Bien debería el viajero dejarse aconsejar acerca de que la completa y variada realidad paisajística, gastronómica y monumental del País Vasco Francés, puesto que es mucho más compleja y completa que lo que se presume.
En cada valle, en cada pueblo, en cada tramo de costa, hay un País Vasco Francés que late a diferentes velocidades. Nada tiene que ver Biarritz con Bayona, Espelette o con Saint-Jean-Pied-de-Port. Y al mismo tiempo todos esos rincones comparten la armonía de un territorio acogedor y hospitalario.
Geográficamente forma parte del territorio situado en el departamento francés de Pirineos Atlánticos, englobando lo que en su día fueron tres provincias de Iparralde (País Vasco del norte en Euskera): Lapurdi, Baja Navarra y Zuberoa.
Viajar fuera de temporada, durante la incipiente primavera o en ese otoño que cada vez parece más un verano extendido, son las mejores épocas para disfrutar con calma de un destino que durante los meses de julio y agosto llena su costa de viajeros. El interior es apacible, cuanto más nos adentremos notaremos aún más esa conexión con la naturaleza, capaz de engullir los ruidos ajenos a la Tierra que sobre el asfalto generamos los humanos.
Si pensamos que veremos -y viviremos- el País Vasco Francés en una ruta de tres, cinco o siete días, estaremos equivocados. Será sin duda un viaje que agradará, pero con el paso de los días nos alcanzará esa sensación de que hay mucho que ver y conocer. Y sobre todo que más allá de los lugares típicos, sin duda imprescindibles, hay muchos secretos escondidos, a veces susurradas como consejos por la gente local, o a veces captados por nuestro interés creciente en llegar a lo más auténtico del territorio vasco al norte de los Pirineos. No seremos los primeros en darnos cuenta de que volver será una necesidad imperiosa para seguir conociendo un País Vasco Francés que encandila.
Mar y montaña, un paisaje que no se puede domesticar
Ni siendo un domador de olas, ni un director de orquesta de vientos se puede domesticar el paisaje del País Vasco Francés. En pocos lugares se puede hacer trekking de montaña por la mañana y surf por la tarde mientras el sol se pone sobre la punta de nuestra tabla.
Asomarse a las atalayas de los pueblos costeros, donde otrora se divisaban las ballenas para que las traineras salieran a capturarlas, son hoy miradores sublimes para disfrutar del mar esculpiendo pacientemente las rocas.
RUTA POR EL PAÍS VASCO FRANCES – QUÉ VER
En nuestro caso el viaje por el País Vasco Francés ha sido de 5 días, cuatro noches, empezando por Biarritz, para continuar por Bayona, posteriormente algunos pueblos del interior como Cambo Les Bains, Espelette y Ainhoa, y luego regresar de nuevo a la costa para recorrerla desde Hendaya, San Juan de Luz y Bidart.
DESTINO GOURMET
En el País Vasco Francés se come bien sí o sí. La verdad es que la gastronomía local es una maravilla. Desde un simple pincho a un pan, pasando por un plato de pescado o carne, jamón de Bayona, pimientos de Espelette, y terminando con los sabrosos chocolates que encontramos por la región.
DESTINO DE TRADICIONES
En estos frenéticos tiempos de globalización es cuando más se aprecia el cuidado por lo propio, lo trabajado, artesano y hecho con cariño. En el País Vasco Francés percibiremos ese recuerdo constante por las tradiciones, por los productos de toda la vida, sean (bastones de jefe vasco, confeccionados a partir de madera de níspero, con empuñadura y puntera de latón o plata, correa de cuero y un estilete oculto en su remate), cerámica, alpargatas, bolsos y multitud de prendas y textiles.
BIARRITZ
Las olas baten con fuerza la costa de Biarritz, y a vista de gaviota los numerosos apasionados del surf parecen tortugas de coraza negra intentando subirse a las olas. El deporte, los tratamientos de bienestar en sus centros de talasoterapia y su imagen internacional de centro de lujo la han mitificado dentro y fuera de Francia.
De la época anterior a la eclosión turística de Biarritz sobrevive el pequeño puerto -Port des Pêcheurs”, que aprovechando peñascos como el Rocher Jargin, protegía a las pequeñas embarcaciones que faenan desde hace más de mil años, divisando las ballenas desde la atalaya. Aún podemos distinguir antiguos crampottes -pequeñas casas rústicas y encaladas, con contraventanas de colores, frente al puerto, utilizadas para guardar enseres y redes de pesca. En pequeños y encantadores restaurantes alrededor del puerto podemos disfrutar de pescado y marisco muy fresco.
El escritor Víctor Hugo ya la descubrió en el periplo que dio lugar a Viaje a los Pirineos y los Alpes. Pero la parte de encanto y lujo tiene su origen en la figura de Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III. La emperatriz francesa mantuvo un idilio con la pequeña población, promoviendo que se convirtiese en residencia real y lugar de veraneo de la aristocracia europea. Fruto de ese vínculo con el poder política, el dramaturgo francés Sacha Guiltry decía que Biarritz es la “reina de las playas”.
