Siempre quise entrar al Teatro Museo Dalí, ese fascinante edificio con huevos gigantes y enormes estatuas doradas en el tejado que recuerdan a las estatuillas de los Oscar, además de una espectacular cúpula acristalada. Ese teatro-museo que el propio Salvador Dalí definía como “el mayor objeto surrealista del mundo”. Pasmada, mirando hacia el cielo azul de Figueres, siempre que fui allí me quedaba mirando esos extraordinarios huevos en lo alto de una torre, preguntándome qué harían allí. Esa magnífica fachada de color teja adornada con decoraciones doradas, y la extraña cúpula que me hacía desear ser pájaro para asomarme al interior del edificio. Y las estatuillas que de pronto cobraban vida haciéndome gestos desde las alturas, como queriéndome decir algo, quizás invitándome a entrar.
Sorpresa y desconcierto, y un mensaje que me lleva a pensar que nuestro mundo quizás no es como lo vemos. Esta razón, poderosa, no hace más que amplificar la atracción que siento por el Teatro Museo Dalí. Busco la entrada y encuentro de nuevo las estatuillas en lo alto de una fachada clásica sobre la que se instala el Surrealismo. Me asombran unas armaduras que cargan barras de pan doradas y, más abajo, unas figuras femeninas oscuras, que contrastan con la luminosidad del día, me turban con su estómago hueco y su barra de pan en la cabeza, porque de pronto me hablan de muerte, de guerra quizás, de hambre. Sigo alucinada observando la fachada y me topo con un buzo, el desconcierto aumenta.
¡Y qué decir de la escultura que hay en medio de la plaza donde se sitúa el Teatro Museo Dalí!. Un pensador con cara de huevo dorado, de cuyo cuerpo sobresale un bajorrelieve de soldados. Una escultura dedicada al gran amigo de Dalí Frances Pujol. ¡Qué extrañeza me produce el conjunto!, incomprensión y al mismo tiempo creo que puedo entenderlo de algún modo. Me transmite muchas sensaciones,…
Supongo que eso es el Surrealismo: poder ver más allá, atravesar la incomprensión, hasta llegar a comprender, interpretar. Cada mirada lo puede hacer a su manera, la libertad es enorme.
Fascinación, ese es el sentimiento principal que me sugiere esta obra, porque ya estoy ante una de las obras de Dalí: el exterior del teatro museo. Tengo la sensación de haberme asomado ya al Surrealismo y necesito un pasaporte al mundo surrealista de Dalí, la atracción que ejerce sobre mí es demasiado poderosa. Quiero ir más allá y percibo que mi giróscopo viajero no funcionará ahí dentro, me temo que me perderé en un laberinto extraordinario.
Pasaporte al universo surrealista de Dalí
Qué ver en el Museo Dalí de Figueres
Empiezo a surrealizarme entre el patio, el Cadillac, las estatuas, la cúpula,…
Gracias al Teatro Museo Dalí tenemos un pasaporte al mundo surrealista de Dalí. El artista pretendía ofrecer al visitante “una verdadera experiencia y llevarlo al interior de su mundo cautivador y único”. La emoción está en suspenso una vez entramos en el vestíbulo del que fue Teatro Principal de Figueres (Girona), destruido en gran parte por un incendio al final de la Guerra Civil, y es museo desde el año 1974. Salvador Dalí eligió Figueras, su lugar de nacimiento porque, según sus palabras: “¿dónde, si no en mi ciudad, ha de perdurar lo más extravagante y sólido de mi obra, dónde si no?”. El Teatro-Museo sería también el lugar donde descansaría para siempre.
Pero no estamos seguros de que Dalí quisiera definirlo únicamente como museo, pensamos que para él seguía siendo también un teatro, es que sería escenario de sus obras pictóricas, que tienen mucho de teatrales. Dalí mismo se definía como un “pintor eminentemente teatral”. Casi no nos da tiempo a pensar en un museo como otro cualquiera cuando entramos por los pasillos con cuadros de Dalí, ya que en seguida nos topamos con un auténtico escenario al aire libre, sorprendente, maravilloso, nos sumergimos de llenos en el universo surrealista de Dalí.
