Siempre es un placer volver a la provincia del Tarn-et-Garonne, en el sur de Francia, y acudir de nuevo a una cita con el encanto de la campiña francesa. De camino, atravesando paisajes otoñales todavía bajo el influjo del calor de un verano que se niega a desaparecer, van desfilando en nuestros recuerdos imágenes del primer viaje a la primavera del Tarn-et-Garonne. Las líneas de las suaves colinas de la Lomagne, la Toscana francesa, la belleza arrebatadora de las Gargantas del Aveyron desde el Circo de Bône, los paseos pausados en bici y a pie por el Canal del Garonne, prolongación del célebre Canal del Midi. Un mosaico de paisajes cautivante que se transforman con las estaciones.
La riqueza del patrimonio monumental, la “ciudad rosa “ de Montauban, cuna del pintor Ingres, la Abadía de Moissac, Patrimonio Mundial de la Humanidad UNESCO, puentes que son canales al mismo tiempo, como el puente-canal de Cacor. Pueblos encantadores: Auvillar, Bruniquel, Lauzerte, Montech, Beaumont-de-Lomagne, Castelsarrasin,…Y alojamientos sorprendentes, como el palomar de Larrazet.
Nuevas imágenes de tonos amarillos, anaranjados y rojizos se superponen a las imágenes de la primavera del Tarn-et-Garonne, llegamos casi sin darnos cuenta a un otoño luminoso, que nos recibe con su calidez todavía estival. En la nueva visita por el Tarn-et-Garonne, llegamos al extremo norte, al Quercy Blanc, para descubrir lugares que pasarán a formar parte de las fotografías que emergerán cuando evoquemos el sur de Francia.
Alojamientos con encanto en el Tarn-et-Garonne. El Château de l’Hoste
Francia siempre nos conquista con el encanto único de algunos de sus alojamientos, situados en un entorno natural extraordinario o en el casco histórico de una ciudad o pueblo. Edificios históricos que han sido restaurados, alojamientos en palacios o castillos que sorprenden porque constituyen auténticos museos. O edificios contemporáneos, minimalistas en su diseño, que utilizan energías renovables. B&B, casas rurales, hoteles en los que compartir no sólo espacios, sino también momentos, alojamientos ideales para conversar probando productos locales de calidad y descubriendo el lugar a través de la gente.
En este viaje por el Tarn-et-Garonne, situado en medio de un paisaje de pueblos medievales y campos recién labrados, descubrimos un palacio del siglo XVII, el Château de l’Hoste. Una estancia de piedra blanca del Quercy, que nos recibe con una terraza agradable que invita a disfrutar de los días todavía cálidos que nos regala el sur de Francia, de la placidez de este silencio delicioso en medio del Quercy blanco.
Alojarse entre muros de edificios con historia siempre nos hace pensar en el pasado, en las personas que vivieron entre ellos, contemplando los mismos paisajes que estamos mirando nosotros ahora. Siempre es poco el tiempo para disfrutar de estos alojamientos con encanto de Francia, pero en esta ocasión, tras las visitas por el entorno, nos fundimos con el fenomenal ambiente nocturno. Una velada musical flamenca, huéspedes vestidos de verano gozando de las agradables temperaturas y de una cena cuya protagonista es la gastronomía del Tarn-et-Garonne.
Antes, una degustación de vinos locales en el estupendo bar donde se organizan conciertos y comidas para animar a las gentes del lugar a conocer este palacio que siempre estuvo fuera de su alcance y que ahora puede ser un poco suyo. El sabor de los vinos del Tarn-et-Garonne nos traslada a los anteriores viajes donde descubrimos viñedos en el Fronton y en la Lomagne. El mejor prolegómeno antes de degustar las delicias de los platos locales.
