Hace unas semanas encontré uno de los tesoros de incalculable valor que pensaba perdidos, no en la memoria, pero sí en las cajas cubiertas de polvo del trastero, voraces cuando se trata de desintegrar los juguetes de la infancia. Al agarrar la bolsa el tintineo ya me advirtió de que el botín seguía sonando igual, como doblones incautados en una razzia de corsario. Dentro aún estaban las casi cien chapas o «iturris» – como los llamábamos en Bilbao. Eran los cierres de las botellas de las bebidas gaseosas (refrescos, cervezas, limonadas…) que esperábamos impacientes para recolectar.
En España, una de las primeras en utilizar el ingenioso cierre inventado en 1891 por William Painter fue La Vizcaina S.A., fábrica de cervezas, hielo y bebidas gaseosas fundada en 1912 como continuación de Gaseosa Bilbaina. Para la gaseosa se usaba el agua de la fuente de Iturrigorri (fuente roja en Euskera), en el barrio de Rekalde, y como en la chapa ponía «Iturri«, el nombre pasó a definir cualquier tapón metálico de las botellas, aunque no fuese de gaseosa. Así había iturris de Martini Cinzano, de Kas o de Coca Cola.
Los niños los usábamos para jugar. Sí, para jugar, como si con la alegoría de la personificación, pudieran cobrar vida. Y vaya si cobraban vida. Lo mismo servían para competiciones en circuitos dibujados con tiza, como para partidos imaginarios del Athletic. En esos años 80 las colecciones de cromos eran una de las mayores ilusiones de la chavalería. Máxime si pensamos en los años de las Ligas y Copas de Athletic y Real Sociedad. En ese contexto, en 1987 salió una colección de la Vuelta Ciclista, llamado Ases del Pedal, de la editorial Javier Merchante. Y por ese tiempo unas pegatinas de formato circular a 30 pesetas que encajaban perfectamente en el interior de las chapas. Así nació uno de los entretenimientos más recurrentes de mi infancia. Un tesoro que reencontré y que viene perfecto para abordar la entrevista a Ander Izagirre, cuyo nuevo libro «Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey» se acaba de publicar.
Si Ander hubiese nacido en otro siglo seguramente estaría enrolado en una expedición de ultramar, o tirando de una maroma de un barco a punto de quedar varado en el Paso del Noroeste. Afortunadamente en éstos tiempos contamos con su pluma para leer interesantes historias, y por ello hemos querido entrevistarle.
– Hola Ander! Después de «Plomo en los bolsillos» donde contabas historias curiosas del Tour de Francia, regresas al mundo cicloturístico con «Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey». Le estás pillando el ritmo a las dos ruedas. ¿Tienes en mente uno de la Vuelta España?
Ander Izagirre: No tengo en mente ahora un libro sobre la Vuelta a España. El del Tour lo escribí hace muchos años, aunque lo fui actualizando, porque es una historia que sigue creciendo, y el el caso del Giro en éstos últimos años he tenido mucha relación con Italia. He viajado mucho por allí, y me he dado cuenta de que el Giro es una gran aventura. Yo creo que éste libro es un libro de aventuras en el que hay una serie de personajes muy variados desde hace más de cien años, relacionados con la Historia de Italia: en épocas de guerras, de dictaduras, de fascismo, de partisanos hasta nuestros días. Entonces me parecía que tenía una colección buenísima de historias. Podía bucear en las hemerotecas, podía hacer entrevistas. Viaje por Italia, hice alguna entrevista, y también aquí en el País Vasco. Y con toda ese material hice una colección de aventuras ciclistas muy relacionadas con la Historia y la evolución social de Italia.
– Por ahí se dice que ibas para ciclista -o al menos lo deseabas- y al final tu meta fue la literatura.
Ander Izagirre: Yo competía hasta aficionados. A los veinte años ya vi enseguida que no me daba para más. Me quedaba atrás, y al mismo tiempo siempre me gustó escribir, leer, viajar….Empecé a estudiar periodismo y yo me dedico a eso, a hacer reportajes sobre todo internacionales, libros, crónicas. Y el ciclismo siempre ha sido una pasión en la que he encontrado grandes filones de historias. Es un gran material narrativo y por eso he podido fundir mis dos grandes, la escritura y andar en bici.
