Solemos preferir en nuestros viajes los caminos menos ajados, con hierba sin pisar y menos desgastados. Itinerarios que, hoy más que nunca se desempolvan, y que ofrecen unas posibilidades turísticas tanto para sus habitantes como para los viajeros. Por eso, mientras acometíamos la ruta por la Vía Serrana del Camino de Santiago en provincia de Sevilla -sin más compañero de viaje que la brisa que mueve la hierba y los girasoles-, nos sentimos exploradores en paraísos cercanos.
Desde la costa gaditana, la Vía Serrana recorre La Línea de la Concepción, San Roque, Jimena de la Frontera, Ronda, Olvera, y tras llegar al Peñón de Zaframagón, entra en provincia de Sevilla. Allí empieza nuestra ruta, conociendo primero la Vía Verde de la Sierra, Coripe, Montellano, El Coronil, Los Molares, haciendo una escapada hasta Morón de la Frontera, para después regresar al Camino de Santiago en Utrera y finalmente Dos Hermanas, antes de alcanzar Sevilla.
Es con toda seguridad la vertiente del Camino de Santiago más desconocida de la provincia sevillana, pero no por ello menos interesante. Al contrario, los lugares de interés se suceden: castillos, naturaleza, excelente gastronomía, palabras dulces de sus gentes, y sobre todo esa tranquilidad que a veces se añora entre los caminantes. Apenas nos cruzamos con viajeros en nuestra ruta, y sí hallamos los ánimos de los habitantes del sur de la provincia, encantados de que demos a conocer su patrimonio.
Qué ver en la Vía Serrana
El camino de la Vía Serrana comienza -o continúa si venimos desde provincia de Cádiz- en la población de Coripe. Nuestra primera parada es el Peñón del Zaframagón, ya que queremos recorrer parte de la Vía Verde Serrana, y disfrutar de la reserva de buitres leonados.
Desde la ciudad de Sevilla la orografía va modificándose según viajamos hacia Coripe para más tarde deshacer el camino. No es una transformación del paisaje abrupta, si no más bien dulce, como el amable carácter andaluz. Las colinas empiezan a crecer en el horizonte, pero siempre ondulantes y aterciopeladas por el verdor de la primavera. Pronto, según se acerque el verano, el contraste entre ese verdor y los campos de cereal se hará menos evidente, y quizá por eso estamos en el momento perfecto para disfrutar de ésta «Toscana sevillana«.
Vía Verde de la Sierra
Entre la Sierra de Cádiz y la Sierra Sur de Sevilla discurre una Vía Verde cuyo paisaje y entorno es realmente espectacular. Conecta Puerto Serrano en provincia de Sevilla con Olvera, en Cádiz, a través de 36 km que van ascendiendo.
La antigua línea Jerez-Almargen ha dado lugar a un tramo recuperado para el deleite visual de ciclistas y caminantes. El proyecto ferroviario español tenía que enlazar las líneas Sevilla-Cádiz y Bobadilla-Algeciras a través de la Sierra de Cádiz. A modo de un ramal perpendicular, conectaría Jerez de la Frontera con Setenil. Sin embargo nunca llegó a ponerse en funcionamiento. A principios del siglo XX se proyectó su ejecución, comenzando las obras en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera. Pese a construirse una parte importante, la caída del régimen y el paso a la República en 1931, amén de la posterior Guerra Civil, frenaron el desarrollo de la red de ferrocarril. Tras la guerra el proyecto no llegó a finalizarse, y en la década de los sesenta se acabó de desechar completamente, en detrimento de otras líneas.
Nosotros comenzamos a pedalear en la Estación de Coripe, junto a uno de los viaductos. En la estación de Coripe podemos alquilar bicicletas e incluso pernoctar. A cada lado de la Vía Verde, dos túneles ya nos anticipan cómo es la orografía de la Sierra. Hacia Puerto Serrano está el más largo, con casi un km, pero nosotros tomamos la dirección opuesta, hacia el Peñón de Zaframagón.
Reserva Natural Peñón de Zaframagón
La pendiente es muy suave, apenas imperceptible y la sucesión de túneles nos evoca el «pestañeo» del tren alternando oscuridad y verdes paisajes. En apenas 6 km se alcanza el Centro de Interpretación y Observatorio Ornitológico del Peñón de Zaframagón.
Continuamos hasta el inmediato viaducto, que nos brinda una vista del antiguo molino, que usaba la fuerza motriz del arroyo que proviene del cañón bajo el Peñón. Mirando hacia arriba distinguimos centenares de buitres, que planeando grácilmente se desplazan varios kilómetros hacia el «círculo de plumas» que han formado otras aves, indicando una posible víctima para carroñar.
El Peñón de Zaframagón es la mayor colonia nidificante de buitres leonados (Gyps fulvus) de Andalucía Occidental y una de las mayores de Europa. Aprovechan las oquedades del Peñón para construir sus nidos, a menudo separados solo unos metros entre sí.
Centro de Interpretación y Observatorio ornitológico de Zaframagón
En el centro podemos aprender más sobre los buitres leonados, así como del resto de especies de animales y flora de la reserva. Didáctico, en el interior del edificio podemos conocer todo sobre las especies de flora y fauna que habitan la reserva. Y además disfrutar con el Sistema de Monitorización por Vídeo Vigilancia de las buitreras, que permite ver los nidos de los buitres leonados.
De regreso a la estación buscamos la sombra del Chaparro de la Vega, declarado Monumento Natural por la Junta de Andalucía en 2001. Más de doscientos años han curtido la coraza de madera de la bella encina. La altura de 13 metros y 30 de diámetro, hace de refugio contra el sol, especialmente durante la Romería de Fátima a mediados del mes de mayo.