A través de unas ventanas vemos lo que hay bajo la cúpula acristalada que habíamos visto desde el exterior. ¿Qué hace un Cadillac en este patio? y de nuevo esas estatuillas doradas en todas y cada una de las ventanas de los pisos del edificio. Se instala en nosotros un asombro, un pasmo del que no nos desprenderemos en varias horas. Salvador Dalí habrá tenido muchas razones o ninguna para colocar aquí un Cadillac, supongo que principalmente para crear sorpresa, extrañeza. Pero también porque era un regalo a su musa y esposa Gala, y el artista pensaba que un Cadillac era para los genios – sólo había seis cadillacs en el mundo de este modelo, y Al Capone tenía uno -.
Tampoco hace falta darle vueltas, ahí está brillante, el “Cadillac lluvioso con la Gran Esther sobre su capó” negro en medio de un patio, bajo la magnífica cúpula transparente. Me asomo y veo maniquís dentro. Oí decir que si metes una moneda en una ranura que hay en el Cadillac llueve en su interior…Casi no reflexiono, mi pensamiento me lleva a imaginarme cómo bajaron el Cadillac a este espacio, supongo que con la sorpresa y el pasmo permanente de los obreros que lo hacían.
De nuevo no tengo tiempo para pensar porque mi mirada me lleva a las figuras doradas, unos bajorrelieves de una serie denominada “Artes y oficios” realizados para la Exposición Universal de París de 1900, o a cualquier detalle con la que se topa y que llama su atención, la de mi mirada; yo me pierdo, entre mirada y pensamiento y sorpresa.
Veo que mis compañeros también se pierden en este enredo surrealista. Me extraña la parsimonia de los que están allí, sacándose fotos tan tranquilos, como si estuvieran ante un monumento cualquiera, niños callados escuchando a sus profesores, intentando darle un sentido al surrealismo …Me gusta observarlos, escucharlos, intento comprender también…pero me cuesta encontrarle un significado, además veo que cada uno encuentra el suyo, ¿se tratará pues de eso?.
Hay una enorme estatua de una dama desnuda con formas rotundísimas, brazos en cruz y manos encadenadas. Intento atraparla en escorzo, y allá en lo alto veo esa barca invertida al que está encadenada, que al parecer era de Gala, montada en lo alto de una palmera hecha de neumáticos. Y cubriéndonos con su belleza, la espectacular cúpula geodésica que tanto llama la atención desde el exterior, obra del arquitecto murciano Emilio Pérez Piñeiro. De nuevo me produce extrañeza el conjunto.
Parece ser que esta gran instalación fue concebida para la Exposición Internacional del Surrealismo en la galería Beaux-Arts de París (1938) organizada por Bretón y Éluard.
Estéticamente la visión de la arquitectura me fascina: este patio central bajo la cúpula y el cielo de Figueres, los nichos-ventanas en las que se encuentran las estatuillas doradas, y tras una enorme cristalera, lo que debió ser el escenario del antiguo teatro de Figueres. Desde el patio podemos ver a la gente que pasa sin cesar por esta luminosa sala, presidida por un enorme cuadro de Salvador Dalí. Me deslumbran los juegos de luces y sombras, de formas y reflejos de la cúpula cuya sombra se proyecta en la sala, las siluetas de la gente impresas sobre la luz cegadora del inmenso cuadro, y la cúpula real, no su sombra, y el cielo azul de Figueres. Parece un juego de ficciones y realidades, ¿un pequeño juego visual surrealista?.
Visita al Teatro-Museu Dalí: juego surrealista
El cautivador escenario
Supongo que la visita al Teatro-Museo Dalí va a ser eso, un juego incesante en el que nos toca meternos en un papel, en el que tenemos que dejar atrás la realidad evidente y entrar en otra indefinible. Me apetece jugar a ese juego, ¿por qué no? Salir de la cotidianidad, de lo establecido,…jugar por divertirse, para ver otras cosas ayudados de nuestra imaginación.
Ni siquiera la visita sigue un orden – ni cronológico, ni artístico – sólo hay indicadores numéricos de las salas para no perderse ninguna, pero pienso que da igual el orden; si algo es el surrealismo es libertad, o eso creo.
