Uno de los “pequeños” grandes placeres de la vida para algunos -entre los que nos contamos-, es sin duda el chocolate. El descubrimiento del cacao en América significó un tesoro como regalo invaluable para el mundo.
Es por eso y por incontables razones más que afinamos el olfato y nos acercamos hasta el MUCHO en Ciudad de México, que ya sólo la idea de relacionar la palabra “chocolate” con un adverbio de cantidad, nos hace salivar con un buen augurio. Aunque realmente la abreviatura proviene de las palabras MUndo y CHOcolote, pero es verdad que han sabido hacer un juego de palabras que se meten en la psique y dan ganas de visitarlo: MUCHAS.
Así que les haremos un relato de nuestra visita y apreciaciones personales y nos deslindamos de toda culpa si al final del artículo más de uno tiene antojo de chocolate.
El MUCHO se encuentra en la Colonia Juárez de Ciudad de México y rinde tributo al cacao, alimento conocido como el alimento de los dioses, acercándonos a su historia a través de un viaje en el tiempo que incluye una experiencia multisensorial.
Para nosotros ésta aventura no es nueva, porque además de ser fans irremediables del chocolate y conocer sus múltiples variedades, nuestros afanes chocolateros nos han llevado también a visitar sus símiles por el mundo, uno de ellos en Colonia, Alemania y el otro en Barcelona. Pero estar en éste de México, nos hace sentir una cosquillita especial, sabiendo que éste fruto proviene nada más y nada menos que de las Américas. Es bien sabido que en Europa, en países como Bélgica o Suiza, han sabido trabajarlo con cariño de antaño, posicionándose como grandes maestros chocolateros, pero para entender el gran valor que ha representado para el mundo desde tiempos inmemoriales y aún hoy en la actualidad, es imperioso rascar desde sus orígenes.
La utilización del chocolate se remonta a las culturas mesoamericanas, quienes comenzaron a domesticar el árbol del cacao (theobroma cacao). Siendo lo Olmecas, una de las culturas más antiguas de Mesoamérica, quienes iniciaron ésta usanza. Su consumo fue principalmente en bebida, simplemente diluido en agua y quizás una de las maneras más sanas de consumirlo porque el cacao es un superalimento, el polvo fino que se obtiene de la molienda es más bien amargo, de un potente sabor y que contiene propiedades antiinflamatorias y antioxidantes, además de vitaminas y minerales que aportan muchos beneficios al cuerpo.
Bien conocían su gran riqueza las culturas precolombinas quienes incluso lo utilizaron como moneda. Cuando la conquista de América tuvo lugar, los europeos también fueron conscientes de su potente valor y comenzaron a comercializarlo, pero para que tuviera una mayor aceptación, decidieron añadirle azúcar y canela, para así disminuir su amargor.
De ésta manera comenzó a extenderse su fama entre la sociedad europea, así como Asia y su posterior cultivo a África, ya que éste precioso árbol requiere de un clima más bien tropical para su óptimo crecimiento.
Las diferentes salas del museo nos trasladan en una cápsula que desafía el tiempo y podemos ver desde utensilios utilizados para la molienda, hasta las pequeñas vajillas de cerámica con decorado exquisito que se usaba para beberlo.
No fue hasta el siglo XIX que comenzó a tener lugar la extracción de la manteca de cacao por medio de una prensa hidráulica y a finales de ese mismo siglo comienzan las primeras elaboraciones a partir de chocolate en estado sólido. Consintiendo los paladares de chicos, el chocolate se convirtió en un producto de consumo mundial que se posiciona como un imprescindible en los hogares.
Ya lo vemos mientras recorremos las vitrinas que muestra la evolución de sus envoltorios y etiquetados. Vemos marcas que se convirtieron en referencia y que transformaron el concepto como tal de la palabra, para dejar paso a la de su “brand”, como la marca mexicana “Chocomilk” que fue y sigue siendo consumida por la niñez del país y entre esas muchas más que recuerdan años nostálgicos.
