En cada atardecer que llega a la hermosa ciudad de Alcalá de Henares la sombra del «caballero de la triste figura» se alarga tanto que parece salirse hacia el oeste. Con un poco de imaginación podemos soñar que llega hasta otro continente allende los mares, a la América que Cervantes ansió pero que nunca vivió, y donde sin embargo su obra sigue muy viva. Cada año, la ciudad de Guanajuato, en México, honra al Padre de Don Quijote, Sancho Panza, Galatea o Rinconete y Cortadillo.
Dicen que nadie es profeta en su tierra, y sin embargo Cervantes tuvo la suerte (porque no siempre la genialidad tiene correspondencia) de ser profeta aquí y allá. Mientras en Alcalá de Henares su casa recuerda su nacimiento en la honorable ciudad universitaria, mil y una ciudades de todo el mundo recuerdan al hidalgo más universal. En Acireale, Sicilia, Don Quijote y Sancho Panza ensalzan a Cervantes, que se inspiró en la mitología griega y la bella Galatea para su obra pastoril del mismo nombre. En el Parque Golden Gate de San Francisco (California) Miguel de Cervantes observa a sus hijos más pródigos de la novela de caballerías. Panamá, Bolivia, Argelia, Francia…son algunos de los incontables homenajes.
Pero, frente a todas ellas, Guanajuato es la que con más pasión, con la alegría de toda una ciudad volcada, representa todos los valores, defectos y miserias universales que representan las obras de Cervantes.
Las ciudades de Alcalá de Henares y Guanajuato quedaron hermanadas con lazos estrechos que traspasan a Cervantes, especialmente cuando Unesco catalogó a la bella ciudad colonial mexicana como la «Ciudad Cervantina de América«.
Nuestro paso por ambas ciudades fue curiosamente inverso al habitual y primero conocimos la propuesta cultural de Guanajuato dedicada a Cervantes, para posteriormente pasear por la Calle Mayor de Alcalá de Henares donde la escultura de Sancho y Quijote nos invita a entrar en la casa donde nació uno de sus hijos pródigos. En esta histórica Calle Mayor -la calle con portales más larga de Europa- posamos nuestros pies, sintiendo el traqueteo del antiguo trazado de la calzada romana Caesar Augusta que cruzaba hacia la vecina ciudad de Complutum.
El sueño de Cervantes y América
Uno de los numerosos sueños de Cervantes que quedó seco, sin tinta de realidad fue su deseo de conocer América, obtando a un puesto administrativo en el Virreinato de las colonias españolas. Desgraciadamente para América (quién sabe que aventuras pudo haber escrito) la petición que hizo a las autoridades del Consejo de Indias fue rechazada.
El Festival Cervantino es especialmente visual, con las tradicionales callejoneadas, a la postre procesiones donde los tunos hacen despliegue de su capacidad de adulación coral. Detrás de ellos, la comparsa de fieles siguen sus pasos y cantinelas por las calles del centro de Guanajuato.
El origen del Festival Cervantino
Cuando a mediados del siglo pasado sonaban en las plazas de Guanajuato algunas de las frases de las obras de Cervantes, nadie podía vislumbrar que la literatura del «Manco de Lepanto» iba a estar tan ligada al porvenir de una ciudad con vocación minera.
En el año 1972 se inaugura de forma oficial el Festival, con un programa que se difundió a los cuatro vientos para que todo amante de las obras cervantinas, y todo desconocedor de su legado pudiera disfrutar de eventos que trascienden la literatura. Ópera, danza, cine, exposiciones, talleres artísticos, ciclos y conferencias de gran interés inundan no sólo los recintos cerrados. Desde el fastuoso Teatro Juárez hasta la plaza más recóndita, el arte fluye como si fuera un manantial que desciende del cerro del Pípila.
Cuando lo vivimos in situ, pudimos comprobar el tirón que tiene Cervantes en Guanajuato, y el éxito de la oferta cultural que atrae cada año a un turismo que se fascina con los callejones de la ciudad, con la gastronomía, con la alegría popular y con muchos rincones para descubrir.
Los molinos y los «Gigantes» son sustituidos en Guanajuato por los autobuses que anuncian el Festival Cervantino. En ellos un delirante Quijote-o quizá clarividente-, desafía a los monstruos de metal con su lanza que apenas sostiene su temblorosa mano.
Durante una semana los eventos se suceden si pausa, atropellados, encadenados como es el ritmo de México. Para los que visitan Guanajuato en otras fechas, la ciudad no olvida a Cervantes y por supuesto al Quijote. Su eternidad queda plasmada en los elogios escultóricos que se reparten por la ciudad, ora en soledad y febril, ora gallardo guiando a Sancho Panza, o a la inversa.
La ciudad se convierte en una oda lírica, en una canción con bises infinitos y sobre todo en une elegía a la literatura cervantina. No hay rincón de Guanajuato que no quede empapado por el ambiente del genio español, incluso cuando la algarabía del Festival deja solo los ecos de las serenatas nocturnas de las callejoneadas de las Tunas, la ciudad ya empieza a contar los días para el evento del siguiente año.