Esta luminosísima sala de altísimos techos es una de las más cautivadoras del Teatro-Museo Dalí. La luz que entra por el patio, por la enorme cúpula que la cubre, la forma de escenario, con sus cortinas, la gente que se detiene a mirar, y también pasa hacia otras salas – ya que es sitio de paso -, varias obras pictóricas de Dalí, la principal, la más inmensa, la que preside el escenario: “Gala desnuda mirando al mar”, que mirado de lejos representa la cara del presidente de los EEUU Lincoln. Comenzamos a jugar con las ilusiones y parecen figuras teatrales. Ahora miro hacia el cielo, la cúpula desde la que parece que alguien nos observa, solitarias estatuas la rodean y parecen mantener un diálogo consigo mismas. Para Salvador Dalí, esta es la cúpula “donde flota el nuevo mundo insospechado y alucinante del surrealismo”.
Me gusta como están dispuestas las obras, las escenas que se desarrollan frente a ellas: niños sentados en el suelo interpretando una de las telas de Dalí, me divierto escucharlos y aprendo a mirar con ellos la obra, de forma distinta a como yo la estaba mirando. Jóvenes que se sitúan bajo “Gala desnuda mirando al mar”, que están actuando para el público que quiera mirarlos. Gente que intenta seguir un orden, se para ante las obras y a saber qué estarán pensando.
Tengo la sensación de que todos están actuando, que estamos en un escenario con micro obras que están representándose en este momento. Desde el gran escenario vemos el patio del Cadillac, los vemos actuar también, ellos nos ven a nosotros, son como dos escenarios contrapuestos, en ambos cada uno interpreta su papel.
Sala oscura con cuadros de Dalí iluminados. La sala del tesoro
Entramos ahora en una sala como podríamos encontrar en cualquier otro museo más clásico. La llamada Sala del tesoro tapizada de terciopelo: Salvador Dalí la había concebido como un joyero, donde se exponen sus obras más emblemáticas. Una pausa se impone para recorrer las diferentes telas iluminadas. Varios movimientos conviven. El Cubismo también, Dalí cubista, me detengo ante un paisaje marítimo, un pueblo pequero cubista, me gusta. Y Dalí realista, su Cesta de pan (1945), Galarina (1945). O el Dalí onírico, con Leda atómica.
Pasamos de nuevo por la sala principal, de paso hacia otras salas, ahora salpicada por destellos de luz procedentes de la cúpula, que crean una atmósfera extraordinaria. Dejamos a la gente actuando, mientras nos dirigimos por las escaleras que nos conducen a otros mundos misteriosos. Buscamos la sala donde se expone una de las obras más deseadas. ¡Siempre quise ver la Mae West de Dalí!.
La Mae West de Dalí
Entramos en la oscuridad de la sala Mae West. Destacan en el suelo unos labios rojos que parecen un sillón, o más bien un sillón que parecen labios – ¿los famosos sillones-labios de Dalí, no? -, una chimenea y dos cuadros en la pared. Una sala de estar, simplemente eso, todavía no veo a Mae West. Recorro la sala, hay algunas obras escultóricas de Dalí, retraso el momento en busca de Mae West.
Me fascina el busto de una mujer, su belleza clásica, una luz azul iluminándola tenuemente, todo en ella es normal salvo que en lugar de nariz tiene una oreja, y donde debería tener la oreja, tiene la nariz. Los juegos sorprendentes de Dalí me producen risa. Abandono la extrañeza que sentía hasta este momento cambiándola por una sonrisa. Creo que ya estoy metida de lleno en el universo surrealista de Dalí, y todo entra dentro de otra normalidad. Estoy normalizando la anomalía. Y el desconcierto da paso a cierta orientación en este universo al que ya no lo busco sentido. Sólo me dejo guiar por las percepciones, las sensaciones que me produce lo que veo.
