Ruta por A Costa da Morte. De Muxía a Lires, fascinados por la Galicia salvaje

En la Playa de Punta da Cruz, en Muxía, las herbas de namorar esperan que los enamorados las cojan para dejar bajo la almohada de su amor secreto y así conquistarlo con los aromas del Atlántico

A Costa da Morte se recorta en abruptos acantilados contra los que choca la furia del Atlántico, ensenadas e inmensas playas desiertas, cabos que buscan el encuentro con un mar bravo, de fuertes corrientes y tempestades que provocaron terribles naufragios a lo largo de la historia. Desde Malpica hasta Finisterre, A Costa da Morte es muerte, pero también es belleza salvaje, brutal que atrapa. Quien viaja a este rincón de Galicia, quiere regresar. A mí me hechizó desde la primera vez que vi la inmensidad de ese mar, los días de invierno, cuando el viento nordés batía furioso contra la belleza de los acantilados de Finisterre, desde que vi la bravura del Atlántico desde el Faro de Cabo Vilán,…Cuando en verano paseba por sus playas desiertas, de arena blanquísima, algunas interminables, como la playa de Carnota, otras pequeñas calas, escondidas, de aguas cristalinas, turquesa,…que guardo secretas para mí. En A Costa da Morte tengo muchos lugares favoritos, son sitios de contemplación, donde los sentidos se despiertan, los oídos atentos a las olas suaves a veces, furiosas casi siempre, intensos sabores y olores a mar, el tacto del granito rugoso, de la arena fina, la mirada en el horizonte para abarcarlo todo.

Muxía, un pueblo de A Costa da Morte

Enormes murales de arte urbano que ensalzan la heroicidad de las mariscadoras gallegas

Regresamos a la Costa da Morte en la suave primavera de Galicia, cuando un manto amarillo de toxo cubre las colinas que miran al mar y la delicadeza de las flores blancas que se llaman herbas de namorar, esperan que los enamorados las cojan para dejar bajo la almohada de su amor secreto y así conquistarlo con los aromas del Atlántico.

El nordés es hoy suave, apenas sopla cuando llegamos a la península donde se asienta el pueblo de Muxía. Temprano por la mañana apenas hay visitantes cuando comenzamos el recorrido en el puerto de Muxía. Apenas algunos viejos marineros que charlan tranquilos delante de enormes murales de arte urbano que ensalzan la heroicidad de las mariscadoras gallegas.

Panorama de la villa marinera de Muxía, con su puerto y sus casas de colores

Desde el puerto, el pueblo de Muxía se ve bonito, con casas de colores y algunos soportales tan típicos de la arquitectura gallega – como aquellos que tan bien conocemos de Santiago de Compostela o de Betanzos, abrigos de días de lluvia para los habitantes agradecidos. Por el paseo marítimo nos dirigimos a la playa de Punta da Cruz, solitaria y luminosa en esta mañana primaveral. Las aguas cristalinas invitan al baño, aunque todo el mundo sabe que las aguas de A Costa da Morte casi siempre están heladas. Pero quien logra la hazaña de meterse en ellas, juro que disfrutará de esta belleza insólita desde un punto de vista privilegiado. Además, no siempre están heladas, muchas veces las temperaturas son más suaves, por lo que vale la pena aventurarse.

La placidez del mar invita a la relajación, paseamos sin prisa, contentos de encontrar siempre la excusa de volver a A Costa da Morte. Ahora subimos al Cruceiro Milagroso, situado en un lugar elevado para acompañar quizás a marineros que salen a faenar en las aguas peligrosas de A Costa da Morte. En Galicia hay miles de cruceros por todas partes, en encrucijadas y caminos, delante de iglesias, para guiar y amparar a los caminantes. El cruceiro de Muxía es un bonito mirador desde el que se contempla la bahía y el pueblo.

En el Cruceiro Milagroso, con el pueblo de Muxía de fondo

Nos adentramos ahora por las callejuelas del casco antiguo de Muxía buscando el camino que nos lleva al santuario de A Virxe da Barca, uno de los lugares más visitados de este rincón de A Costa da Morte. Los suelos de las calles de Muxía están hechos con esas enormes losas de granito, igual que todas las ciudades viejas de las ciudades y pueblos de Galicia, que forman parte del encanto de estas localidades, a pesar del feísmo que se extiende por sus ensanches. Este último hizo que, en medio de casas antiguas de piedra, aparezcan edificios intrusos que afean el conjunto. Aún así, la ciudad vieja de Muxía mantiene mucho de su encanto de villa marinera.

