¿Por qué NO usar la IA generativa para organizar viajes?

Es frecuente en estos tiempos usar la Inteligencia Artificial para cualquier acción cotidiana, seguramente con un exceso que en cierta manera nos hace dependientes, por no decir esclavos de la tecnología. Y por ende, el sector  de los viajes no es ajeno a ello.

Una moto aparcada en un rincón del Peloponeso griego
Una moto aparcada en un rincón del Peloponeso griego

Sin embargo, lo peor es olvidar que toda esa información sobre maravillosos recorridos adaptados a nuestras necesidades personalizadas y «escupida» en décimas de segundo por las diferentes IA’s regenerativas, proviene de decenas o centenares de personas que antes se preocuparon por leer, investigar y verter sus opiniones en periódicos, blogs, fotos o estudios. Obviar esto es contribuir a que su trabajo sea menospreciado o sustituido.

Leía en algún medio que la IA Generativa se está convirtiendo en la tendencia mayoritaria de uso a la hora de preparar viajes.  Muchos se decantan -en palabras suyas- por la rapidez, fiabilidad y capacidad para encajar de forma real las necesidades con el tipo de viaje que desean.

A bote pronto podría rebatir todos los aspectos salvo uno, la rapidez. Es verdad que la IA creará un recorrido de viaje de forma veloz, pero ya de base estaríamos quebrando en mil pedazos el mismo concepto de la motivación de viajar.

Cenote Chukum en el estado de Yucatán, México.
Cenote Chukum en el estado de Yucatán, México.

La IA no responde a todo

Lo que me llamó poderosamente la atención a la hora de plantear este ejercicio de debate, pensamiento y reflexión que es escribir, hablar y opinar, es que al poner en Google la frase «¿Por qué no usar la IA generativa para planear viajes?», por primera vez no tuve resultados generados por «la máquina» copando el primer puesto.

¿Acaso la IA no era capaz de ofrecerme información al respecto?, ¿o incluso está programado para que en casos así no ofrezca una respuesta que precisamente desaconseje su uso? O yendo más allá, ningún humano ha escrito sobre eso y la mezcladora de cemento de la IA no ha podido chupar textos para batirlos en su zumo.

Atardecer de oro y de fuego en Carelia. La reserva de Punkaharju, un paraíso fotográfico en Finlandia.
Atardecer en Carelia, Finlandia.

En todo caso, la intención de este artículo de opinión no es entrar a juzgar el valor de la IA en su conjunto, ni siquiera su ética (en realidad la ética sería de aquellos que la usen o elijan clickar en su collage.

El único objetivo de estas líneas es usar el teclado y el tiempo que me lleva escribir, para expresar que, más allá de lo acertado de un itinerario generado por la IA, es primordial transmitir que una máquina no podrá nunca ponerse en la piel de cada humano que busca un viaje concreto.

La IA podrá seguir tendencias, interpretar lo que busca o desea la mayoría, pero al final, la elección de cómo organizar un viaje, de por qué pararse sobre un acantilado cinco minutos para solo sentir el viento o escuchar el graznido de las gaviotas, es un deseo explícito y una decisión individual, personal y no sujeta a una moda.

El arte del Phuang Malai. Bangok

De la consulta y la variedad sale el mejor viaje

Y es que, si bien todos coincidimos en muchos gustos, deseos y formatos de viaje, lo que ofrece una lectura variada de guías impresas, novelas ambientadas en ciudades, foros, artículos viajeros o fotos publicadas en cualquier red social; eso es una suma de influencias tan variadas, que hacen personal e intransferible cada viaje.

No negaré que hay mucha gente que busca calcar el viaje de otras personas, sin margen para la imaginación, la improvisación, o las salidas del carril de baldosas amarillas. Pero quiero seguir pensando que siempre será mejor una pista, un consejo, o una recomendación de un viajero que ya horadó el terreno, que el itinerario de fotocopia que sugiere la IA.