Los viajes se alargan en el tiempo cuando compartes mesa con la gente del lugar que te abre las puertas del lugar donde vive, invitándote a conocer, a descubrir. Nuestra ya conocida guía de viaje en el Tarn-et-Garonne, Lauriane, nos acompaña una vez más. La confianza que se instaló hace años, da paso a conversaciones interesantes sobre paisajes, patrimonio, gastronomía, que terminan como siempre, en la vida, el mundo que nos une.
De pueblos con castillos y molinos de viento
Viajeros giroscópicos montados en velocípedos metálicos por el placer de sentirse veloces entre paisajes de la campiña francesa y pueblos silenciosos, sin rumbo fijo. Lo importante es sentir esa brisa suave otoñal en el Tarn-et-Garonne, como sentimos el frío glacial en Finlandia o el calor gustoso en la isla de El Hierro. No olvidemos que el viaje también está ahí, en las sensaciones, en sentir el calor o el frío, en mirar, ver pasar paisajes, castillos, gente vendimiando, en pararse y degustar productos locales, y apoyarse en un mirador para ver paisajes que cambian con el tiempo.
Montados en nuestras bicis vemos desfilar los campos recién labrados del Tarn-et-Garonne que hace poco lucían dorados de cereales y ahora son terrosos en su descanso post-estival, filas de árboles que ya son amarillos porque llegó su otoño. Y a lo lejos, de pronto, un molino de viento que irremediablemente asociamos con el Quijote. Y claro, tenemos que parar, porque cuando vemos un molino de viento, una lucecita se ilumina en la cajita de ilusiones que llevamos siempre encima. Nos pasa lo mismo cuando vemos faros…Será que asociamos ambas construcciones a historias que siempre nos hicieron soñar.
Todavía paramos una vez más para fotografiar otras figuras que, como los molinos de viento, se recortan en las colinas de la Lomagne: los palomares, con sus siluetas majestuosas que forman parte de la riqueza del patrimonio del Tarn-et-Garonne. En seguida se nos viene a la memoria ese insólito alojamiento donde estuvimos en el primer viaje a esta pintoresca provincia del sur de Francia. Un privilegio el haber disfrutado de toda una joya del patrimonio popular.
Es en el pueblo de Roquecor donde descubrimos un castillo, ahora sede del ayuntamiento, otro edificio sorprendente situado en uno de esos pueblos encantadores que abundan por el sur de Francia. Un buen lugar para hacer una parada antes de emprender el camino rumbo a un viñedo de uvas Chasselas, otro tesoro del Tarn-et-Garonne.
La Uva Chasselas de Moissac, Patrimonio Cultural Inmaterial de Francia
Alguna zona del Tarn-et-Garonne recuerda realmente a la Toscana, por ese clima delicioso, esos pueblos con encanto que abren sus puertas al viajero, por los paisajes de colinas, de viñedos que regalan a los habitantes unos vinos de calidad.
Pero en esta ocasión no vamos a probar el vino del Tarn-et-Garonne como lo hicimos en las anteriores ocasiones. Estamos a principios del otoño y es el momento de la uva Chasselas de Moissac, que ya conocíamos de oídas por ser el producto estrella del sur de la provincia del Lot al norte del Tarn-et-Garonne. Su cultivo ha sido inscrito dentro del inventario del Patrimonio Cultural Inmaterial de Francia en marzo de 2017, todo un reconocimiento a sus actores principales que nos lo contarán en primera persona.
Atravesamos viñedos situados en pendiente, expuestos al sur y suroeste para aprovechar al máximo el sol, donde los trabajadores vendimian la uva Chasselas hasta última hora de la tarde. Legamos a los viñedos ecológicos de Violaine, Alain y Michel Moles, que producen en El Paradou la uva Chasselas desde hace generaciones. Violaine nos presenta las uvas invitándonos a degustarlas desde el primer momento. Es una uva dorada por el sol, de piel fina, con un aroma que recuerda a la miel, y en contacto con el paladar nos ofrece su zumo dulce, sabroso.
