Moissac es una pequeña ciudad del sur de Francia, etapa del Camino de Santiago de Compostela, que conocimos durante nuestro viaje de prensa al departamento del Tarn-et-Garonne. Fue fascinante descubrir el puente-canal de Cacor (s. XIX), una obra de ingeniería espectacular: un puente sobre el río Tarn que es al mismo tiempo canal por el que pasan barcos. En un mismo momento pueden verse barcos por el río, y barcos, ciclistas y paseantes por el canal que lo cruza, un hecho insólito. Recordemos que el Canal del Garona es un ramal del célebre Canal del Midi que surca el sur de Francia desde Toulouse al Mediterráneo.
Moissac, cuna del pintor Ingres, también es conocida por poseer uno de los claustros más bellos del Románico en Europa, Patrimonio Mundial de la UNESCO, así como la Abadía de Saint-Pierre (s. XIII) que lo alberga. Viajar es visitar el espléndido patrimonio monumental de ciudades como Moissac, contemplar fascinados las obras de ingeniería y los paisajes magníficos …
Pero viajar también es volver atrás en la historia, recordar episodios de los lugares que visitamos para comprenderlos mejor. Moissac esconde una historia poco conocida que nos contaron durante nuestra visita y que quisiera que no se quedase en el olvido, ya que es una historia universal que habla de humanidad, de Resistencia, de lo bueno de lo que es también capaz el ser humano.
Voy pues a contarles lo que ocurrió en Moissac entre 1939 y 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, una historia de las que emocionan, que habla de la grandeza colectiva.
Moissac a principios de la Segunda Guerra Mundial. 1939
Imagino el Moissac que conocimos durante nuestra visita, las casas del casco antiguo, la abadía Saint-Pierre, las calles adoquinadas, el puente Napoleón sobre el río Tarn, marco de la historia que voy a contarles. A finales de 1939, en pleno otoño, las ciudades no eran seguras con el inicio de la guerra y cientos de refugiados huían el régimen de Hitler.
Una joven organización de scouts judíos, los “Eclaireurs” israelitas de Francia, un movimiento de los años 20 que se autodenominaba como “scout, judío y francés”, tomó conciencia del peligro nazi y preparó la evacuación de sus miembros hacia el campo francés. Robert Gamzon, conocido como “Castor”, jefe del movimiento scout de los “Eclaireurs”, idea una forma de acoger a niños judíos, un plan de evacuación hacia el suroeste de Francia y la implantación de seis casas y varias granjas escuela. A lo largo de la Segunda Guerra Mundial crearon numerosos centros de acogida para niños judíos en la zona libre. Como la Casa de los niños judíos de Moissac.
Una pareja de éclaireurs decidieron entregarse a la causa dirigiendo la casa. Eran Shatta Simon, una joven de Transilvania, y su marido Edouard Simon, conocido como “Bouli”. Ella combativa, carismática; él procedente de una familia acomodada de judíos, conocedor los códigos para negociar con la administración. Una pareja que lucha contra el horror.
Así llegan 500 niños judíos a la ciudad de Moissac, un tercio franceses y dos tercios extranjeros, procedentes de Austria, Polonia y Alemania, que son acogidos por Shatta y Bouli. Estos niños eran hijos de personas detenidas y llevadas a los campos de exterminio, por lo que la mayoría eran huérfanos.
Casa de niños judíos en Moissac
La casa de los niños de Moissac (“Maison d’enfants de Moissac”) es una casa de ladrillos rosas, de ventanas grandes en la que la joven pareja creó un ambiente cálido, alegre, aunque también un marco disciplinado basado en la “ley scout” y en el judaísmo. Shatta les dice a los niños que tienen que hablar francés, aunque a muchos les cueste, ya que son extranjeros. La práctica de la lengua francesa era un imperativo para ofrecerles una perspectiva de futuro, pero sobre todo para protegerlos contra lo peor: las temidas redadas (“rafles”) y los controles de los nazis.
