El río Sil discurre sinuoso, en silencio, entre las imponentes montañas graníticas de la Ribeira Sacra. Desde lo alto pareciera que está dormido, que sus aguas corren a ritmo lento por su cauce, una lengua de azul intenso serpenteante formando meandros que se pierden en el infinito.
El tiempo se detiene mientras nosotros nos asomamos a la inmensidad desde el Mirador de Os Torcas, también conocido como los Balcones de Madrid, sin palabras, intentando escuchar un silencio que se oculta entre los desfiladeros y se pierde en las aguas profundas. Un catamarán nos arranca del ensueño, navegando lentamente por las aguas tranquilas del río. Cuando salimos del pueblo de Parada de Sil (Ourense) no podíamos imaginar que estábamos tan cerca del abismo, del asombro que nos acaba de dejar este paisaje tan poco conocido.
Y es que la Ribeira Sacra es ciertamente más célebre dentro que fuera de Galicia. Incluso los habitantes de otras provincias apenas exploraron en profundidad esta zona de Lugo y Ourense. Es cierto que viajar a Galicia suele implicar ir a Santiago de Compostela, hacer una ruta por las Rías Baixas o por la Costa da Morte – todos sabemos que en Galicia el mar seduce -, olvidando que esta magnífica región esconde otros lugares mágicos.
En nuestro itinerario también pretendemos recorrer un trocito de la ruta del románico, admirar esos hermosos monasterios asentados en el Cañón del Sil. Y es que la Ribeira Sacra también ofrece al viajero una interesante arquitectura, además de paisajes espectaculares, innumerables rutas de senderismo, rutas en canoa y paseos en catamarán por el río Sil y el Miño, rutas enológicas,…
En la Ribeira Sacra las viñas se disponen en terrazas ocupando las colinas hasta llegar al río Sil. La primera vez que ves esta composición te das cuenta de la belleza que encierra. Y te imaginas a las gentes de lugar recogiendo la uva en época de vendimia, privilegiados fabricantes de vino Godello y de Mencía, que tienen la suerte de vendimiar con estas vistas únicas. Familias y vecinos que se reúnen puntuales en septiembre, sabedores de que ese comunitarismo y esa solidaridad continúan intactos en este rincón del mundo, y que su saber hacer se perpetúa en el tiempo.
Es difícil decidir en qué época visitar la Ribeira Sacra, porque cualquier ocasión es buena, o más bien todas las ocasiones lo son. A finales del verano, es época de vendimia y de fiesta; en pleno otoño, están esos paisajes pintados de rojo, amarillo, marrón y naranja. Incluso el invierno es mágico, con el Sil más silencioso que nunca, las viñas como cruces de un gran cementerio misterioso. Desde luego la primavera y el verano son buenas ocasiones, para hacer rutas de senderismo, pasear en catamarán o darse deliciosos baños a orillas del río Mao, del Miño o del Sil. Aunque hay que tener en cuenta que, al contrario de lo que podríamos imaginar, el sur de Galicia es extremadamente caluroso en verano.
En esta ocasión viajamos por la Ribeira Sacra en agosto, y el tiempo es tan malo que casi nos obliga a desistir de nuestro empeño. Pero aún así, a pesar de la niebla cerrada, de la lluvia, por momentos escampa y el paisaje se muestra hermosísimo; al final del día sabremos que la excursión había valido la pena.
Recuerdo los viñedos con ese verde luminoso de sus hojas, las casetas de piedra de los vendimiadores salpicando el paisaje del rojo de sus tejados, y la carretera zigzagueante conduciéndonos a lugares desconocidos. Como una de esas aldeas de piedra de la provincia de Lugo, Lumeares (A Teixeira) en el que la lluvia intensa no nos dejó parar y los espantapájaros disfrazados con imaginación nos saludaban empapados. Y es que nos desviamos a propósito para ver esa original exposición al aire libre de “espantallos” ideados por la gente del pueblo que tiene lugar durante el mes de agosto.
En medio de parajes aparentemente perdidos, de repente puedes encontrarte con una casa rural estupendamente conservada o con los conocidos miradores con vistas al Sil. En esa ocasión, a pesar de lluvioso día, la niebla se fue disipando, desvelando poco a poco la belleza de los miradores, el humo saliendo de las rocas, como si estuvieran respirando pesadamente, mostrándonos un panorama irreal del Cañón del Sil.
