A menudo viajamos sin corazón ni alma, viajamos por viajar, para coleccionar países o para dar color a una vida obstinada de trabajo y escasas vacaciones. Es frecuente que los viajeros se jacten de conocer países cuando apenas han pasado horas en cada capital de un exhausto itinerario de una semana y siete ciudades, en los que difícilmente se pueda conocer una minúscula porción de cada uno de ellos. Y dentro de esa vorágine viajera, de esa vanidad vertida en redes sociales, libros y reflexiones como los de Pepa Calero en «Leer, viajar, estar vivos» son necesarios.
La autora reivindica el viaje pausado, tranquilo, atento, partiendo de su propio viaje imperfecto, donde no hay un «listado de la compra» ni top10 de lo que se «debe ver» de forma encarecida si no quieres que te señalen que no visto «todo».
A menudo acompañada por la omnipresente lluvia de otoño, estación en la que lleva a cabo sus viajes, Pepa Calero se deja sorprender por los pasos de cada ciudad. Y en vez de perseguir la ciudad, permite que a través de todos los sentidos sean las ciudades y sus gentes los que la visiten a ella. Son recurrentes las observaciones que hace de sus habitantes y turistas, confundidos en la mancha humana que como dos olas atlánticas se funde sin que nos demos cuenta. Porque como decía Pessoa, «Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, es lo que somos».
Su pertinaz devoción literaria sirve de pretexto para que viajemos con ella y con Stefan Zweig, Jan Neruda, Claudio Magris, Joseph Roth, José Saramago, Antonio Tabucchi, Paul Bowles, o Sandor Márai, que se fusionan con las ciudades de Salzburgo, Praga, Varsovia, Lisboa, Berlín Tánger, o Budapest. La selección cuidada de párrafos de los libros de los escritores a los que visita en cada ciudad, sirve de cicerone, de sendero para moverse con atenta mirada «leyendo» los lugares desde otra óptica. Las relaciones de amor odio con las ciudades donde nacieron, vivieron esto escritores – o que dejaron un día para no volver nunca jamás- son también historia viva y al mismo tiempo necesaria para entender esas urbes.
Quizá el viaje literario de «Leer, Viajar, estar vivos» no sea para todos los lectores, ni para todos los viajeros, pero es un viaje que invita a pensar cómo viajar. Un viaje en definitiva que satisface el alma de los que persiguen los sentimientos de los escritores que vivieron, bebieron pensaron y miraron esas ciudades. En ocasiones la autora parece sentirse desarmada por la barrera lingüística que parece un muro o casi un foso en la comunicación, pero una sonrisa, una mueca, un gesto universal de cortesía hacen que se sienta como en «su Almería». Viajando sola, quizá para que nada distraiga o perturbe su viaje a Ítaca tras los renglones de los escritores, quizá simplemente con la soledad como búsqueda de conocerse a si misma como decía Saramago.
Leer, viajar, estar vivos es un libro editado por Ediciones Casiopea, especializada en libros de temática viajera.