El misterio de los tejados de la Dordoña-Périgord, Francia

En nuestros viajes giroscópicos, con apenas un mapa de papel en la mano, siempre buscamos perdernos por los paisajes de los lugares. Buscamos las carreteras más pequeñas, los caminos apenas transitados, lejos del mundanal ruido, reduciendo la velocidad, en una búsqueda de los sonidos de la naturaleza, esos grillos que se meten en nuestro vehículo y ensordecen los instantes. La primavera de la Dordoña-Périgord nos embarca en un universo natural de sonidos adormecedores y luz intensa de atardecer eterno. También buscamos huellas humanas de la belleza de la que es capaz el hombre. Y en el encanto rural de los paisajes del Valle de la Vézère nos topamos con esos extraños tejados que nunca habíamos visto en ningún lugar y que nos envuelven en sus mágicas formas. Grandes casas de campo que se encuentran sorprendidas con cubiertas que no son las típicas a dos aguas con teja de arcilla.

Los tejados de la Dordoña-Périgord son enigmáticos

Los tejados de las casas de la Dordoña son enigmáticos, esconden un secreto que no logramos descifrar hasta el final de nuestro viaje. Son casi verticales, la pendiente que poseen es tal que nos preguntamos cómo hacen para no desplomarse. La piedra de la que están hechos tiene un nombre que suena elegante, y la zeta entre las dos vocales es como un susurro que se alarga suavemente: lauze” (teja de piedra). Me gusta pronunciarla mientras miro los tejados misteriosos.

De camino al atardecer de nuestro primer día de visita a la Dordoña-Périgord veo un conjunto de casas grandes, todas ellas con esos bonitos tejados de “lauze”, esbeltos, orgullosos, mirándonos desde las alturas. Son tan desconcertantes, que asomo la cabeza por la ventana y me quedo pasmada observándolos. Es un intercambio de miradas, aunque desde diferentes puntos de vista: ellos nos miran y nosotros los miramos. Quizás por esta provincia del sur de Francia nadie los mire de esta forma, con tanta extrañeza y turbación. Claro, la gente de aquí está acostumbrada a ellos.

Tejados de «lauze» en Sarlat

Yo no, son tan diferentes a aquellos que conozco, y pudimos ver tantos a lo largo de nuestro viaje por la Dordoña-Périgord, pero en ningún momento me cansé de sus estilizadas figuras en la belleza del paisaje de este rincón de Nueva Aquitania. No puedo creer que se mantengan sin derrumbarse como piezas de dominó. Es un hecho tan extraordinario, tan misterioso…Pero no oso preguntarle a nadie por el misterio de los tejados de la Dordoña-Périgord. Cuando paso a su lado, me quedo muda, boquiabierta, sólo los contemplo cautivada. Quisiera subirme a lo alto para tocar esa piedra rugosa que no tiene nada que ver con la suavidad con que se pronuncia su nombre: “lauze, lauze, lauzzzzzze,…” alargo mucho la zeta, sin pronunciar la e final, lo digo en voz baja, como si quisiera conjurarlos para que me contasen su secreto. Pero sólo me oigo a mí misma.

En la ciudad de Sarlat también hay tejados enigmáticos

En la ciudad de Arte y de Historia de Sarlat nos subimos a un ascensor panorámico y desde ahí sí que vemos tejados de “lauze”, tantos y tan perfectos… Con la luz del sol posada sobre sus colores calcáreos oxidados por el sol, se definen por un colorido particular. Unos son rojizos, otros negros, creo que algunos no son de piedra calcárea, pero tienen la misma forma estilizada. El panorama es espléndido, los tejados parece que tienen vida propia, cada “lauze” está encajada perfectamente en su compañera y así hasta casi el infinito, y se abrazan tan bien que forman líneas perfectas, sin huecos entre ellas. También hay torres, y sus tejados son todavía más esbeltos si cabe.

Los tejados de la villa de Sarlat, desde el ascensor panorámico

El conjunto es maravilloso, y la combinación de la “lauze” con la piedra ocre de los muros es muy interesante: da lugar a construcciones bellísimas. Los habitantes de Sarlat seguro que están felices por habitar esas viviendas históricas de tejados tan hermosos como enigmáticos.

Y en el pueblo de La Roque Gageac, y en el Château de Castelnaud

La belleza de la Dordoña. El pueblo de La Roque Gageac que mira al río Dordoña con sus tejados de lauze

En La Roque Gageac los tejados son de color más rojizo. Al parecer también son de “lauze”, pero quizás es otra piedra no caliza, de ahí el color. Pero juro que verlos así es precioso: ahí todos juntos, las casas pegadas, como sabiendo que no puede ser de otro modo, puesto que se emplazan entre un alto acantilado y el río Dordoña. Entonces no tienen más remedio que juntarse y mirar hacia el valle, y por detrás, a las alturas de la sima. Ahora entiendo que hayan declarado a La Roque Gageac, “uno de los pueblos más bellos de Francia”.