– Jugabas a los «iturris» de pequeño?
Ander Izagirre: Sí, aunque en Donosti no los llamábamos iturris. Lo he aprendido después que los llamabais así. Aquí decíamos chapas, sin más. Y mira, recuerdo los circuitos de tiza que hacíamos en el barrio, y ganar una etapa con una chapa de Valentin Dorronsoro, con la vencí a Bernard Hinault. Y años después me hice amigo de Valentín. compartí con él un viaje largo por los puntos más bajos del planeta, que luego dio lugar al libro Los Sótanos del Mundo, publicado también en Libros del KO. Y siempre le decía: Yo contigo gané en una carrera a Bernard Hinault.
– Tu literatura viajera tiene la tecnología mecánica del hombre orquesta. Tocas todos los registros. Lo mismo hablas de los porteadores de las montañas de Karakórum, de Chernóbil, de los crímenes de guerra en Colombia (Premio Europeo de Prensa del 2015), del campesino que ordeñó las nubes en la isla de El Hierro, de los Apeninos, de los «Sótanos del mundo», Yibuti, guías de viaje o de tu querida Real Sociedad. ¿Te alimenta la curiosidad?
Ander Izagirre: Es justo eso, mi curiosidad personal la que me lleva a buscar esos temas. Por eso elegí trabajar como periodista autónomo, porque me da la libertad de escoger temas, el tiempo que quiero dedicarles, y de volver a los sitios. Me parecía la mejor manera de profundizar en las historias. Y además creo que es un privilegio poder buscar las historias que me interesan o me interpelan. Ya sean a veces historias duras o trágicas, de injusticias, de miserias. En otros casos divertidos como puede ser el ciclismo. Y al final por eso voy dando vueltas a algunos temas, porque me puedo guiar por lo que me apetece. No siempre, porque no se puede.
– De hecho la lectura del relato de «Potosí» debería revolver tripas y conciencia. Es así para los que seguimos leyendo e interesándonos por otros mundos más allá de el ombligo en el que parecemos vivir.
Ander Izagirre: Yo defiendo que el periodismo, la crónica internacional, el periodista que viaja a otros países, me parece que es una actividad necesaria para cualquier sociedad. Yo la defiendo como necesidad de contrastes. Tenemos que saber cómo viven los demás, qué problemas tienen, qué soluciones, qué esperanzas, qué miedos…para no pensar que lo único que existe es lo que tenemos en nuestra casa. Esa mirada fuera es necesaria para una sociedad. Y para estar más cerca de los demás, de otros países, fui a Bolivia a hablar de un caso extremo de explotación infantil minera, que luego acabé dándome cuenta de que había otros temas de violenta, de violencia machista y sexual o maltrato.
– La microhistoria de tus relatos es muy universal, extrapolable a cualquier rincón del mundo…
Ander Izagirre: Sí, en éste caso del cerro de Potosí es una microhistoria de una niña minera y su entorno más directo, su familia, pero que creo que pueden interesar a cualquier lector. Son historias universales que podemos reconocer todos. La idea de la crónica es esa, encontrar ideas particulares en las que se refleje un proceso social, económico o político. Lo que pasa con los trabajadores de las minas de Bolivia es un caso extremo, pero que pasa con muchos trabajadores en el mundo, un ejemplo de otras muchas situaciones.
– Entrando en materia con «Cómo ganar el Giro bebiendo sangre de buey», decía Goethe que «Italia sin Sicilia no grabaría ni una sola imagen en el alma. Aquí se encuentra la clave de todo». Y si atendemos a que el Giro de Italia tiene su germen en el Giro de Sicilia promovido por el empresario Vincenzo Florio- celebrado de forma pareja a la carrera automovilística de fama internacional- podríamos darle aún más la razón, ¿no?