Los niños judíos se funden enseguida en la vida de Moissac, son unos habitantes más, los pequeños van a la escuela, y los mayores son aprendices de un oficio, para lo que se crean talleres de aprendizaje. Trabajan con el frutero Monsieur Roger, con el ebanista Monsieur Dreuil,…Para Gamzon, jefe de los “Eclaireurs”, los chicos debían de aprender también el trabajo manual, y no solo concentrarse en los oficios intelectuales – con lo que comulgaba con la filosofía del momento -. También se fundan granjas-escuelas, como la de Charry, en las colinas de Moissac, y muchos jóvenes aprenden la vida de agricultor con Isaas Pougatch, un judío refugiado ruso y su mujer.
Y los habitantes de Moissac contribuyen a la vida de la “Maison d’enfants”, como Madame Deschamps (“la mère Desche”), la chica de la casa. O los diferentes alcaldes de Moissac, Roger Delthil y Louis Moles, que hacen las funciones de médicos en la casa, además de actuar como protectores administrativos de los niños. Los educadores son jóvenes judíos franceses que pararon de estudiar.
Los niños se encuentran los viernes para el Shabatt delante de las mesas de manteles bordados puestos por Shatta que posee una voluntad férrea e intenta que la vida siga su curso, apoyándose en los rituales y tradiciones judías para exorcizar el horror. Los niños estudian, cantan, juegan, ríen, aprenden a nadar en el Tarn, a andar en bici, celebran las fiestas judías. La vida en la Maison es como una colonia de vacaciones. Se sienten como hermanos, como miembros de una misma familia, todos en las mismas condiciones. Son alimentados, instruidos y queridos. Los niños judíos encuentran refugio en el número 18 del Quai du Port y en sus anexos.
Y algo fundamental: esto ocurre con la complicidad de los habitantes de Moissac ante los que no tenían que esconder su identidad. Todo Moissac está al corriente de la existencia de esta comunidad judía. En las escuelas los otros niños saben que son judíos, y los pequeños se pasean por la ciudad de Moissac cantando en grupo cantos hebreos, juegan, se divierten. En el pueblo eran conocidos como “la colonia”. Nadie habló.
En fin, casi nadie. Nos contaron que hubo un delator. Una persona escribió una carta al prefecto (el gobernador de la provincia) denunciando al alcalde y la protección que la ciudad daba a los judíos. El prefecto, afín al gobierno colaboracionista de Vichy, sin embargo resultó ser antinazi y tener más humanidad de la que se le podría suponer. Telefoneó al alcalde diciéndole quién había enviado la carta, que al parecer estaba firmada, quizá para hacer méritos por tamaña acción. Al día siguiente las dos ruedas del sujeto aparecieron pinchadas. Nunca más se recibieron otras cartas ni hubo más denuncias. No tenemos total constancia si la historia es cierta, pero es tan edificante que no hemos podido resistirnos a contarla.
Los Justos de Moissac
Una cadena de colaboración sólida se instaura en Moissac en la que varios habitantes del pueblo participan, con el fin de esconder a los niños, proporcionarles documentación falsa y darles un nombre y una familia que les serviría como cubierta en caso de que llegaran los nazis a hacer una redada. En esa cadena participan el secretario del ayuntamiento Manuel Darrac y su asistente Alice Pelous, que proporcionan tampones oficiales para los documentos falsos de los niños, buscan certificados de desmovilización, lo que permite obtener carnets de identidad y tarjetas para obtener alimentos, ropa y tabaco. Darrac también los avisa de las redadas, gracias a lo cual pudieron esconderse varias veces en el campo. Los niños judíos de Moissac están protegidos por la autoridad del pueblo, lo que garantiza su seguridad.
La asistente social Henriette Ducom participa también en la fabricación de documentos falsos, además de buscar escondites para los niños en la ciudad y en las inmediaciones cuando es necesario. El librero de Moissac Jean Gainard abastece de tarjetas para crear los carnets. El obispo de Montauban, Pierre-Marie Théas, escribe una carta a sus parroquianos animándolos a mostrar hospitalidad, caridad y humanidad para con los judíos; su papel fue muy importante. El miembro de la Resistencia local y pintor Albini Jean Ginisty, esconde en su casa material para crear documentos falsos, como certificados de nacimiento, de boda,…
Entre la población de Moissac había colaboradores, pero nunca nadie los denunció. Superaron el miedo, oponiéndose a la barbarie. Sabían lo que sucedería si alguien delataba a los niños que estaban escondidos. Gracias a que el pueblo se mantuvo en silencio, y los ayudaron y apoyaron, los niños pudieron escapar al horror nazi.
