La mirada revolucionaria de la fotografía y el impresionismo. Museo Thyssen de Madrid

Los Impresionistas miraban su entorno como lo hacían los fotógrafos, salían a la naturaleza para estudiar la luz, para captar el instante atrapando imágenes para siempre. Su nueva mirada revolucionó la pintura de la segunda mitad del siglo XIX. La invención de la fotografía fue una revolución en sí misma que marcó a estos jóvenes artistas, pero la influencia no fue en sentido único: los fotógrafos también buscaron que sus fotografías fuesen más pictóricas. 

Exposición «Los Impresionistas y la Fotografía» del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

Esa relación estrecha entre los Impresionistas y la fotografía se plasma de forma audaz en la exposición temporal que tuvo lugar durante las pasadas semanas en el Museo Thyssen de Madrid, un total de 66 pinturas y 150 fotografías. Las pinturas de Édouard Manet, Paul Cézanne, Edgar Degas, Camille Pissarro, Claude Monet, Alfred Sisley, Pierre-Auguste Renoir, Berthe Morisot o Marie Bracquemond se expusieron junto a las fotografías de Félix Nadar, Henri Le Secq, Gustave Le Gray, Eugène Cuvelier, Olympe Aguado o Charles Marville.

Dejamos que nuestro giróscopo viajero nos lleve por las salas oscuras del Museo Thyssen – que tantas exposiciones ha dedicado a los impresionistas -, siguiendo el camino marcado por la luz de las imágenes de aquellos artistas. Una ruta que comienza en espacios abiertos, primero por la naturaleza: el bosque, el campo, el agua y las figuras en el paisaje; pero también por la ciudad y los monumentos; para terminar en lo más íntimo, la figura humana, el cuerpo y el retrato. Deteniéndonos despacio en cada cuadro, en cada fotografía, yendo de una a otra, comparándolas, buscando aquellos elementos que fusionan estas dos corrientes artísticas que cambiaron de forma revolucionaria la forma de mirar el mundo. Una forma de mirar que todavía continúa en nuestros días.

Comprendiendo la mirada moderna de los primeros fotógrafos

 

Cartes-de-visite, la fotografía se democratiza

Antes de comenzar a caminar por los pasillos del Museo Thyssen de Madrid, vamos a intentar recordar quiénes eran los primeros fotógrafos para comprender mejor esa mirada moderna que revolucionó el arte e influyó de manera fundamental en los impresionistas.

La fotografía había establecido una nueva cultura de lo visual antes de que los impresionistas iniciaran sus carreras. Nació en 1839 cuando Louis-Jacques-Mandé Daguerre creo la técnica de daguerrotipos y W.H.Fox Talbot la de los calotipos, que consiguieron lo inimaginable: fijar una imagen efímera. Se temió que la fotografía reemplazase a la pintura por su extraordinaria fidelidad a la realidad. Pero eso no ocurrió, más bien todo lo contrario, se complementaron y alimentaron mutuamente. Esta exposición del Museo Thyssen de Madrid nos va a mostrar claramente esa relación.

Los fotógrafos Gustave Le Gray, Henri Le Secq y Charles Nègre comenzaron haciendo daguerrotipos, luego calotipos, ese proceso del negativo-positivo que fue el que pervivió por su singularidad artística frente al automatismo del daguerrotipo. A mediados del siglo XIX la fotografía se comercializa gracias también a las cartes-de-visite y a las fotografías estereoscópicas, por lo que la circulación de imágenes era enorme. Las fotografías se coleccionan y se hacen series, y la fotografía todavía se democratiza más  en los años 1890 con la comercialización de la Kodak y la foto doméstica amateur – que sedujo a impresionistas como Degas, Caillebotte o Monet -.

Boulevard Saint-Germain, 1877, de Charles Marville, tiene propiedades pictóricas

Parecía que se estaba perdiendo calidad artística, sin embargo, a finales de siglo, surge el Pictorialismo (la fotografía como obra de arte) como una reacción a la foto comercial. Le Gray, Le Secq, Nègre tenían una formación de pintores, por lo que su óptica era pictórica y sus temas los tradicionales de la pintura: paisajes, retratos, desnudos. Buscaban en sus fotografías una composición y una iluminación pictóricas.  De hecho, Le Gray se autodenominaba pintor-fotógrafo, y era un virtuoso: hacía fotografías como si pintase cuadros al utilizar un papel encerado o un papel a la sal para revelar – que le permitían destacar detalles -. Ya la pintura y la fotografía se fusionaban en esos primeros años en la figura de artistas que dominaban las dos técnicas. Gracias a estos fotógrafos se desarrolló la fotografía artística. 

Su poder de transformación radica en que consiguen atrapar la realidad antes de que se desvanezca. Detienen el tiempo, mantienen fijo el instante gracias a los períodos de exposición cortos. Y ese instante es lo que buscaban los impresionistas,…Ellos también transformarán la representación del tiempo.

En Rue Saint-Honoré por la tarde, 1897, de Camille Pissarro se atrapa el instante

La influencia de la fotografía en los Impresionistas

La fotografía proporciona a los impresionistas una nueva mirada. Se liberaron de la pintura académica y buscaron pintar cosas nuevas con una perspectiva instantánea. La tremenda circulación de fotos a mediados del siglo XIX los inspira y les da una fórmula de representar sencilla. Al igual que los fotógrafos, los impresionistas buscan la luz en el mar, el río, el campo, instalándose a las afueras de París, retratan las diversiones en campo, aunque también retratarán los paisajes urbanos y humanos, como los fotógrafos. A Monet, Renoir, Sisley, Caillebotte les interesa el instante, el efecto, la impresión, también pretendían detener el tiempo como lo hacían los fotógrafos. Se acercan a la escena de forma instantánea, representando la realidad fragmentada, y sus pinceladas sueltas les permiten reproducirla de forma rápida. Consiguieron que sus pinturas pareciesen imágenes detenidas.