CORIPE
Tras la ruta en bicicleta por la Vía Verde llegamos a Coripe, pequeña población cuyo entorno es verdaderamente reseñable. Son muchas las rutas de trekking y mountain bike, y poco el tiempo del que disponemos en este viaje. Pero tomamos nota de rutas como la de Arroyo del Infierno, que desde el ayuntamiento vienen cuidando y dando a conocer.
La aparente tranquilidad de Coripe esconde muchas historias de hace siglos que acaecieron en estos lares. Su agradable clima templado mediterráneo permite que los bosques sean profusos y densos. Sin duda el agua es otra de las razones, ya que estamos junto a la confluencia de los ríos Guadalete y Guadalporcún. Es de hecho, el vocablo en latín corrivium (‘junta de ríos’), el origen del nombre de Coripe. El agua es vida, y la vida es comida, razón por la que se han hallado restos prehistóricos como utensilios de caza y vasijas cuyo arco temporal va desde el Paleolítico inferior hasta la Edad de los Metales. Tartésicos y turdetanos aprovecharon las bondades de la zona, y más tarde, fueron sometidos primero por cartagineses, y romanos. Tras la Batalla de Guadalete y la consecuente derrota visigoda, los musulmanes tomarán la península desarrollando la agricultura de la zona. Siglos después, la Reconquista y la pacificación del territorio supondrán un letargo histórico en cuanto a noticias relevantes supone.
El proyecto del tren supuso un estímulo efímero para Coripe, con mucho trabajo para construir los viaductos, horadar los túneles y adaptar el terreno para el paso del tren. Pero el abandono de su ejecución volvió a frenar en la población el trasiego, provocando despoblación y emigración de sus habitantes. Afortunadamente la Vía Verde la Sierra ha supuesto un estímulo turístico para Coripe y toda la comarca.
Nosotros llegamos hasta la plaza de San Pedro con la iglesia del mismo nombre. Allí sellamos la credencial de peregrino antes de continuar el viaje por la Vía Serrana, camino de Montellano, iluminados por el faro visual del castillo de Cote.
MONTELLANO
Una isla verde se divisa siguiendo la Vía Serrana. Será la última ruptura visual de la geografía hasta llegar a Sevilla. Apoyada sobre la falda oeste del Monte de San Pablo, Montellano recibe al caminante esperando que no solo esté de paso. De hecho, y aunque no sobren las fuerzas, es imprescindible visitar el Castillo de Cote, cuya figura ya se observa llegando desde Coripe.
Se testimonian restos arqueológicos de la Edad de Bronce en la zona, además de ocupaciones fenicia y romana. Con la conquista árabe Montellano se convirtió en una población más amplia, y no fue hasta 1240 -1253 cuando las tropas del reino de Castilla la tomaron. El escudo de armas de la población, con la heráldica de un pueblo ardiendo y el lema «Por los Franceses» ya destila información del daño que sufrió durante la Guerra de la Independencia en 1810.
En Montellano podemos conocer varias de sus capillas, como la de Safa y la neogótica Capilla de las Hermanas de la Cruz, ambas del siglo XX. Otro de los lugares de bella factura es la Casa de Ancianos, obra de arquitecto Vicente Traver y Tomas en 1929 (autor del Teatro Lope de Vega y el Casino de la Exposición, su obra más significativa en Sevilla), y cuyos jardines exteriores realzan la fachada exterior. Paseando sin brújula uno se acaba encontrando con sorpresas como el Casino de 1911, con claras reminiscencias mudéjares, la Fuente octogonal de mármol rosa (1875 a cargo de Juan Talavera) y el Lavadero; o la coqueta Ermita del Cristo de Los Remedios, del XIX. Pero el monumento esencial del centro urbano de Montellano es la Iglesia de San José, del siglo XVIII, construida en piedra caliza y mármol rosa extraído de las canteras de la Sierra de San Pablo. Allí pondremos el sello del Camino de Santiago.
Reponemos fuerzas en uno de los restaurantes más destacados, Deli. La Guía Michelin lo incluye en el listado de Bib Gourmand, que valora la calidad precio de los establecimientos. De Montellano nos han hablado de algunas de sus delicias, como la morcilla de asaduras, el pan artesanal y el aceite de oliva. Pero en Casa Deli, charlando con David, su chef, conocemos y disfrutamos de muchas más como las espinacas con garbanzos, los caracoles Burgaos, las alboronías, los potajes y cocidos, el ajofrito, el gazpacho y otros que nos dejan extasiados.
Pese a la aparente tranquilidad del pueblo, Montellano es bastante activo y participativo durante los eventos que se suceden a lo largo del año. Desde 1940 celebra la feria Agroturística y Ganadera, y también es sede del Festival Flamenco de Artistas no Consagrados. En Montellano pervive la tradición de los Luthier (elaboración de instrumentos musicales de cuerda), de la mano de Manuel Romero Macías y sus hijos, con un taller que podemos visitar. La música más actual retumba en los diferentes espacios de la población con el Festival de Música «El Alternador», con grupos importantes del panorama indie e independiente nacional.
También son muy concurridas las procesiones de Semana Santa, las Fiestas Patronales de San José, patrón de Montellano; así como los «Jubileos» en honor de Nuestra Señora de los Ángeles (en agosto), y por supuesto las romerías: La Romería de la Virgen de Fátima, llevada en procesión por las mujeres y la gran fiesta popular de Montellano, la Romería de San Isidro Labrador en mayo, Fiesta de Interés Turístico internacional por ser una de las más importantes de Andalucía.
Montellano ofrece además un buen puñado de senderos que nos sumergen en plena naturaleza, con el premio añadido de sentarnos en los miradores, con vistas que alcanzan pueblos blancos de la Sierra de Cádiz y la campiña sur sevillana. Una de las rutas más sugerentes es la que conduce al castillo de Cote, combinando historia, naturaleza y deporte.
