Viajar para leer y leer para viajar. El «libro de Viajes y otros viajes» no nació precisamente para ser un libro de viajes. Concebido como un cuaderno de anotaciones que más tarde tomó la forma de crónica viajera, aquí el maestro italiano Antonio Tabucchi nos hace reflexionar en cada página de cada breve capítulo. Independientes y al mismo tiempo enraizados, cada capítulo nos conduce al pensamiento crítico para abordar la visita a los destinos que nos inspiran.

Tremendamente interesante para lecturas cortas pero profundas, el libro nos apareció entre las estanterías de la biblioteca García Márquez de Barcelona, un oasis en el que nos solemos refugiar buscando paz y lecturas inspiradoras.
Y en una de esas olas que nos asoman a los lomos de los títulos, desembarcamos en las playas de Tabucchi, con el que hemos viajado tantas veces por el mundo, siguiendo a la Dama de Porto Pim, o saboreando la narración de Sostiene Pereira en Lisboa.

Viajar no garantiza siempre aprender y aprehender, pero en el caso de Antonio Tabucchi la presentación de sus impresiones sirve de garantía para cautivarse y llenarse de ganas de lanzarse a la aventura de viajar.
En el libro «Viajes y otros viajes» los saltos geográficos son sustanciales, pero el hilo conductor con el sello de Tabucchi no se pierde, como el hilo de Ariadna de Teseo. Paseamos por Florencia, por la Pisa de Leopardi, para inmediatamente después aparecer en París, Sete, la Provenza de Picasso, microcosmos como el cementerio alegre de Sapanta en Rumanía frente a macro ciudades como Nueva York o Bombay.
De hecho India, México o Australia reclaman una importancia trascendental a la hora de abordar los viajes y la forma de viajar. Tabucchi habla del turismo, de la xenofobia, del cruce culturas, de las reminiscencias poéticas y literarias que le llevaron a ofrecerse desnudo de prejuicios en sus viajes.
Pero quizá es su amado Portugal, especialmente Lisboa, pero sin dejar de mirar al interior, a esa Portugal menos conocida, o a las islas Azores, tan lejos como cerca de lo que emana el país lusitano. Y es que no se entiende Portugal sin Tabucchi, ni su amor y devoción bebido de Pessoa. Inmejorable heredero, el tan italiano como apátrida Tabucchi, enarbola la bandera que borra las fronteras de tierra, piedra y arena, reclamando una concepción de los territorios como el camino por el que vagamos, pero que nunca nos pertenecerá.
A través de los viajes de Tabucchi podemos reconocer los pasos dados por el escritor, sumando a sus huellas las que nos han llevado a muchos de ellos, y empapándonos de la impronta que cada viajero deja en cada lugar, y que cada lugar deja en la memoria de nosotros.