Tras la grata presentación, Violaine comparte con nosotros su pasión por la uva Chasselas y por su oficio que aprendió de su padre. Caminamos hacia los viñedos, donde está la casa principal. Varias hectáreas de viñas que se extienden por las suaves colinas ofreciéndonos un paisaje magnífico. Las vides están hermosas, todavía verdes, aunque adoptando el colorido del otoño, y de ellas cuelgan hermosos los racimos de uvas Chasselas. Y el sol del atardecer las ilumina con una luz oblicua, ya diferente a la del verano, una luz otoñal que pinta un cuadro único de belleza asombrosa.
Paseamos entre las viñas, mientras Violaine nos cuenta que la Chasselas es una uva “hecha a mano”, fruto de un trabajo que tiene lugar a lo largo de las cuatro estaciones del año. Que a partir de la primavera los llamados “chasselatiers” se afanan en atar las ramas para mantenerlas en una dirección determinada, colocándolas en espalderas. En junio, con la cuidadosa poda. Y la recolección se realiza en tres tiempos, comienza en agosto y continúa hasta las primeras heladas. Se hace racimo a racimo, dándoles tiempo de que adquieran esa tonalidad característica de la uva con denominación de origen.
Hace unas horas estaban los “chasselatiers” faenando en los viñedos, riéndose y bromeando mientras recolectaban los últimos racimos del día. Todavía puede escucharse el eco de sus risas entre los viñedos, mientras contemplamos la puesta de sol en la finca Le Paradou.
Un paseo en canoa por las Gargantas del Aveyron
Amanece en el Tarn-et-Garonne, es temprano y todavía tenemos tiempo de disfrutar de un desayuno delicioso en el Châteu de l’Hoste: pan francés de cereales, mermeladas caseras, quesos de cabra,…Esos desayunos completos que siempre son un momento de placer en los viajes, antes de reanudar el camino.
En seguida estamos atravesando los paisajes del norte, que no son tan verdes como los que recordamos cuando visitamos la provincia en primavera, pero que ya tienen esa luz y esos colores de principios del otoño. El pueblo medieval de Lauzerte se alza en lo alto de una colina, no hace tanto que nos mostró todos sus encantos. El paisaje va cambiando a medida que nos acercamos a las Gargantas del Aveyron que el río excavó entre quebradas calcáreas, los bosques son densos, la vegetación lo cubre todo y el Aveyron discurre jugando a hacer meandros entre naturaleza y pueblos con encanto.
Saint-Antonin Noble Val, un pueblo medieval que nació a orillas del Aveyron, aparece de pronto ante nuestras miradas admiradas. Muy pronto volveremos a recorrer sus callejuelas medievales, ahora es hora de lanzarnos a la aventura de embarcarnos en una canoa en un paseo al ritmo de las aguas del Aveyron.
Se terminó la temporada alta y apenas hay gente que hace canoa por las Gargantas del Aveyron, y eso que todavía parece verano. El día luce cálido y luminoso y el Aveyron nos invita a bañarnos, quizás más tarde,…Nos pertrechamos con lo necesario y montamos en las canoas, un empujoncito por una rampa y de pronto ya estamos en el corazón de las Gargantas del Aveyron.
Quietos en nuestras canoas contemplamos admirados el otoño que ya cubre las gargantas, una mezcla de verdes, amarillos y naranjas que, con el azul del cielo, se reflejan el las aguas tranquilas del Aveyron, ¡es todo un espectáculo!. Seguramente esta sea una de las mejores épocas para hacer kayak en las Gargantas del Aveyron, ya que navegas prácticamente en solitario, los días son todavía cálidos y el paisaje está tremendamente bello con los colores del otoño.
Pedaleamos tranquilamente por el espejo que es ahora el Aveyron, admirando la verticalidad de las gargantas, el paseo promete ser muy especial, todavía nos quedan varias horas a bordo de nuestras embarcaciones, momentos de relax,…
¿O no?, parece que la segunda rampa que salva una cascada ya está ahí, hay que bajar con ella con los brazos extendidos para no hacerse daño. Los nervios se apoderan de nosotros, primero uno, un grito, luego el otro, la canoa vuelca,…Pues parece que el paseo por las Gargantas del Aveyron va a ser más accidentado de lo que parecía. Superado el susto, afloran las risas, una viajera giroscópica empapada de pies a cabeza, una herida, y ganas de seguir la aventura.