Castillo de Cote
La Sierra de San Pablo o de Montellano tiene una altura máxima de 546 metros, y podemos acometer la pequeña excursión al castillo de Cote tanto desde el sendero Camino de la Cancha (pegado a la Venta el Potaje), como desde las canteras junto a la carretera que va a Coripe.
La ruta de los miradores –mirador de la Cancha, el Puerto del Acebuche y el Mirador de Pancorbo, además del Llano de la Romería donde se celebra la fiesta- nos permite disfrutar de los bosques de la sierra, e ir disfrutando de diferentes vistas hacia los puntos cardinales. Llegando a la Torre del Infoca, se obtiene la fotografía sensacional del castillo desde la lejanía, pudiendo optar por llegar a él, tras una bajada y una nueva subida. En total se recorre una distancia de algo más de 16 km.
Peculiar por su planta de trébol, el Castillo de Cote está declarado Bien de Interés Cultural. Pese a ser un vestigio del siglo XIII, los orígenes de la fortaleza están en la época Califal (s. X) y Taifa (s. XI), denominada Hisn Aqut (o el Cote andalusí), si bien se atestigua incluso presencia romana en el promontorio.
Como decíamos, es un caso singular de arquitectura medieval en España por su forma tetrabsidal (con apenas otros ejemplos similares en Francia e Inglaterra), sobre una plataforma casi octogonal. Formó parte de la denominada Banda Morisca, una línea defensiva del territorio fronterizo entre el reino nazarí de Granada y la Corona de Castilla. El castillo de Cote cerraba el triángulo compuesto con el Castillo de las Aguzaderas y la Torre de Lopera, defendiendo el acceso por el río Guadalete. De este periodo, ya de dominio castellano, data la construcción de la torre.
Según ascendemos vamos encontrando trazos de los dos perímetros amurallados, que servían de defensa de la fortaleza. La restauración ha permitido rescatarlo del abandono y antes de subir a lo alto de la torre podemos observar la planta cuadrilobulada que lo hace peculiar. El formato arquitectónico del interior es de planta de cruz griega con cuatro ábsides, y se denomina una torre donjon, es decir, a partir de una capilla precedente. Detenemos la mirada en las dovelas de los arcos cruceros labradas con nervaduras.
Por una estrecha escalera accedemos al piso superior del castillo de Cote. Desde lo alto, las vistas panorámicas abarcan 360 grados, siendo un deleite para disfrutar de la campiña sevillana y de la Sierra.
EL CORONIL
Toca volver a retomar la Vía Serrana, así que continuamos hacia el Coronil. Antes de entrar en el pueblo es menester la visita al interesante Castillo de Las Aguzaderas.
Castillo de Las Aguzaderas
Siempre con sus puertas abiertas el Castillo de las Aguzaderas es uno de los hitos destacados de la ruta de la Vía Serrana. A priori podría parecer inusual su ubicación en una depresión junto a la carretera A-376, renunciando a buscar el abrigo de una colina. La razón hay que buscarla en el manantial cercano. El agua, en una zona donde no abunda, ha sido un bien preciado desde que el ser humano lo habita. Al manantial del castillo de las Aguzaderas acudían los jabalíes, que ya de paso afilaban -o aguzaban- sus colmillos en las rocas y la corteza de los árboles. De ahí deriva el topónimo de las Aguzaderas.
El castillo tiene raíces árabes (siglo XIV), si bien tras la reconquista y la constitución de la Banda Morisca, fue reformado notablemente durante los siglos XV y XVI. Robustecido, el castillo de las Aguzaderas tenía como labor defender la provisión de agua, vital en un enfrentamiento que fijo la frontera entre cristianos y árabes durante largos decenios.
En 1923, tras la perseverancia de Feliciano Candau y el duque de Medinaceli y, el posterior informe de la Academia de las Bellas Artes de San Fernando, el castillo fue declarado monumento arquitectónico-artístico. Sin embargo no fue hasta 1960 cuando se acomete su restauración. En las noches de verano, el castillo ejerce de ilustre anfitrión de «La Noche Flamenca las Aguzaderas».
La planta del Castillo de las Aguzaderas está formada por un recinto cuadrangular con cuatro torres en las esquinas y dos semicirculares en medio de dos de sus murallas. Sobresale la Torre del Homenaje, con dos niveles separados por una estrecha escalera que conduce a la planta superior. Desde lo alto se divisan los campos de cereales, hoy alfombra rendida al castillo. Las liebres se asoman de vez en cuando, ajenas a los ojos que las persiguen desde la torre.
Pueblo de El Coronil
Alcanzamos el centro de El Coronil después de un paseo de 4 km desde el castillo de las Aguzaderas. En el camino los girasoles nos acompañan hipnotizados con el recorrido solar de este a oeste. Campos y campos lucen verdes, coronados por las espigadas flores amarillas. No son los únicos que «absorben» el sol, puesto que en El Coronil se halla la mayor instalación agro-energética de Europa, con un invernadero de más de 16.000 m2 cubierto con paneles foto voltaicos y que emplea la energía solar para la producción de setas y plantas ornamentales.
El Coronil es un pueblo tranquilo, de vivas tradiciones, rica gastronomía y gente afable que se sorprende con la llegada de viajeros que quieren conocerlo. En el casco urbano encontramos casonas con elegantes fachadas que invitan a pararse mientras nos dirigimos hacia la iglesia principal, siguiendo el camino de Santiago. Una de ellas es la casa palaciega de Don Diego Quebrado, antigua escuela, y hoy Casa de la Cultura. En su interior sorprende la curada maqueta de la Plaza de España de Sevilla. También destaca la Torre de Almazara, antiguo molino de aceite.