Qué ver en Biarritz
Hotel de Palais
El Hôtel du Palais fue el edificio que recibía a los emperadores, pero siguiendo a pie por la Avenida de la Emperatriz se suceden los monumentos y edificios de esa época de ‘exhibición’ de las élites llegadas desde Rusia, mandatarios como el canciller Otto von Bismarck, o monarcas como Amelia de Portugal, la reina Natalia de Serbia o España como el Duque de Osuna.
La antigua residencia real, bautizada como Villa Eugenia en su apertura de 1855 es sin duda un símbolo arquitectónico y social. Convertido en un lujoso hotel casino tras la marcha de la emperatriz de Biarritz en 1880, el alojamiento conserva plenamente esa aureola de lujo. Pasear por sus salones y estancias abiertas como balcones al mar y a la Grand Plage reproduce un viaje al pasado en el que podemos tropezar con viajeros ilustres o aristócratas del XIX dando los primeros pasos de lo que hoy entendemos como «turismo».
De esta historia, Biarritz ha conservado algunos edificios característicos como el Bellevue, el Casino, el Grand Hotel, la Iglesia Anglicana (ahora museo histórico de Biarritz) o la Iglesia Ortodoxa para comparar con las visitas de la aristocracia rusa antes de la Revolución Rusa .
En aquellas décadas de principios del siglo XX, Biarritz perdió ese capacidad de imantar a la alta sociedad, incluso cuando el poder económico pasó de reyes y aristócratas a empoderados burgueses. Durante la Belle Époque proliferaron los comercios de lujo, siendo la población un escaparate de la moda en el que tiendas de alta costura como Coco Chanel o grandes almacenes como Biarritz Bonheur marcaban el paso de la estética.
Una ciudad, mil estilos
Sorprende la mezcla ecléctica de arquitectura, con ejemplos del neobasque (villa Lou Bascou), neonormand (villa Victoria), Belle Époque ( hotel Bellevue), Art Deco (museo del mar, casino municipal y hotel Plaza), pastiche medieval (villa Émilia), neo-renacentista (como el château Boulart) o de estilo Second Empire ( hotel du Palais ).
Así, caminando hasta el pequeño cabo del faro, encontramos la Église Sainte-Eugénie de Biarritz, la Iglesia Ortodoxa (1890-1892), la capilla imperial con estilos románico-bizantino y morisco (1864), o casonas como Villa Roche Ronde, Villa Herrra, Javalquinto, Belza, Le Cap, Cyrano, Le Goéland, Gramont o el Hotel Anglaterre, entre muchas otras.
Hoy el lujo aún se palpa, pero el ambiente jovial de los jóvenes que practican surf ha creado un ambiente de dos corrientes de agua que se complementan muy bien. Los biarrots (los nativos), son conscientes de que el turismo es dinamiza la economía local, y «perdonan» la afluencia estival a cambio de disfrutar de una Biarritz más tranquila el resto del año.
Desde lo alto del faro, al que subimos de un tirón por sus 248 escaleras de caracol, las vistas son magníficas. La costa vasca se muestra recortada, divisando el País Vasco al otro lado de la frontera, mientras que por el otro lado Las Landas parecen a tiro de piedra.
Tanto movimiento andando de un extremo a otro de Biarritz hace mella y es imposible resistirse a la gastronomía local. Para amantes del buen comer como nosotros, la visita al Mercado Halles supuso una experiencia olfativa, visual y gustativa. Construido en 1885, el mercado sigue siendo el mejor lugar para ver de primera mano los argumentos que señalan a la costa vasca como un paraíso sensorial. Tanto las carnes, pescados, como productos elaborados son de óptima calidad. Dimos cuenta de ello primero con un aperitivo de queso de trufa y jamón dentro del mercado y luego a la hora de comer en el precioso y sabroso restaurante Chistera & Coquillages.
Biarritz es también una ciudad de museos, destacando el Museo Histórico, el de Arte Oriental Asiática, y por supuesto la Cité de l’Océan dedicado a la divulgación del mar, y el magnífico Acuario en el interior del edificio Art Decó.
Cerca del acuario, entre Port-Vieux y Port des Pêcheurs, está la Roca de la Virgen (Rocher de la Vierge), un peñón unido por una pasarela de hierro – diseñada por los talleres Schryver & Cie en el norte de Francia y erróneamente atribuida a los talleres Eiffel-, presidido por una estatua de la Virgen, recuerdo de los balleneros que salvaron su vida en 1864.
Y cuando el sol y el calor de verano inunden de luz Biarritz, la visita a las playas es inexcusable. Podemos elegir entre muchas: Miramar, la Grande Plage para las familias (en pleno Biarritz y conocida como “Côte des Fous”, la costa de los locos por los enfermos que acudían a beneficiarse de los baños de mar), o la Côte des Basques o Marbella para la práctica de surf de sol a sol. En la de Port Vieux, escenario del despiece de ballenas siglos atrás, hoy son los Osos Blancos (Ours blancs), comunidad de bañistas que al amanecer inauguran la playa cada día del año desde 1929.
Y para rematar el día una propuesta original es salir fuera de Biarritz con dirección al barrio de la Negresse, donde están la micro fábrica de cerveza artesana Bière des Docks. Allí puedes degustarlas acompañados de deliciosos pates caseros para untar, salchichas, magret de pato…
Dónde comer en Biarritz
Un lugar con muchas propuestas gastronómicas que funciona como un mercado de cocinas de todo el mundo es el Food Court del hotel Palmito, al más puro espíritu surf & cool.