Burros de Asinara
Burros de la isla de Asinara en Cerdeña

El valor de pensar, buscar e imaginar

Desgraciadamente pensar, leer o imaginar son cosas que ocupan cada vez menos tiempo en esas 24 horas de cada día. Lo cómodo y rápido se ha hecho demasiado fácil, y nos hemos convertido en seres que miramos lo que hacen los demás a través de una pantalla, en vez de hacer nosotros las cosas.

Solo en el tiempo de ir al trabajo en metro podríamos leer un capítulo de un libro de viajes, investigar con esa enciclopedia llamada móvil quién fue Ibn Battuta o releer Viaje al centro de la Tierra para recordar que Axel Lidenbrock y Hans bucean en las profundidades terrícolas entrando por Islandia y saliendo por la isla de Stromboli en Sicilia. Y eso sin mencionar las lecturas de viajes de Claudio Magris, Fernando Aramburu, Luis Sepúlveda o Javier Reverte, todos ellos viajeros y maestros de la literatura.

Libros de Viajes para leer en el encierro de casa
Libros de Viajes para leer en el encierro de casa

¡Qué grandes viajes nos ha dado la literatura sin ni siquiera movernos un centímetro! Y si no que se lo digan al gran fabulador Emilio Salgari, paradigma de la sugestión viajera, que se inventó mares, selvas y caras que nunca vio con sus ojos.

Para muchos, ese deseo de viajar es desconectar de un trabajo absorbente, de una vida que satura, de un día a día anodino. Pero si en vez de turistas nos queremos autodenominar como viajeros, deberíamos recordar que el viaje comienza desde el primer día que se sueña, el segundo que se prepara documentando, el tercero que se lee, y así hasta los meses que se disfrutan con mucha ilusión esos viajes que finalmente llegan.

Gusanos de maguey en el mercado de Oaxaca
Gusanos de maguey en el mercado de Oaxaca

Porque el viaje es en sí el camino, no la meta puesta al inicio o final del periplo. Pretender que la meta es el segundo en el que la IA te dice lo que tienes que hacer es absurdo, por no decir estúpido. Además, si ese viaje nos ha calado en los huesos, en los ojos, en la boca o más profundo, la meta no será tal, si no que será una acumulación de metas volantes en términos ciclistas, en la que cada vez que lo recordemos, cada vez que miremos una foto o leamos una referencia a ese destino, se desempolvará una caja de sensaciones que, como una ola pertinaz producen una greca que no caduca.

Lo peor del sector de los viajes es que todos los eslabones de la cadena están subiéndose a un carro del que no saben si hay caballos galopando. Muchos medios, no solo blogs, si no de gran tiradas e impresos, se suman a la IA para sacar textos sin fundamento ni contraste. O peor aún, sin haber viajado y con fotos calcadas de bancos de fotografías en las que las playas son siempre preciosas, en las que Noruega no tiene nunca nubes, ni hay polución en CDMX, ni lluvia, ni un papel o tampoco humanos.

La colleja también va para las agencias de viajes, preocupadas a menudo solo en vender y vender lo que esté de moda, sea más caro o deje más margen, sin asesorar como profesionales sobre el sentido común de determinados viajes en determinadas fechas.

No eximiría a las oficinas de turismo, que bajo el nuevo lema de la «sostenibilidad» cargan la espalda de Greenwashing, con campañas vacías que son solo una moda, no un trabajo coordinado y duradero en el tiempo.

¿Y si soñamos con volver a ser humanos?

La IA no te salvará de los imprevistos durante el viaje, ni te tenderá la mano cuando se cancele un vuelo, ni te responderá cuando no tengas conexión a internet y necesites comunicarte con un paisano que te mira desconfiado porque en ese risco montañoso, en vez de oler el viento estás encorvado sobre el móvil editando una foto que no es real.

Aprender a desenvolverse frente a las adversidades, a ser flexible, intuitivo y perspicaz solo te lo enseña la vida, y esa está más allá del horizonte de la pantalla que ahora mismo estás mirando. ¡Buen viaje!

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