La fundación de El Coronil se produce tras la reconquista. Ruy Pérez de Esquivel obtuvo carta puebla para quince vecinos firmada en Medina del Campo por Juan I de Castilla en 1381. El repoblamiento era esencial para fortalecer la línea de defensa con el reino nazarí, y consecuentemente se premió la llegada de familias desde Castilla. El Coronil irá adquiriendo peso frente a las Aguzaderas, que con la pacificación del territorio se irá abandonando. Se construirá el castillo y la iglesia. Y del periodo de las pestes pervive la devoción por Santo Roque, advocación contra la enfermedad, y la Ermita de la Vera Cruz a las afueras de El Coronil.
El castillo se asienta al parecer sobre una antigua atalaya de origen celta, controlando las rutas de comunicación que cruzaban la comarca. Desde el castillo se obtiene una grata perspectiva de la Parroquia de Nuestra Señora de Consolación, rodeada de casa blancas y bajas. Junto al castillo hay un curioso patio de viviendas del XIX con casas de varias alturas abiertas hacia la estructura abierta de hierro forjado.
La iglesia es un ejemplo más del barroco de estilo mudéjar. Con tres naves, destaca su gran torre campanario. Su nombre proviene del retablo mayor neoclásico, donde se encuentra la Virgen de Consolación del siglo XV, primitiva patrona y las tallas del Crucificado de las Aguas, siglo XVI, San Roque (patrón de la Villa) y San Sebastián, del XVI. Allí se obtiene el siguiente sello del Camino de Santiago.
Los caminantes de Santiago pueden saciar su peregrino hambre en la calle San roque y alrededores, probando algunos productos típicos: las alcaparras, los espárragos y tagarninas, y platos como las Alcauciles rellenas, las sesadas el guiso de castañas, el pastel de carne o la morcilla de asadura.
LOS MOLARES
Hoy la carretera que une Sevilla con el Bajo Guadalquivir deja orillada a la población de los Molares, pero el municipio es otra interesante parada en el camino de Santiago por la Vía Serrana. Algo similar debieron pensar las poblaciones neolíticas que poblaron la zona, y cuya huella más visible es la necrópolis megalítica de los dólmenes de la Cañada Real y el Palomar. Están considerados los megalitos más antiguos de Andalucía Occidental, datados en el 4000-3500 a.C.
No son, sin embargo, los únicos vestigios arqueológicos, ya que se tiene constancia de más de veinte yacimientos en el área circundante, que van desde Edad del Cobre, la Edad del Bronce, la Edad del Hierro, la época romana y visigoda e incluso algunas alquerías islámicas.
La población actual de Los Molares tiene de nuevo su origen en las necesidad de repoblar y proteger el territorio tras la reconquista de Sevilla. A comienzos del siglo XIV, en 1310, el rey Fernando IV otorga a Lope Gutiérrez de Toledo a heredad de El Molar, acometiendo la construcción del castillo. Un siglo después ya encontramos referencias a la plaza fuerte de Los Molares, cuyo castillo será uno de los más grandes e importantes de la Banda Morisca.
En 1430 Los Molares pasa a formar parte del patrimonio de la familia Ribera, tradicionales Adelantados Mayores de Andalucía. La familia Ribera, Duques de Alcalá y que posteriormente serán parte de los duques de Medinaceli, conservarán el castillo hasta el siglo XIX.
Uno de los hechos que cambió la suerte de los Molares fue el empeño de María de Mendoza, condesa de Los Molares e hija menor del Marqués de Santillana. Gracias a ella, la población obtiene la concesión de una feria franca por el Rey Enrique IV de Castilla en 1465. La feria se verá beneficiada por el descubrimiento de América y la consecución de la ciudad de Sevilla como puerto y puerta de las Indias.
Los Molares se convertirá en una floreciente población medieval, con un ambiente cosmopolita, en el que genoveses, venecianos, alemanes, coinciden con mercaderes que comercian con las colonias americanas. Será el textil el sector más importante, con paños, sedas y brocados; conviviendo con la venta de esclavos y manufacturas. Solo las sucesivas epidemias de peste en el XVII y el cambio del puerto de Sevilla con las Américas hacia Cádiz, mermarán la importancia de la feria de Los Molares. La feria se recuperó en el siglo XX y cada año se celebra allá por el mes de octubre.
En Los Molares también se honra la figura de Baltasar del Alcázar, célebre poeta sevillano del Siglo de Oro y gobernador del castillo y juez principal de la villa de Los Molares, que entre otras obras escribió “A la fiesta de toros en Los Molares” (en 1574), considerada una de las primeras crónicas taurinas.
Nosotros llegamos a Los Molares parando a las afueras, en la Fuente de la Higuera, ya citada en el siglo XVI. Las higueras aún proporcionan sombra a unas fuentes que servían tanto para el consumo humano, como abrevadero y uso de riego. Sus aguas debieron ser célebres y apreciadas, hasta el punto que el Duque de Alcalá se la hacía llevar no solo a Sevilla, si no a Cataluña e incluso Nápoles, siendo el mejor embajador de las propiedades del agua de Los Molares.
Dejamos atrás el cementerio y nos dirigimos al centro de Los Molares, donde presiden el Castillo de Los Molares y la Iglesia de Santa Marta.
Antes de conocer el castillo nos sumergimos en la iglesia parroquial de Santa Marta. De estilo mudéjar, reformada en el siglo XVIII y a mediados del siglo XX, tenemos la suerte de encontrarla engalanada. En el interior destaca una escultura de Santa Clara, de mediados del siglo XVII.
Castillo de los Molares
Una atenta mirada desde la Calle Duque de Alcalá permite observar que la superficie del castillo se extendía abarcando lo que hoy son casas que aprovecharon su piedra, aún jalonadas como grecas por las almenas.