Dónde dormir en Biarritz
En la pequeña ensenada del Port Vieux se encuentra el Hotel de La Plage – Nouvel Etablissement, que es una propuesta de alojamiento de categoría 4 estrellas, reformado con mucho gusto.
A las afueras de Biarritz está el hôtel Chateau Lac de Brindos, un encantador refugio junto al lago que además de su excelente restaurante, ofrece habitaciones flotantes sorprendentes.
BAYONA
Visitar Bayona es como sentirse en casa. Hospitalaria y amable, su vida comercial y la alegre vida callejera de terrazas y bares recuerda mucho a España. Hermanada con Pamplona desde 1960, Bayona parece una continuación de San Fermín a finales de julio, con el atuendo blanco y el pañuelo rojo. Resulta imposible no sumarse a esa ola jovial en la que participa toda la ciudad.
En sus inicios campamento romano de nombre Lapurdum, su nombre actual proviene del euskera, significando río bueno (Ibai ona), y que encontramos a partir del siglo X. Los siguientes siglos fue una población de gran actividad económica, con un vital comercio que la posicionó como enclave importante para el Ducado de Aquitania. La boda de Leonor, duquesa de Aquitania con el monarca inglés Enrique Plantagenet, supuso 300 años de dominio anglosajón. En el siglo XV pasó de nuevo a manos francesas, siendo una ciudad estratégica y fortificada gracias al fuerte de Vauban, frente a los conflictos con España.
Qué ver en Bayona
Capital administrativa, económica y cultural del País Vasco Francés- al no ser una región oficial de Francia, no tiene capital política-, Bayona está formada por el triángulo de barrios de Grand Bayonne, Petit Bayonne y Saint Esprit. Separados por los cauces del Adour y el Nive, nos invita a vivir tres ciudades en una, cada una con sus características.
Arquitectura tradicional y cultura vasca
Ya se a través de la arquitectura vasca de casas reflejadas en los muelles sobre el río Nive, en las barras de bar con alfombras de pinchos, o conociendo el interior de los Museos Vasco y del Jamón, Bayona enarbola la bandera de la defensa por lo local. Todo ello sin renunciar, ni mucho menos, a lo foráneo, puesto que nunca ha dejado de ser receptora de gentes llegadas de lejos. Los judíos, expulsados de España por la Inquisición, llegaron y se asentaron en la ciudad, siendo los portadores del secreto más dulce, el de los chocolates que hoy son símbolo de Bayona. Su sabor y calidad la podemos paladear en numerosos lugares de la ciudad, como por ejemplo en Monsieur Txokola, maestros chocolateros que no renuncian a la innovación, el mestizaje y el aprendizaje viajando por el mundo para crear conceptos que en nuestro paso por su tienda pudimos ver, oler y probar. El festival del chocolate en otoño es otro momento ideal para venir a Bayona.
Le Bayona Gourmet
Las tiendas y comercios de Bayona, muchos centenarios, nos recuerdan que nunca se ha roto esa vocación comercial que caracterizó a la ciudad a lo largo de los siglos. Los canales del río entraban dentro de la ciudad, y al igual que en Venecia, muchas casas y negocios tenían su embarcadero. Hoy de los canales quedan solo los arcos porticados de las calles, que servían de muelles.
Recorrer a pie o en bicicleta Bayona es la mejor forma de empaparse de su belleza. Comenzando por Grand Bayonne, el núcleo histórico rodeado de murallas que desde época romana han sido reforzadas, y que aún se intuyen como paredes de edificios.
Allí encontraremos el Castillo Viejo, sobre el antiguo castrum romano, propiedad del ejército, y que podemos admirar desde su exterior. Enfrente está Lapordum. Centro de Interpretación de arquitectura y Patrimonio, ubicado en los sótanos de unas antiguas bodegas. El recorrido histórico que ofrece a través de las artes visuales es de gran ayuda para ese viajero curioso que desea interpretar cada piedra, cada forma de las casas, sea a través de los restos romanos o medievales, o saltando hasta el siglo XX con el la Cité Breuer, el conjunto urbano de 1.100 viviendas, construido por Marcel Breuer entre 1963 y 1974.
La catedral de Sainte Marie es una simbiosis de influencias estilísticas – no en vano su construcción va desde el siglo XIII al XIX- en las que podemos interpretar también momentos históricos como la Guerra de los Cien Años, gracias a detalles decorativos que recuerdan el pasado vinculado a la monarquía inglesa. Anexo está el maravilloso claustro gótico, antiguo cementerio y cuya visita es obligada.
Cruzando el Nive las calles de Petit Bayonne, aún siendo estrechas rompen el trazado medieval, y nos permiten tener vistas del castillo nuevo, convertido en Universidad y sede de la Academia de la lengua vasca. En esta parte de la ciudad los secretos son sonoros, como el de la algarabía de bares, o el de pelota chocando contra la piedra en el trinquete (frontón cerrado) de San Andrés, joya en la que el eco de los partidos y la gente jaleando los puntos es pura memoria.
Y estirando la visita a la ciudad podemos acercarnos al barrio de Saint Esprit para disfrutar de la creatividad de los grafitis que convierten durante el festival “Points de Vue» a Bayona en un museo de Street Art al aire libre.
