Cuando se es viajero empedernido, no sólo se viaja con el cuerpo, sino con el alma y lo sueños y en ese estado onírico, hay viajes que nos hacen creer que estamos en una realidad paralela, en otro mundo, porque hay destinos que no parecen de éste planeta, así es Túnez.
El globo terráqueo se nos va quedando pequeño y cada vez cuesta más sorprenderse ante la belleza, maravillarse, encontrar lugares que te dejen sin aliento. Vamos sedientos buscando nuevas aventuras, paisajes, horizontes, gente interesante que nos transmita su cultura y vivencias que nos llenen el corazón y el alma de esperanza, para que no se apague, para que no envejezca.
No me malinterpreten, hacer las maletas y emprender viaje a un destino nuevo sigue despertando en mi emoción, ganas e incluso esa ligera cosquilla de nerviosismo, de incertidumbre ante lo desconocido, y para bien o para mal, también cierta predisposición al escuchar a los que ya han estado antes y que nos narran sus experiencias o al ver noticias que pueden ensombrecerlo. Pero a veces hay que saberse despojar de las preconcepciones y saber que armados de una sonrisa grande, una actitud afable y una mentalidad abierta y sin prejuicios, el viaje puede ser realmente único.
Túnez es uno de esos destinos que desgraciadamente ha visto teñir su belleza por un velo negro que despierta temor a los viajantes. Y es una pena siendo como es, un país que no deja indiferente en ningún caso, su contraste paisajístico muta conforme descubrimos su geografía y vamos descubriendo lugares insólitos. Su entorno natural cambia radicalmente de norte a sur y podemos encontrar verdaderas curiosidades tras adentrarnos en sus magnificencia. Donde la belleza se redefine como un nuevo concepto y a ratos nos hace preguntarnos si no hemos sido expulsados fuera de la tierra por una fuerza gravitacional, especialmente cuando comenzamos a explorar la parte más sur, donde los paisajes parecen parte de una escenografía de un filme de ciencia ficción. La aridez y excentricismo de sus parajes desérticos no parece poder ser habitada por ningún ser, al menos no terrenal.
MATMATA Y SUS CASAS TROGLODITAS
Las condiciones de vida en ésta zona tunecina no parecen sencillas, su yermo suelo no es apto para la agricultura, salvo por la tierra que se halla al abrigo de los palmerales, que suele ser en contraposición, sumamente fértil y pródiga, pero tampoco es fácil encontrar estos pequeños oasis en mitad de la nada.
Es por ello que cuando pensamos en los bereberes -los primeros habitantes de Túnez-, nos preguntamos cómo hicieron para subsistir. Un pueblo azotado en primer lugar por los romanos, quienes los tildaron de bárbaros y los nombraron de ésta manera y después por los árabes, periodo en el que se vieron obligados a construir sus peculiares viviendas excavadas en la roca con el fin de mimetizarse con el entorno y no ser visibles a simple vista para el enemigo. La construcción de éstas viviendas fue ideada con sumo ingenio para protección y defensa ante los adversarios, pero al mismo tiempo de las inclemencias del ecosistema.
Actualmente muchas de ellas están deshabitadas, pero algunas otras se han restaurado y se pueden visitar. Una vez arribamos hasta allí, esa aridez con pocas trazas de habitable nos recibe. Vemos enormes montículos que esconden pequeñas puertas; para verlas hay que rebuscar entre la gran masa terracota y no es tan fácil hallarlas al primer vistazo. Hay que hurgar con la mirada. Nuestro guía -que ya lo sabe todo de memoria-, nos dirige hasta allí con desenvoltura conduciéndonos hasta la estrecha puerta donde pende una mano de Fátima, que lejos de tener un componente religioso, como para otras culturas, para los bereberes encierra un simbolismo de protección contra el “mal de ojo” y la mala suerte. Un pez azul dibujado al lado derecho de la puerta le hace compañía, éste significa abundancia y ambos en comunión un conjuro efectivo. Nuestras intenciones son nobles, así que parece que no funciona en nuestra contra y entramos sin problemas al interior. Parece que nos adentráramos en una cueva, un estrecho y obscuro pasillo desemboca en breve en una habitación cavada con paciencia, una mujer sentada al telar teje con maestría ejemplar, la contemplamos unos instantes y retomamos la exploración saliendo por una puerta que conduce al interior de un patio semicircular, donde están dispuestas las distintas habitaciones. Una capta nuestra atención, porque está construida en un piso superior y para acceder a ella, sólo hay una escalera tallada en la roca de manera muy rudimentaria y una cuerda desgastada que “ayuda” al ascenso –dispuesta seguramente para foráneos, porque los oriundos lo harán sin asistente alguno-.
