En el laberinto milenario del Parque Nacional de Garajonay, La Gomera

El Parque Nacional de Garajonay nos enseñó la fuerza del bosque de Laurisilva, el Monte Verde, feliz

Es invierno en La Gomera, aunque no es del todo cierto pues acabamos de llegar del Valle de Gran Rey y allí parecía verano. Y al subir hacia el Parque Nacional de Garajonay, de pronto, esa bruma húmeda nos recuerda en qué estación estamos. Aunque quizás no haya estaciones en Garajonay ni en toda la isla de La Gomera, por lo que la confusión se instala en peninsulares como nosotros acostumbrados a las estaciones bien marcadas.

Subiendo hacia el Centro de Visitantes del Parque Nacional de Garajonay casi no podemos ver el paisaje, apenas el verde de árboles que anuncian bosques espesos llenos de vida. La niebla es tan espesa en Garajonay que nos da la impresión de que permanece ahí todo el año. Tenemos la sensación de que nos adentramos en un mundo diferente, ajeno a lo que está ocurriendo en el resto de la isla. Mientras abajo la vida transcurre normalmente, con ese intenso cielo azul y esas temperaturas cálidas, como si fuese verano eternamente, arriba, en la meseta donde se encuentra el Parque de Garajonay (de 650-1487 metros de altitud), las cosas son distintas.

El frío húmedo cala los huesos, el baño en la playa de Playa Santiago y los paseos agradables con el sol dorando nuestra piel son un recuerdo lejano, aunque acabe de ocurrir. Ahora hay que cubrirse y abrigarse bien. Sentimos como las pequeñas gotas de la bruma nos van mojando la cara cuando salimos al exterior en el Centro de Visitantes. Hasta el tiempo parece otro, en media hora el cambio es radical. Nos preguntamos si realmente estamos en la misma isla o si estamos a las puertas de otro mundo.

Bien abrigados en el Parque Nacional de Garajonay

En el Juego de Bolas, Centro de Visitantes del Parque Nacional de Garajonay

Llegamos antes de la cita prevista al Centro de Visitantes Juego de Bolas del Parque Nacional de Garajonay. Somos los primeros en este silencio profundo que casi puede escucharse en la oscuridad del parque, está tan solitario que hasta estremece. Un amable trabajador del centro nos recibe y nos confirma que estamos apuntados para la ruta guiada por el Parque de Garajonay. Todavía tenemos tiempo y nos ponemos a charlar, nos cuenta un pedazo de su vida. Cómo un francés como él terminó viviendo en La Gomera, según él la isla tiene una fuerza que le impide irse. Es demasiado bella, y trabajar en el Parque para él es como un regalo. Nos dice que lo comprenderemos cuando nos adentremos en sus bosques milenarios. Supongo que ya está atrapado aquí para siempre. Y viendo lo que vimos estos días en nuestra visita por la isla de La Gomera, comenzamos a comprenderlo.

Escuchándolo, ya intuimos la riqueza del ecosistema del Parque de Garajonay de la que sigue hablando nuestro guía que llega junto a otros visitantes que conformarán el grupo de visita al parque. Nos concentramos a su alrededor mientras miramos a través de los grandes ventanales que hacen las veces de pared la vegetación exuberante que se muestra desde el exterior, verde, fuerte, hermosa. Ya habíamos visto a la entrada del parque cartelitos que identifican la flora autóctona. Escuchamos atentos la introducción sobre geología, geografía, clima, fauna, flora y usos humanos del territorio de la mano de nuestro guía. Ante nuestras miradas de sorpresa nos habla del Monte Verde, de un monte feliz

La magia de la lluvia horizontal. El Monte feliz

La lluvia horizontal se condensa en cientos de pequeñas gotas

Las palabras de nuestro guía nos revelan el misterio de las nieblas densas instaladas en las alturas de La Gomera. Estaban el día que llegamos, cuando atravesamos la isla para llegar a nuestro alojamiento en un magnífico hotel rural de Agulo, para lo cual tuvimos que pasar por el Parque de Garajonay, y ahí están otra vez esas nieblas densas, nosotros que buscábamos vistas panorámicas de La Gomera. Bajando hacia Hermigua se fueron disipando. Y varios días después, las mismas nieblas estaban de nuevo ahí, cuando subimos de Valle de Gran Rey, en el sur de la isla.

No lo recordábamos, y eso que nos lo habían comentado en otra de las islas Canarias cuando visitamos el año pasado las bodegas de Tenerife. Son los vientos Alisios los que producen estas nieblas que traen esa agua tan importante para las viñas, y también para que Garajonay sea lo que hoy es. Ahora lo recuerdo, aquella boira que apareció en la cima de Los Realejos en Tenerife, cuando subimos al mirador y vimos cómo fue subiendo y cubriendo el cielo azul, ocultando el sol. En un abrir y cerrar de ojos estábamos bajo la niebla y no veíamos nada, tal era su densidad.