Dónde dormir en Bayona
El Mercure Bayonne Centre – Le Grand Hôtel es un elegante hotel de 4 estrellas situado en el centro de Bayona. Cuenta con un pub de estilo inglés y su decoración y estilos son muy elegantes
Hotel Villa Koegui (4 estrellas) es una propuesta fresca que apuesta por el aspecto sensorial ya desde su entrada en la recepción. Convertido en un hotel antropológico, viviremos la cultura vasca fusionada con la más absoluta modernidad. Cuenta con el recomendable restaurante Le Carre.
El interior del País vasco francés – Pueblos con encanto
Si nos centramos demasiado en pretender elegir los mejores pueblos del País Vasco Francés podemos encontrarnos con el problema de que haya muchos para los pocos días que disponemos. Entre ellos La Bastide-Clairence, Espelette, Ainhoa, Sare, Saint Jean-Pied-de-Port, Urrugne o Itxassou, entre otros tantos.
Y es que además de los típicos pueblos que encabezan los listados de «los más visitados», hay otros tantos que por su autenticidad, por su apreciada tranquilidad, o por permanecer ajenos al turismo, son joyas que encajan con lo que para viajero sea «lo más bonito».
En nuestro viaje no hemos podido parar en todos, algo que nos alegra porque sin duda tendremos que volver para dedicar tiempo a los pueblos que han quedado fuera de la ruta. Pero vamos a hablar de lo que sí hemos visto…
Cambo-les-Bains – Qué ver
Llegamos a Cambo-les-Bains atraídos por la figura de Edmond Rostand, autor entre otras obras de Cyrano de Bergerac. Cambo-les-Bains -donde también nació el célebre pelotari Joseph Apesteguy, apodado Txikito de Cambo– fue conocida por su suave clima, convertida en estación termal para el tratamiento de diversas enfermedades. El mismo Rostand sufría enfermedades respiratorias y después de acudir a los balnearios de aguas termales de la localidad quedó maravillado de tal manera que proyectó residir permanentemente aquí con su familia.
Villa Arnaga
El palacete Villa Arnaga donde residió el dramaturgo, es hoy museo y Monumento Histórico, ofreciendo un recorrido sumamente interesante del escritor.
El edificio de estilo neovasco es el resultado del diálogo arquitectónico entre el propio Rostand y su amigo el arquitecto Albert Tournaire. El resultado es una casa con una concepción espacial donde los detalles prácticos y decorativos se aprecian con la visita guiada.
Pocos conocen que en la misma villa de Rostand murió el maestro Isaac Albéniz, compositor genial del siglo XIX, natural de Camprodón en Cataluña.
Enfrentados y ambos lados opuestos de la casa, los jardines franceses e ingleses, dos representaciones de los ánimos y humores del ser humano, y cuya representación estética; una más ordenada y otra más salvaje; eran fruto del deseo del mismo Edmond Rostand.
Museo del chocolate Puyodebat
Otra parada totalmente imprescindible en Cambo-les-Bains es el museo del chocolate Puyodebat. Propone un recorrido histórico de las primeras fábricas de chocolate del País Vasco desde el siglo XVIII y, en particular, de la localidad de Cambo-les-bains.
Además de las maquinarias y de múltiples objetos relacionados con la producción y el consumo, nos resultan muy curiosos los moldes y tazas -especialmente las denominadas «bigoteras«.
Espelette – Qué ver
¿Puede un producto revolucionar económicamente una población hasta el punto de ser conocido internacionalmente? En Espelette ristras de pimientos se secan en fachadas y balcones a partir de septiembre, para continuar con su fiesta anual del pimiento el último fin de semana de octubre.
La carretera que vadea Espelette se nos aparece tan llena de coches aparcados que hasta cuesta encontrar lugar. La entrada al pueblo permanece cortada y la única manera de entrar es andando. Y es que es día de mercado, y por mucho que te hayan contado que Espelette es muy famoso por sus pimientos rojos, solo cuando lo ves con tus propios ojos alcanzas a entenderlo.
El aprecio de los grandes chefs, -igual al de cualquier cocinero improvisado del que formamos gremio- proviene de su calidad, pero sobre todo de los estrictos criterios que definen a la única especia francesa que tiene una denominación de origen protegida (appellation d’origine protégée, AOP en francés).
Pertenecen a la variedad Gorria de la especie Capsicum annuum, una herbácea de origen mesoamericano. El protocolo de cultivo de los pimientos de Espelette es muy estricto. Y aunque su siembra y crecimiento es muy agradecido ya que no necesitan mucho riego, se nutren solo del agua de la lluvia, por lo que no se permite irrigarlos de forma artificial salvo el mes siguiente a la plantación (mayo-junio) y en caso de sequía absoluta.
Geográficamente son solo Espelette y algunos pueblos de alrededor los que pueden presumir de ese sello DOC, como Ainhoa, Cambo-les-Bains, Espelette, Halsou, Itxassou, Jatxou, Larressore, Saint-Pée-sur-Nivelle, Souraïde y Ustaritz. De toques agridulces que producen una sensación de calor, los pimientos de Espelette se benefician del microclima que hay entre mar y montaña. Aquí las temperaturas son suaves en verano, llueve frecuentemente y el relieve frena la brisa.
