Nuestro viaje a Dordoña-Périgord nos está sumergiendo en el interior de una Francia hasta entonces desconocida para nosotros. La provincia tiene tanto que ofrecer, que casi no nos llegan las horas del día para hacer todo lo que quisiéramos. Sin embargo, intentamos pararnos y disfrutar despacio de los lugares, de los momentos. Sabemos que si intentamos abarcar mucho, iremos con prisa, pasando por encima de todo. Y, para nosotros, eso se aleja de la filosofía del viajero.
Las jornadas anteriores fueron mucho más intensas: descubrimos el paisaje del Périgord Noir, cubierto de bosques de encinas, el Valle Vézère, conocido como “Valle del Hombre” por la concentración de sitios prehistóricos que data de 400 mil años. Allí visitamos “Lascaux 4”, donde nos sorprendimos con la copia idéntica de la famosa cueva, obra maestra del arte parietal.
Además de la riqueza del pasado prehistórico, la Dordoña-Périgord posee una riqueza patrimonial y arquitectónica de otras épocas: visitamos una de las villas de Arte y de Historia, Sarlat; La Roque Gageac, uno de los pueblos más bellos de Francia, construido entre un acantilado y el río Dordoña; y subimos a Château de Castelnaud, uno de esos mil y un castillos que posee el departamento. Además, en el grandioso Valle de la Dordoña, nos maravillamos con los Jardines de Marqueyssac, y vivimos emociones extraordinarias en la via ferrata de los jardines, suspendidos en un acantilado de 200 metros que mira a la Dordoña.
Por eso, la tercera jornada del viaje giroscópico a la Dordoña-Périgord va a ser algo diferente a las anteriores. De camino al País de Bergerac, nos perderemos en el paisaje del Périgord Noir, atravesando al Périgord Purpre. Nuestra primera parada será Limeuil, declarado “plus beaux villages de France”, situado en un promontorio rocoso. Paseamos por sus callejuelas desiertas a primeras horas de la mañana. No está tan lleno de gente y turistas como Sarlat o La Roque Gageac, sólo en los jardines panorámicos que miran al río Dordoña, que dejaremos para otra ocasión puesto que queremos hacer una pequeña ruta hasta el meandro del río Dordoña, en Trémolat.
Ruta en Trémolat para ver la panorámica del meandro del río Dordoña
Paramos en el pueblo de Trémolat para iniciar una ruta siguiendo el río Dordoña. Acostumbrados como estamos a hacer rutas de senderismo, necesitamos hacer esta parada para disfrutar sin prisa de la naturaleza. Seguiremos el río Dordoña desde las alturas de la carretera durante al menos una hora, nuestro objetivo es llegar al punto panorámico desde donde se ve el meandro.
En el camino veremos esos secadores de tabaco, en este caso de madera donde se secaba el tabaco en el siglo XX, y que encontraremos a lo largo de nuestro periplo por la Dordoña, ya que este departamento y una buena parte del suroeste de Francia estuvo ligada al cultivo de tabaco desde finales del siglo XIX.
Desde el primer tramo de la ruta al mirador podemos ya disfrutar de unas vistas espléndidas del río Dordoña, dos puentes con arcadas, el azul reflejado en el río que pasa lento, como nuestros pasos. Las encinas verde oscuro cubren el paisaje junto a campos de cereal que ya ha sido recogido y adorna el paisaje envuelto en balas de paja, aldeas perdidas en este entorno perfecto.
Lo cierto es que no es necesario llegar al punto panorámico para ver el meandro del Dordoña, ya que hay puntos de vista desde donde se ve mejor, justo un poco antes. La belleza del meandro, el giro que hace entre campos es impresionante desde las alturas. Volvemos sobre nuestros pasos, disfrutando de nuevo de las mismas vistas panorámicas.
Al llegar a Trémolat disfrutamos de la gastronomía de la Dordoña-Périgord en la plaza del pueblo, donde es difícil escoger, ya que hay varios restaurantes y bistrots. Es en uno de ellos donde disfrutamos de ese postre típico de la zona: el pastel de nueces del Périgord (gâteau aux noix du Périgord), delicioso, tanto como el licor de nuez. Como pueden ver, las nueces son protagonistas en la provincia.
De camino a los viñedos de Bergerac. Un alto en el pueblo de Lalinde.