El peligro de las redadas. Dispersión. El papel de los Justos
En julio-agosto de 1942 aumentan las medidas antijudías, las redadas se multiplican. Los nazis ocupan la zona libre en noviembre, ejerciendo el control directo y dejando al gobierno de Vichy como un fantoche. Aunque se cambia al alcalde, el doctor Molle, éste resulta ser un humanista que contribuye a la fabricación de las falsas identidades.
Sin embargo, ante el peligro cada dia más serio, en 1943 Shatta y Bouli Simon deciden cerrar la casa y organizar la huida de los niños bajo nombres falsos. Algunos pudieron ser enviados a familias en España o Suiza con ayuda de los “Eclaireurs” judíos (EI), constituidos en una red de resistencia llamada “la Sixième”.
Pero la mayoría se quedó en Moissac. Los habitantes de Moissac y las familias de los alrededores dan su identidad a los niños, muchos de ellos ya huérfanos, acogiéndolos generosos en sus casas. El pintor Albini Jean Ginisty y su mujer Ernestine Ginisty esconden al niño Jean-Claude Simon (les contaremos más tarde su papel en Moissac como ciudad de los Justos). Mientras que Henri, Alida, Pierre y Renée Bourel esconden a Bernard Simon. El hermano mayor de Daniel Cohn-Bendit (“Daniel, el rojo” en mayo del 68) se esconde en casa de un arquitecto. La secretaria del ayuntamiento de Moissac, Alice Pelous, da su nombre a Jean-Claude Simon y a Jean Raphaël Hirsch. Y el vendedor de carbón Jean Gainard, además de abastecer la casa de carbón, le da todos sus documentos a Henri Wahl, uno de los scouts que pasa a la Resistencia, para que pueda circular en seguridad. Los niños también se esconden en monasterios y en los conventos religiosos de la zona (colegio Sainte-Foye-la-Grande, en Castres).
Para los que todavía no hablan bien francés o con acento que los puede poner en peligro, se organizan filiares hacia Suiza o Palestina vía España. Los que los acompañan se arriesgan, algunos mueren como Marianne Cohn, alemana y una de las pioneras de la organización en Moissac, hecha prisionera en Annemasse mientras ayudaba a un grupo de 28 judíos a pasar a Suiza. Los niños sobrevivirán.
Para los habitantes de Moissac salvar a personas, fuesen judías o no, se convirtió en algo normal. Atrapados en el horror de la Segunda Guerra Mundial, consiguen proteger hasta la Liberación a todos los niños que acogieron de 1939 a 1943. 500 niños judíos escaparon al régimen de Vichy y a la barbarie nazi gracias a los “Eclaireurs” y a los ciudadanos de Moissac que los albergó, cuidó y protegió. Ellos fueron los Justos de Moissac.
Justos entre las Naciones
El título “Justos entre las naciones” (“Juste parmi les nations”) se concede por el Estado hebreo a los no judíos que, aún peligrando sus vidas, salvaron judíos perseguidos por los ocupantes nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Simples ciudadanos, pueblos o ciudades que lograron salvar miles de judíos gracias a sus acciones individuales o colectivas. Otros ejemplos a recordar en Francia son los de Dieulefit (Drôme) reconocida por haber escondido más de 1500 personas durante la ocupación y Chambon sur Lignon (Haute-Loire) reconocida en 1990 por haber salvado 5000 judíos.
En total, más de 25.000 personas tienen esté título, de ellas más de 3800 personas en Francia, Polonia, Holanda la URSS (Ucrania, Lituania, Letonia y Rusia) y Bélgica son, junto a Francia, los lugares en los que más personas arriesgaron sus vidas por proteger las de los judíos. Los“Justes parmi les Nations”, sólo son reconocidos cuando un judío es testigo de su acción.