Subo por unas escaleras que no sé muy bien porqué están allí, y miro a través de una lupa el conjunto. De pronto la sala Mae West cobra sentido. Una peluca rubia platino gigante enmarca la imagen, los cuadros se convierten en los ojos de Mae West, la chimenea en nariz y el sofá en labios. Sorpresa cuando pensaba que ya nadaba como pez en el agua por este mundo de Surrealismo. Es fascinante cómo cambia lo que se ve según el ángulo que se escoja. Sólo desde un punto de vista privilegiado, en lo alto de la escalinata se puede imaginar a la actriz Mae West.
Qué gran idea llevar a una sala con mobiliario el Retrato de Mae West de Dalí que está en el Instituto de Arte de Chicago (“Rostro de Mae West que puede usarse como apartamento surrealista”). Dalí y el arquitecto Oscar Tusquets quisieron reproducirlo, y ¡lo consiguieron!. Pero para verlo, había que jugar al juego del Surrealismo, a un juego de ilusiones ópticas que el artista adoraba.
Dalí y las ilusiones ópticas
Seguimos visitando el Teatro Museo Dalí por los pisos superiores, pasillos interminables con ventanas que miran al patio del Cadillac. Ahora vemos las estatuas doradas en primer plano, cada una con su gesto. Una curiosa escultura de Moisés coronado por un pulpo.
Nos adentramos de nuevo a esta parte del universo de Dalí, fascinante, topándonos con nuevas anamorfosis (que deriva del griego “transformar”). La anamorfosis es una “deformación reversible en una imagen, que permite un efecto diferente desde un punto de vista privilegiado”. La de Mae West lo era. Y ahora estas pinturas anamórficas, estos dibujos abstractos de Dalí, que gracias a un ciclindro se ven de forma óptima. En un dibujo vemos lo que parece una cara, y si la miramos en una botella de ponche que hay delante, vemos el cuerpo desnudo de una mujer. O si miramos una calavera deformada en una botella-espejo, vemos reflejado la calavera perfecta. Como por arte de magia, el reflejo “repara” la deformidad.
Dalí nos presenta formas distorsionadas que cobran sentido cuando las miramos reflejadas. Consigue crear una ilusión óptica gracias al uso que le da a sus conocimientos de matemáticas y perspectiva. De hecho ya habíamos visto en las calles de Figueres el rostro del artista en una anamorfosis homenaje que le rinde la ciudad que le vio nacer.
Los efectos ópticos siempre me parecieron cosa de magia, poder ver dos realidades en una es apasionante. Salvador Dalí también se apasionaba por los fenómenos ópticos. Era un artista polifacético con una capacidad creativa increíble que se esforzó por extender los límites de su arte, además de la pintura y la escultura le interesaron el diseño, el cine, la escritura,…y sentía curiosidad igualmente por la imagen virtual y la profundidad. El mismo autor quiso que en el Teatro-Museo hubiera algunos espacios dedicados a los fenómenos ópticos como estos: la holografía, la anamorfosis y la estereoscopía. Y aquí estamos, en esta Sala de las Ilusiones Ópticas donde podemos todos los estudios realizados por el artista dentro de este ámbito.
Dalí. Estereoscopías. La pintura en tres dimensiones.
Exposición temporal hasta el 31 de diciembre de 2017
Nos lanzamos ahora a divertirnos con el artista en una sala donde hay una exposición temporal de sus estereoscopías (resultado de la visión de dos imágenes planas de un mismo objeto, tomadas desde punto de vista diferentes). Miramos a través de unas gafas que hay cerca de los óleos de Dalí, y vemos dos cuadros colocados simétricamente, idénticos, pero en los que varían las tonalidades. Alucinados, comprobamos que de pronto los relieves se muestran, aparece una tercera dimensión. Para conseguir ese efecto de relieve perfecto, Dalí desplaza el centro de cada imagen en relación a los ojos del espectador. Cada ojo mira una imagen y el cerebro se encarga de sumarlas consiguiendo la sensación de profundidad.
En “El pie de Gala”, “Según Las Meninas de Velázquez”, “La estructura del ADN”, “Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas en seis espejos verdaderos”,…en todos estos óleos percibimos imágenes virtuales que crea nuestro propio cerebro. Parece magia, pero es el fruto de las investigaciones sobre la estereoscopia que realizó Dalí en los años 70. Según él mismo dice: “he descubierto la pintura en la tercera dimensión, totalmente estereoscópica”.