Ruta al santuario de A Virxe da Barca

Capilla del Santuario da Virxe da Barca, en Muxía

Para llegar al santuario de la Virxe da Barca de Muxía vamos a pie bordeando la costa, siguiendo la línea sinuosa de acantilados, donde comienza la fiereza de las aguas de A Costa da Morte a manifestarse. Atravesamos patatales heroicos situados en pendiente y que darán a finales del verano patatas con sabor a mar. Por la ruta de Muxía a A Barca nos envuelve de nuevo el hechizo de la belleza salvaje de este pedazo de Galicia.

Ya vemos a lo lejos la gran capilla de estilo barroco con influencias del clasicismo, construida en 1544, pero reconstruida varias veces. Los peregrinos tenían el Santuario de A Nosa Señora da Barca como etapa final en el Camino Xacobeo hacia tierras de Finisterrae. La capilla está cerrada, pero por una ventana puede verse el espectacular retablo mayor barroco, que es una obra que el escultor Miguel de Romay realizó en 1717. Todos los años en septiembre se concentran en este lugar miles de romeros que acuden a la Romería de A Barca, reconocida como de Interés Turísico Nacional. En el recinto religioso también está el atrio, que se extiende más allá del muro. Desde allí miramos hacia el faro que hay en las rocas, casi tocando el mar. Muchos visitantes se acercan a verlo.

Pero lo que impresiona del Santuario da Virxe da Barca es el lugar en el que está emplazado, en el extremo de la península de Muxía, en la Punta da Barca, mirando a la bravura del Atlántico. Unas extrañas piedras forman parte del conjunto. Hace tiempo habíamos estado en este lugar mágico, hoy de regreso, rememoramos el sentido de estas enormes losas graníticas.

Piedras mágicas en A Costa da Morte. A Pedra de Abalar

En la famosa Pedra de Abalar, a la que la gente se sube para balancearse y quedar libres de sus pecados

En este rincón de Galicia hay un conjunto de piedras en torno a las cuales se realizó un culto de tipo mágico a lo largo de los siglos, prácticas precristianas que continuaron hasta la actualidad, aunque pasadas por el filtro de los monjes del cercano Monasterio de Moraime, que intentaron impedir que se expandiesen cultos paganos. Se transformaron en leyendas y rituales que todavía se encuentran en las creencias de muchos de los visitantes que viven y que visitan este rincón de A Costa da Morte.

Un enorme megalito de granito de nueve metros se inclina sobre las rocas entre la ermita de A Virxe da Barca y el mar. Quien llegue a este lugar tendrá la tentación de subirse a ella para columpiarse, porque la verdad es que parece un vaivén. Es la famosa Pedra de Abalar (columpiar, balancear), a la que la gente se sube para balancearse y quedar libres de sus pecados. Aunque se le atribuyen otras propiedades, como la de adivinar o la de probar la culpabilidad o inocencia de la gente.

La inmensidad del Atlántico desde A Costa da Morte

Hay muchas leyendas en torno a la gran protagonista de la Romería da Barca. Se cuenta que la piedra abala” cuando quiere, y que incluso aunque se suba mucha gente a ella, no “abala”. Hasta se dice que la Pedra de Abalarse balancea sola en ocasiones para avisar de terribles temporales en el invierno de la A Costa da Morte o de alguna desgracia. Contaba un conocido escritor gallego, Vicente Risco, que durante los siete años que duró la guerra castellano-portuguesa la piedra no “abaló”¡Todo un misterio!.

En Galicia se conocen otras piedras de “abalo”, también conocidas como cabaleiras, pero sin duda la más famosa es la Pedra de Abalar de Muxía. Recuerdo cuando era niña balancearme en ella, aquel sonido sordo que emitía. ¡Cuánta gente se hizo lo mismo durante cientos de años! hasta que en 1978 las tempestades que azotan esta costa causaron roturas en la piedra y un desplazamiento, por lo que ahora la Pedra de Abalar ya no “abala”, no balancea como lo hacía antaño.

Otras piedras mágicas. A Pedra dos Cadrís

La Pedra de Os Cadrís es un juego para las niñas que pasan por debajo una y otra vez, hasta nueve

Pero la Pedra de Abalarno es la única “piedra mágica” que hay en el Santuario da Virxe da Barca. También está la Pedra dos Cadrís (riñones), la Pedra dos Namorados (enamorados) y la Pedra de O Temón (timón). Al parecer todas ellas son protagonistas de una leyenda que reza que la Virgen llegó por mar en una barca de piedra para alentar al Apóstol Santiago que había visto rechazadas sus predicaciones por la Comarca Ártabra por los habitantes de Duido (comarca de Fisterra), que rendían culto al sol. La barca era la Pedra de Abalar y la vela la Pedra dos Cadrís. Esta leyenda justifica la construcción del santuario de A Virxe da Barca.

