El arte habita las calles de Nantes, el efluvio creativo de la ciudad nos insufla enormes ganas de recorrerla entera, nos susurra, nos orienta y desorienta… Lo sabemos bien después de visitarla al detalle durante tres días en nuestro viaje, ya sea a pie, en bicicleta, o con excursiones interesantes como la de los viñedos y la población de Clisson con sus reminiscencias italianas.
Nantes es evocadora, y es fácil perderse y a la vez encontrarse en ese mundo mágico en el que te sumerge ésta fantástica ciudad de la Bretaña francesa. La vivimos y «bebemos» en pocas horas, pero el trayecto afortunadamente va más allá del camino verde del arte (soberbio recorrido turístico) que serpentea la ciudad y, basta con seguir la margen del Estuario del Loira para tener más, un poquito más de esa fantasía.
Ruta artística Estuario de Nantes a Sant Nazaire
El imaginario que los artistas contemporáneos han dejado en la ciudad se extiende más allá de Nantes y abarca los 60 kilómetros que la separan de Saint Nazaire, una antigua villa marinera que mira al Atlántico y que es puerta de entrada al Estuario de Loira.
A lo largo del itinerario artístico del Estuario encontraremos más de una treintena de obras artísticas desde el centro de Nantes en el camino que nos lleva hasta Saint Nazaire. Un recorrido que bien puede hacerse a pie, en bicicleta o coche.
Nosotros siempre vamos un poco a contrarreloj. Esas ganas de verlo todo nos llevan a ritmo frenético por los destinos, así que, para poder devorar lo más posible, hemos ahorrado tiempo yendo en coche con nuestra magnífica guía Sandrine y así nos empapamos de primera mano de quienes nos cuentan como nadie, las historias de su ciudad, sus habitantes.
La Maison Dans la Loire
La primera parada nos conduce cerca del pueblo de Couëron, hasta un mirador desde donde se divisa una casa semi hundida, que parece haber sido engullida por el Río Loira. Esta obra de Jeannette-Luc Courcoult, se centra en la intención del artista de crear una pintura tridimensional, pétrea en el tiempo. Una imagen que nos invita a la contemplación del paisaje desde todas sus aristas.
La “Maison dans la Loire”, se encuentra a escasos 200 metros de la Torre del Plomo, una edificación que data de finales del siglo XIX y pertenece a la antigua fábrica que fabricaba perdigones de plomo para la caza.
Cruzando en ferry desde Couëron hacia Le Pellerin
Las obras de arte expuestas se hallan a ambos lados del río, por lo que en este punto, bien se puede optar por uno u otro camino a ambos márgenes del río. Si continúa por la margen derecha desde Nantes hacia Saint Nazaire podrá ver “Sémaphores” de Vicent Mauger, o la Villa Cheminée de Tatzu Nishi. Este último es un alojamiento con arte, pues se sitúa en lo alto de la Torre, que no es más que una réplica de las chimeneas de la central térmica de Cordemais que se mimetizan con el paisaje. La pequeña casita, además de ser un peculiar lugar para pernoctar, tiene unas vistas fantásticas del estuario.
Más adelante, cerca de Lava Sur-Loire, hallará L’observatoire de Tadashi Kawamata, una obra que busca conectar al pueblo con el Loira a través de una pasarela que se alza por encima de las marismas para abrir una puerta a la vistas panorámicas del entorno.
Misconceivable
Nuestro itinerario de hoy sigue el camino paralelo a la margen izquierda del río Loira, así que dejamos atrás las obras antes mencionadas y cruzamos en el ferry desde Couëron hacia Le Pellerin. El trayecto se lleva a cabo en una pequeña barcaza en la que subimos el coche. Demora unos pocos minutos que nos permiten disfrutar de las vistas del pueblo de Le Pellerin, aunque no podemos disimular las ganas de visitar la obra de Erwin Wurm.
Ya de nuevo en tierra, tras unos kilómetros en coche llegamos a la esclusa donde está la obra Misconceivable. Por azares de la vida estaban restaurándolo y no se hallaba en su emplazamiento original asomado al dique. Delante de nuestros ojos, un bote de nueve metros de eslora que parece ansioso por lanzarse al agua, se escurre con fervientes anhelos de poder darse un chapuzón sin más preámbulos. La propuesta del artista nos muestra que quizás el alma va más allá de lo imaginable y los objetos que, a priori parecen inanimados, cobran vida sucumbiendo a estímulos o deseos, como nosotros mismos. El bote desafía la máxima de horizontalidad y a caballo entre un helado derretido y una cáscara de plátano juega a doblarse hacia las aguas del estuario.