La gente se arremolina curiosa alrededor y algunos intentan trepar, pero sólo puede hacerse de uno a la vez. La apariencia es de unas literas, pero con muchos siglos a cuestas, antes de que pudiéramos conocerlas como hasta nuestros días.
La cocina y otras actividades del día a día se suceden en estos espacios perfectamente guarecidos del calor al descender al menos 6º de temperatura en su interior .
Miramos hacia arriba del todo y vemos gente observándonos desde lo alto, así que nos disponemos a buscar el modo de llegar hasta allí y tener otra perspectiva. Una escalera de cemento ayuda a llegar a la cima, pero nosotros seguimos el camino rústico del esbozo de unos escalones y llegamos a lo alto. Desde aquí se pueden ver los agujeros en la piedra a modo de puertas y el paisaje desértico que les rodea. Son días de tormentas de arena, así que una ligera capa de arena tiñe el horizonte de color canela.
Miramos a la inmensidad e imaginamos una vista satelital de Matmata, con éstos patios circulares repartidos por toda el área, debe ser un espectáculo marciano.
Como información complementaria, estás casas bereberes están repartidas por una buena parte del sur de Túnez y algunas hasta han servido de escenarios para películas como la Guerra de las Galaxias.
TERMAS DE SUK EL AHAD
De paisajes y peculiaridades rebosa Túnez y después de dejar atrás Matmata, pasamos por el pequeño pueblo de SUK EL AHAD, que se caracteriza por la autenticidad que destila su mercado de los domingos.
Hacemos una breve parada en unas termas construidas por los propios habitantes que hacen uso de ellas con distintos fines.
Conforme nos acercamos una nube de vapor recubre la precaria estructura, un edificio de hormigón con varillas oxidadas que sobresalen por los bordes se yergue con asombro a pesar de su aparente fragilidad. Un par de hombres se hallan haciendo el ritual del baño. No queremos incordiar y rodeamos el conglomerado saltando unos canalones que conectan con una gran pirámide que se alimenta del agua que bulle a altas temperaturas. Allende lo comprobamos al subir por una escalera hechiza que pone a prueba nuestra destreza y pasamos de refilón los vapores calientes que nos empapan de bochorno en apenas unos segundos. Una estampa de dos mujeres lavando la ropa en el “río” de agua sulfurosa se nos descubre como una obra trazada a pincel. Disparamos las cámaras sin pensarlo y miramos hacia arriba para contemplar la fila de escalinatas que aún nos quedan.
Pisamos con cuidado y subimos a lo más alto del bloque, donde grandes depósitos contienen las aguas termales y el calor que desprenden nos hace alejarnos unos metros de ellos para saborear la vista de una postal tunecina más. El pueblo se dibuja a corta distancia y apreciamos también desde ésta altura la pirámide de canalones que se diferencia del terreno por el borboteo humeante que exhala y los colores cobrizos y verdosos en la corrosión de su estructura.
Partimos con éstas imágenes auténticas en la memoria hasta encontrarnos con un paraje verdaderamente fuera de éste mundo.
DUNAS PETRIFICADAS DE DEBABCHA
Las dunas petrificadas de Debabcha, que se encuentran a medio camino entre Douz y Quibil. Éstas curiosas formaciones se dan por procesos de sedimentación en la que intervienen elementos como el agua y el aire, así como la variación dramática de temperatura que se sucede durante el día y la noche.
El espectacular paraje aparece ante nuestros ojos inmutable, el silencio reina, sólo el viento que acaricia las grandes montañas de arenisca se hace presente. Recorremos el laberinto montañoso con pies cautos. Tememos que podamos perturbar su estructura al mínimo roce, sin embargo, al intentar salvar los desniveles entre ellas, nos damos cuenta que son más firmes de lo que imaginamos, así que conquistamos sus crestas y nos sentimos en un planeta extraño, una superficie extraterrestre se muestra ante nosotros como exploradores alienígenas.
CHOTT EL DJERID
En el impresionante lago salino de Chott el Djerid a veces nada es lo que parece. Los espejismos van jugando con nuestra mente y vemos oasis a lo lejos, barcos surcando las arenas, dromedarios gigantes moviéndose lentamente, seres de largas figuras caminando en la distancia, rosas que florecen en pleno desierto.