Hubo muchas personas anónimas que prefirieron la decencia a la cobardía, que tuvieron la fuerza suficiente para que el miedo y los peligros no les impidiesen ser justos. La heroicidad no se suele ver, no se hace para ser vista, se hace arriesgándolo todo para salvar vidas, sin pedir nada a cambio. Dos tercios de los judíos en Francia fueron salvados por otros franceses, a pesar de que un tercio fuese deportado a campos de exterminio nazi (76 mil Judíos fueron deportados desde Francia entre 1942 y 1944, de los cuales, 11400 eran niños) con la colaboración directa de otros franceses. Al final de la guerra, 10 mil niños se quedaron huérfanos.
En Moissac solo algunas personas recibieron el reconocimiento de su labor con el título de “Justos entre las Naciones” por el memorial Yad Vashen de Jerusalén como: el secretario del ayuntamiento Manuel Darrac, su asistente Alice Pelous, el carbonero Jean Gainard, que escondió y dio su identidad a varios niños, o Henriette Ducom, que le dio su identidad a la hermana de Shatta, Elisabeth Hirsch para que sacase a niños de los campos de Gurs y de Rivesaltes.
Los “Justos” en Francia han tenido un papel muy importante, aunque muchos de ellos se quedarán para siempre en el anonimato. Sorprendentemente, lo que ocurrió en Moissac ha quedado fuera de los libros de historia y apenas aparece en la memoria colectiva. Aunque quizás es que la historia a veces tarda en encontrar su lugar. Pero lo que sí es cierto es que Moissac fue una ciudad heroica cuyos habitantes mostraron coraje y humanidad escondiendo a 500 niños judíos. Aún no ha recibido todo el reconocimiento que merece en Francia, pero no creemos que eso les importase mucho a las personas que arriesgaron su vida en aquel momento.
Reconocimiento de Moissac como “Ciudad de Justos”
Hoy la Casa de los niños judíos de Moissac pertenece a un particular, y no hay apenas huellas de esta historia, sólo una placa en la casa con el nombre de Shatta y Bouli Simon. En la Plaza Shatta y Bouli Simon (nombre actual del muelle del puerto viejo), hay un panel que destaca la importancia de la casa de los niños judíos.
Pero el verdadero reconocimiento comenzó hace unos años cuando la escritora Catherine Lewertowski escribió un libro sobre la historia de los niños de Moissac: “Les enfants de Moissac: 1939-1945”, 2009, una perla en la que se recogen los testimonios de Shatta Simon antes de su muerte y se explica el trabajo de los scouts. Fue la chispa que despiertó a aquellos niños que comienzan a recordar. Se crea la asociación “Moissac, ville de Justes oubliée” (“Moissac, ciudad de Justos olvidada”), que lucha por el reconocimiento de Moissac en el rescate de aquellos niños judíos, para que ocupe su lugar en la Historia.
En los últimos años ha habido coloquios con historiadores y periodistas, encuentros (en 2013 y 2016) para dar las gracias a los habitantes de Moissac y para recordarles la aventura. Además, el memorial Yad Vashem de Jerusalén inauguró la “Esplanada de los Justos entre las naciones” en Moissac. La asociación se ve siempre apoyada por el Ayuntamiento de Moissac, el Departamento del Tarn-et-Garonne, la Fundación por la Memoria de la Shoah y el Comité Francés del Yad-Vashem. Pero se espera que la ciudad reciba algún día el diploma de honor colectivo de “Justos entre las Naciones”. Moissac debe convertirse en un lugar de memoria para no olvidar la Historia.
Cuando se reúnen los niños judíos de Moissac son momentos emocionantes, donde salen recuerdos. Como si no hubiera pasado el tiempo, la familiaridad se instala entre ellos. Volver a Moissac es volver a casa, a una ciudad que les salvó la vida y les permitió realizarse como personas. Antes de la dispersión, Shatta y Bouli reunieron a los que todavía estaban allí, dándoles cita allí mismo para el primer Shabbat después de la Liberación. Y allí fueron todos. Al final, consiguieron conjurar la Historia, con la complicidad activa de Moissac.