A cambio, nos consuela encontrarnos no lejos con unas barcazas hundidas, que ante nuestra constante curiosidad resultan ser vestigios de la Segunda Guerra Mundial, empleadas en los desembarcos de los Aliados en la costa bretona.
Le jardín étoilé
Siguiendo la línea de este pensamiento mágico, cogemos rumbo hacia el Jardín Étoilé; un espacio concebido por el artista (también arquitecto y paisajista) Kenya Maruyama, quien nos sumerge en un escenario de formas orgánicas en mímesis con la naturaleza.
Sin trastocar la armonía del paisaje, este artista consiguió (a través de materiales autóctonos) una atmósfera para soñar, para jugar, para crear y divertirse sin condicionantes de edad. Embebidos de este ambiente nos dejamos llevar por nuestro niño interior y correteamos encontrando -según la figuración personal- un “mamut petrificado”, formas curiosas por doquier ” y “castillos” conquistados con nuestro asedio para terminar en el último reducto y admirar, como presea, el paisaje fluvial mientras retomamos el aliento tras nuestras aventureras hazañas. Aunque realmente la inspiración del artista Maruyama surge de la constelación de la Osa Mayor y los cuatro puntos cardinales. Nosotros vamos más allá del cielo y la orientación, perdemos el norte viajando con la imaginación, casi como la cuadrilla de Peter Pan en el mundo de Nunca Jamás. ¿No es ese el fin del arte? La apreciación personal de los ojos que miran.
Serpent D’Ocean
Después de este brevísimo viaje onírico, nos dejamos llevar -con esa ensoñación aún presente- hasta una de las obras que más expectación nos causa, la Serpent d’ocean de Huang Yong Ping.
El gigantesco esqueleto que reposa a la orilla del mar, parece haberse encallado en la arena como centinela voluntario de la desembocadura del Loira al Atlántico. Su colosal tamaño nos hace echar a volar la imaginación y le situamos en una época lejana, muy lejana, prehistórica tal vez y, es el vaivén del agua quien ha osado perpetrar su estado fosilizado para revelar su majestuosidad al mundo.
El mar ha comenzado a abrazarlo, a poseerla… La salitre se ha adherido a la osamenta de esta descomunal serpiente marina acariciando sus afiladas vértebras que relucen al brillo del sol. Los más curiosos nos acercamos hasta allí, para constatar el tamaño de sus fauces que, sin lugar a dudas, podrían habernos engullido de un bocado en otro tiempo, su tiempo.
Recorremos su alargada figura y cuando la perspectiva nos pone de fondo el puente que cruza hacia Saint Nazaire, similitudes se asoman en sus formas. Una yace al ras del suelo, la otra se alza serpenteante y, con sus arqueadas formas nos hace sentir que subimos al lomo de un ofidio y reptamos en ella hasta alcanzar la otra orilla.
El Puente de Saint Nazaire es el más largo de Francia, elevándose a 61 metros por encima del río y fue terminado en 1975. Lo cruzamos camino de una de las villas marineras más bonitas de Bretaña y toda Francia.
Saint Nazaire, la ciudad que posa su mirada en el Atlántico
Saint Nazaire nos recibe con una amalgama de contrastes. Una ciudad de pasado industrial, que se ha reconvertido para crear sinergias con los antiguos vestigios industriales en simbiosis con el arte y la cultura. Nos recuerda mucho a Bilbao en España, Düsseldorf en Alemania o el Belfast de Irlanda del Norte, todos ellos paralelismos de ciudades que han sabido explotar y hacer una metamorfosis de sus ayeres. Ciudades que abren una ventana gigante al arte y que cautivan al visitante con su variopinto abanico de posibilidades.
Es por ello, que Saint Nazaire sin duda merece un apartado completo, así que en este artículo sólo daremos unas pinceladas de lo que hemos podido disfrutar.