En casi todas las fachadas y los balcones de las casas de Espelette encontraremos guirnaldas de pimientos secándose desde agosto hasta noviembre. Hoy pueden parecer el mejor reclamo visual para «vender» Espelette, pero tradicionalmente era lo habitual tras la cosecha. Suponía también la forma de celebrar el fin de la recogida de los pimientos, punto culmen del esfuerzo anual de sembrarlos y cuidarlos.
Secados al aire pierden poco a poco el agua y conservan todos sus aromas, y si se opta por elaborar pimentón el método es secarlos al horno, machacarlos, y así lograr el polvo para especiar las recetas.
Atelier du Piment
Después de visitar el pueblo y pasear entre sus animadas calles parando frente al Castillo de los Varones de Espelette (“Chateau des Barons d’Ezpeleta) y la Iglesia de San Esteban (“Église Saint Etienne”), nos acercamos al Atelier du Piment para conocer más sobre la producción del famoso pimiento.
Nos atienden Maika y Louis, que con sumo detalle nos explican las bondades del pimiento de Espelette. Caminamos con ellos hasta los campos, palpando el kilómetro cero, y saboreando los productos derivados en una cata deliciosa. Nos sorprenden igualmente los secaderos al aire libre y el gran cuidado con el que garantizan la máxima calidad del pimiento.
Ainhoa
Ainhoa condensa en apenas un par de calles, una concentración enorme de casas típicas vascas. Su armonía resulta embriagadora, obligando al viajero a estirar el cuello y deleitarse con el contraste entre el blanco de las casas raseadas y los detalles de madera de las contraventanas, los balcones y las vigas en colores verde y rojo.
Las casas están adosadas, dando la sensación de bastión fortificado. Recordemos que Ainhoa había surgido al calor del Camino de Santiago, y las pretensiones por los aranceles generaron frecuentes disputas entre Navarra e Inglaterra, que durante un periodo controlaba la región. En 1451, durante el reinado de Carlos VII Ainhoa volvió a manos francesas, pero en la guerra de los Treinta Años, fue arrasada. Al reconstruirse, las casas que vemos hoy trataron de estar amalgamadas para ser más eficaces defensivamente.
En medio del camino de Santiago que al sur pasa a España, Ainhoa invita también a subir a las colinas que la circundan, y divisar el horizonte.
Con “Petites Randonnées” y rutas más largas como por ejemplo el GR10 (“Grande Randonnée 10”) que va de Hendaya a Arrens (260 km, 17 días), o el “sendero de los contrabandistas” (“Le Sentier des Contrebandiers” en francés), podemos recorrer sus alrededores.
Una de los itinerarios más recomendables es el paseo hasta la Capilla de las Aubépines al atardecer, cuando el sol se esconde pintando con su luz tenue pero brillante los verdes campos.
Su historia se remonta al siglo XIII, como vicaría del monasterio navarro de Urdazubi-Urdax y parada de descanso en la peregrinación a Santiago de Compostela. Durante la Guerra de los Treinta Años el centro histórico fue severamente dañado, y las preciosas casas que hoy vemos en Ainhoa fueron reconstruidas entre los siglos XVI y XVII.
Qué ver en Ainhoa
El simple -y a poder ser tranquilo- paseo a primera o última hora por Ainhoa es un deleite visual. Sentarse a ver jugar al frontón (de 1849) a la gente, con el sonido de la pelota rebotando en la piedra es el primer paso para entender la forma de vida sosegada de estas tierras.
Luego podemos seguir hacia la adyacente iglesia Nuestra Señora de la Asunción (“Église Notre Dame de l’Assomption” en francés), que con su estilo de galerías de madera interna, típico de la provincia del Labourd, nos permite disfrutar del altar. En dichas galerías en los lados y al fondo, se sentaban los hombres que acudían a misa, mientras que los bancos de abajo estaban dedicados a las mujeres.
Fue construida en el siglo XIII – con modificaciones en los siglos XVII y XVIII -, y dominando el alto, fungía como refugio para la gente del pueblo en tiempos de guerra. La torre campanario de planta cuadrada y parte superior octogonal, se terminó en 1823.
Rodeando la iglesia está el cementerio, con las tumbas y elaboradas lápidas de las familias de Ainhoa que mezclan símbolos en las estelas, como lauburu (lau-buru),una cruz con brazos curvos, el sol, o geométricas.
En el cauce del río Nivelle aún podemos encontrar el lavadero Alaxurruta, al que se acudía a lavar la ropa y aprovisionarse de agua. Napoleón III y su esposa la emperatriz Eugenia de Montijo pararon aquí durante un viaje por la zona en 1858.
Deporte en el País Vasco Francés
Pudiera parecer que el turismo de la región pretende saciar solo la vista, el olfato y el gusto. Pero es todo lo opuesto porque en el País Vasco Francés las opciones deportivas son muchas y variadas. Desde mencionado surf en la costa, pasando por el cálculo milimétrico del golf, hasta la adrenalina del rafting, pero sin olvidar el contacto con los animales con paseos a caballo.
