Sierra de los Filabres, minería y estrellas en la Almería insólita

Almería interior e insólita. Un desierto que es un vergel sorprendente. Vista Del Valle de Almazora y Sierra Nevada al fondo desde la Sierra de los Filabres y Calar Alto ©Iñigo Pedrueza.

Almería es una tierra de sol y de desierto. Vista desde el cielo recuerda al paisaje del Atlas marroquí, a los fantásticos malpaíses de las Canarias secas y a esos otros, donde azota el viento y los arbustos ruedan en Spaguetti Westerns. Tierra de mineral y de mineros, de pico, pala, barreno de dinamita y obreros sudorosos. Almería sorprende por ser muy dura y salvaje en apariencia. Pero aún sorprende más, cuando el pico de nuestra curiosidad horada esa costra mineral y arenosa, la carcasa telúrica que se quiebra en pedazos y da paso a un vergel oculto de cultura, memoria, naturaleza y gastronomía. Más allá de la bella Costa del Cabo de Gata, de su capital homónima y de buen vivir, la Almería del Interior se descubre como un destino espectacular. Y lo hace en un tiempo convulso y apretado, donde el norte se está perdiendo y la brújula, afectada por muchas pulsaciones incomprensibles, gira enloquecida dejándonos mareados y tensos.

Quizá por ello sea bueno buscar el norte aunque sea en el sur, intentando arreglar esa brújula desvencijada que nos ha ido guiando, mal que bien. Buscamos el norte en las profundas galerías de sus montes férricos; en las vegas verdes y vivas donde brotan olivos y hortalizas; en observatorios estelares encaramados a las crestas de sus sierras; bajo el plástico donde se cultivan las vitaminas de Europa; recorriendo vías de tren invisibles, antiguas sendas mineras llenas hoy de ciclistas y senderistas. Todos son lugares de encuentro entre el ser humano y su historia, a través del esfuerzo, el sudor seco, el aire que corta la piel y talla el alma, para que broten sentimientos que nos mejoren un poquito.

Mina Rica y la Geoda de Pulpí.

Mina Rica, de donde se extraía hierro, plomo y plata durante el Siglo XX y que ocultaba la espectacular geoda de Pulpí. ©Iñigo Pedrueza.

Una geoda podría ser una bella metáfora de lo que es Almería. Un tesoro oculto, restregado por el tiempo en las entrañas de la tierra, en el fondo de una mina, rugosa, fósil, estéril. Sin embargo, rompan esa coraza y brotará un brillo de diamantes, una riqueza natural y humana mucho más valiosa que el oro. Saboreen los aires montañosos de la Sierra de los Filabres que se convierten en polvo de otras eras. Sacúdanlo y descubrirán una inmensa gema que brilla cuando la luz humana descubre las maravillas de la naturaleza.

A 60 metros de profundidad, al final de una escalera que nos lleva a lo profundo, allí, escondida entre galerías de antiguas minas, apareció en 1999 la espectacular Geoda de Pulpí. Se trata de la 2ª geoda más grande del mundo, la mayor de Europa con 100m3 de cristales de selenita, una variedad de yeso. La antigüedad se estima a 1 millón de años y se puede visitar desde 2019.

La geoda de Pulpí y sus grandes cristales de yeso se traga a nuestra reportera.©Iñigo Pedrueza.

Almería por los caminos de los mineros y las minas.

La Sierra de los Filabres bullía con miles de mineros que crearon pueblos nuevos en las faldas de sus montañas, horadadas y percutidas con barrenos, esfuerzos y esperanzas. El mineral viajaba de Andalucía al País Vasco y fuera de España donde se transformaba en acero gracias a más quintales de dolor y sudor. Vagonetas, cables aéreos, tolvas, ferrocarril y cargaderos vertían millones de toneladas de mineral en barcos que recorrían el mundo. Ya no hay mineros ni minas en Almería, tampoco altos hornos en Vizcaya, por eso los recuerdos que jalonan estas sendas son memoria necesaria, nuestra y de los que vengan.