En nuestro viaje de prensa a La Gomera, una de las más bellas islas Canarias descubrimos que parte de la riqueza y de la belleza del Parque Nacional de Garajonay radica esa niebla que lo convierte en un espacio fantasmagórico al que estamos deseando entrar. Ahora sabemos que este mismo fenómeno se da también en la isla de la Palma, en El Hierro, en Gran Canaria, en La Gomera.

El mar de nubes que pretende cubrir el Teide es obra de los vientos Alisios. Magnífico telón de fondo que resalta la belleza de San Sebastian de la Gomera

Los vientos Alisios son vientos mágicos que soplan sobre las islas, sobre todo en verano. Como su parte inferior es fresca y húmeda porque recorre el mar, a medida que asciende por la orografía de las islas, se condensan y dan lugar a una acumulación de nubes que vuelan en la capa superior del Alisio que es más cálida y seca.

Ese mar de nubes que vemos en las cumbres de las islas (entre los 950 y los 1500 metros), en el Teide, en Garajonay,… son obra de los Alisios. Millones de pequeñas gotas caen cuando esas nubes chocan con el relieve de las Canarias y con las hojas de los árboles. Lo que es igual a cientos de litros de agua que nutren el ecosistema del Parque de Garajonay, dando lugar a una vegetación fecunda, abundante, esa vegetación exuberante subtropical más conocida como Monte Verde. El Parque se comporta como una esponja, absorbe un gran volumen de agua de excelente calidad (parece que 200 litros por m2 al año), que se filtra en esta tierra permeable de La Gomera aumentando el caudal subterráneo y pasando a formar parte de los ríos que discurren hasta la costa. Son bosques productores de agua.

Los habitantes de la isla tienen agua, el Parque Nacional de Garajonay también, gracias a la magia de los vientos Alisios. De ahí que el Monte Verde sea un monte feliz.

En el laberinto milenario de Laurisilva del Parque Nacional de Garajonay

En el laberinto milenario del Parque Nacional de Garajonay

Nos movemos en coche hasta el inicio de la ruta nº12, que discurre entre el Sendero Raso de la bruma hasta Risquillos del Corgo. Hay 18 rutas en el Parque Nacional de Garajonay, lo que nos da una idea de su tamaño (3946 hectáreas).

Nos metemos por un túnel de árboles enredados, entrada al laberinto milenario de Garajonay. De pronto la luz disminuye, tal es la densidad del bosque. Realmente parece que estamos entrando a otro mundo. Emocionados, imaginamos que ésta es la imagen de lo que debía ser el sur de Europa y el norte de África en la Era Terciaria, hace millones de años. Laurisilva, ese bosque subtropical que desapareció por las glaciaciones de principios del Cuaternario, excepto en Macaronesia (las islas Canarias, el arquipiélago de Madeira y Porto Santo, el archipiélago de las Azores y Cabo Verde) donde los cambios climáticos no les afectaron tanto.

Comenzamos nuestra ruta atravesando árboles retorcidos que buscan luz, una capa vegetal mullida, densa, se ve que la lluvia horizontal conserva estos bosques en un estado óptimo de conservación aportándoles el agua necesaria. Sin ella, los bosques de Laurisilva de Garajonay no serían lo que son.

Además es uno de los hábitats con más diversidad de plantas por kilómetro cuadrado. Esto habrá hecho que el Parque Nacional de Garajonay haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986.

Ven al Parque de Garajonay para que los árboles te abracen y te cuenten viejas historias, algunas tristes (el reciente incendio que arrasó una buena parte), otras mágicas…

Con nuestras capas y capuchas avanzamos por este laberinto milenario de vegetación sorprendente por la forma y el porte de algunos de sus árboles. Miramos hacia el cielo y se alzan curvos, longevos, estirando sus ramas lejos. Esta reliquia de la Era Terciaria parece una selva tropical por su exuberancia. Nuestro guía enumera las numerosas especies endémicas y raras: esos árboles de gran tamaño son laureles, tilos, viñátigos, aceviños,…

En poco tiempo vemos una amplia gama de verdes que nos alegran la vista, el verde brillante de algunos arbustos contrasta con el verde oscuro de los árboles viejos. Y después están los musgos, los líquenes que tapizan los troncos de los árboles, el suelo. Nos acercamos para contemplarlos de cerca, son de una belleza indescriptible, son suaves húmedos. Los imaginamos en el silencio del bosque milenario, cuando ya no hay visitantes. Esas pequeñas gotas que caen de muchos de ellos, es el agua de la lluvia horizontal que cae en esa tierra oscura, rica en humus, cubierta de una densa capa de hojarasca.

