Si se quiere tocar la luna y la estrellas, quizás lo más cercano a la bóveda celeste sea subir a lo alto del mirador de Torre Glòries, que se erige imponente a larga distancia como símbolo inequívoco de la ciudad condal. Sus 144 metros de altura sirven como referente geográfico orientativo y es que es imposible ignorar su protagonismo como rascacielos de Barcelona.
Barcelona, ciudad que hemos pateado de este a oeste, de norte a sur, de la que conocemos de memoria sus entramados callejeros, que hemos recorrido cuando el sol da sus primeros atisbos de luz y cuando adormece tras la cresta orográfica del relieve montañoso que la rodea. Sin embargo, para tener unas vistas panorámicas en 360º de la ciudad, sólo el mirador de Torre Glóries nos las ha regalado y con absoluta espectacularidad.
Entrada al Mirador de Torre Glóries
Emocionados emprendemos camino para visitar este fantástico punto emblemático del skyline de Barcelona. La entrada para acceder al mirador se halla a un costado de la Torre Glóries, descendemos unas pequeñas escaleras (también hay acceso con ascensor), y nos encontramos frente a la taquilla.
Llegados a este punto veremos que tenemos diferentes opciones para hacer el recorrido. Si se opta por la visita completa, que incluye las tres atracciones del mirador, podremos visitar el Hipermirador, el Mirador y Cloud Cities Barcelona. Nosotros recomendamos comprar este pack para una experiencia redonda.
Hipermirador
En este primer espacio nos encontramos con una sala audiovisual que nos muestra un collage de imágenes de Barcelona y un peculiar audio que aísla los sonidos de la ciudad. De esta manera podemos escuchar el trinar de los pájaros, las bocinas de los coches y los rumores de todo pequeño y gran habitante de Barcelona, de una forma diferente, que pude resultar hasta sinfónica.
En pequeñas cristaleras que penden de hilos tensores y, a través de 132 piezas de origami, la muestra artística de Joan Sallas y Xiaoxian Huang nos hace conscientes de todas las especies que conviven en esta gran urbe barcelonesa. Una preciosa exposición que nos sumerge en toda esa vida que alberga la ciudad, donde ella misma es un ente que late al compás de sus habitantes, de sus arterias viales, del bullicio de millones de latidos.
El arte digital presente en el Mirador de Torre Glóries
El arte digital parece apropiarse poco a poco de los espacios de la gran urbe, con su tecnología envolvente nos hace vivir experiencias multisensoriales.
Es así que esta primera sala atrapa nuestros sentidos y nos lleva en un viaje visual a las atmósferas de Barcelona, a la estrellas que nos cobijan, al viento que acaricia el litoral, todo ello proyectado en pantallas que ocupan 27 metros de extensión y 4 de altura. Las dimensiones de la proyección hace que nos sintamos parte de las imágenes que se suceden y así de pronto acariciamos las constelaciones, las ondas del viento nos susurran al oído, juntos con los miles de sonidos que se entremezclan de la ciudad.
El Mirador de Torre Glories
Tras esta primera exposición de una Barcelona desde una óptica muy distinta, emprendemos la subida en ascensor a 125 metros de altura hasta la planta 30. En 34 segundos estamos en lo más alto de la Torre y una vista espectacular 360º se abre ante nosotros. Somos vigías de esa gran macha urbana que se extiende clara ante nuestros ojos.
Podemos ver los serpenteantes caminos que suben a la montaña de Collserola. Percibimos el ritmo incesante de los transeúntes que parecen miniaturas en lo que ,desde esta vista de pájaro, parece una maqueta a tamaño escala de Barcelona y así vemos curiosos cómo la vida sucede ajenos a nosotros, a nuestro ojo espectador.
El cielo cambiante nos ofrece colores diferentes de la ciudad, según avanzan los minutos. Cielo nuboso, cielo despejado… La luz transforma cada cuadrante y en ese “time lapse” echamos un vistazo de cada uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad.
A lo lejos vemos el horizonte que se disipa y se confunde con el cielo, no alcanzamos a distinguir la línea limítrofe donde empieza uno y acaba el otro. Los barcos parecen flotar en el aire y no en el mar. El Hotel W (conocido también como Hotel Vela por su forma que se asemeja a la vela de un barco) parece unirse a esa travesía fantasmal y se dibuja como un navío más surcando ese extraño océano nebuloso.