El sol y los reflejos causados por la alta concentración de salinidad nos hacen ver una realidad que no existe. Y allí en mitad de una carretera que traza una línea recta perfecta, vemos a ambos lados la inmensa extensión del lago -unos 7000 kilómetros cuadrados-. La aridez domina el paisaje, a lo lejos creemos distinguir pequeños grupos de palmerales, oasis que parecen prometer una corta distancia, entornamos los ojos para intentar afinar la vista y nos engaña su cercanía, pero nuestro guía Naoufel nos recuerda que no nos fiemos de la óptica que ofrece el desierto. Aquí todo se traduce en una realidad distorsionada, para demostrarlo nos señala lo que parecieran ser personas caminando a lo lejos, pero sus antropomorfas siluetas se transfiguran en seres alargados, que bien podría ser de otro planeta, nos cuesta distinguir si son humanos, nuestros ojos aún confundidos se posan en las barcazas abandonadas que simulan haber naufragado tras el embate de una alta inmensa ola de arena y un dromedario rumia a nuestras espaldas ofreciendo manso su colosal corva retándonos a treparla, subimos y descendemos para encontrar a unos cuantos pasos rosas abriendo sus pétreos pétalos al calor de un sol intenso.
¿Será que estamos siendo presas de espejismos?, ¿es todo esto tangible? Túnez tiene esa capacidad de envolverte en escenarios que de tan exóticos parecen irreales. Nos subimos al bus de vuelta para seguir con nuestro recorrido y aún absortos con ésta idea rondando la cabeza, avanzamos unos cuantos metros y al mirar por la ventana vemos un autobús similar al nuestro medio enterrado en la arena, con claras señales de abandono. Se ve que algunos valientes han tratado de cruzar con osadía el lago e inaugurar ruta y claramente han fallado en el intento, nosotros mejor seguimos por el camino asfaltado hacia otro de los parajes exóticos de Túnez.
CUELLO DE DROMEDARIO – Oung El Djemel
Para llegar hasta aquí, hace falta atravesar el desierto en un 4×4. Una aventura que se debe vivir al menos una vez en la vida. La emoción de cruzar la suave arena del desierto y sentirse perdido en medio de la nada hace que tengas una plena desconexión, somos nosotros, esa inmensidad delante nuestra y el sol que se asoma a lo lejos en el horizonte sin perdernos de vista. Subimos y bajamos pequeñas dunas y la sensación adrenalínica se va apoderando de nosotros. Saltamos por encima de nuestros asientos a ratos y las risas brotan al mínimo asomo de aventura. De pronto, ante nosotros se presenta una colosal pared de arena, -¡es imposible que podamos subir por aquí!, además, ¿qué nos espera debajo desde esa altura al ir en descenso por tremenda pendiente?-. Nos aferramos a lo que encontramos alrededor, revisamos que vamos bien pertrechados con los cinturones de seguridad y nos encomendamos a nuestro chófer Fauzi y su pericia al volante. ¡Allá, vamos… Sube, sube, sube, suuuuube y baaaaaaja….
¡El estómago se me ha ido al cielo! -¿Pero que es eso que se ve a la distancia… La enorme silueta de un camello encaramado mientras el sol del atardecer le acaricia la corva con sus cobrizos rayos?-. Nos acercamos hasta él para contemplarlo. El capricho de la naturaleza ha hecho que una de las gigantescas dunas se transforme en uno de esos graciosos animales que le hacen compañía al desierto con sus travesías.
Es perfecto el momento para captar una instántanea de nuestros compañeros de viaje y nuestras siluetas impresas en un país que nos ha robado el corazón. Que nuestras sombras queden como promesa de un próximo encuentro.
No nos cabe duda de que Túnez y la belleza de su autenticidad, cautiva. Esperamos que a través de nuestras relatos, apreciaciones honestas y nuestra mirada cercana, logremos animaros a visitar éste maravilloso país en el que sólo hemos encontrado preciosos paisajes, hospitalidad y grandes sonrisas. Es un destino que debes colocar en tu mapa viajero sin siquiera dudarlo, en el nuestro está marcado para volver. El latido del corazón nos guía.
AGRADECIMIENTOS
Queremos dar las gracias infinitas a nuestros expertos colaboradores en Túnez: Yaser, Basma y Naoufel, sin duda éste viaje no hubiese sido tan inolvidable sin ellos. Su ayuda, conocimiento, entrega y pasión por mostrarnos lo mejor de Túnez hizo que volviéramos enamorados de éste precioso país del continente africano y sobre todo con una sed inagotable por explorar más.
¡Hasta muy pronto, amigos!