El castillo, de origen medieval, fue construido antes de 1336. Formó parte de la red de fortificaciones de la Banda Morisca y la fisonomía actual es fruto de la profunda restauración promovida por Enrique de la Cuadra y Gibaxa, propietario desde 1886. Con la intención de mejorar su aspecto y celebrar una fiesta medieval para la boda de su hija, el utrerano invirtió mucho esfuerzo con la ayuda de José Gestoso y el Doctor Thebussen, aunque sin premio ya que el festejo no se celebra.
Gruesos muros a base de ladrillo, sillería y tapial hacían del castillo de los Molares una fortaleza defensiva tremendamente sólida. Matacanes, merlones y saeteras fueron diseñados para dotar al castillo de elementos de protección en caso de ataque. La Torre del Homenaje con perímetro pentagonal es también visitable, con tres pequeñas habitaciones abovedadas comunicadas por pasillos y un mirador en la parte superior.
MORÓN DE LA FRONTERA
Morón de la Frontera queda fuera de la Vía Serrana, pero queda justificado el desvío para acercarnos a conocer el municipio. A las afueras encontramos el Museo de la Cal, no lejos de la inmensa cantera que ha devorado parte de la montaña, en la aldea “Las Caleras de la Sierra”.
Museo de la Cal
Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, el interés etnológico de la cal hay que buscarlo en la propia fisonomía de los pueblos andaluces. La cal, revestida por dentro y fuera de numerosas casas blancas, ofrece tantos usos que podría denominarse el «oro blanco». Aportando el típico color blanco de las casas del sur de España, la cal se usaba también para el sector cosmético, el higiene y para recubrir materiales pobres.
Durante siglos la cal de Morón fue la actividad económica que dio prestigio a la comarca. A la calidad de la piedra caliza se sumaba un oficio transmitido de padres a hijos, y que se ejercía con el conocimiento, paciencia y maestría necesaria.
Gracias a la concentración de piedra caliza en la Sierra de Esparteros -también conocida como Sierra de Montegil o Sierra de Morón- se explotaron desde la antigüedad, las minas de cal. A mediados del siglo XX, los trabajadores de las minas y los caleros que habitaban las estribaciones de la sierra, alcanzaban casi dos mil habitantes.
En el museo podemos conocer in situ los antiguos hornos de herencia romana, alimentados con leña de olivos, ramas o zarzales. El trabajo de producción era titánico, rellenando los hornos con rocas de piedra situadas de forma estratégica, y alimentado por fuego para lograr la alta temperatura que permita la cocción de la cal. Entrar en ellos y hacerse cargo de su tamaño mientras nos explican cómo se fabricaba la cal, es una experiencia sorprendente.
Hoy son arquitectos, diseñadores de interiores, artistas cerámicos, y apasionados del turismo industrial quienes llegan a su museo. Allí descubren no solo un legado patrimonial de un oficio duro, si no que palpan la realidad a través de los miembros de la asociación, antiguos maestros caleros, cuya experiencia personal es en sí misma un atractivo pedagógico.
Centro histórico de Morón de la Frontera
Son frecuentes las lomas o pequeñas colinas en el tránsito de la Campiña y la Sierra Sur sevillanas. En una de ellas se alza el Castillo de Morón, integrado en la red de fortificaciones de la Banda Morisca. Miles de años antes, el entorno de Morón fue refugio para poblaciones que lo habitaron. El yacimiento prehistórico del Cerro de Santisteban es el más antiguo, y desde entonces diferentes pobladores han continuado viviendo aquí, aprovechando los afluentes del Guadalquivir.
Aprovechamos la «escapada» de la Vía Serrana para conocer los atractivos turísticos de Morón de la Frontera, empezando en los Jardines de la Carrera, apacible conjunto situado al lado del Convento de Santa Clara. Sus monjas de clausura hace una excepción para mostrarnos parte del conjunto monástico. Célebres por sus dulces, las clarisas se prestan a enseñarnos su interior, un oasis de tranquilidad con pequeños patios floreados.
Seguimos el paseo por Morón, llegando al Ayuntamiento por la calle peatonal de Pozo Nuevo. El consistorio está presidido por un reloj de la fábrica londinense de Losada, muy parecido al famoso de la Puerta del Sol de Madrid.
Insignes edificios como la Casa de los Filipenses o Casa de las López, en calle Cantarranas, o la Casa del Agua ( palacete del siglo XIX) en la calle Ánimas, engalanan el centro de Morón de la Frontera. Abundan las iglesias como la Iglesia de la Victoria (siglo XVII) o la Iglesia barroca de San Ignacio de Loyola conocida como “La Compañía”, antiguo colegio jesuita.
Muy cerca del ayuntamiento hallamos la Casa de la Cultura, un magnífico palacio plateresco del siglo XVII, sede de la fundación Fernando Villalón, poeta de la generación del 27, que residió en la ciudad. En la Casa de Cultura asistimos a una demostración de la escuela de flamenco. La magia y técnica de sus profesores se transmite en alumnos esmerados que continúan la tradición, con un deleite visual y sonoro que convierte a Morón de la Frontera en uno de los lugares imprescindibles de los toques de guitarra. Diego del Gastor, maestro de esta especialidad vivió en la población, y su estela artística aún está presente gracias al Festival Flamenco “El Gazpacho Andaluz”, celebrado en verano.
Por delante tenemos dos de los monumentos más importantes de Morón, la Iglesia de San Miguel y el Castillo, enfrentados una bajo la colina, y otro sobre ella. El castillo de Morón, de origen árabe – pero con presencia constada arqueológicamente de tartesos y visigodos- , fue uno de los más importantes de la línea de defensa con el reino de Granada durante la Reconquista. Durante la invasión napoleónica también mostró su eficacia. Quizá por ello, tras la expulsión de los franceses, la misma Corte de Cádiz aprobó la demolición de parte de su planta. Acción que junto a la reutilización de sus sillares en otros edificios, desnudó de gran parte de los elementos originales. Los restos del castillo aún conservan varias torres, entre las que destaca la torre del homenaje o Torre Gorda, gestionada por la Orden de Alcántara.