Nosotros hemos podido encajar una de las actividades más interesantes, la bicicleta de montaña. De la mano de los amigos de Noa Adventure y Randoquad (que también hacen rutas en quad), nos hemos subido a lomos de bicis eléctricas. Desde Saint Pée sur Nivelle hicimos una ruta maravillosa subiendo y bajando colinas a través de tranquilos caminos de tierra.
Toda una experiencia para ponernos en contacto con la parte más rural del País Vasco Francés. Desde lo alto de las pequeñas cimas divisamos el pico del monte La Rhune, al que sube el tren panorámico, y que a causa de las obras no pudimos subir en esta ocasión.
Cerveceria Akerbeltz en Ascain
Sabedores de la presencia en Ascain de la fábrica de Akerbeltz, hicimos una parada para conocer el entorno de elaboración de sus cervezas artesanas. Con una filosofía de consumo kilómetro cero, Akerbeltz es una institución en el mundo del craftbeer en el País Vasco Francés.
Dónde dormir en el interior del País Vasco Francés
A la hora de buscar dónde dormir en el interior es bastante importante aunar dos criterios, el primero la ubicación, ya que hay muchos pueblos para visitar, y solo contamos con un fin de semana es mejor optar por un alojamiento ubicado en función del itinerario y los lugares a visitar.
Por ejemplo, casa Olhabidea está entre Ascain, Sare, Ainhoa y Espelette, por lo que es una magnífica opción. Es un alojamiento con encanto que cuenta además con un excelente restaurante. Llevan más de 30 años cuidando a los huéspedes en la antigua casa vasca reformada con mucho gusto. Regentado por Anne Marie Fagoaga y sus hijos Jean y Guillaume a las afueras de Sare, el Bed & Breakfast de cinco habitaciones dentro del caserío del XVI es un buen consejo de alojamiento. El contacto con la naturaleza es tal que dan ganas de quedarse más días.
Castillo de Abbadie en Hendaya
Atravesando Ascain y Urrugne regresamos a la costa con dirección a Hendaya. En nuestro itinerario está marcada la visita al Château d’Abbadie, un palacio concebido por Antoine d’Abbadie d’Arrast. Astrónomo, explorador, pero también antropólogo y lingüista, y miembro -y presidente en 1892- de la academia de las Ciencias, Antoine d’Abbadie fue un humanista que dejó huella en múltiples aspectos culturales.
El «castillo», a la sazón un palacete, fue la única construcción que realizó Eugène Viollet-le-Duc, el restaurador de Carcassonne y de la catedral de Notre-Dame de París. Ejecutado entre 1864 y 1879 sigue líneas de estilo neogótico, con salones de ambientación oriental y árabe, fruto de la moda exótica de la época. Apodado «el padre de los vascos» por su vocación en defensa de la literatura y la cultura vasca, Antoine d’Abbadie legó a su muerte el castillo y sus terrenos a la Academia de Ciencias francesa.
En el exterior las figuras de animales parecen cobrar vida, rompiendo su hibernación pétrea cuando nos paramos a observarlas. Caracoles, serpientes, gatos, elefantes, cocodrilos, perros o ranas, son los guardianes de un agradable jardín que rodea el castillo.
San Juan de Luz y Ciboure
Como si se tratase de una bahía formada por una dentellada de una ballena, la preciosa ensenada donde desembocan las aguas dela ría Nivelle es un precioso enclave con la población de Ciboure en el lado occidental, y San Juan de Luz en el oriental.
Juntas suman como propuesta de turismo perfecta: Historia, monumentos, gastronomía, compras en tiendas históricas y artesanas, playa y mucha vida en la calle.
San Juan de Luz fue una villa marinera que se supo reconvertir. Con la decadencia de la caza de ballenas fue un floreciente pueblo comercial, y cuando el contexto lo necesitó, se postuló como puerto de anclaje de corsarios en los siglos XVII y XVIII. Pero si una fecha define a San Juan de Luz es 1660. En ese año se celebró la boda entre Luis XIV y la Infanta de España, María Teresa, a la postre una unión dinástica que sirvió para pacificar mediante el Tratado de los Pirineos, la pugna entre las monarquías española y francesa.
Qué ver en San Juan de Luz
Pese a los embates, ataques y destrucciones de la villa, la Casa de Luis XIV en la plaza homónima , donde el monarca vivió antes del enlace, y la rosada Casa de la Infanta (conocida como Casa de Joanoenia), construida por Joannot de Haraneder, aún se conservan. También sigue impertérrita la iglesia donde se casaron, San Juan Bautista, el edificio religioso más importante de San Juan de Luz, construido entre los siglos XV y XVII. Singular por su bóveda de madera con forma de casco de barco invertido, en los laterales se extienden galerías de roble, auténticos palcos con vistas magníficas de la iglesia.
Caminamos por las calles de San Juan de Luz sorprendidos por la cantidad de comercios históricos. Aquí se valora y mucho la artesanía, la tradición y la calidad. En la Rue Léon Gambetta a uno se le van los ojos tras los escaparates, mientras que en Rue de la République es imposible resistirse a entrar en uno de los comercios de productos locales.
Los más célebres son sin duda los ‘macarons‘ de la infanta, postre favorito de María Antonieta, Pero no solo la madre de Luis XIV y la infanta de España perdían la cabeza al probarlos después del banquete real del enlace, si no que desde el siglo XVII, locales y viajeros hemos caído rendidos a la delicatessen elaborada por los maestros de la Maison Adam, cuya receta está perpetuada desde hace más de 350 años.