De camino a los viñedos de Bergerac, paramos en el pueblo de Lalinde, una de las muchas “villes fleuries” (“villa florida”), una etiqueta que poseen muchos pueblos de la Dordoña-Périgord por contribuir al embellecimiento de jardines, edificios y espacios públicos y privados, creando así un entorno bello para habitantes y turistas. Podemos comprobar paseando por sus calles, que ese es el caso del pueblo de Lalinde, con su canal, sus esclusas, acueductos, casas del esclusero. Atravesamos un bonito puente antes de seguir nuestro camino. Hoy a penas tenemos visitas concertadas, por lo que tenemos libertad de hacer paradas donde deseemos, lo cual también nos encanta.
Los viñedos de Bergerac. Visita a la bodega Château Terre Vieille, en Saint-Sauveur-de-Bergerac
Comenzamos a ver las extensiones de viñedos del País de Bergerac, una zona situada muy cerca de denominaciones de origen conocidas como Burdeos o St-Emilion, por lo que el clima y la tierra que beneficia el cultivo de las viñas de Bergerac es el mismo que el de las célebres denominaciones de Origen.
Los viñedos de Bergerac-Duras cuentan con 10 denominaciones de Origen, como Monbazillac, Bergerac, Pécharmant, Rosette, Saussignac, Montravel, Duras,…Podríamos quedarnos días para hacer una ruta por los vinos de Bergerac y parar en muchas de las bodegas. Parece ser que el País de Bergerac posee la etiqueta “Vignobles & Découvertes”, una marca colectiva que tiene como objetivo promocionar el turismo en trono al tema del vino y del viñedo. Una ocasión para descubrir también la riqueza gastronómica, cultural, artesanal y deportiva de la zona.
Nos detenemos en Saint-Sauveur-de-Bergerac, en un viñedo familiar que nos sorprende desde el primer momento por la belleza de la arquitectura de la propia bodega, tan típica de la Dordoña, que en realidad era la casa de los trabajadores y las cuadras de un palacio cercano, del que era propietario el filósofo Maine de Biran. La familia de Château Terre Vieille ha sabido transformar el lugar en una bodega magnífica llena de encanto.
La propietaria, Dolores Morand, nos lleva por los viñedos para conocer el origen e sus vinos, con D.O. Pécharmant, elaborados con pasión: los propietarios recolectan a mano para conservar únicamente las mejores uvas. Dolores nos cuenta la historia de la bodega, y todo el trabajo que llevan a cabo a lo largo del año.
Descubrimos las diferentes partes de la bodega y terminamos en la sala de degustación, donde probamos por fin los vinos de Bergerac, que nos sorprenden gratamente. Nos llevamos algunas botellas para disfrutarlas más tarde en casa recordando los sabores de la Dordoña.
El encanto del Castillo de Monbazillac
Al final del día, antes de entrar en la ciudad de Bergerac, paramos en el Château de Monbazillac, que se alza orgulloso con sus 4 torres por encima de un mar de viñas, que en esta época del año ya muestran sus hojas jóvenes de un verde luminoso. Al llegar al Château de Monbazillac, estacionamos en el gran aparcamiento y nos encaminamos a la bodega que a estas horas está cerrada. Nos dirigimos pues entre viñas al castillo de época renacentista.
Símbolo del País de Bergerac, se ha conservado intacto desde finales del siglo XVI, con esa arquitectura que recuerda a la medieval que asoma al final del paseo. Entramos en el recinto y admiramos el castillo, imponente, rodeado de un silencio de atardecer. Sólo algunos visitantes pasean por un parque abierto al público. Nos dan muchas ganas de quedarnos horas en ese lugar, admirando las vistas panorámicas del Valle de la Dordoña y de Bergerac, y las magníficas formas del Château de Monbazillac. Nos paramos un buen rato a contemplarlo, a disfrutar del momento. Recordamos que hoy es una jornada para detenerse y contemplar la belleza, sin pensar en el tiempo.
En el corazón de los viñedos: la ciudad de Bergerac, villa de Arte y de Historia
Al atardecer nos asomamos a la ciudad de Bergerac, que visitaremos mañana. Pero tenemos tiempo para comenzar a conocer esta “Ville d’Art et d’Histoire”. Nos adentramos al casco antiguo por callejuelas, y en seguida nos encontramos con la estatua de Cyrano de Bergerac, el héroe de Edmond Rostand inspirado en Savinien Cyrano, un personaje real nacido en París que nunca pasó por Bergerac a pesar de haberse convertido en el personaje más célebre. Se enroló con los Mosqueteros y tomó un nombre que sonara más “gascon”: Cyrano de Bergerac. De ahí que se crea que es de la ciudad de Bergerac. Esta debe una parte de su notoriedad a Cyrano, por lo que continuamente se le rinde homenaje a través de eventos diferentes.