Variantes de Dali’s mustache
Exposición temporal del museo Dalí hasta el 31 de diciembre de 2017
Llegamos a la sala “Variantes de Dalis’s mustache”, me encantan las fotografías, divertidas, sensacionales. Tiesos, los bigotes de Dalí caracterizaron al artista, siendo una constante a lo largo de su vida. Llamaba la atención que los tuviera siempre tiesos y curvados hacia arriba, gracias al aceite de dátil que se untaba y al que acudían las moscas a posarse. De su bigote Dalí decía que era un complemento esencial para la creación artística, y en su caso es del todo cierto: su imagen formaba parte de su expresión artística.
Prueba de la fascinación que ejerció su bigote en otros artistas es la sesión fotográfica que realizó el fotógrafo letón Philippe Hasman en 1954. El artista afincado en los estados Unidos tuvo una estrecha relación con Dalí a lo largo de más de 37 años. Desde luego, el fotógrafo y Dalí debieron pasárselo muy bien en la sesión fotográfica que dio lugar a unas imágenes de lo más hilarantes. Estas fotografías me hacen pensar en aquella otra sesión en la que Dalí posó con 28 gatos volando, para Hasman en Dalí Atomicus.
En un culto a su estrambótica personalidad, Hasman convenció a Dalí para realizar estas fotografías diciéndole que nunca se había escrito sobre esta parte de su personalidad. Y así se publico Dali’s Mustache, el libro en el que se reúnen más de 20 fotografías de Dalí y su mostacho en blanco y negro. Dalí eligió elementos matemáticos: números, parábolas, espirales para dar forma a su bigote. De nuevo encontramos ese gusto por las matemáticas en Dalí.
Nos paseamos observando los retratos que Philippe Hasman hizo a Dalí, aquellos que no fueron incluidos en la publicación y que el Teatro Museo Dalí rescató para esta exposición temporal que estará hasta el 31 de diciembre de 2017.
Vemos a Dalí con su largo bigote que dejó crecer incluso llegaban más allá de sus cejas. El pintor era todo un actor, y de lo más expresivo, tal y como puede verse en las imágenes. Sus bigotes son excesivos, provocadores, como el mismo pintor. Nosotros nos divertimos intentando imitar las poses de Dalí, colocándonos bigotes ficticios y fotografiándonos, jugando al mismo juego.
Continuamos la visita en el Museo Dalí
Seguimos por el piso tercero y entramos por una enorme boca a pasillos donde vemos muchos cuadros en los que vemos piedras que juntas representan figuras femeninas desnudas. Más ilusiones ópticas.
En otra sala, obras representativas de Dalí como la Galatea de las Esferas, frescos en el techo donde Dalí y Gala ascienden a los cielos…Y cuadros de su colección personal, como: La hilandera de Dou y un San Pablo de El Greco.
Dalí, joyas. El genio del artista no tiene límites
Todavía no salimos del universo Dalí, el artista era también un diseñador de joyas y en el Museo-Dalí de Figueras le dedican una sala de un edificio anexo al Teatro-Museo, con una entrada independiente. Una exposición muestra un conjunto de 39 joyas diseñadas por Salvador Dalí a lo largo de 40 años y los 27 dibujos y pinturas que realizó para diseñar las joyas.
El origen de las joyas de Dalí se remonta a los años 40, cuando se asoció con dos joyeros de Nueva York: Ertman Alemany. Financiado por la Fundación Catherwood, de Bryan Mawr (Pensilvania) diseña las joyas entre 1941 y 1958. La Fundación Owen Cheatham compra las joyas en 1958 y la colección se amplia hasta 1970. En los años 80 las joyas pasan de propiedad en propiedad de distintos magnates hasta que en 1999 son adquiridas por la Fundació Gala-Salvador Dalí y traídas a Figueres.
Ascendemos por una escalera de estilo modernista a una sala oscura, donde sólo aparecen iluminadas las joyas diseñadas por el genio. No salimos de nuestro asombro mientras contemplamos esas maravillas del diseño realizadas con oro y piedras preciosas, además de los dibujos que Salvador Dalí realizó para la confección de las joyas. Parece ser que hasta él mismo escogía los materiales que se utilizaron para montarlas, y para él cada piedra preciosa o metal noble tenía un significado y connotaciones diferentes.