Y enfrente también, hay un castillo increíble en lo alto de una colina. Es que el Valle de la Dordoña está lleno de castillos: la llaman la región de los 1001 castillos, ¡qué bonito!. Pues decía que el castillo que está en lo alto se encuentra en el pueblo de Castelnaud-la-Chapelle, que también tiene casas con tejados de “lauze”. Mientras subimos por sus callejuelas hacia el Château de Castelnaud, miro hacia arriba y repito como un mantra la palabra mágica “lauze” alargándome de nuevo. De momento no consigo desvelar el misterio con mi sortilegio.

Los tejados de Castelnaud-la-Chapelle desde el castillo

Así que sigo subiendo y veo las torres del Château de Castelnaud. Son aún más bellas y perfectas, las piedras están muy juntas y son todas iguales, o lo parecen. Subimos a lo alto de una de ellas, las vistas panorámicas del Valle de la Dordoña son sublimes. Desde ahí se ve tan bonitos los tejados de “lauze” del pueblo de Castelnaud-la-Chapelle. Les ocurre lo contrario que en La Roque Gageac, las casas están separadas y no se miran, como si estuvieran enfadadas las unas con las otras. Pero ese desorden es también bello, aunque ellas no lo saben. Yo sí que las miro desde un lugar privilegiado.

Sorpresa. El misterio desvelado

Recorremos toda la torre alrededor y el interior del tejado está desnudo, lo vemos desde tan cerca; en realidad podemos tocarlo. Absorta oigo la conversación de la guía como lejana, sólo miro el tejado de “lauze” por dentro. Es tan alucinante lo que estoy viendo, tan inaudito: el exterior no se corresponde para nada con el interior. Por dentro las piedras son gigantes, cuando por fuera sólo asoma un pedacito, y la superficie parece casi lisa, de tan bien colocadas que están.

Tejados de «lauze» en los Jardines colgantes de Marqueyssac. Al fondo el Castillo de Castelnaud

En la visita a los espléndidos Jardines de Marqueyssac, en donde se encuentra el Château de Marqueyssac, cuyo tejado fue recientemente restaurado, nos desvelarán el misterio de los tejados de la Dordoña. En realidad, lo que vemos por fuera es muy diferente a lo que se ve por dentro, tal y como vimos en el Château de Castelnaud. En el exterior vemos piedras perfectamente colocadas que conforman un tejado, pero en el interior estas piedras son en realidad losas muy pesadas que se deben colocar unas encima de otras con una precisión de profesional, siguiendo una línea en pendiente para evitar que el peso de las losas derrumbe la edificación. ¡He ahí el misterio de los tejados de la Dordogne!.

El secreto esta en la lauze”…y en el lauzier

Nos quedamos sin palabras. Nuestra guía nos explica tan bien todo, que comprendemos en seguida. La “lauze” es una piedra dura y muy pesada, tanto que su masa llega a los 200 o 250 kg, y para ponerlas se necesita un armazón sólido que soporte hasta 500 kg/m2.

Y hasta se tuvo que inventar el oficio de “lauzier” (artesano de la “lauze”) (automáticamente empiezo a pronunciarlo en mi mente alargando de nuevo la zeta, mientras la guía explica), gran conocedor de la “lauze”, cuyo trabajo se basa en la paciencia, ya que tiene que tallar las piedras en bloques de unos 40 kilos utilizando un método preciso. Y en un día sólo puede colocar en torno a 1 m2.

Lo cierto es que el “lauzier” es una figura que va cobrando un valor increíble a nuestros ojos. Y más cuando la guía nos explica que la reciente restauración del tejado del Château de Marqueyssac fue realizado en cinco largos años por uno de los últimos “lauziers” que quedan en la zona. En total 500 toneladas de tejado, ¡¿no es increíble?!

Tejado restaurado del Château de Marqueyssac

Nos cuenta pesarosa que es un oficio que se fue perdiendo, y a pesar de que ha sido reconocido en el inventario del Patrimonio Cultural e Inmaterial de Francia, no hay escuelas de aprendizaje para evitar que se pierda este saber.

El enigma de los tejados de la Dordoña está pues en el “lauzier” y en la “lauze, que además es un material sólido, resistente a las intemperies, que ofrece un buen aislamiento térmico. El material es tan duro que hasta hay refranes donde se habla de su durabilidad: “Qui pose lauze, pour cent ans la pose” (“Quien coloca losa, por cien años la coloca”). Su dureza me hace admirar todavía más estos tejados de la Dordoña.

Reconozco que me enamoré de ellos dese el primer momento, aún sin conocer su secreto. Y es que las formas y los colores de la “lauze” únicos, plateados, azulados, verdosos o marrones, crean un estilo de una gran belleza, un estilo propio de la Dordoña, aunque parece que existe la “lauzeen otros lugares del sur de Francia, como en los Cévennes, en los valles del Aveyron y de la Lozère, en Savoya, en el Bugey y el Vercors, en el Vaucluse, en la Bourgone, en Haute Loire y Ardèche, también en Córcega.

La belleza de los tejados de «lauze» de Sarlat, villa de Arte y de Historia

Es hora de irnos, hemos desvelado el misterio de los tejados de la Dordoña-Périgord. Recortados a contraluz en el crepúsculo, los reconozco en seguida, esas forma verticales, ligeramente inclinados hacia arriba al final del alero. Me despido de la Dordoña-Périgord contemplándolos y repitiendo la palabra “lauze” en un susurro, alargando la zeta mucho.

Artículo escrito por María Calvo Santos.

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