No son las únicas historias seculares de artesanía en San Juan de Luz. En nuestra visita entramos a conocer tiendas locales como: Bayona l’espadrille Basque, especialistas en la elaboración de bolsos, carteras y otros objetos de cuero; LARTIGUE 1910 – Linge basque una tienda de textiles coloridos y de excelente calidad, o la Poterie Goicoechea que nos cautivó con la originalidad de sus productos.
Al final de esas callejuelas llenas de comercios se vislumbra el mar, y atraídos por su salina fragancia desembocamos en el paseo marítimo Jacques Thibaud. El reencuentro con el mar alegra los ojos y si además queremos regalarnos una experiencia relajante podemos llegar andando al Centro de talasoterapia Grand Hôtel Thalasso & Spa Thalazur, que además es un alojamiento de lujo 5 estrellas con vistas al océano y a la la Grande Plage.
Ensimismados, levantamos la cabeza para ver los edificios blancos adornados con contraventanas y entramado de madera de color rojo, que engalanan la fachada marítima de La Promenade.
La la industria pesquera sigue siendo fuerte en San Juan de Luz, y los barcos del puerto no son una postal de pasado. Cada día faenan, trayendo delicias en forma de pescado y marisco para nutrir los restaurantes locales.
Si quieres percibir ese presente marinero, lo mejor es pasarte a primera hora por Les Halles, el mercado de San Juan de Luz. Aquí los productos son de máxima calidad, y tanto por ambiente, color y vivacidad, es menester visitar su interior, y por supuesto probar sus quesos y pinchos.
Cruzando el puente entramos de lleno en Ciboure. Lo primero que encontramos es el Couvent des Récollets (siglo XVII), un pequeño monasterio de los monjes franciscanos de la rama Récollets que en su origen estaba sobre una isla. Elegido para albergar el futuro Centro de interpretación de la arquitectura y el patrimonio del País de arte e historia de Saint- Jean-de-Luz Ciboure, este antiguo convento está siendo objeto de una importante restauración.
Casi inmediatamente pasamos por delante de la iglesia de Saint Vincent y avanzamos junto al mar con dirección al fuerte de Socoa que cierra la bahía. Hacia el interior, y en lo parte elevada de Ciboure se alza la Torre Bordagain, formada por una iglesia )siglo XII) y la torre de uso militar (siglo XIV). Tras varios proyectos para reconvertir su uso en el siglo XX, hoy es parte de la Oficina de Turismo.
Llegamos al atardecer al fuerte de Socoa, un momento ideal para sacar fotografías con esa luz mágica del las formaciones geológicas del flysch , del reflejo de los barcos en el puerto de Ciboure, y del fuerte de Socoa.
Los vinos submarinos de Egiategia
La innovación gastronómica y turística es uno de los puntos en los que más nos fijamos a la hora de viajar. Y después de conocer el proyecto de Egiategia, nos hemos quedado fascinados con su historia.
La pequeña bodega francesa ubicada a apenas unos metros de la costa de Ciboure es pionera -de hecho tienen patentada la técnica- en una segunda fermentación alcohólica bajo el mar.
Emmanuel Poirmeur nos cuenta su historia. Trotamundos y curioso, es un ingeniero agrónomo y enólogo que ha investigado mucho hasta «zambullirse» en la vinificación en boyas bajo las aguas del puerto de Ciboure y San Juan de Luz. Los viñedos se encuentran en la cornisa de Urrugne, entre Hendaya y Socoa, elevados por encima de 100 metros del mar, evitando el exceso de salinidad, pero perfumados por el aire iodado.
Los aportes que brinda la oscuridad, la presión, la inercia térmica y el efecto de las corrientes de las mareas, favorece la segunda fermentación en los 4-9 meses bajo el agua a una profundidad de 15 metros y temperatura constante. Nosotros hemos catado estos vinos espumoso vinificados frente al mar, aprovechando las últimas horas de luz que inundan la costa vasca.
Dónde comer en San Juan de Luz
Para probar la gastronómica local podemos recomendar de primera mano Pierre Oteiza Produits du Pays Basque con sus productos delicatessen, Le compotoir de pêcheurs, con sus riquísimas conservas del mar, los macarons y el gateau basque en la Maison Adam, y como remate saboreamos las tapas del restaurante Guinguette Erromardie durante la puesta de sol que puso punto final a uno de nuestros días del viaje.
Si estamos en ruta y aprieta el hambre, el menú del Golf de Chantaco es perfecto para comer en un edificio histórico de estilo Art Decó que ya ha cumplido más de 100 años.
Dónde dormir en San Juan de Luz
El céntrico y tranquilo Hotel Madison 4* es un perfecto lugar para dormir en San Juan de Luz. Las habitaciones son cómodas, el desayuno rico y completo, y además cuenta con un pequeño spa en el sótano.
Bidart
Entre Guéthary y Biarritz está Bidart donde hacemos una parada para conocer un pueblo costero que mira tanto al mar como al interior. Su población vive de forma difusa en un territorio bastante extenso si nos atenemos a que su «centro» es muy pequeño.