Entre las joyas más destacadas pudimos admirar “El corazón real”, “La persistencia de la memoria” (1949), una versión del famoso cuadro de Salvador Dalí, o “El elefante del espacio” (1961), “El ojo del tiempo” (1949). Y en estas joyas irrepetibles vemos la riqueza de la iconografía de Dalí: labios, ojos, animales, símbolos religiosos y mitológicos, figuras antropomorfas, corazones,…
Salvador Dalí pretendía lanzar un mensaje a través de sus joyas: que se apreciara el arte del joyero, su diseño y trabajo artesanal por encima del valor material de las piedras preciosas.
Nos queda claro que la personalidad del artista queda reflejada también en sus joyas, también trasladó a la orfebrería su ingenio. Verdaderamente “creaba lo que más amaba”.
Fin de la visita al Teatro-Museu Dalí
No sabemos cuántas horas pasamos en el Teatro-Museo Dalí, hemos perdido la noción del tiempo, dese luego parece que ha pasado mucho. Quizás hasta se haya parado el tiempo al entrar, quizás en el universo del surrealismo de Dalí ni siquiera haya tiempo.
Apabullados por la capacidad creativa de Salvador Dalí y su talento para tocar diferentes lenguajes artísticos, abandonamos el Teatro-Museu Dalí. Siento que nosotros mismos hemos dado vida a las obras que nos hemos encontrado en el teatro-museo, ya que en cierto modo creo que Salvador Dalí tenía razón cuando decía que “el espectador es el artista final”. La visita ha sido un ir y venir mareada por este mundo surrealista de desconcierto y estupefacción. El Teatro-Museo Dalí es lo que Salvador Dalí pretendía que fuera: un auténtico “sueño teatral”.
Agradecimientos
Agradecemos a la Fundació Gala-Salvador Dalí la posibilidad de vivir la experiencia del Teatro-Museo Dalí. A Imma Parada de Comunicación, su amabilidad y acogida. Dejaremos la visita del Castillo Gala Dalí, en Púbol y la Casa Salvador Dalí en Portlligat, Cadaqués (ambos también en la provincia de Girona) para otra ocasión y cerrar así el círculo o, mejor dicho, el triángulo Dalí.
Cómo llegar al Museo Dalí, Figueres
En coche: Pueden llegar al Museo Dalí de Figueres en coche por la autopista E-15 / A-7, con salida en Figueres Norte o Figueres sur, y después seguir por la carretera N-II llas señales al museo hasta el centro de Figueres. Está a 1 hora y media de Barcelona.
En tren: Otra opción para llegar al Museo Dalí de Figueres desde Barcelona es en tren, por la línea de Renfe: Barcelona-Portbou, que salen cada hora desde el Paseo de Gracia o Barcelona Sants. En Figueres hay dos estaciones: la Estación de Figueres, tren de cercanías RG1, y la Estación de Figueres-Vilafant, la del AVE, media y larga distancia. Una vez en la estacion de tren de Figueras, el museo está a 10 minutos a pie. El museo está a 2 horas de Barcelona.
En autobús: Los autobuses de Barcelona a Figueres sale de las estaciones de bus desde Barcelona.
Oficina de Turismo de Figueres
La Oficina de Turismo de Figueres está en la Plaça del Sol y abre de 9 a 21:00 todos los días, excepto los domingos que abre hasta las 15:00.
rosa
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He decidido ir a ver el Museo de Dalí en Figueres
Muchas gracias
María Calvo
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¡Estupendo Rosa! nos alegramos haberla animado. ¡Un saludo y que disfrute del Teatro-Museo Dalí!
Anibal
- Edit
Por primera vez, conocimos por fuera el museo. Nos encantó ver esas obras. No pudimos entrar porque iba a cerrar y el costo de la entrada no se adecuaba a nuestro presupuesto. Dalí fue un genio. Algún día podré volver y ver el museo por dentro.
El Giróscopo Viajero
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¡Espero que pueda verlo algún día, Aníbal, seguro que le encantará!