La Pedra dos Cadrís tiene forma de riñón y, según la leyenda, se corresponde con la vela de la barca de la Virgen. Se cree que tiene virtudes curativas si se pasa nueve veces bajo ellas. Algunos visitantes lo hacen para curar sus dolencias reumáticas, de espalda y riñones.

La Pedra do Timón recuerda a un timón de un barco. Y la Pedra dos namorados o Furna dos Namorados se halla escondida en un lugar escondido, y aunque no tiene connotaciones mágico-religiosas, muchos enamorados se dan cita en ella para declararse su amor.

La Pedra de Os Cadrís es un juego para las niñas que pasan por debajo una y otra vez, hasta nueve. Justo ellas que no tienen dolores ni reumas de ningún tipo. Pero da igual, lo importante es cumplir la tradición de pasar por debajo. Nosotros las observamos recordando la última vez que pasamos, hace muchos años, quizás con su misma edad. Era divertido.

Otra piedra recuerda al Prestige, que tiñó de negro A Costa da Morte. Su nombre hablar por si solo: “Ferida”

Seguimos nuestra ruta ascendiendo hacia el punto más alto de este lugar, colina arriba que se halla cubierta de un manto blanco de las llamadas Herbas de namorar, que se multiplican en primavera. Recuerdo la primera vez que las vi, en un lugar al que vuelvo todos los veranos, también situado en A Costa da Morte, crecen junto a unas rocas, y parece mentira que se mantengan tan bellas a pesar de la salinidad de las olas que las salpican todos los días.

Me quedo rezagada con las niñas para contarles la historia de las Herbas de Namorar. Junto a estas que crecen en Muxía descubrimos como una cama de hierba que parece tan mullida que nos lanzamos a ella sin pensar. ¡Qué placer!, es tan blandita como pensábamos. Ellas también se tiran a mi lado y pasamos un buen rato mirando cómo juegan las nubes en el cielo azul de hoy.

Flores de primavera

Nos abandonamos a la placidez del momento hasta que nos damos cuenta de que ni sabemos cuanto tiempo pasó y que quizás es hora de reunirnos con los demás. Vamos ascendiendo y cada vez adquirimos una perspectiva mejor del conjunto de la iglesia y de las piedras mágicas. El océano se ve azulísimo, inmenso, y el conjunto espectacular. Allá abajo, a lo lejos puedo ver dos enamorados, quizás están buscando la Pedra dos Namorados, esa piedra que parecen siluetas de dos personas besándose. O quizás estén simplemente contemplando el mar. Yo los veo pequeños en medio de esta inmensidad.

Las niñas no paran de jugar felices en su todavía exaltada infancia, ajenas a lo que ocurre a su alrededor, ajenas al tiempo que pasa, inmersas en sus juegos de escalada. No necesitan nada más, todavía es todo tan sencillo en su vida, y jugar tan fácil. Trepan a las rocas más altas y es eso lo que las hace felices, no buscan más. Yo las comprendo, a mí me ocurre algo parecido, sólo necesito el mar. Las fotografío en su felicidad, esta belleza de fondo.

Llegamos por fin a la parte más alta, allí hay otra piedra, pero esta se construyó después de la tremenda catástrofe del Prestige, que tiñó de negro A Costa da Morte. Su nombre hablar por si solo: “Ferida”, una inmensa incisión en la roca nos recuerda lo terrible del vertido de crudo, que en Muxía fue muy importante.

Ahora sí que se ve bien el santuario de A Virxe da Barca, y la costa que se recorta marcándonos las líneas como si mirásemos un mapa

Ahora sí que se ve bien el santuario de A Virxe da Barca, y la costa que se recorta marcándonos las líneas como si mirásemos un mapa. Se aprecia bien la forma de península. Al otro lado de la costa, enfrente, el faro de Cabo Vilán, al que fuimos en otros tiempos, desde el que veíamos Muxía y su santuario, y al otro lado, otro pedazo de A Costa da Morte. Así es el litoral de Galicia, recortado como si tuviera fiordos, y son sus cabos y ensenadas, y sus rías en las Rías Baixas y en las Rías Altas.

Poco a poco se reúne el grupo y en seguida comenzamos el descenso. En lugar de volver por donde vinimos, seguimos la península que, como un círculo, se cierra de nuevo en el pueblo de Muxía, pero del otro lado.

Descendemos por las callejuela empedradas del brazo, contentos por el descubrimiento de este fantástico sitio donde se reúnen naturaleza y patrimonio. Ahora nos entra el hambre, somos conscientes de estar en un país donde la gastronomía es deliciosa. Y más en la costa, donde el pescado fresco y el marisco son platos de primera. Toca pues buscar un restaurante para deleitarnos en la gastronomía gallega.