Ejemplos de humanidad como el de Moissac deben servir hoy para evitar repetir los mismos errores del pasado. Lo que se hizo en Moissac no fue sumergirse en identidades cerradas y crear muros que separen a las personas, lo que se hizo fue abrir las puertas de las casas, de los edificios públicos a las víctimas de la injusticia, sin importar edad, sexo, religión, pasaporte, color de piel u origen social. Se acogió a la víctimas y se cerró la puerta a los verdugos. Nuestra querida Europa y nuestro querido Mundo necesitan recordarlo cada mañana, cada tarde, cada noche, todos los días de todos los años. Y no olvidarlo nunca, como parece que estamos haciendo.
Agradecimientos
Mil gracias a Lauriane Donzelli que nos organizó visitas al Tarn-et-Garone durante dos años consecutivos y que sigue animándonos a volver a esta tierra que brilla por sus paisajes, su patrimonio y su historia y a la que siempre deseamos regresar. Gracias por su trabajo, profesionalidad, atención y cariño. Agradecemos, por supuesto, la colaboración y apoyo de Caroline Manens y la Agence de Développement Touristique du Tarn-et-Garonne. Merci et à bientôt !
Gracias a l’Office de Tourisme de Moissac (https://tourisme-moissac-terresdesconfluences.fr/fr) y al guía Georges Olivier Cassar porque fue el que nos contó la historia de los Justos de Moissac, entre otras historias de la ciudad y su espléndido patrimonio.
Fuentes:
-Moissac, ville de justes oubliés, (https://moissac-ville-de-justes-oubliee.org). Asociación que lucha por el reconocimiento de Moissac en el rescate de aquellos niños judíos, para que ocupe su lugar en la Historia.
-MEMORIAL DE LA SHOAH, © CDJC (Centre de documentation juive contemporaine), Fotos.
-ROSENCHER, Anne, “Shoah: le miracle oubligé de Moissac”, 2016, Marianne.
-RIBOWSKI, Nicolas, “J’avais oublié”, 2010, Film.
-TIRAULT, Philippe, «Le Combat des Justes. Six récits de résistance», 2014, Ed. Delcourt. BD.
Artículo escrito por María Calvo Santos.
Alejandro Herrera Hernandez
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Preciosa historia, mil gracias por compartirla. Un abrazo.
María Calvo
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Otra de esas pequeñas historias que son universales y nos dan algo de esperanza en el ser humano. Gracias por leerla. Un abrazo.
Maria Mercè
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Liberté, Égalité et Fraternité.!!!
Hermoso lema que se cumplió en Moissac. Ojalá este hecho ilumine las mentes y los corazones de otras personas ante los horrores de las guerras que están activas todavía.
Gracias por compartir tan bella historia con nosotros.
María Calvo
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Ciertamente, el lema de la Republique française late en este episodio que tuvo lugar en Moissac. Por desgracia, se luchaba contra el horror del que es capaz el ser humano.
Esa dualidad nuestra sigue existiendo y me temo que seguirá haciéndolo.
Menos mal que todavía sigue habiendo gente como los Justos de Moissac. Es lo que nos hace tener alguna esperanza…
Gracias por leer la historia María.
Adela Barrio Tarnawiecki
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En esta semana de adviento dedicada a trabajar la Esperanza, encuentro esta bella, reconciliadora historia de seres humanos de almas nobles que a uno lo ayuda a no perder la fe en nuestra especie. ¡Gracias!
María Calvo
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Sí, Adela, es una bella historia. Creo que todavía podemos creer en alguna gente que lucha con fuerza contra el horror. Gracias.
Carlos Ruiz-Cuevas
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Estoy preparando una visita sorpresa a Moissac y he encontrado esta maravillosa historia, que reconcilia con el género humano.
En estos tiempos de intolerancia y cerrazón es un soplo de aire fresco.
Cuando vaya a Moissac buscaré la Casa de los Niños Judíos y contaré esta historia a mi familia.
El Giróscopo Viajero
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Es una grata sorpresa viajar a lugares con grandes historias como la del combate de los justos en Moissac que nos hacen pensar en lo bueno de lo que es capaz el ser humano. Gracias por transmitir esta historia a su familia, es importante esta tarea para que no se olvide el pasado.
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