Así que seguimos adelante surcando las aguas del Aveyron. Llegamos a la primera de las calas de piedras o arena que veremos a lo largo del recorrido, lugares para descansar, tomar el sol o darse un buen chapuzón. Paramos para hacer las primeras fotografías, hay que inmortalizar esta belleza.
La sensación de tranquilidad es tan grande que prácticamente nos olvidamos del tiempo, solo remamos por el silencio apacible de las aguas del Aveyron, descansando los remos por momentos, tocando el agua, viendo como caen lentamente las hojas amarillas de algunos árboles para aterrizar en el río y que flotarán poéticamente durante todo el otoño. El sol calienta nuestros pensamientos durante una buena parte del trayecto, los meandros nos llevan a zonas de sombra, y por momentos la quietud es sustituida por pequeños rápidos en los que nos quedamos encallados si no sabemos cogerlos bien.
Ese es motivo de risas, cabreos, las situaciones cómicas se multiplican: las canoas atascadas entre las piedras, nosotros intentando moverlas de todas las formas, moviendo el cuerpo, saliendo de la canoa, el agua por los tobillos, intentando desatascarla.
Es hora de parar para comer. Hay varias playas privadas donde hay puestos de comida y bebida. Paramos en uno de ellos, apenas hay gente. Un chapuzón antes del picnic, el agua está deliciosa, …Una parada placentera antes de reanudar el camino por las gargantas, el puente final no termina de llegar y alguno de nosotros ya está agotado, son varias horas remando, pero todavía nos queda un buen rato hasta que empezamos a ver los puntos de referencia que indican el final de nuestra aventura por las Gargantas del Aveyron. Cansados, heridos, pero felices todavía tenemos la sensación de continuar navegando cuando llegamos a Saint-Antonin Noble Val.
Redescubriendo el pueblo medieval de Saint-Antonin Noble Val
La belleza de Saint-Antonin Noble Val radica en el entorno privilegiado en el que está situado: a orillas de las Gargantas del Aveyron, y a que es uno de los pueblos medievales más bellos y antiguos de la región. Cuando llegamos a Saint-Antonin Noble Val todavía es de día y el calor de la jornada ha descendido, por lo que podemos pasar perdernos por el frescor de sus callejuelas sinuosas para admirar la arquitectura gótica y románica.
En nuestro primer viaje al Tarn-et-Garonne habíamos descubierto esta joya medieval en una visita guiada. Y ahora vamos recordando todo aquello que nos habían contado en aquella ocasión. Lo bonito de redescubrir estos pueblos con encanto es dejar que nuestros pasos nos lleven libremente, porque cada calle, cada plaza es una sorpresa en Saint-Antonin Noble Val. Nos sentamos a disfrutar de una pausa frente a uno de los monumentos más bellos del pueblo: la “Casa Romana” del siglo XII con su torre, que constituía uno de los símbolos distintivos de las estancias de las élites urbanas de la Edad Medival.
Pero no nos vamos de Saint-Antonin Noble Val sin pasar por el lugar que más nos había llamado la atención en la anterior visita: la zona de las curtidurías del siglo XII, situadas en el barrio más modesto. Llama la atención el canal por donde pasa el agua para lavar las pieles, y que también alimenta un molino de trigo. Podemos imaginar la animación del barrio cuando la industria del curtido era importante en los siglos XIII y XIV.
Dejamos el pueblo de Saint-Antonin Noble Val rumbo a las zonas más altas de la localidad, desde donde esperamos ver los cielos estrellados esta noche. Al parecer, el Tarn-et-Garonne es una de las provincias de Francia desde las que el cielo se ve mejor por la ausencia de contaminación lumínica. Vamos pues hacia un alojamiento muy especial: El Refugio de las Estrellas.