Disfrutando de la gastronomía gallega

Pinchos morunos de langostinos rebozados con pasta japonesa crujiente, ¡pura delicia para el paladar! ©Restaurante A de Loló

¿Por qué no comenzar con un buen Albariño? Por la carta, creo que irá bien con las delicias que promete este restaurante del casco antiguo de Muxía. Situado en una casa de piedra restaurada, de esas bonitas con soportales. Hay una placita con terraza, pena que esté llena y no podamos disfrutar al aire libre de los platos gallegos de A Costa da Morte.

Qué modernidad la carta en una tableta, cuyos platos se ilustran con fotos sensacionales, que después comprobaremos se corresponden a la perfección con los de la carta. Y lo mejor, la fusión de comida tradicional de Galicia con la toques de modernidad. Pinchos morunos de langostinos rebozados con pasta japonesa crujiente, pura delicia para el paladar!, salteados de verduras varias, pescados, arroces caldoso a la marinera, croquetas de queso, …Creo que nos deleitaremos en el restaurante de Muxía, la guinda a la estupenda ruta por la costa con la que iniciamos el día.

Y para coronar el todo, unos postres caseros: tartas de mousses varias, frutos del bosque, naranja,…Estamos todos de acuerdo con la elección del restaurante. Si queríamos disfrutar de la gastronomía local, lo hemos conseguido. Los cafés los dejamos para nuestra próxima parada en esta ruta por A Costa da Morte: Lires.

Lires, donde el mar se adentra en la tierra

Rincón de Galicia paradisíaco, con un mirador que contempla un paisaje que deja sin palabras. Es en Lires, a un paso de la localidad de Cee, donde el mar se adentra en la tierra

Nuestros amigos nos habían hablado de este rincón de Galicia paradisíaco, con un mirador que contempla un paisaje que deja sin palabras. Es en Lires, a un paso de la localidad de Cee, donde el mar se adentra en la tierra para crear una ensenada con una de esas largas playas de arena blanca que abundan en A Costa da Morte.

La enorme terraza del restaurante abarca toda la perspectiva de la playa grande y de la pequeña desde lo alto. El día primaveral que nos acompaña luce luminoso en la arena de la playa y el agua se ve muy azul, casi cristalina en la orilla. En la playa grande apenas hay paseantes, solo unos surferos que aprovechan el oleaje de las bravas playas de este litoral gallego.

La enorme Playa de Lires con su arena blanquísima. Costa da Morte

Contemplamos un buen rato el panorama espléndido desde la terraza, asombrados por la belleza salvaje de esta playa. Apenas hay construcciones, edificios u hoteles, todavía se mantiene virgen, o eso creíamos. En realidad este paraíso no sirve para el baño, al parecer hay alguna fuga de residuos que contamina las aguas de la playa de Lires. Parece mentira viendo las aguas cristalinas de las playas.

Bajamos con las niñas a la playa pequeña para disfrutar de la temperatura deliciosa, de esa arena que empieza a quemar los pies, como en verano. Paseamos, saltamos, nos tiramos un rato mientras las niñas continúan en su incesante juego. Todo les vale para seguir disfrutando, la arena, unas piedras, hacer volteretas y el pino,…Mientras, me tumbo y el sol me calienta con esta estupenda temperatura primaveral. Sueño con que quizás algún día esta agua estén limpias y sirvan para bañarse en ellas, aunque hay gente de allí que asegura que dependiendo del momento están más limpias, …Esperemos que la situación cambie algún día porque es una pena tener este paraíso y no saber cómo mantenerlo.

Las niñas continúan en su incesante juego. Todo les vale para seguir disfrutando, la arena, unas piedras, hacer volteretas y el pino,…

Todavía subimos un rato más para volver a contemplar las panorámicas de la playa blanquísima, del azul del mar desde arriba. ¡Es toda una postal!.

Puesta de sol en A Costa da Morte

Ya los días empiezan a ser cada vez más largos, y en ningún otro sitio de España anochece tan tarde como en la zona de Finisterre. Nos vamos acercando a uno de mis paraísos favoritos, para ver una vez más la puesta de sol. Algún día os hablaré de ese mar, de esa montaña que lo mira todos los días, el Monte Pindo. Su belleza es salvaje y solitaria. No puedo evitar volver, hay algo en esas aguas, en esa brisa marina que ye me atrapó hace tiempo, también la amistad, claro. Aquí estoy una vez más, esta vez muy bien acompañada. Celebramos juntos la despedida de un nuevo día, contemplamos juntos con risas y silencios cómo el sol tiñe de rojo el cielo y el mar de A Costa da Morte. De nuevo un espectáculo que deja nuestras miradas en suspenso…hasta la próxima vez.

Dedicado a mis amigos, que siempre están ahí, en el lugar al que siempre vuelvo.

En uno de nuestros paraísos favoritos disfrutando una vez más la puesta de sol

Artículo escrito por María Calvo Santos

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