Admiramos el casco antiguo y nos colamos por callejuelas llenas de bistrots y bares a los que les falta mucho para llegar al ambiente festivo que hay en la vecina España, pero donde pueden degustarse productos de la gastronomía local, aunque cierren temprano. Siempre esa eterna diferencia entre los horarios franceses y los españoles – mucho más amplios y flexibles – .
Desembocamos en la zona del puerto, donde se puede embarcar en una gabarra para pasear por las aguas del río Dordoña. Una pena que la explanada que mira al río esté cubierta casi en su totalidad por un aparcamiento, ya que la zona tiene un magnífico potencial.
Miramos el espléndido atardecer desde un mirador que hay al lado del parking y a continuación encontramos un restaurante perfecto, mirando al Dordoña, en cuya terraza nos sentamos para cenar y disfrutar de la noche. Mañana nos espera un largo día.
Animación en Bergerac: el mercado, gastronomía de la Dordoña, paseando por el casco antiguo, la Casa de los Vinos,…
La mañana está soleada en la ciudad de Bergerac, y muy animada. Es que es sábado, día de mercado, que recorremos con Marie-Cécile Grasseau, de la Oficina de Turismo de Bergerac. Nos adentramos en el casco viejo para visitar los puestos del mercado tradicional que hay en torno a la Iglesia Nôtre Dame: fresas de la Dordoña – uno de los mayores productores de Francia -, nueces del Périgord, entre otros productos del campo. Y, por supuesto, el tradicional foie gras y otras elaboraciones a partir de carne de oca o pato. En uno de los puestos nos regalan el típico queso de la zona: el Cabécou del Périgord, unos pequeños quesos de cabra que más tarde degustaremos con un buen vino Bergerac.
Después pasamos por el Mercado cubierto, un bonito edificio de hierro del mismo estilo que el pabellón Baltard de París. Allí también hay muchos puestos con diferentes productos típicos de la región. Marie-Cécile nos da a probar unos dulces típicos: las Merveilles du Périgord, deliciosos. Vamos comiéndolos mientras visitamos los diferentes monumentos y sitios del patrimonio de Bergerac.
Al igual que Sarlat, Bergerac es una Villa de Arte y de Historia, con sus encantadoras callejuelas y plazas, sus edificios con entramados, ventanas ojivales,…Y la presencia de Cyrano también en la plaza Pélissière. Parece que en cuanto hay un descuido, le roban la nariz…por eso decidieron construir otra estatua, esta vez de bronce.
Terminamos nuestra visita a Bergerac en la Casa de los Vinos (la Maison des Vins de Bergerac), un sorprendente edificio del siglo XVII construido en trono a un claustro de madera y ladrillo (el Cloître des Récollets). Nuestra guía nos lleva al elegante patio interior, un lugar magnífico con un gran potencial para hacer todo tipo de eventos culturales o simplemente para hacer una degustación de vinos. Para volver a la entrada donde está la Vinoteca, pasamos por una bodega, donde hay una exposición permanente sobre el vino.
Una enóloga nos invita a degustar los vinos de Bergerac que acompañamos del queso Cabécou, una auténtica delicia. Y qué decir de los vinos, ¡nos encantan! Sobre todo los blancos. No creo que tengan nada que envidiarles a los Burdeos o St-Emilion. Una pena que está denominación de origen no esté tan considerada y se vea agobiada por estas dos grandes, ya que los vinos de Bergerac son de una gran calidad. Una buena despedida de la ciudad de Bergerac, nos quedan todavía algunas visitas entre el Périgord Purpre y el Périgord Noir antes de regresar.
Visita a las Bastides de la Dordoña (y el Lot-Garone): Eymet, Villeréal, Monpazier
Las bastides eran las “ciudades nuevas” de la Edad Media fundadas por los reyes de Francia y de Inglaterra durante el período 1150-1350 en el Suroeste de Francia, con el objetivo de reagrupar a las poblaciones del campo por razones económicas, defensivas o políticas. Sus características principales eran el plano en damero, con las calles articuladas en torno a una plaza central.