Alojamientos insólitos en el Tarn-et-Garonne. El Refugio de las Estrellas
Lejos del mundanal ruido, casi tocando las estrellas, se encuentra un alojamiento diferente que invita a salir a encontrarse con el universo en las noches cálidas de verano y en las frías de invierno. Se hace llamar El Refugio de las Estrellas, un nombre poético para un lugar donde viven un apasionado de la astronomía, Jean-Baptiste, que invita a los viajeros curiosos a embarcarse en un pequeño viaje a los planetas y las estrellas.
Posee dos extraordinarios telescopios, que veremos a la mañana siguiente a la luz del día, uno antiguo, de los años 1970 que fue de otro apasionado de la astronomía, y uno más moderno, tecnología americana, a través del cual puede fotografiar el universo.
Tras una velada hablando de estrellas, nebulosas y planetas,…de la pasión temprana de nuestro anfitrión por nuestro universo, salimos a la noche cálida de finales de septiembre, y en el cielo vemos estrellas como no habíamos visto nunca. Saca con cuidado los telescopios de su casa protectora y los coloca en las posiciones adecuadas, mientras nos habla de Saturno, que más vale observarlo ahora antes de que “se vaya a la cama”.
Está a punto de desaparecer, y lo miramos a simple vista y luego a través del telescopio: ¡oh, maravilla!: ahí está con su aro rodeándolo, muy luminoso, tal y como lo veíamos en dibujos de ilustrados de los planetas. Parece de mentira, incluso parece una pegatina puesta en la lente del telescopio, pero ahí está, es él, ¡nada menos que el planeta Saturno!
Es después el turno de Marte, donde intentamos percibir las montañas y cordilleras que hay en el centro, y sí, algo percibimos, pero todavía estamos demasiado lejos.
Impresiona ver esa materia cósmica luminosa, difusa, con aspecto de nube, polvo de estrellas que se murieron. Encandilados, miramos la Nebulosa Cabeza de Caballo sin el telescopio, y luego a través de su lente, tan cerca, pero tan lejos. Y pensar que está a unos 15000 años luz de nosotros,…el tiempo cobra una dimensión diferente, y nos quedamos reflexionando mirando al cielo , pasmados, pensando en lo relativo del tiempo.
Más tarde, en el alojamiento, podremos ver la espectacular Nebulosa Cabeza de Caballo sacada por Jean-Baptiste en fotografía, o deberíamos decir en fotografías, ya se son varias apiladas. En la habitación nos rodean más fotos de planetas y estrellas, y a través de una claraboya podemos ver el cielo. Va a ser una noche muy movida…el universo es demasiado grande y nuestra imaginación también.
Saint-Antonin Noble Val desde las alturas
Tras nuestro paseo nocturno por el universo, vamos a dar otro ya sobre la tierra, tras admirar los telescopios del Refugio de las Estrellas. Se trata de una ruta corta para ver Saint-Antonin Noble Val desde las alturas, y al final el paseo se alarga por las paradas que hacemos para fotografiar el otoño.
Es uno de esos senderos que nos gustan, con luces y sombras de los rayos de sol que penetran entre la maleza y de ramas de árboles que protegen el camino. Las tonalidades del otoño empiezan a hacer su aparición, mezclándose con el verde brillante del musgo sobre las piedras. Las arañas se afanan en tejer increíbles telas que brillan con el rocío mañanero. Las hojas secas se apilan en montoncitos fotogénicos. Parece que no hay nada en este sendero y hay tanto…
Por eso tardamos en llegar al final, desde donde las vistas panorámicas de Saint-Antonin Noble Val son preciosas. Algunos madrugadores siguen el sendero hacia el pueblo a pie, otros lo hacen en bici. Nos encanta esta Francia llena de caminos y rutas que te sumergen en una naturaleza exuberante, y terminan en miradores o pueblos encantadores.