Frente a la colina del castillo, el campanario y las terrazas de la iglesia de San Miguel son uno de los mejores espacios para disfrutar de las vistas del pueblo blanco de Morón de la Frontera, el ayuntamiento, la Iglesia del antiguo Hospital de San Juan de Dios (siglo XV), los jardines del Paseo del Gallo, además del castillo. El templo comenzó a edificarse en 1506, y no se terminó hasta el siglo XVIII. Es por ello que los estilos arquitectónicos se suceden, con una mezcla de estilos que va desde el gótico al barroco. En el interior destaca la capilla Sacramental, y su campanario al estilo de la giralda alcanza los 47 metros de altura.
En el horizonte Utrera nos espera, que además de formar parte de la Vía Serrana, es cruce de otro de los itinerarios del camino de Santiago, la vía Augusta.
UTRERA
Dejando atrás los Molares, el siguiente punto del itinerario es Utrera, cuyo patrimonio monumental hace necesario visitarla con calma. Incluida en la «Ruta por los Caminos de Pasión», un itinerario turístico formado por diez poblaciones: (Carmona, Écija, Utrera y Osuna en Sevilla; Baena, Cabra, Lucena, Priego de Córdoba y Puente Genil en Córdoba; Alcalá la Real en Jaén); hay mucho que ver en Utrera.
Ciudad monumental, Utrera teje su red patrimonial con conventos, antiguos hospitales medievales, iglesias y casas palacio: Iglesias como la gótica Santiago El Mayor frente al castillo, el Hospital de la Santa Resurrección conocido como El Hospitalito, la Casa de Cultura ubicada en una casa palacio del siglo XVIII, la Iglesia de Santa María de la Mesa (siglo XV), con su preciosa fachada renacentista teñida por el sol del atardecer, el Convento Madres Carmelitas, la Capilla de San Bartolomé, también se la conoce como Capilla de Jesús Nazareno, la planta elíptica de la Iglesia de los Dolores, o la Fuente de los Ocho Caños con su peculiar planta octagonal y cubierta a modo de templete.
Al igual que el resto de las poblaciones que hemos pisado en el recorrido de la Vía Serrana, la base de la Utrera actual surge a partir de la llegada de repobladores de la Reconquista cristiana, siendo destacada la comunidad judía.
Castillo
La primigenia torre de vigilancia árabe en lo alto de un cerro fue aprovechada para construir el Castillo de Utrera (siglo XIII). Una muralla, de la que apenas quedan vestigios como el Arco de la Villa, circundaba la población, protegiéndola durante los conflictos fronterizos de la Reconquista. Los efectos de esta pugna y de la invasión francesa en el XIX causaron bastantes daños al castillo, que permaneció abandonado hasta la restauración que ha permitido ponerlo en relieve. El recinto del castillo y el interior se articulan en terrazas, adaptadas al terreno, con vistas magníficas de Utrera desde la Torre del Homenaje.
Bajo el castillo la Plaza del Altozano es el centro neurálgico de Utrera. No es el único en una ciudad muy viva y activa. sin embargo aquí encontramos diferentes vértices para movernos y descubrir la ciudad. En la misma plaza, a donde se asoman elegantes edificios y la Iglesia jesuita de San Francisco (1645), está la pastelería Diego Vázquez. Insigne e histórico comercio que alberga el Museo del Mostachón, uno de los dulces más característicos de Utrera. Los Mostachones tienen una base de bizcocho aplanado a base de harina, huevo, canela, azúcar y miel que se cocina sobre un papel de estraza. Fundada en 1880, las sucesivas generaciones de pasteleros de Diego Vázquez capturan con sus sabores a cualquiera que deguste sus delicias.
Vericuetos de callejones de la Antigua Judería nos invitan a descubrir rincones como el Pasaje del Niño Perdido. En esta zona estaba la sinagoga, hospital y cementerio judío. El peculiar nombre proviene del convento en cuya puerta se dejaban los niños abandonados. Hoy el rincón es más alegre, en parte gracias al disfrute gustativo de la gastronomía de Besana Tapas, un referente para comer en Utrera junto a lugares como el Restaurante La Abuela María o El Ambigú.
También es un espectáculo – esta vez visual- el conjunto de salas del ayuntamiento, ubicado en el antiguo Palacio del Conde de Vistahermosa. En el siglo XIX, en posesión de Enrique de la Cuadra, plasmó su vertiente ilustrada con la decoración de las estancias. En un viaje de apenas unos pasos pasamos de un ornamentado salón árabe, a un salón Pompeyano – en su tiempo comedor de verano-, pasando por el salón Alemán de maderas suntuosas, y el salón Japonés usado como salón de baile.
Sin salir de la calle Álvarez Quintero, el Teatro Municipal Enrique de la Cuadra (1887) sigue el modelo del desaparecido Teatro de San Fernando de Sevilla, con un interior que respeta el aire de la escena teatral de principios del siglo XX, y unas reminiscencias de corte italiano.
Cuna del Flamenco
En cada plaza un genio. Las esculturas de maestros del flamenco se reparten los dominios de Utrera. El renovador de la canción flamenca moderna y de las rumbas, Miguel Vargas Jiménez (Bambino), Perrate, Gaspar de Utrera, Enrique Montoya o las cantaoras flamencas Fernanda y Bernarda de Utrera fueron exponentes del flamenco, y hoy su mirada pétrea permanece viva. Se considera a Utrera una de las cunas del flamenco y la celebración del Festival Potaje Gitano es uno de los momentos culminantes de la escena utrerana, y del flamenco en general.