Sin perder de vista la ruta del arte, nos adentramos someramente en esta pequeña población que se deja abrazar por el Atlántico y nos encontramos con la base de submarinos que sirve como claro ejemplo de esa reconversión. Antaño fue construida por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial y hoy este espacio alberga el Escal’Atlantic, el LiFE (una sala de exposiciones temporales), el VIP (sala de conciertos) y la Oficina de Turismo, así como la Esclusa Fortificada donde podemos visitar el Submarino Espadon y el EOL Centre folien (una aventura dedicada a la energía eólica marina). Si queremos tener unas fantásticas vistas de la ciudad, es menester subir al tejado y deleitarnos con una panorámica en 360º del puerto y del estuario de Saint Nazaire.
La Suite de Triangles
Desde este punto podemos ver una obra más del recorrido artístico del estuario de Nantes- Saint Nazaire: la “Suite de Triangles” de Felice Varini. Una sucesión de formas geométricas que armonizan el paisaje portuario con llamativos colores fusionándose con la estructura y proporcionando una vivaz óptica visual del entorno.
Terrasse Panoramique de l’Ecluse Fortifiée
Es cuanto más curioso pasearse por la Terrasse Panoramique de l’Ecluse Fortifiée. la gran estructura de hormigón, que parece impenetrable y sin embargo, la vida crece en su terraza. El Jardín del Tercer Paisaje ha dado sentido orgánico a este colosal conglomerado y un pequeño jardín crece entre sus espesas paredes.
Si nos asomamos al corazón y las entrañas de este gigante de concreto podemos ser testigos de un espacio único. Un pasaje con una sucesión de muros nos atrae en una perspectiva hipnótica hasta encontrarnos con unas plantaciones hechas sobre una fina capa de tierra y gravilla. La estampa es surrealista y podemos ver cómo los árboles se han enraizado en una fusión heterogénea de lo inerte y lo viviente. Y es precisamente la idea que el artista Gilles Clément quiso concebir. Crear un jardín en movimiento y dejar que la naturaleza fluya libremente y que el espectador pueda maravillarse con ese proceso natural biológico. Donde el arte radica en la belleza de la naturaleza en todo su esplendor y en su estado más salvaje.
Es un agradable paseo en circuito, atravesando pasarelas que cruzan a lo largo de este peculiar jardín abierto al público. Un espacio que nos ofrece una pausa del ajetreado ritmo urbano y nos invita a la reflexión y al contacto con la naturaleza.
Le Pied, Le Pull-over y le Systeme-Digestif
Nos acercamos hasta “La Grand Plage” para hacer una pequeña parada en el restaurante “Le Plage”. Donde degustamos deliciosos platos con una calidad indiscutible y unas vistas espectaculares de la playa y de tres de las obras artísticas que completan y cierran nuestra ruta del arte y que saltan a la vista en la línea del horizonte.
En la orilla de la dársena exterior del puerto se alzan imponentes un pie, un jersey y un aparato digestivo. A simple vista parecen retazos de un gigante que sea ha quedado petrificado en la arena. Para los artistas Daniel Dewar y Grégory Gicquel son fragmentos de una civilización moderna a merced de la erosión y la colonización de los elementos.
Una analogía quizás de cómo, a pesar de todo, seguimos y seguiremos siendo efímeros al paso del tiempo y cumpliremos el ciclo completo de nacer de la madre tierra y volver a ella.
Cómo llegar al estuario del Loira
Saint Nazaire se encuentra en el departamento de Loira, siendo parte de la Bretaña histórica. Desde Nantes se puede ir en tren y el trayecto tarda como mucho 1 hora. Si elegimos ir en auto y hacer paradas en cada una de las obras artísticas mencionadas (lo más recomendable), el tiempo dependerá de cuánto demore usted en visitarlas. Le aconsejamos que vaya sin prisas para disfrutar cada una de ellas.
También existe una ruta accesible para bicicletas, lo que demoraría al menos 3 horas y media, sin hacer paradas. Así que si elige éste medio de transporte, planifique bien su salida para que le cunda el día y pueda hacer paradas en las diferentes obras de la ruta artística de Nantes-Saint Nazaire.
Dónde comer
Recomendamos muchísimo el Restaurante la Plage, situado junto a la playa de Saint Nazaire. Sirven platos riquísimos con una calidad sobresaliente. Podemos encontrar diferentes tipos de pescados frescos, marisco, carne y además gozaremos de unas vistas espectaculares de la obra de Daniel Dewar y Grégory Gicquel.