Ander Izagirre: Pues con eso no estoy de acuerdo. Es cierto que el Giro de Sicilia se disputó unos años antes que el Giro de Italia, a iniciativa de un personaje, un millonario que también fomentaba el automovilismo, pero eso existía igual que existían otras carreras como el Tour de Francia. El germen del ciclismo en Italia está en el norte. La base de verdad donde están los fabricantes de bicicletas, los grandes periódicos que organizan la carreras que existían hasta entonces se disputaban en Lombardía y el Piamonte. Por tanto el ciclismo es un fenómeno que nace en el norte, en la zona industrial, próspera, que tiene dinero, que tiene fábricas, que poco a poco tiene tiempo libre y ocio para los obreros con las vacaciones. Y de ahí se va extendiendo. El Giro siempre lucha por llegar hasta el Sur, que tiene problemas porque no hay carreteras en esa época. Llegar a Nápoles ya es una hazaña con muchas dificultades, y todo esto es el reflejo de cómo es Italia en aquellos años.
Una de las constantes de este libro es que el Giro refleja lo que está pasando en Italia en todo momento. Si es un país recién hecho en 1909, o si es un país destrozado por una Guerra Mundial, o si es un país bajo una dictadura fascista, otra Guerra Mundial. Y eso se nota todo el rato en la carrera. Y me temo que Sicilia queda bastante lejos de esto durante muchos años. Hasta que el Giro pasa con asiduidad pasa mucho tiempo y siempre es una expedición exótica.
– Sabemos que además de ser un incansable buceador a la hora de investigar, eres un empirista por naturaleza. ¿Te has reunido con leyendas del ciclismo y gente del mundo de la bicicleta para darle la forma al libro?
Ander Izagirre: Lo de empirista me ha hecho gracia porque no sé lo que quiere decir aquí. Yo al final soy periodista y busco historias de gente más allá de la documentación. Entonces, sí que me he reunido con algunas leyendas del ciclismo y entrevistado a Marino Lejarreta o Miguel María Lasa. Pero en realidad es más interesante la gente que está en los márgenes, y para mi una de las historias favoritas del libro es la Florinda Parenti, una mujer que compitió en los años 60, mostrando cuán terrible era la vida para una mujer que quería ser ciclista en esos años. Tiene una historia personal muy dura de inmigración a Bélgica cuando era niña, con su familia que iba a trabajar a las minas de carbón. Y ella con dieciséis años, contra los médicos que no la querían dar permiso para que se sacase la licencia por ser mujer. Luchando contra todo tipo de prejuicios y burlas se cogía la bicicleta y se recorría Bélgica en tren con esa edad para competir, buscando las carreras que había aquí y allá. Acabó volviendo a Italia porque se organizaba un mundial y la Federación Italiana no sabía si había mujeres ciclistas en su país. Sufrió un desprecio muy fuerte. Las crónicas de la época hablaban de una forma muy despectiva de las mujeres que competían en bici. Y la entrevista con Florinda Parenti dio lugar a uno de los capítulos que más me gustan del libro. Con lo cual lo de reunirse con leyendas siempre está bien, pero no le daría tanto valor como reunirse con otras personas.
– En cuanto te dejan te subes a la bicicleta. A la que pudiste escaparte de la pandemia te hiciste un viaje en bicicleta por Cerdeña en bici. El esfuerzo y persistencia de vivir el pedaleo ¿te ayudan a dar forma a las historias?
Ander Izagirre: No fue un viaje solo por Cerdeña. Yo escribí un libro porque nos confinaron aquí tres meses el año pasado. Nos íbamos a ir el 30 de marzo a recorrer Italia medio año, hasta que nos cansáramos. Cerdeña era la primera parte del viaje. Se canceló todo y yo tenía ya material en casa para este proyecto del libro del Giro que iba a ser algo más lento y para más adelante. Me puse a escribir los tres meses en los que estuvimos encerrados en casa. Avancé mucho y en verano ya nos fuimos a hacer parte de ese viaje. Fuimos desde Donosti hasta el Mediterráneo en bici, ocho días, para continuar en Cerdeña, y un tercer tramo de Nápoles a Parma. Una gran parte de la bota italiana. En ese viaje aproveché para hacer alguna entrevista, para conocer los escenarios del Giro. Viajando en bici disfruto mucho de por sí, y luego me sirve como herramienta para acercarme a historias y escribir, conociendo escenarios. La bici es como una navaja suiza, que te puede servir para competir, hacer deporte, hacer ejercicio y sentirte bien, para viajar y para contar historias.