Campaneros de Utrera – El arte del volteo
Convertidos en un símbolo peculiar de Utrera, la tradición de los campaneros de Utrera pugna por convertirse en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en el listado de Unesco. Una asociación de voluntarios se encarga de difundir la historia de los «intérpretes» que voltean las campanas, izados por la fuerza en retroceso de las sogas.
La antigua competición entre las cuadrillas de campaneros de Santa María, apodados Quícalos (lechuzas), y los de Santiago (Mochuelos) ya no es tal porque lo importante ahora es que no se pierda la tradición. Varios siglos avalan un oficio en su día, y hoy una pasión no exenta de peligros. Canal de comunicación más allá de las llamadas a orar, las campanas, repicadas en su debido ritmo, frecuencia, cadencia y armonía, anunciaban nacimientos, bodas, muertes o peligros como incendios y agresiones exteriores.
La habilidad de los campaneros usando su pericia para voltear las campanas es capaz de embriagar. Toneladas de bronce que se mueven como vertiginosos derviches con la solo aparente facilidad de los campaneros que parecen estar a punto de ser catapultados hacia el cielo desde la iglesia de Santa María.
Sus «conciertos» se suceden en fechas concretas, como el Domingo de Ramos, el de Resurrección, en el Corpus o el día de la patrona, la Virgen de Consolación. Ángelus, el de sermón al atardecer y el de ánimas. Nosotros asistimos a una demostración de destreza que no tiene nada que ver con la fuerza, ya que uno de los más jóvenes, savia de nuevas generaciones, se encarga de mostrarnos que lo importante es la habilidad. El sonido en lo alto del campanario es similar al de truenos rasgando el cielo, y es fácil entender el gozo de los campaneros siendo el faro sonoro de Utrera.
Santuario de la Consolación
Como si fuera la Via della Conciliazione que desde el Tíber nos conduce a la basílica de San Pedro del Vaticano, o la Calzada que desemboca en la Basílica de Guadalupe en Ciudad de México, un extenso paseo arbolado enfila hacia el Santuario de Nuestra señora de la Consolación en el extremo nordeste de Utrera.
El templo es uno de los edificios religiosos más sorprendentes de Andalucía. Perteneció a un antiguo convento de la orden de los Mínimos del siglo XVI, y se edificó entre los siglos XVII y XVIII. Conjuga influencias que trascienden las orientaciones religiosas. Motivos árabes decoran con cerámica de bella factura las paredes del santuario, y la cubierta de madera del techo es un artesonado mudéjar, que contrasta con el altar mayor de corte barroco.
Resulta paradójico que en medio de la seca campiña sevillana encontremos a una advocación muy vinculada a la mar. La respuesta es que el santuario era un templo de peregrinaje para los viajeros que llevaban a cabo la travesía a “las Américas”. La Virgen del altar porta una pequeña embarcación en la mano y es conocida como “la del barquito en la mano”. Se conservan los numerosos ex-voto, ofrendas de agradecimiento cuya iconografía es un libro visual para los historiadores.
Siempre animado, tanto en su interior como exterior, el santuario es la meta de la Feria de Consolación de Utrera, considerada la segunda feria más importante de Andalucía después de la de Sevilla, con romerías y peregrinaciones multitudinarias.
El Santuario de Nuestra señora de la Consolación forma parte de la ruta de la Vía Serrana y en su interior podemos sellar la credencial del camino de Santiago antes de continuar el itinerario.
DOS HERMANAS
Y llegamos a Dos Hermanas, tan cercana a Sevilla que a muchos les cuesta discernir de si estamos ya en la capital hispalense. Sin embargo Dos Hermanas y sus habitantes, los nazarenos, reivindican su poco conocido patrimonio histórico y cultural. Y hablan con orgullo tanto de sus dos fiestas grandes: la Romería del Valme y la Feria de mayo; como del Hipódromo más grande de España o el Parque de la Corchuela formado por un pinar de 85 hectáreas a las afueras de Dos Hermanas.
La leyenda popular cuenta que el Adalid leonés Gonzalo Nazareno, que había combatido durante la Reconquista con Alfonso X, recibió como premio las tierras del sureste de Sevilla. Hasta aquí llegaron dos parientes suyas, las hermanas Elvira y Estefanía Nazareno, que a la postre dieron nombre a la población. Según la tradición religiosa, las hermanas descubrieron en una cueva-gruta la imagen de una “Santa Ana” y una campana.
En sus alrededores, junto al Río Guadaira -que más al sur nutre al Guadalquivir- encontramos la antigua ciudad de Orippo, junto a la Torre de los Herbero, punto de vigilancia del tránsito fluvial. Los árabes desplegaron todo su conocimiento agrícola con numerosas alquerías que aprovechaban el amplio espacio de la campiña para sembrar y nutrir a Sevilla.
Es menester -en estos tiempos apresurados en los que se viajan miles de kilómetros sin conocer antes el patrimonio local- pararse detenidamente en Dos Hermanas. Nosotros lo hacemos, sabedores que es la última etapa de la Vía Serrana, un recorrido fascinante de la provincia sevillana que no deja indiferente.
En su centro histórico «saboreamos» la Plaza Mayor, la Iglesia de Santa María Magdalena, la capilla de Santa Ana, el centro cultural de «La Almona», el Mercado de Abastos, el Parque de la Alquería, la Casa de los Ybarra o la fábrica de Yute.
En la Plaza de la Constitución el poder civil se representa con el Ayuntamiento, frente a la parroquia de Santa María Magdalena, la iglesia principal de Dos Hermanas, con líneas barrocas que sustituyeron el templo precedente del siglo XVIII. Conserva la imagen de la virgen de Valme, que preside una de las fiestas más importantes de la ciudad.
Adosada a la parroquia está la Iglesia Conventual de Santa Ana, que por sus pequeñas dimensiones podría considerarse una capilla. Aquí está la imagen de Santa Ana, patrona de la ciudad, de confección gótica (siglo XIII). En el subsuelo hay una pequeña cavidad, que para el imaginario católico es el lugar donde se encontró la imagen de Santa Ana.