Los árboles más viejos se retuercen hermosos tapizados de musgo verde

En nuestra ruta por el Parque Nacional de Garajonay apreciamos la riqueza de este complejo y rico ecosistema apenas tocado por la mano del hombre, donde habitan unas 1000 especies de animales, sobre todo invertebrados, y de los vertebrados, unas 28 especies de aves, algunas de las cuales escuchamos durante nuestra marcha por el bosque. Todos ellos contribuyen a mantener el ecosistema, descomponiendo la materia vegetal, dispersando semillas de la Laurisilva por la isla,…

Su buen funcionamiento se vio interrumpido por el incendio del año 2012, cuando el hombre se atrevió a quemar esta belleza. No quiero imaginar estos árboles centenarios ardiendo, este verde y estos seres convertidos en ceniza.

Por suerte, ha pasado el tiempo y el bosque continúa con sus diferentes estrategias de propagación y supervivencia.

Llegamos a una zona donde se encuentran los árboles más viejos de la ruta. Somos pequeños al lado de ellos, de su inmensidad, del tiempo que llevan en este mundo. Seguro que ellos podrían contarnos viejas historias de la isla, de los caminantes que vieron pasar. Se retuercen hermosos, cubiertos de ese musgo verde, y con su presencia fantasmagórica, la niebla visible entre sus brazos, haciéndonos sentir en un mundo hechizado, sin ruido, sin tiempo.

Caminamos callados envueltos por este bosque abrazador. De pronto una nota de color en el verde nos llama la atención, unas florecillas violetas a las que hay que acercarse para contemplarlas bien. En Garajonay la belleza se intensifica. Si viese estas flores en otro lugar, parecerían unas florecillas comunes, sin singularidad alguna. Aquí son bellísimas, con esos tonos violetas y amarillos, mostrándose orgullosas en la inmensidad de este bosque.

De pronto una nota de color en medio del verde

Miradores en el Parque de Garajonay

Llegamos a uno de los miradores de los muchos que hay en el Parque de Garajonay que deberían ofrecer panorámicas de la isla cuando la niebla lo permite. Pero la niebla no lo permite casi nunca, y hoy es el caso. Apenas vemos alguno de los roques o pitones, esas formaciones geológicas tan características de La Gomera, resultado de la acción de la erosión sobre las chimeneas volcánicas. Se pueden ver estos roques por las rutas de Garajonay, que dan la bienvenida al parque por la carretera GM2. Un conjunto monumental que está formado por los Roques de Carmona, La Zarcita, Ojila y Roque de Agando.

Pero apenas los vemos desde el mirador. Pero sí contemplamos pasmados el espectáculo de ver descender las nubes desde las cumbres de Garajonay como si fueran cascadas, envolviendo el entorno en este ambiente espectral.

Comiendo flores que saben a lluvia horizontal

Ya terminando nuestra ruta, pasamos junto a unos arbustos con flores amarillas que al parecer son comestibles, por lo que todos los miembros del grupo se dedican a probarlas, aunque solo sea por ver a qué sabe el Garajonay salpicado constantemente por esa lluvia pura.

Puerta de salida al laberinto milenario

Como por arte de magia estamos de nuevo fuera de este laberinto milenario. Emocionados, rompemos el silencio, nos miramos entre nosotros, nos intercambiamos direcciones y comenzamos a hablar con ganas de comentar todo lo que acabamos de vivir. Sentimos como si algo nos uniera, viajeros, escritores, botanistas,…hemos compartido un espacio natural único, un vestigio de un pasado muy lejano que todavía existe y hemos tenido el privilegio de tocar. Todavía sentimos esa presencia intensa de los árboles envolventes, de esa capa densa de la niebla mojando nuestros rostros.

Árboles centenarios

Agradecimientos

Agradecemos a María Isabel Méndez, Pilar Padilla y a todo el equipo del Departamento de Turismo del Cabildo Insular de La Gomera la posibilidad que nos han brindado de descubrir la fascinante isla de La Gomera en este Viaje de Prensa.

Gracias al personal del Parque Nacional de Garajonay, que cuidan por nosotros ese patrimonio natural que pertenece a la Humanidad.

Informaciones  básicas sobre a visita al Parque Nacional de Garajonay

Centro de visitantes Juego de Bolas: Abierto de 9:30-16:30 todos los días, también festivos. Punto de Información de La Laguna Grande, pequeña instalación en La Laguna Grande.

Visitar el Parque Nacional de Garajonay

La visita al Parque Nacional de Garajonay es gratuita, pero hay que apuntarse con antelación en la página web de Ministerio.

Sendero Raso de la bruma. Risquillos del Corgo, nº12

1,2 km, 40 minutos, desnivel 70 m, dificultad media, recorrido lineal. Inicio: Raso de la Bruma, final: Risquillos de Corgo.

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