El pueblo de Liendo, enclavado entre Laredo y Castro Urdiales, junto al litoral del Mar Cantábrico esconde rutas que van del mar a la montaña, de pequeños riachuelos a cuevas, de bosques a arenales.
No es la primera vez que hablamos de las propuestas naturales de Cantabria que permiten llevar a cabo actividades naturales, como por el ejemplo la visita del Arboreto junto a la ermita de San Roque. Pero cuando un anfitrión aporta tan buenas maneras, el viajero siempre acaba regresando.
Por eso hoy el paisaje de Liendo nos regala una historia curiosa, la del diapiro y el cargadero de yeso que corona uno de sus acantilados.
El diapiro de Liendo es parte del inventario Nacional de Puntos de Interés Geológico del IGME (Instituto Geológico y Minero de España). Bien podría formar parte el diapiro de una ruta de turismo geológico, como en otras partes de España y del mundo hemos encontrado. No hay que irse muy lejos ya que en….o en…
Hace millones de años en Liendo
Es curiosamente Liendo, el pueblo con menor franja de kilómetros de costa- el que cuenta con una peculiaridad geológica poco frecuente y conocida, conocida como diapirismo. El diapiro salino se formó durante el triásico, dando lugar a margas, yesos y sales.
Liendo es un claro ejemplo de un poljé, término geológico que define a una depresión en un macizo de roca kárstica de grandes dimensiones, que acaba formando un valle alargado y cerrado. De hecho no hay más que ver Liendo desde lo alto, por ejemplo desde Solpico, para entender que el pueblo se haya en el fondo del valle.
En los polje suele estar presente un riachuelo que abruptamente precipita su caudal por un sumidero, que ha erosionado el fondo kárstico horadando la roca caliza.
Al arrastrar la terra rossa, una arcilla procedente de la descalcificación de la caliza, los valles de los polje son valles muy fértiles e ideales para el cultivo.
El cargadero de yeso
Conscientes de las posibilidades económicas que podía presentar las minas de yeso, en la década de los años sesenta del siglo pasado se llevaron a cabo catas para evaluar la explotación de la yesera.
En un principio las labores de extracción al pie del acantilado lograron aflorar el mineral, que era cargado en barcos para ser posteriormente llevado a fábricas para su uso industrial. Más tarde se hizo más productivo el transporte en camiones.
No lejos del cargadero, desnudas estructuras de hormigón armado pueblan el paisaje, devoradas por la vegetación, y habitadas por ovejas o vacas que son dueñas del lugar bajo la atenta mirada de los buitres leonados que sobrevuelan el pico Solpico y los ojos del diablo.
Visita al Cargadero de yeso
Junto al camino que desciende hacia la playa de San Julián se habilitó un aparcamiento que permite dejar el vehículo y comenzar la ruta.
Aunque cualquier momento del día, o cualquier época del año, los atardeceres y sobre todo en días de sol, permiten disfrutar de una de las puestas de sol más bellas de Cantabria.
Según se asciende lentamente se sobrepasa un desvió que tuerce a la izquierda indicando el camino de Santiago, que por todo este tramo desde Castro Urdiales bordea la costa regalando una comunión con el mar de la que los caminantes hablan maravillas.
De las antiguas minas apenas quedan los esqueletos de barracones y una instalación de limpieza del mineral. Pero junto al acantilado está una estructura de izado de carga, con dos moles de piedra unidas por un cabestrante de hierro que contaba con una polea y un sistema mecánico para subir el yeso.
Asomados al acantilado desde el cargadero, el vértigo de la altura no debe pesar más que el gozo de ver la pequeña enseñada de Erillo, en la que las olas baten las rocas.
Como si fuese una espuma artificial cuando se remueve la leche en la taza, las aguas cobran unos tonos blancos, que pugnan con el azul y el verde del mar por ganas brazas.
A este fenómeno se le denomina diapiro, es decir, una afloración de sedimentos en capas submarinas. Las olas desgastan esa costra de yeso y sales, pintando el lienzo del mar con ese peculiar color blanquecino.
No hay constancia de quién advirtió por primera el diapirismo, pero cuando algunos geólogos o empresarios mineros fueron conscientes, se despertó el interés por su explotación.
A diferencia de otros diapiros en tierra firme, el hecho de que fuese un yacimiento bajo el agua limitó la productividad de la mina, y cada vez fue más complejo extraer el yeso. El oleaje y las mareas no solo dificultaban la extracción, si no también el acceso de los barcos.
Si levantamos los ojos del mar y el diapiro de Liendo, es Laredo, con su puntal de arena, y el monte Buciero de Santoña, el fondo de escenario que completa el cargadero de Liendo.
Dado que el acceso por el acantilado junto al cargadero es peligroso y no recomendable, la opción que tenemos para observar las calcitas teñidas de rojo o el yeso es desde la playa de San Julián, donde algunos desprendimientos muestran las formaciones del diapiro como las facies rojizas de Keuper, formadas por arcillas rojas y yesos
Cómo llegar al cargadero de yeso de Liendo
Para alcanzar el cargadero de Yeso debemos tomar la carretera que va hacia la Playa de San Julián, accediendo desde el barrio de Villanueva. Es una carretera con algunas curvas y que tiene un camino de ida y otro de vuelta. Hay un aparcamiento en el que podemos dejar el coche y desde allí ir caminando unos diez minutos hasta la estructura del cargadero de yeso.