Su nombre proviene de Bide artean, que en euskera viene a significar como encrucijada, o cruce de caminos. Se encuentra sobre un emplazamiento elevado, siendo e pueblo más alto de la costa vasca. Diferentes playas: Ilbarritz, Le Pavillon Royal, Erretegia, La Plage du Centre, Uhabia y Parlementia, cada una con su carácter reciben a muchos turistas durante el verano. Muchos buscan el agreste Atlántico para practicar el surf, mientras otros dan serenos golpes en el campo de golf de Ilbarritz.
Bidart es también el punto de inicio del Sendero del Litoral que llega hasta San Sebastián, y que merece mucho la pena por el panorámico itinerario de 54 km que ofrece.
Qué ver en Bidart
Nada más aparcar nos encontramos con el lavadero alimentado por el manantial Plazako Ithurria, y donde un cartel nos recuerda que las mujeres acudían a lavar a mano cuando no había agua corriente en las casas. Más arriba alcanzamos la Plaza Sauveur Atchoarena, auténtico punto de encuentro de la gente, con restaurantes, frontón, y donde se desarrolla la vida social, incluida la boda que nos toca presenciar en el ayuntamiento.
La iglesia de Notre Dame o Nuestra Señora de la Asunción es el templo religioso más importante -pero no el único- y encajada cerca del ayuntamiento, parece sencilla por fuera, pero su interior es como todo lo vasco, complejo e interesante por dentro, con un retablo de 1750. La iglesia está rodeada por el cementerio y no lejos está el Gran Frontón, un inmenso espacio para los campeonatos de Cesta Punta.
En la dirección opuesta, y caminando hacia el mar pasamos por la capilla Sainte-Madeleine y el monumento a los caídos en la Segunda Guerra Mundial, que preceden al Belvedere, el mirador que en su día fue atalaya para divisar ballenas, y hoy es un excelente punto panorámico de la costa vasca.
A las afueras os recomendamos parar tanto en el Castillo de Ilbarritz, monumento histórico del siglo XIX, y cuya mansión es un lugar magnífico por las vistas del mar, como en el Molino de Bassilour. Y si nos hemos animado a hacer andando parte del camino costero, entonces hay que hacer una parada en la capilla de Saint Joseph en el barrio de Parlementia. Parece que era el templo de los Agotes (cagots), un grupo social minoritario perseguido por su origen. De hecho el nombre, que proviene del occitano bearnés como contracción de ‘cas gots’, algo como ‘perros godos‘, o ‘cazadores de gotos‘ lo dice todo.
Maestros artesanos de la piedra y la madera, los agotes eran discriminados en todos los aspectos de su vida cotidiana. Eran obligados a casarse entre ellos, tenían que residir fuera de los núcleos habitados, con ropa que los diferenciase, y hacer sonar una campanilla a su paso. En la iglesia, tenían un lugar separado, o como en éste caso de la capilla de Saint Joseph debían quedarse fuera de la iglesia, bajo el pórtico.
Dónde comer en Bidart
Con vistas a la iglesia, el restaurante Les Six Saisons nos encantó por su propuesta moderna y desenfadada. Cocina innovadora en un lugar muy tradicional.
Cómo llegar a los pueblos del País Vasco francés
La mayor parte de los que quieren viajar al País Vasco lo hacen por carretera, de manera que nada más pasar la frontera con Francia a través de Irún, ya iniciamos el recorrido en Hendaya.
Si venimos de más lejos el avión es la posibilidad que nos permite llegar, ya sea a través del aeropuerto de Biarritz, o incluso el de San Sebastián, que está muy cerca de la frontera.
Para visitar los pueblos más bonitos del País Vasco francés es imprescindible coche. Todos los pueblos del interior cuentan con conexión de autobús, pero el coche nos dará la libertad de movernos más rápido y visitar más lugares a nuestro aire. Las distancias no son largas y las carreteras están en buen estado para cubrir la ruta.
Del mismo modo podemos optar por el slow travel del tren, ya que hay estaciones en Bayona, Biarritz, Guethary, San Juan de Luz) y una conexión entre Bayona y Saint-Jean-Pied-De-Port.
También hay excursiones organizadas para visitar los pueblos del País Vasco francés, con parada en los más famosos. Algunas de ellas salen desde San Sebastián:
Información Turística
¿Buscas más información de turismo en el País Vasco Francés? En la página oficial tienes propuestas para conocer todo el territorio y disfrutar del viaje con rutas , consejos e ideas.
MAPA CON LOS LUGARES QUE VER EN EL PAÍS VASCO FRANCÉS
Aquí tienes un mapa con los lugares que visitar en el País Vasco francés, para que organices tus visitas y ruta como prefieras y no te pierdas ninguno. En verde están los que hemos visitado en nuestro viaje, y en azul otros de interés para ver.
Es importante planificar el viaje dependiendo el tiempo a destinar. Para un fin de semana apenas podremos ver los principales puntos de la costa como San Juan de Luz, Biarritz y Bayona; o del interior con Espelete, Ainhoa o Itxassou. Con 4 o 5 días las opciones se extienden y podemos elegir entre actividades como el tren de La Rhune o Cambo les Bains, y si contamos con una semana para una ruta más completa del País Vasco Francés San Juan Pie de Puerto y el valle de Aldudes sin duda nos complacerán gratamente.
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