
Edificio González
Retrocedemos y dejamos para otra ocasión el paseo hacia el rompeolas y el puente medieval (llamado comúnmente romano), encaminándonos hacia la plaza de la Barrera por la calle Ardigales.
Antes hacemos una parada en la esquina de la Calle La Mar con Melitón Pérez del Camino, en la que Leonardo Rucabado alzó en 1910 un elegante edificio modernista cuyo chaflán está columnado. Es cierto que su decoración es sobria pero el Edificio González muestra la madurez resolutiva de Rucabado.
Plaza de la Barrera
La música fue el eje durante décadas del ocio en Castro Urdiales. La plaza de la Barrera se engalanaba y las orquestas «enjauladas» en el Quiosco ejercían de astro solar del que emanaba el ritmo de los astros. El Quiosco de la Música fue construido en 1900, y su estructura de forjado refleja trazos de ornamentación modernista. Unos años antes, entre 1885-1895 la muralla que discurría por la actual calle de la Ronda, fue derribada, propiciando la expansión urbanística de Castro.
Mientras paseamos por la plaza un murmuro musical llega a lo lejos. Encandilados caminamos hacia el Parque Amestoy, y frente al Edificio Bristol, un jardín reclama nuestra atención. Envuelto en música, la estatua de Ataúlfo Argenta, célebre compositor local, parece dirigir los compases de los palmeras que lo rodean.
Casa para Isidra del Cerro
El eclecticismo de la Casa para Isidra del Cerro nos hace levantar los ojos ante la esquina de los jardines con el inicio del Paseo de Ocharan. En 1899, Severino de Achúcarro, con la ayuda de su discípulo Leonardo Rucabado que ejecutó las obras en 1899, proyectaron el elegante edificio modernista con estilo francés.
En la rotonda que hace de esquina se empleó sillería, con balcones cubriendo su perímetro, y una cúpula gallonada-con escamas y ojos de buey- de pizarra, coronada por una linterna. El hierro forjado en los balcones, y la madera en los miradores dotaban a la casa Isidra del Cerro de mayor porte. Los lujos no acababan aquí, ya que se cuenta que la Casa para Isidra del Cerro fue el primer edificio del norte de España fue el primero en tener ascensor, aunque nunca se llegó a utilizar.
Edificio Royal
Formando parte de la misma isla que la casa Isidra del Cerro, el Edificio Royal se asoma al mar y al parque donde está la estatua de Ataulfo Argenta. Las expresiones del eclecticismo neogótico se principios del siglo XX (1901 y 1903) definen esta obra de Eladio Laredo a petición del industrial Luis de Ocharan. En su día hotel, la denominación de Royal proviene de los escudos de los Reyes Católicos y del emperador Carlos. En la esquina Eladio Laredo, quizá homenajeando al Castro Medieval, añadió un torreón en cuyo interior asciende una escalera helicoidal.
Edificio Salvarrey
El Parque Amestoy es un mirador para observar las formas recortadas de la Iglesia de Santa María y el faro de castro Urdiales. Pero si volvemos la mirada hacia nuestra espalda es fácil destacar la presencia de varios edificios nobles. El pináculo de uno de ellos resulta inconfundible para reconocer la fachada asimétrica del edificio Salvarrey (1901 – 1902).
El pintoresco edificio modernista es obra de Severino de Achúcarro, que proyectó para Ana Salvarrey, cuya fortuna provenía de los negocios en América. El jefe de obras del diseño de Achucarro fue Leonardo Rucabado, que comenzaba a mostrar su maestría usando como materiales sillería, falsa sillería, madera o hierro forjado. De nítidas influencias del modernismo catalán, además del doble chapitel, destacan los arcos ultrasemicirculares de corte arabesco, y los miradores del chaflán.
Goicouría-Etxea, casa del General Bazán
Al calor de las residencias de verano de la burguesía, Aurora Goucouría Montojo y su esposo el general Julio Domingo Bazán, encargaron una vivienda estival a Eladio Laredo. De claro carácter palaciego, imita las villas italianas del Renacimiento y las formas del arquitecto Andrea Palladio. Para revestirla se usaron tanto exterior como interiormente tierras cocidas esmaltadas. En el ala noroeste de la casa se añadió una torre almenada y a modo de embellecerla se jugó con elementos verticales de las fachadas que reflejan influencias de arquitectura mudéjar.
Centro Cultural La Residencia
El Muelle Don Luis nos sirve de eje imaginario para tomar una breve parada en el Centro Cultural La Residencia Dolores de los Heros en la calle María Aburto.
Construida en 1899, esta Casa-palacete construida por Eladio Laredo fue inicialmente asilo de huérfanas. El elegante edificio de estilo ecléctico conserva las cerámicas decorativas de Daniel Zuloaga en la cornisa que contrastan con el ladrillo rojizo. Tras su restauración ha servido de sala multiusos como casa de Cultura, escuela municipal de idiomas y centro de exposiciones.
