El encantador pueblo de Kratovo en Macedonia

Viajar nos ha dado la oportunidad de despojarnos de prejuicios, de intentar aportar algo positivo a éste nuestro mundo que, como hogar de todos, nos hace hermanos de un mismo fin, cuidarlo y respetarlo, pero también hacer extensivo ese amor y cariño entre los unos y los otros.

Viajar también nos ha hecho concienciarnos de nuestra similitudes, de sin importar la latitud, sabernos con la misma clase de inquietudes, con las mismas pequeñas y grandes alegrías, con miedos e incertidumbres… Humanos, al fin y al cabo. Pero lo mejor de todo ello, es que nos ha dado el privilegio de hacer amigos allí donde vamos, de dejarnos un pedacito de corazón en cada sitio y reemplazarlo con recuerdos únicos e inolvidables. A paso viajero hemos aprendido que los mejores amigos se hacen en el camino… sin esperar, sólo basta un intercambio de sonrisas… Las barreras idiomáticas se diluyen, cuando el corazón las derriba.

Casitas encantadoras en las calles empredradas de Kratovo
Casitas encantadoras en las calles empredradas de Kratovo ©Marcela Pérez Z.

¿Y a qué viene éste largo introductorio? Pues nos remite a Kratovo, un pintoresco pueblo al noroeste de Macedonia que se distingue por la hospitalidad y autenticidad de su gente, de su día a día.

Desde Skopje, la capital de Macedonia, recorrimos 90 kilómetros, hasta encontrar abrazado entre verdes laderas éste precioso paraje y así, de la mano del buen Stevce Donevski –habitante y guía excepcional- nos mimetizamos con sus serpenteantes callecitas empedradas, que se elevan entre suaves y pronunciadas cuestas. Él no habla inglés, pero intenta darse a entender mientras nos muestra con orgullo su pintoresco pueblo y eso ya a nosotros nos basta. Sonríe y nos contagia esa alegría. Nos explica los diferentes puntos emblemáticos: puentes antiguos, casitas encantadoras, callecitas de distintas anchuras que según nos gesticula, hace diferenciar los barrios judíos de los cristianos y ortodoxos, todos conviviendo sin importar la religión que profesan. Y mientras recorremos su hermoso poblado, capturando instantáneas, encontramos a nuestro paso un par de pequeños amigos, que nos miran curiosos, mientras murmuran entre ellos y sonríen… Parece que les llama la atención que estemos allí, haciendo fotos de esas calles tan cotidianas para ellos… Parecen no comprender porqué hacemos fotos de casitas sencillas… Se detienen a buscar qué llama nuestra atención para apuntar la lente en esa dirección… y vuelven a reír como si pensaran que estamos algo deschavetados -o eso inferimos-. Nosotros no sabemos macedonio y ellos apenas masticaban algunas palabras en inglés, sin embargo el lenguaje universal de las sonrisas nos ayudó a comunicarnos una vez más en Kratovo… Quise captar la suya tan bonita para guardarla en el baúl de recuerdos lindos… Lástima que al hacer la foto, cubrí sin querer el rostro y la enorme sonrisa del más pequeño… Nos despedimos sonriendo y agitando las manos… Momentos mágicos donde no existen las fronteras, sólo las sonrisas!

Haciendo nuevos amigos... Las barreras idiomáticas no existen cuando el corazón las derriba ©Marcela Pérez Z.
Haciendo nuevos amigos… Las barreras idiomáticas no existen cuando el corazón las derriba ©Marcela Pérez Z.

Pasos avante una mujer cocina a puerta abierta en el patio de su casa, menea con ritmo pausado una mezcla rojiza en un enorme cazo sobre leña… Un aroma glorioso sale de dentro y acudimos llamados por el olfato a curiosear. De nuevo la hospitalidad en Kratovo se hace presente, pues sin dudarlo un segundo, ella y su marido, nos ofrecen gustosos un plato para probarlo. Comprobamos que es una famosa preparación de la región balcánica, especialmente de Macedonia conocido como “ajvar”, que llevamos degustando desde que llegamos aquí. Consiste en pimientos, berenjena, ajo y a veces algo de picante. Se utiliza para untar o como guarnición y ¡es delicioso!

Pero si de comida casera hablamos, viene la mejor parte del relato. La visita a la casa de Stevce que es también un alojamiento rural y que no sólo incluye pernoctar en un ambiente relajado y plácido, sino degustar la deliciosa gastronomía de su mujer, Valentina y así disfrutar de una de las experiencias más auténticas posibles.

Museo etnográfico en el alojamiento de Stevce y ValentinaMuseo etnográfico en el alojamiento de Stevce y Valentina
Museo etnográfico en el alojamiento de Stevce y Valentina

Llegamos a su casa y ya nos espera una esplendorosa mesa llena de manjares preparados por Valentina. Pero antes de hacer los honores, Stevce nos hace la visita de un pequeño museo etnográfico que ha instalado en su casa. Encontramos objetos antiguos que cuentan la historia de Kratovo. Y nos divertimos jugando con alguno de ellos y repasando cuidadosamente la curiosa colección de la que ha hecho acopio. Tras ésta pequeña visita nos lleva al portal donde nos espera una actividad muy peculiar para conocer más de esa “slow food” que ofrecen en su alojamiento…

Degustando los sabores caseros de Macedonia en la cocina de Valentina ©Marcela Pérez Z.
Degustando los sabores caseros de Macedonia en la cocina de Valentina ©Marcela Pérez Z.

Nos pone un gran tronco de madera horadado por el medio a modo de un mortero gigante y comienza a señalarnos las especias que iremos añadiendo, romero, albahaca, sal marina, pimienta, de todo un poco va entrano al cuenco. Nos extiende un gran pilón, que cuesta manejar con soltura por el peso y, conforme prensamos la mezcla vamos percibiendo las notas herbales y especiados que emanan del interior hasta convertirse en una sal fina que serviría de acompañamiento para un delicioso pan casero, quesos, embutidos, además de un festín de suculentas delicias dulces de la tradicional cocina macedonia y para asegurar una digestión amable, un licor de rakia que más que aligerar las entrañas, despeja las ideas jeje.

Haciendo sal especiada con el buen Stevce ©Marcela Pérez Z.
Haciendo sal especiada con el buen Stevce ©Marcela Pérez Z.

Es una pena que no pasemos la noche aquí,cobijados por la hospitalidad de Valentina y Stevce, ya que su pequeño alojamiento nos trae recuerdos nostálgicos y felices de la niñez, de la casa de los abuelos, el aroma de la cocina… de hogar.

Éste pequeño pueblo y su encanto merece mucho la pena y es un buen punto de partida para visitar otras maravillas cercanas, como las Stone Dolls de Kuklica, a las afueras de Kratovo, un impresionante conjunto de formaciones de piedra que el tiempo ha erosionado creando formas muy curiosas.

Grandes formaciones rocosas que impresionan cerca de Kratovo ©Marcela Pérez Z.
Grandes formaciones rocosas que impresionan cerca de Kratovo ©Marcela Pérez Z.

Así como también el Monasterio de St. Joakim Osogovski, uno de los más bonitos que se encuentran en Macedonia. Subir hasta lo alto de la montaña y encontrar ésta preciosa joya es incomparable.


Agradecemos muchísimo el recibiemiento de Stevce y Valentina, así como de la gente del pueblo de Kratovo y de nuestros colaboradores en Macedonia, Mikki y Daniela y a todo la gente amable que formaron parte de nuestra agradable estancia en Macedonia.

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