Si continuamos el paseo por Dos Hermanas siguiendo la calle comercial de la Mina, alcanzamos la Almona. Fue una antigua hacienda con edificio mudéjar con elementos barrocos, reformado como Centro Cultural, pero que afortunadamente conservó parte de la hacienda Montefrío. Extendemos nuestros pasos por calle el Ejido y la Romera, disfrutando de edificios nobles y antiguas haciendas hoy absorbidas por el crecimiento urbano.
De hecho Dos Hermanas sigue rodeada de Haciendas: la Hacienda Torre Doña María, Los Molinos de Maestre o la Hacienda San Miguel de Montelirio, conocida como el «Hospicio de Indias», residencia para acoger a los clérigos jesuitas que volvían a España con enfermedades de las colonias americanas. La Hacienda San Miguel de Montelirio alberga el museo de carruajes con una colección de coches de caballos de época, considerada como la mejor colección de carruajes antiguos de Europa. Otras haciendas de los alrededores son San Juan del Hornillo, la Hacienda de Ibarburu, o la Hacienda de Quintos, que conserva su viga de madera y tiene una valiosa Torre de la Edad Media.
La fábrica de yute
Dos Hermanas posee uno de los complejos industriales más peculiares de España, la Fábrica de Hilados y Tejidos de Yute. Sin duda, la llegada del tren -cuya estación de estilo neomudéjar es interesante – y la fábrica, significaron el despegue industrial, económico y demográfico de la población a lo largo del siglo XX.
El yute es una planta tropical de la que se extrae una fibra textil usada para la manufactura de sacos, embalajes o cordeles. Antes de la invención del plástico, el yute fue uno de los materiales más demandados. En 1870 Manuel Alpériz Bustamante, inicia la aventura industrial de la Fábrica de Hilados y Tejidos de Yute. Convertida en una empresa muy rentable, pronto surtirá de calzado de alpargatas y sacos de arpillera al mercado nacional, e incluso al extranjero. El yute llegará India, Pakistán y China hasta los puertos de Cádiz y Sevilla, y era transformado gracias a la maquinaria llegada desde Reino Unido, y al trabajo de los obreros de la región. Hoy aún podemos distinguir un antiguo depósito de agua, la caseta del transformador eléctrico, y la enorme chimenea de la antigua fábrica, que cerró sus puertas definitivamente en 1972
Parque de la Alquería
Sorpresa entre las sorpresas, el Parque de la Alquería al otro lado de la vía del tren es un lugar único en provincia de Sevilla. Compuesto por la propia Alquería del Pilar, la Huerta de San Luis y las Huertas de Ybarra, era el refugio de inspiración de los poetas sevillanos del siglo XIX. El eclectismo es la nota predominante de los elementos singulares del parque. Por un lado el palacete neomudéjar de la Alquería del Pilar, edificio del año 1872 que simula una fortaleza defensiva. Más allá grutas de corte modernista que parecen «robadas» al Parque Güell de Barcelona, quioscos moriscos, o pequeñas pagodas, que se mezclan con estanques y jardines.
Palacio de Alperiz
Apenas saliendo del parque de la Alquería, el Palacio de Alperiz (1905), de estilo neomudéjar y toques regionalistas , obra del arquitecto José Gutierrez Lescure, el maestro de obra José Solares y el maestro albañil nazareno Juan Lopéz Tristán. En realidad, la fachada suroeste con reminiscencias moriscas, es un edificio anexo a la residencia anterior (1882), un edificio de corte inglés, con tejado a dos aguas, y que podemos observar si rodeamos el hoy Hogar del Pensionista.
Manuel Alpériz Bustamante y su esposa Juana González, propietarios de la anexa fábrica de yute, residieron en este bello edificio que combina ventanales en forma de arco de herradura y paños con motivos geométricos árabes. En el exterior, jardines de estilo regionalista, estatuas, glorietas y bancos de cerámica de azulejos con motivos de Don Quijote de la Mancha.
Culminando la Vía Serrana
Todo viaje tiene su fin, aunque con nuestra llegada a la ciudad de Sevilla solo se pone punto y seguido a las variadas posibilidades de excursiones de la provincia. Hacia el norte podemos seguir por la Vía de la Plata, atravesando la península ibérica hasta la meta del Camino de Santiago. U optar por disfrutar de cultura, arte, yacimientos, festivales, gastronomía, y por supuesto hospitalidad de la gente sevillana y andaluza.
Consejos para hacer la Vía Serrana
La época ideal para hacer el camino es en primavera u otoño. En Mayo el calor ya puede apretar, especialmente camino de Utrera y Dos Hermanas, por lo que es preferible evitar julio y agosto por las altas temperaturas.
Señalización y albergues
La red de albergues para peregrinos aún está en fase de incrementarse. Pese a ello hay opciones de alojamiento en hostales, casas rurales y hoteles en las diferentes poblaciones de la Vía Serrana.
Con respecto a la señalización, hay tramos que no están señalizados, pero si nos hacemos con un mapa antes de hacer la ruta, o seguimos el trazado por GPS no tendremos problemas para avanzar.
Agradecimientos
Este viaje ha sido posible gracias al esfuerzo de Prodetur y su participación en el Proyecto “Caminos Jacobeos del Oeste Peninsular”, desarrollado en el marco del Programa de Cooperación Transfronteriza Interreg V A España – Portugal (POCTEP) 2014-2020.
Además de su apoyo, es menester agradecer la cercanía, la ayuda, la sintonía, y las ganas de trabajar de la gente de las poblaciones que hemos visitado. Su esfuerzo por promover el turismo y la economía local tendrán por seguro su pronta recompensa.
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