A la vuelta, seguimos el sendero más de prisa, tenemos una cita en una abadía cisterciense muy especial, y ya llegamos tarde,…
La abadía gótica de Beaulieu en Rouergue. Abadías cistercienses reconvertidas en centros de arte contemporáneo
La abadía gótica de Beaulieu en Rouergue se alza en el bonito valle del Seye, una magnífica abadía cisterciense del siglo XIII. Un lugar que, para nuestra sorpresa, se ha convertido en centro de arte contemporáneo. Pero la primera sorpresa la encontramos en el espacio donde estuvo el claustro, hoy jardín efímero, lugar de paso para entrar a la iglesia.
Siempre me gustó la atmósfera que se respira en las iglesias góticas, creada por la sensación de verticalidad y por la luz que penetra por las vidrieras y los rosetones. Es extraño verla vacía, sin rastro religioso alguno, sino como centro de exposición de arte. El artista chino Liu Jia coloca figuras animales blancas por toda la iglesia, subiendo escaleras que se terminan en muros, figuras que se funden como fantasmas en el blanco de la piedra. Las luces que penetran por las ventanas contribuyen a este ambiente fantasmagórico. Paseamos alucinados, a partes iguales por la belleza de la iglesia abacial y por el contraste que crea la obra de arte contemporánea en este espacio.
Recorremos todavía los senderos exteriores a la abadía de Beaulieu en Rouergue para apreciar el conjunto del exterior en un paseo tranquilo, antes de regresar al camino hasta nuestra última etapa en esta provincia del sur de Francia que tanto nos gusta.
Las Gargantas del Aveyron. Postales de otoño desde el Circo de Bône
Nuestro viaje por el Tarn-et-Garonne llega a su fin, aunque todavía nos queda una jornada de baño y sol en el Aveyron, y nos queríamos ir con una imagen fantástica que define bien la belleza de la provincia: el Circo de Bône. Es una imagen que ya llevábamos en nuestros recuerdos del primer viaje por el Tarn-et-Garonne, pero queríamos volver a ella, ya que sabíamos que con los tintes del otoño sería todavía más bella.
Así que seguimos el camino que nos lleva a unos 5 km de Saint-Antonin Noble Val por la D958 hacia Caussade, desde donde las vistas de las Gargantas del Aveyron son espectaculares. Es el Circo de Bône, donde el Aveyron forma magníficos meandros. Nos alejamos un poco del mirador más conocido para ir hacia otro punto de vista mejor del Circo de Bône. Una vez más nos quedamos sin palabras ante este espectáculo que nos ofrece la naturaleza. El caudal del río no es tan grande como la última vez, ahora discurre menos lleno y más tranquilo, surcado por unas canoas haciendo el recorrido que hicimos nosotros ayer.
Contemplándolas pequeñitas en su quietud, entre los verdes y naranjas cubren los acantilados, comemos con vistas panorámicas privilegiada. El sopor se apodera de nosotros después, todavía hace calor y estamos a la sombre de un pequeño arbusto. Perdemos un rato la noción del tiempo, alargando el tiempo de la marcha, del fin del paseo por la campiña francesa.
Aunque el viaje continúa, nuestro periplo por el Tarn-et-Garonne concluye. Sabemos que volveremos, mientras tanto, nos quedamos con estas últimas imágenes en la memoria hasta la próxima, en la que descubriremos otras nuevas.
Agradecimientos
Agradecemos a Turismo del Tarn et Garonne su cálida acogida una vez más a una de nuestras provincias favoritas del sur de Francia. Ha sido un viaje otoñal lleno de sorpresas gratas. Gracias Lauriane Donzelli por la profesionalidad, la compañía y los buenos momentos ¡Siempre es un placer volver al Tarn-et-Garonne!
Pingback: Tarn-et-Garonne, destino wellness-bienestar invernal en el sur de Francia -
Pingback: Viaje al Tarn-et-Garonne | Turismo en el sur de Francia