Puede y vías del antiguo ferrocarril minero cerca de Las Menas. ©Iñigo Pedrueza.

En Serón, los pueblos mineros de Las Menas, Los Canos, -llamado el «Machu Pichu almeriense»– y la Vía Verde del Hierro, son ejemplos de la recuperación del patrimonio industrial. En Macael y Olula del Río canteras de mármol explotadas desde tiempos romanos, mantienen tradición industrial y minera. Por toda la Sierra de los Filabres y el Valle del Almanzora discurren decenas de pistas y senderos que los mineros construyeron entre finales del siglo XXI y 1970, y hoy son recorridos por ciclistas y senderistas. Almería deslumbra, Andalucía despierta y van surgiendo proyectos nuevos, de conservación, divulgación y revalorización, lo que es esencial para viabilizar el territorio y contrarrestar el éxodo rural.

La Vía Verde del Hierro discurre por un tramo de 11 km del ferrocarril Almendricos – Guadix, en Serón. ©Iñigo Pedrueza.

La única frontera está en cielo.

El aire es seco en Almería, tan seco que sube y asciende por las laderas de la Sierra de los Filabres. De repente, la pendiente se tuerce y las paredes se rompen, se quiebran y se desmiembran. Es el borde redondeado de una meseta alta donde se asienta el Observatorio Astronómico de Calar Alto. A 2200 metros sobre el desierto de Tabernas, el aire es puro y ligero. La luz de estrellas lejanas, e incluso muertas, llega con prístina tranquilidad. Las cabras montesas campan y un zorro perdido huye. Mientras un telescopio pivota en silencio buscando planetas  que un día podrían ser nuestro hogar. Ciencia española e internacional para descubrir el funcionamiento de un Universo que nos hace pequeños. Mirar al cielo es mirar nuestra frontera, la que nos separa de todo y la que debiera unirnos en esta frágil planeta azul, nuestra única patria.

Almería insólita que deslumbra con su historia minera, sus tesoros naturales y sus cielos llenos de estrellas. ©María Calvo

Plantamos el trípode tras la caminata por senderos oscurecidos bajo un atardecer grandioso. La noche abre sus fauces y de su boca negra sale la reverberación primigenia del universo. Los ojos se acostumbran y se empieza a ver lo invisible. ¡Cuán sabia es esta noche, esta sierra y esta tierra! La Vía Láctea aparece, y el sensor de nuestras cámaras lo magnífica. Júpiter se muestra y la bóveda celeste cobra sentido con nombres de constelaciones, colorida y enigmática. Una vez más la sorpresa nos gana y nos calla. Nuestro viaje termina en los confines galácticos de un universo que crea su propia eternidad. Algún día superaremos la frontera para descubrir lo inconcebible.

Y todo, desde la desértica, la modesta, la desconocida Almería.

El observatorio astronómico de Calar Alto es un importante centro de investigación internacional y un lugar maravilloso para practicar la astrofotografía. ©Iñigo Pedrueza.

Agradecimientos

Agradecemos este viaje a Turismo de Andalucía y a Costa de Almería por llevarnos a descubrir estos rincones insólitos de Almería. A Philipp Heuri y Paulina Cano por la excelente organización. A Fátima Blanco por acompañarnos y compartir este pedazo de Andalucía. Y a Enrique Parra por su profesionalidad y cariño y por cuidar hasta el más mínimo detalle para que disfrutemos de lo mejor de su Almería.

A nuestros compañeros de viaje: Trini, Víctor, Marion por enseñarnos y por los estupendos momentos compartidos, ya inolvidables. Y a Jose por conducirnos con todo el cuidado y experiencia, y por acercarse a compartir algunos momentos.

Muchas gracias también a los profesionales que nos abrieron las puertas de sus interesantes proyectos.

¡Andalucía despierta! Y nosotros la acompañamos en su despertar.

Desde lo alto de la Sierra de los Filabres, contemplando el Desierto de Tabernas y el Mediterráneo. ©Iñigo Pedrueza

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