El Molino de Pico Vermelho se esconde en la costa norte de la isla de São Miguel Azores. Mira a la bravura del Atlántico y a la colorida aldea de Ajuda da Bretanha, a la que pertenece. Parece un pequeño faro rojo y blanco que, con sus aspas, pretende llamar la atención de barcos que paran en las islas Azores o de visitantes que, perdidos como nosotros, se guían por su magnetismo. Porque ¿quién no siente atracción por los molinos de viento?, ingenios que se mueven al son de los aires hipnotizándonos con el movimiento lento de esos fantásticos brazos. Si hasta el ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha se vio hechizado por molinos de viento, confundiéndolos con gigantes de largos brazos. Seguro que los mismos que se sienten deslumbrados por los faros del mar, también se sienten fascinados por los molinos de viento. Las razones podríamos encontrarlas en su presencia imponente que despierta fantasías con sus halos de luz o sus movimientos de aspas. O quizá en que los unos están habitados – o lo estuvieron -y los otros contienen una gran piedra que muele el grano convirtiéndolo en harina con la que se hace el pan. Cosa de magia que hace volar nuestra imaginación.
Así que desde que supimos que al norte de la Laguna Azul de Sete Cidades, y a un paso de la Ponta da Bretanha había un molino de viento escondido, corrimos a buscarlo. No es el único molino de viento de la isla de São Miguel, hay varios repartidos por la isla, aunque prácticamente sólo este tiene fisonomía de inspiración flamenca y tejado rojo. Estos molinos recuerdan la importancia de la isla de São Miguel en tiempos en los que la producción de cereal era abundante y hasta se exportaba, lo que la convirtió en granero de las Azores.
Seguimos la carretera con vistas a la costa que nos conduce a la parada donde está el indicador hacia el Molino de Pico Rojo (Moinho do Pico Vermelho, en portugués). La postal de la localidad de Ajuda da Bretanha nos obliga a parar en un mirador. Prados verdes donde pastan las vacas de las Azores rodean las casas de colores, al fondo la iglesia de cal y piedra volcánica, cuyo estilo asociamos rápidamente al Portugal continental. Y el Atlántico enmarcando la panorámica.
Paramos de nuevo para seguir el camino que nos conduce en pocos minutos al Molino de Pico Vermelho, en la localidad del mismo nombre. En seguida nos muestra sus aspas rojas y poco a poco se deja ver, asomando su cabeza desde su recinto de piedra. Nos recibe una pequeña ermita blanca: la Ermita de San Antonio de 1954, que lleva poco tiempo en el lugar comparado con el Molino de Pico Rojo, que tiene unos 200 años – se construyó entre los siglos XVIII y XIX-.
La entrada está flanqueada por dos paneles de azulejos en los que se representa en azul el Molino de Pico Vermelho cuando funcionaba muchos años atrás, los vecinos acudiendo a por cereal molido. Entramos en el interior del recinto y lo contemplamos admirados por su apariencia formidable, conmovidos porque recientemente recuperó su presencia y su color de antaño. Fue restaurado en 2012 para abrirse a aquellos que quisieran entrar en su corazón y saber el porqué de su existencia, y cómo era la vida de los molineros que lo habitaron.
Debajo de él nos sentimos pequeños. Miramos hacia arriba, su cuerpo grueso de color blanco, sus aspas horadadas rojas recortadas contra el azul del cielo. Emocionados por poder tocar uno de esos molinos de viento que forman parte de fantásticos cuentos de infancia, lo rodeamos sin perder de vistas sus aspas ni un momento. Ahora no se mueve, pero podemos imaginarlo cuando funcionaba: los brazos como aspas que, volteadas del viento, hacían andar la piedra del molino (evocando las palabras de Sancho Panza).
Solo durante los meses de julio y agosto podemos verlo en movimiento. Hasta se puede franquear su puerta roja, contemplar la piedra y subir al piso para ver la pequeña exposición de artefactos y los trajes utilizados por los molineros. Hoy nos lo encontramos solitario, guardando celoso sus historias en el interior. Hoy sólo nos muestra orgulloso su bello porte, sus larguísimos brazos que parece que quieren alcanzar el cielo.
Miramos entre sus huecos hacia esa magnífica postal de Ajuda da Bretanha y de los prados de la isla de São Miguel de Azores enmarcados en el Atlántico. Y tras inmortalizarlo cien veces, nos retiramos dejándolo otra vez con su soledad, mirando hacia el mar infinito.
Visita del Molino de Pico Vermelho (Moinho do Pico Vermelho)
El Molino de Pico Vermelho de la isla de São Miguel de Azores abre sus puertas en verano, durante los meses de julio y agosto, entre las 10:00 y las 17:00, de lunes a viernes. Se puede ver en funcionamiento.
Cómo llegar al Molino de Pico Vermelho
Para llegar al Molino de Pico Vermelho hay que seguir la carretera EN1- 1A en dirección a Mosteiros. Desde Ribeira Grande se tarda unos 40 minutos (28,7 km) en llegar. Y a 34 minutos (25 km) de Ponta Delgada por la EN1-1A.
Artículo escrito por María Calvo Santos.