Los Monasterios románicos de la Ribeira Sacra
Alternando en nuestra ruta por la Ribeira Sacra naturaleza y arquitectura, en la siguiente parada, siempre dentro del municipio de Parada do Sil, en dirección noroeste, nos encontramos con una auténtica obra de arte el románico, el Monasterio de Santa Cristina de Ribas de Sil. Solitario, perdido en un frondoso bosque de castaños y robles, sin visitantes por ser un día lluvioso, el misterio que siempre rodea estos lugares se hizo más patente. Llegamos allí por un camino y después por unas escaleras que conducen a una bella portada románica con originales arquivoltas en zigzags que da paso al claustro del siglo XIV.
Lejos de la espectacularidad del que visitaríamos más tarde, el Monasterio de San Estevo de Ribas de Sil, el de Santa Cristina también guarda la belleza del románico. La iglesia con su bella portada, el rosetón, los magníficos capiteles con motivos vegetales y figurados, el ábside con pinturas murales en muy buen estado, y también la torre, por la que se puede subir a lo alto y divisar el río Sil encajonado en su espléndido cañón. No es de extrañar que los benedictinos escogieran esta región para retirarse.
De camino a otro de los exponentes de los monasterios románicos de la Ribeira Sacra, nos detenemos a disfrutar de un hermoso atardecer en el Mirador de Cabezoás en el que estaremos de nuevo un año después casi por las mismas fechas. Pero el paisaje del Cañón del Sil se muestra distinto, increíblemente la postal es más encantadora en esta ocasión, ya que tras la lluvia y la niebla, los verdes se hacen más intensos, los dibujos en la roca granítica esculpida más patentes, el Sil más brillante,…
Y a tan sólo 12 kilómetros, unos 18 minutos, en Nogueira de Ramuín, se alza uno de los monasterios más bellos de Ourense, junto al de Osera y Celanova, hoy convertido en Parador Nacional: el Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil. Situado en lo alto de una ladera llena de castaños que baja en pendiente al Cañón del Sil, se muestra ya desde la carretera, espectacular, el inmenso conjunto monumental. Una pena que se estuviera haciendo de noche y que justo cuando llegamos nos cerraran la iglesia. Aún así, pudimos hacernos una idea de la belleza que encierra este monasterio.
Declarado Monumento Histórico Artístico en 1923, todo en él es grandioso, comenzando por los magníficos claustros en torno a los cuales se organiza el monumento. El de la entrada es el Claustro de los Caballeros, de estilo renacentista, cuyo encanto es indudable. El patio acoge a aquellos que se alojan en el parador, al fondo podemos ver, tras las cristaleras, las mesas de la cafetería. El Claustro de los Obispos, el más antiguo, se convierte en seguida en mi favorito, conquistándome con su estilo románico.
En el segundo piso tuvimos la ocasión de ver una exposición de lo más interesante sobre una de las figuras emblemáticas de Ourense: los afiladores. Muestra fotografías, esculturas, dibujos y los vehículos que utilizaban estos artesanos: la antigua piedra de afilar, las bicicletas que poseen un mecanismo adherido al eje de la rueda que hace girar una piedra circular, y también la más moderna moto.
Además pudimos ver otra exposición permanente que nos impactó bastante: “Huella de un psiquiátrico” que conmemoraba el 50 aniversario de la creación del Hospital psiquiátrico “Dr Cabaleiro Goás” de la localidad de Toén. Se exponían 20 piezas en torno al tema de la locura que el etnógrafo y escultor Florencio de Arboiro realizó mientras trabajó como maestro en el obrador de Laborterapia de Artes Plásticas del psiquiátrico. Las fotografías de los internos complementaban perfectamente las obras acercándonos a la historia del centro e inquietándonos en este final de jornada.
Nuestra primera visita a la Ribeira Sacra se termina mientras se extingue la luz del día y se abren al mismo tiempo nuevas rutas posibles. Nos queda para próximas excursiones al Cañón del Sil una vuelta en catamarán, una ruta de senderismo por la Pasarela del Río Mao, una visita a las localidades de Castro Caldelas y de Monforte de Lemos o una ruta por el río Miño, con parada en el precioso pueblo de Belesar. La Ribeira Sacra se muestra de pronto infinita ante nuestras miradas expectantes.
Pingback: El monasterio de San Pedro de Rocas, el más antiguo de Galicia. De camino a la Ribeira Sacra -
Pingback: Paseo en catamarán por los cañones del Sil. Panorámicas de la Ribeira Sacra -