– ¿Qué te sorprendió de Cerdeña con respecto a la idea «precocinada» que se tiene de Italia en general y de Cerdeña en particular?
Ander Izagirre: Yo la había conocido en un viaje anterior. Pero esta vez, en bicicleta, viajando con más calma, sobre todo recorriendo el interior. Sabemos que tiene una costa espectacular, playas de aguas esmeraldas y arenas blancas, pero me interesó muchísimo la cultura antiquísima de los nurague, esas torres de piedra construidas por una sociedad de montaña, replegada durante siglos y que se manifiesta hoy en día. Cuanto estuvimos, la isla estaba repleta de controles de policía porque estaban buscando a uno de los bandidos más famosos. En realidad este hombre se dedicaba al asesinato, secuestro y tráfico de drogas y seguía esa tradición de refugiarse en la montaña, en una cueva o una casa de pastores. Creo que en el interior de Cerdeña se cuece una vida muy escondida del visitante ocasional y el turista. No es que nosotros la pudiésemos conocer bien, pero fuimos a algunos sitios a preguntar, a rascar, leer y conocer esa Cerdeña menos turística.
– Italia en concreto las vas degustando con sorbos, apreciando la gran condensación de historias humanas que se acumulan de norte a sur. ¿Qué zonas has trotado además de los Apeninos y Cerdeña?
Ander Izagirre: Además de lo que te contaba, en otros viajes recorrí los Apeninos, que dio lugar al libro Cansaluelos. Fue un viaje a pie desde Bolonia a Florencia. Y en los Alpes hemos recorrido algunas zonas. De hecho el confinamiento nos mutiló parte del viaje por Italia, prescindiendo de Sicilia o Calabria que es una zona que me apetece mucho y espero que otro año podamos conocer.
– ¿Qué próximos retos literarios y aventureros tienes en mente a corto plazo?
Ander Izagirre: Nada en concreto. Acaba de salir el libro y las presentaciones absorben bastante. Me gustaría empezar a viajar con más normalidad. Sigo haciendo viajes por España para hacer reportajes en estos meses y lo que haré a corto plazo. Tengo dos o tres proyectos de libros lentos y largos que se van cociendo poco a poco, y nuca sabes por dónde salen.
– ¿Con qué terna te quedarías en tu «squadra» de los míticos ciclistas italianos si tuvieses que afrontar un Giro atemporal?
Ander Izagirre: Los elijo por su valor literario, por la potencia de sus historias. Por un lado Fiorenzo Magni, gran ciclista, ganador de tres Giros, pero sobre todo con una historia personal muy turbulenta porque participó como guardia fascista en la Segunda Guerra Mundial. Estuvo implicado en una matanza de partisanos y llegó a estar huido. al final se reintegró a la vida cotidiana pero la historia le persiguió siempre, y le hizo estar mal visto durante mucho tiempo por la sociedad italiana. Y sin embargo es un personaje muy rico, con muchas facetas porque se ganó mucho cariño de la gente como ciclista por ser muy duro y peleón. En definitiva un ciclista con muchas aristas, que es lo que más juego da para escribir.
El segundo sería Marco Pantani porque también me parece una historia con muchas aristas y muy triste. Fue un grandísimo ciclista, encumbrado a los altares de una manera excepcional, exagerada, y después arrojado a los fosos. Un ciclista que incurrió en la trampa, que nunca lo reconoció, que practicó el dopaje como la mayoría de los ciclistas en esa época con la EPO. Cayó en un torbellino terrible y acabó muriendo a los 34 años, con unos últimos años muy duros y tristes. Me parece un personaje muy disparatado, espectacular y al mismo tiempo melancólico, triste y recogido. Su capítulo me dio mucho juego porque tenía muchas luces y sombras que contar.
Y la tercera Florinda Parenti, la mujer ciclista que ya he mencionado. Y que es mi preferida.
– Ya sabes que en el Giróscopo Viajero tiramos muchos por historias mínimas, así que te seguiremos la rueda, haciendo la goma, o si hace falta tirando en algún puerto.