Las torres Maphre parecen servir de “faros” guía a un velero solitario que parece haberse extraviado justo en el medio de su verticalidad. Nos dejamos llevar por este mágico paisaje y nos perdemos en esas ensoñaciones fantásticas. Un avión cruza para irrumpir en nuestra imaginación -y en ese “cielo marino”- y seguimos su trayectoria, que nos lleva en un ritmo cadencioso sobre la Barceloneta, el puerto, hasta esconderse tras la montaña. La silueta del castillo de Montjüic se esboza a lo lejos y seguimos el relieve montañoso que nos deja ver el contorno de la Torre de telecomunicaciones y el Tibidabo.
La Sagrada Familia se alza majestuosa y colosal en medio de las edificaciones que la circundan y que desde aquí, parecen aún más pequeñas. Tenemos una vista única de los detalles de cada torre y captamos una instantánea para no perderla en la memoria.
La antigua Plaza de Toros Monumental capta ahora nuestra atención, pues alcanzamos a tener una buena vista de su arquitectura estilo neomudéjar y bizantino.
Seguimos el trazado urbano de Barcelona y admiramos pequeños detalles que hemos visto en nuestros andares por la ciudad, pero que desde esta perspectiva mutan como pequeños cuadros de un puzzle.
La Gran Vía a la altura de Westfield Glòries nos regala una curiosa vista del corredor temporal que recién se ha abierto y vemos también edificios con arquitectura llamativa que a gran altura parece aún más extravagantes. El tranvía parece un diminuto juguete que podríamos mover a voluntad.
Dirigimos la vista al lado opuesto de la ciudad y nuestros ojos se detienen en las tres chimeneas de la antigua central térmica de Sant Adrià, que desde aquí se otean como nuestra versión contemporánea de los molinos del Quijote y parecen tres gigantes vetustos que miran al mar.
El paisaje latente de una Barcelona que está siempre en movimiento nos embelesa desde este panorama. Nos hace testigo silentes de la efervescencia de la vida que la habita. Es sin duda una perspectiva única de la ciudad de lugares simbólicos como nunca los verás.
Echamos una última ojeada en circular y nos preparamos para ir aún más alto… Hasta las nubes.
Cloud Cities Barcelona
Sí, has leído bien, vamos a dar un paseo por las nubes. Gracias al imaginario de Tomás Sarraceno, podemos interactuar con esta obra en la que podemos recorrer varios itinerarios, dependiendo de nuestro nivel de vértigo. Uno de ellos desciende por la parte más baja de la estructura, el otro nos abre paso a lo más alto de este observatorio “nuboso”.
Elegimos la segunda opción y en unos poco minutos nos hallamos suspendidos en el punto más alto del mirador Torre Glóries. Sin vacilar experimentamos este tejido artístico inmersivo y atravesamos ese cielo de nubes negras, grisáceas, blancas, despejadas… La sensación es brutal, estamos a merced de una telaraña de 6 kilómetros de cables tensores interconectados por 5000 nodos. Sabemos que están fuertemente asidos, pero a ratos nos sentimos vulnerables a esa verticalidad y un pequeño cosquilleo se adueña de nuestras barrigas.
Nos abandonamos a la intensa percepción de ser como pequeñas gotas de lluvia que atraviesan las nubes o estruendosos rayos que cruzan sus etéreas formas hasta lograr descender a tierra.
Con la adrenalina aún recorriendo el cuerpo, emprendemos el descenso vertiginoso a tierra de verdad y llegamos de nuevo al punto de inicio. Tierra firme. Esa que hace unos minutos parecía tan lejana.
Contemplamos la Torre Glóries desde esta perspectiva y nos parece aún más inmensa y nosotros minúsculos a su lado. Extasiados por la experiencia nos alejamos sin dejar de admirar que estuvimos allí, en lo más alto de su cúpula, rozando el cielo. Nos sumergimos de nuevo en el ritmo de esa ciudad, pero con otros ojos, con otros oídos nos volvemos parte de nuevo de ese espectáculo llamado vida.
Cómo llegar a la Torre Glòries
Para llegar hasta la Torre Glòries basta dejarse guiar por su colosal tamaño casi visible desde cualquier punto de Barcelona. Pero para ser más explícitos, se encuentra frente al centro comercial Westfield Glòries. La estación de metro más cercana es Glòries y la de tranvía es Ca l’Aranyó.