Viajes utópicos con los libros de Luis Sepúlveda

«¿Y qué importa? En esta tierra mentimos para ser felices. Pero ninguno de nosotros confunde la mentira con el engaño»  Patagonia Express - Luis Sepúlveda

Los escritores nunca se mueren, quedan flotando no solo en la memoria colectiva, si no en las páginas de sus libros. Y mientras un solo lector tome la decisión valiente de abrir la tapa, las cenizas de los escritores acudirán raudas para dibujar las líneas guiadas como infinitas olas de mar.

Por eso, Luis Sepúlveda, que nos dejó en abril de 2020, arrastrado por el temporal de una de las plagas del siglo XXI, sigue y seguirá vivo allí donde su pluma haya firmado uno de sus atemporales libros.

El escritor Luís Sepúlveda
El escritor Luis Sepúlveda

Porque precisamente Sepúlveda era un escritor de esos que abarcan la sabiduría de detener a Cronos, sabiendo transmitir sentimientos, sabiduría y enseñanzas, independientemente del paso de los años. Viajar con y por sus libros, es también descubrir geográficamente lugares, sin movernos de casa.

Solo los buenos escritores consiguen eso, romper la barrera geográfica para llevarnos en un barco imaginario.  Solo los apátridas como Sepúlveda son queridos en todas las tierras, con legiones de lectores que han sentido profundamente su pérdida. Desde Ovalle, en la región de Coquimbo en su Chile natal, hasta su Asturias, donde ya todos le consideraban de casa, Sepúlveda vagó por aire, mar y tierra. En el camino muchas vivencias, y no todas gratas. Superviviente de las cárceles y la dictadura de Pinochet, al menos parte de la genialidad de Chile – malograda en casos como los de Víctor Jara entre otros muchos – se pudo salvar de ese incendio que es la intolerancia.

Cuando se leen sus libros la magia de la literatura y la realidad se mezclan, hasta el punto que cuando se acaba la lectura, uno corre inmediatamente para ver si ese personaje que Sepúlveda ha dado vida, existió de verdad.

Pero Sepúlveda no solo viajaba con la imaginación. Era capaz de enrolarse como ayudante de cocina de un barco ballenero, o de convivir con los indígenas shuar, y fruto e ello escribir historias como «Un viejo que leía novelas de amor».

Miembro de la comunidad shuar en Ecuador
Miembro de la comunidad shuar en Ecuador

Sepúlveda bebía de unos principios de escritura en los que como él mismo decía «contar bien una buena historia y no cambiar la realidad, porque los libros no cambian el mundo. Lo hacen los ciudadanos». Por eso, en su extensa obra encontramos siempre un acercamiento a los personajes sin ánimos de infundir, si no de hacer más rico al lector a través del viaje vital, descubriendo que la diversidad es el remedio contra miedos, contra enemigos invisibles y patrias enmascaradas en fronteras físicas y banderas inventadas.

Gracias a libros como «Un viejo que leía novelas de amor» descubrimos la comunidad shuar en Ecuador, o personajes inolvidables en Patagonia Express. Sepúlveda era un gran conversador y releer su oratoria en «Narrar es resistir, conversaciones con Bruno Arpaia» nos sirve para encontrar motivos para defender el diálogo como herramienta ante la radicalización.

Viajero incansable, como lo demuestran muchos motivos y temas de sus libros como «Últimas noticias del Sur (libro de viajes; con fotos de Daniel Mordzinski», seguiremos viajando con su universo de utopías, tan cercanas y reales como podría ser el consenso sobre temas trascendentales en el futuro humano como la sostenibilidad, la ecología y la defensa del medio ambiente.

Leer su última novela, «Historia de una ballena blanca» es un sentido homenaje a la sencillez de las palabras de Sepúlveda, a su concepción sobre el ser humano, y la necesidad de que continúe en armonía con la Tierra que habitamos, la Tierra de la que somos parte, no dueños.

Historia de una ballena blanca, de Luís Sepúlveda
Historia de una ballena blanca, de Luis Sepúlveda

En el relato, con los ojos sabios e inocentes -adjetivos para nada contradictorios – la ballena observa al ser humano, a lo largo de los años. Este viaje onírico, a través de una majestuosa prosopopeya, nos transporta en el estómago de la ballena como si de un Nautilus vivo, ofreciendo una perspectiva diferente, que recuerda por momentos al discurso del Principito de Antoine de Saint-Exupéry. La aparente simpleza de la narración es precisamente un gesto inequívoco de que tras lo simple está la solución a lo más complejo.

Gracias Luis por este viaje eterno. Ojalá puedas enseñar a Caronte mejores rutas con tu propio barco, y henchir la vela, para transmitirnos esperanza.

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