Chalet Sotileza
Avanzamos por el Paseo marítimo hasta la playa de Brazomar. Nadie mejor que Leonardo Rucabado podía haber diseñado para la familia de su mujer la casa-palacio Sotileza. El curioso edificio es un capricho estético de Rucabado, exponente del estilo neomontañés. Construido en 1913-1915 junto a la Playa de Brazomar, el chalet de la familia de Enma del Sel se encuentra en un precioso enclave con vistas de la bahía que cierra Castro Urdiales. Rucabado se inspiró en la casa del escritor costumbrista José María de Pereda y Sánchez Porrúa. La entrada monumental recuerda las grandes casonas solariegas de Cantabria.
No se escatimó en los materiales, usando piedra, tirolesa, ladrillo, hierro y madera. Para muchos es uno de los mejores ejemplos de arquitectura de la Escuela Montañesa (incluyendo elementos que reproducen las viejas casonas de la Cantabria rural), con su torre cuadrada mirador, solana, portalada, cortavientos, rejas de ventanas y balcones, relojes de sol y las veletas.
Las Glorietas
Mucho menos perceptible al ojo del caminante son los jardines de la casa de Luis Artiñano, en el paseo Menendez Pelayo 36. Los jardines, llamados las Glorietas, son uno de los escasos ejemplos del modernismo aplicado a una finca. El jardín con el cierre de verja modernista es de 1915-1916, y en su interior se conserva una pequeña gruta con unos arcos que reproducía los gustos por la naturaleza que también encontramos en el Parque Güell de Barcelona o en la finca original de la Casa Vicens.
Palacio (1901) y Castillo (1914) de Ocharan
Al final de la playa un edificio peculiar nos hace pensar que forma parte del selecto grupo de edificios de principios del XX, sin embargo la denominada «Casa de la Naturaleza» -hoy aula de Interpretación natural y arqueológica- es obra de la década de los 50, y pese a sus interesantes juegos estéticos con el singular torreón angular, no es centenario como el resto de espacios que recorremos en esta ruta.
Sin embargo, regresando al centro por el Paseo Menéndez Pelayo, no tiene sentido excluir de este itinerario modernista a la Casa Palacio de Ocharán, llamado Toki Eder. Las reminiscencias de villas italianas no es casual, pero al mismo tiempo Eladio Laredo hizo partícipe con acierto de la maestría del ceramista Daniel Zuloaga para exaltar el juego cromático que combina elementos góticos, neomudéjares y eclécticos.
Antiguo Hospital Civil
Cruzamos de nuevo Castro Urdiales siguiendo la calle Ronda para dirigirnos hacia Ostende. Cruzamos campo «Las Moscas» y antes de la Plaza de Toros nos paramos delante del Antiguo Hospital Civil, hoy residencia de ancianos. Tanto el coso taurino – con detalles neomudejares- como este edificio son obra de Eladio Laredo.
Cementerio de la Ballena
El Cementerio de la Ballena es uno de los más bellos de España. Las vistas hacia el mar transmiten serenidad, y un paseo entre sus panteones nos permite culminar la ruta modernista por Castro Urdiales. Son varios los ejemplos de arte funerario de principios del XX, como el panteón e Enrique Ocharan, obra de Leonardo Rucabado en 1907, con claras influencias del movimiento de la Sezession vienesa.
Otras familias de indianos castreños también encargan los panteones a Rucabado, como la familia Baranda y Goya o la Familia Portillo o los Helguera (todos en 1908), y de nuevo aquí se perciben los signos de su estancia en Viena para el el VIII Congreso Internacional de Arquitectos presidido por Otto Wagner, absorbiendo las nuevas tendencias arquitectónicas el imperio austrohúngaro. Sin embargo, para muchos, la obra cumbre de Rucabado en el cementerio de la Ballena es el Panteón de la Familia del Sel, en 1909.
Las paradas continúan frente a otros bellos panteones como el de Salas Sánchez que asemeja una sepultura romana con un túmulo ovalado, o el de la Familia Lavín que inicialmente iba a tener estilo neogótico para la familia Portillo y tomo un rumbo de nuevo de la Sezession vienesa; o el de la familia Cortajarena cuyo ángel centra la atención estética.
Regresamos al centro de Castro Urdiales por el camino del cementerio hacia el antiguo cargadero de mineral en Ostende. La playa brilla con su arena dorada y a lo lejos el castillo del faro y Santa María se encargan de mostrarnos el camino de regreso.
Carmelo Morales Angulo
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Muy buen artículo del modernismo en Castro Urdiales. Muchas gracias
Carmelo Morales Angulo