A lo largo de nuestro viaje a la Dordoña-Périgord vamos a visitar algunas bastides interesantes desde el punto de vista patrimonial, de gran belleza a nivel estético. Después de salir de Bergerac nos dirigimos a la Bastide de Eymet, de la que todavía subsisten las murallas y un torreón. Es un placer sentarse en la plaza central para admirar los edificios, si no fuera porque los coches aparcan allí. Cuánto más bonita sería si fuese peatonal, algo que hay que cambiar en muchos lugares por los que estamos pasando.
A continuación paramos en Villéreal, una bastide del siglo XIII que pertenece al Lot-et-Garonne, otra provincia. Destaca por su iglesia y su mercado cubierto. Una parada más antes de llegar a otra de las bastides para ver el Château de Biron. Volvemos a las pequeñas carreteras del Périgord, con un paisaje bellísimo hasta que vemos en lo alto de una colina el Château de Biron, declarado “Site Majeur d’Aquitaine”, una pena no tener tiempo para visitarlo, ya que es espléndido.
Final del viaje a la Dordoña-Périgord. Monpazier, la bastide modelo.
Terminamos nuestra ruta por la Dordoña-Périgord en una de las más bellas bastides: Monpazier, declarado “uno de los pueblos más bellos de Francia”, hecho que constatamos al recorrer sus magníficas callejuelas, sus plazas. Es considerada como la bastide modelo por su trazado ortogonal perfecto. Realmente es una auténtica joya de la arquitectura medieval.
Monpazier está llena de ambiente festivo hoy, se preparan conciertos para esa misma tarde-noche: es el Printemps de Minou. Un homenaje a Jean Crhistophe Vergne, conocido como Minou, que regentaba un restaurante-pizzería, pero sobre todo un lugar de encuentro y donde tenían lugar muchos conciertos Tras su muerte accidental, sus amigos decidieron mantener vivo su espíritu en esta jornada festiva: «le Printemps de Minou” que tuvimos la suerte de vivir (al menos en su primera parte). Una buena despedida de la Dordoña-Périgord.
Nos quedan muchos lugares que visitar, paisajes que descubrir,…la Dordoña-Périgord nos han dejado un buen sabor, ya los recuerdos se están formando. Creo que será uno de esos lugares a los que volver.
Tours pour los pueblos de la Dordoña y Tour del Arte Paleolítico en Dordoña
Agradecimientos
Muchas gracias a Dordogne Périgord por ofrecernos este maravilloso viaje a la riqueza infinita de la Dordogne-Périgord! Animamos a otros viajeros a enamorarse, como nosotros, de sus paisajes espectaculares, sus mil y un castillos, sus pueblos y ciudades, Lascaux, su patrimonio, sus vinos, su gastronomía, su gente acogedora…nos quedaron cosas por ver, ¡decimos hasta pronto! Gracias también a Micheline Morissonneau y a Carine Gutierrez por su acogida.
Gracias a Katia Veyret, de la Turismo Sarlat , villa de arte e historia que posee uno de los más bellos conjuntos medievales de Europa. Esperamos poder colaborar en el futuro.
Gracias también a Marie-Cécile Grasseau, de la Oficina de Turismo de Bergerac, por acompañarnos en el paseo por la ciudad y mostrarnos sus secretos: su historia, sus edificios medievales, tesoros encontrados tras excavaciones, Cyrano (que en realidad no era de allí), el mercado de productores, y claro, ¡los vinos de Bergerac, deliciosos!.
Gracias a Gilles y Sylvie, nuestros anfitriones en la espléndida Villa Lascaux – Maison d’hôtes, arquitectura contemporánea y bioclimática en estado puro en el corazón del Valle Vézère. ¡Un placer haberlos conocido y las largas conversaciones! ¡Esperamos colaborar en el futuro!
En el corazón de la Dordogne, tuvimos el placer de alojarnos y compartir mesa con unas simpáticas familias de Normandía y de Burdeos, y de nuestros anfitriones de Les Hauts de Les Hauts de Saint Vincent – luxury B&B in Périgord. ¡Gracias Stéphanie por la cálida acogida, y las delicias de tu cocina! ¡Gracias también a tu hijo y a la perra Canelle, que nos ha conquistado! ¡Esperamos poder colaborar muy pronto!
Gracias igualmente a Dolores Morand Monteuil por guiarnos por la magnífica bodega Château Terre Vieille, el viñedo Pécharmant, y por ofrecernos su mejor vino. Calidad en unas viñas donde aparecen herramientas de piedrade testigos de la presencia humana hace cien mil años.
¡Y a muchos más que conocimos en nuestro periplo y esperamos volver a ver!