Los espacios del MUCHO nos permiten echar a volar la imaginación y los sentidos… Estar en contacto con el cacao en su variantes, tocarlo, olerlo, explorarlo… Dejar que el sentido olfativo se nos inunde de aromas que ponen a salivar a las papilas gustativas y la memoria olfativa nos teletransporta a momentos bien reservados en nuestro baúl de reminiscencias.
Hasta antes de su comercialización por el mundo, el cacao sólo podía encontrarse en el continente americano y ahora su cultivo se extiende también a África de donde proviene gran parte de su producción, pero también existen plantíos en Asia y Oceanía. Una sala del museo nos muestra un mapa de la producción anual del cacao, la importancia de éste espacio, además de situarnos en el contexto geográfico, nos ayuda a concienciar en la importancia del cambio climático y sus consecuencias a todos niveles.
Una visita que no sólo se antoja rica en metafórico regusto, sino en saber. Nuestra última parada, esto ya de manera exclusiva y personal, es la cortesía de saludar a los maestros chocolateros del MUCHO. Esos encargados de hacernos reír con maravillas dulces expuestas en las estanterías de la tienda de Chocolate del Museo.
Es abrir la puerta y que el chocolate inunde cada recoveco sensorial; como un ejército calórico, se enfilan cientos de pequeñas tortugas de chocolate de leche, obscuro y blanco, que parecen marchar valerosas entregadas a su destino, ser engullidas con dicha y placer… Al fondo nos espera nuestro maestro chocolatero con un «metate», que es un utensilio vetusto que se utiliza desde tiempos remotos para la molienda, hecho a partir de roca volcánica y que en México es utilizado comúnmente para moler semillas, chiles, especias… Lo vemos hacer hipnotizados por la maestría de sus movimientos al moler el cacao, su aroma se desprende fuerte y es inevitable que la boca se inunde de apetito. El resultado visible es una pasta obscura, nos la da a probar y es amarga, ¡pero divina! El sabor intenso del cacao, así, sin poses ni pretensiones, natural, auténtico y sanísimo. Añade un poco de azúcar y canela a la molienda y el amargor cede, se suaviza, cambia y está igualmente delicioso… Nos animamos a intentarlo… Desde fuera parece que es fácil, pero una vez puestos a la tarea, ya vemos que el movimiento mecánico y veloz que el sostenía nos es imposible… Sin embargo, inferimos que es un ejercicio estupendo para la musculatura de los brazos (risas). Nos regala ésta pequeña muestra en vasitos y parecemos niños con juguete nuevo.
Dejamos la trastienda y nos adentramos en las maravillas que salen de ésta cocina en formas peculiares y apetecibles. Vemos chocolates con forma de chile y ya tememos pedir alguno, porque en México casi todo es pungente, así que preguntamos cautos los ingredientes y nos revelan que tiene una composición de chocolate blanco y chipotle, la verdad es que suena interesante la mezcla y nos animamos a pedir un par, ¡sublimes! Los hay también rellenos de tequila y otros licores y destilados que vale la pena probar. Añadimos uno de cada a la cesta y accedemos al apartado contiguo donde las especialidades son las bebidas hechas a base de chocolate. Mi compañero se pide una tradicional al más puro estilo precolombino (chocolate y agua) y yo me aventuro con una horchata de chocolate (la horchata es una bebida hecha con arroz, muy típica de México).
“Enchocolatados” y felices nos despedimos de nuestros nuevos amigos del MUCHO, agradeciendo particularmente a Karla Ezcurdia, quien nos ha regalado un pedacito dulce del México más auténtico. Sin duda una de las vistas más dulzonas y deliciosas que hemos hecho en éste bello país lleno de contrastes, aromas y sabores.
Viajeros Giroscópicos intentando moler chocolate en el metate… ¡La rima es mera coincidencia!
Mapa de la ubicación del Museo del Chocolate en Ciudad de México