Visita a la exposición “Los impresionistas y la fotografía” del Museo Thyssen de Madrid

Nos da la bienvenida una de las obras que quizás reúnen mejor la pintura impresionista y la fotografía: el virtuoso retrato de grupo “Reunión familiar” del pintor Bazille

La exposición “Los impresionistas y la fotografía” del Museo Thyssen de Madrid consigue mostrarnos con perspicacia esta relación y mutua influencia entre la fotografía y el impresionismo, con obras bien escogidas de unos y otros artistas, haciendo un inteligente estudio comparativo. Junto a la entrada se encuentra  una gran plancha de una de las obras que quizás reúnen mejor la pintura impresionista y la fotografía: el virtuoso retrato de grupo Reunión familiar” del pintor Bazille. La más adecuada de las invitaciones a una exposición que no nos dejará indiferentes. Acompañemos a estos fotógrafos y pintores audaces en sus salidas al campo, a las ciudades, para ver cómo pintan sus retratos de paisajes naturales y humanos. Puede que así comprendamos mejor la herencia que nos dejaron que ha contribuido a hacer de la fotografía y la pintura contemporánea lo que son actualmente.

El bosque, los paisajes

Al entrar en la primera sala del Museo Thyssen-Bornemisza, es como si viajáramos en el tiempo a la naturaleza de Fontainebleau y de otras localidades cercanas a París para retratar bosques y paisajes con esas novedosas cámaras de Paul Gaillard o Charles Marville que, con nuevas técnicas, conseguían dar a sus fotografías efectos pictóricos. Es admirable ver cómo Adalbert capta la niebla en su cuadro “Efecto de niebla” (1855), gracias al nuevo método de la politografía; o cómo Eugène Cuvelier utiliza en “Sendero en el bosque” (1850) la técnica antigua del papel a la sal. Y la sorpresa es mayor cuando miramos el cuadro “Estanque en el bosque” de Degas, que comparamos con las fotografías de los estanques de Gaillard y Cuvelier. Acompañamos también a Gustave Le Gray a Fontainebleau para retratar bosques centenarios, árboles bañados por la luz. 

En “Efecto de niebla” (1855), Adalbert consigue retratar la atmósfera

Y a aquellos jóvenes impresionistas que también se interesaron por pintar del natural e iban a Fontainebleau o a las afueras de París para experimentar al aire libre, siguiendo los pasos de los fotógrafos del bosque y el naturalismo de los paisajistas de la generación anterior. Es tan fácil ver el estudio que hicieron para intentar representar los cambios y movimientos de la climatología, los efectos ópticos de la luz. Monet, sobre todo, pero también Sisley, Pissarro y Bazille toman los mismos modelos que Le Gray en sus composiciones y buscan los juegos de luces y sombras de los bosques, como en «El camino a Chailly» (1849). Pissarro en el “Bosque de Marly” capta las vibraciones de luz entre las hojas de los árboles. Qué interesante observar los encuadres asimétricos y los retratos de los bosques fragmentados como en la fotografía. 

Vemos clara su herencia en todos estos paisajes. Al igual que los fotógrafos, los impresionistas lograron captar el instante.

Figuras en el paisaje

Escena campestre, Château de la Faloise al final de la mañana, 1856, de Édouard Baldus

La siguiente sala es una continuación de este viaje por los paisajes que escogieron estos artistas, pero con la integración de figuras, lo cual es sumamente interesante. Aunque en la segunda mitad del siglo XIX se hacían muchas fotos familiares al aire libre – ya habían comenzado con los daguerrotipos -, los retratados solían estar rígidos, poco naturales. Observamos la transformación de esas fotografías cuando se intenta retratar de forma más realista. Así fotógrafos como Édouard Baldus en 1856 fotografía en el «Jardín del Château de La Faloise«, lo hacen de otro modo, siguiendo la tradición de las conversation pieces de la pintura inglesa. Se trataba de retratos de grupo conversando, en contextos informales pintados sobre todo en Gran Bretaña en el s. XVIII. Un claro ejemplo de precedente de la pintura impresionista.

En“La terraza en Sèvres” (1880), Marie Bracquemond compone las escenas como una fotógrafa

Cuando hay figuras en el paisaje, los impresionistas también componen la escena como los fotógrafos. Manet lo hace en 1866 con “El almuerzo campestre”, plasmando una escena realista, con magníficos juegos con la luz en las figuras. También Marie Bracquemond plasma en “La terraza en Sèvres” (1880), una escena de amigos al aire libre, un maravilloso estudio de la luz. Y la obra que representa esta exposición del Museo Thyssen de Madrid: Reunión familiar” de Bazille, es un retrato de grupo en el que las figuras, perfectamente integradas en el paisaje, parecen posar para una fotografía, con cada retratado queriéndonos decir algo. Podríamos pasarnos horas contemplando este cuadro, haciendo con Bazille un estudio cuidadoso de las fisonomías, buscando las identidades de los retratados. Este retrato nos pone en relación rápidamente con las fotos de grupo tan populares en la época, pero también a la tradición de las conversation pieces inglesas. Bazille consiguió reunir fotografía y pintura en su cuadro, una hazaña de una audacia sin límites.

Bazille consiguió reunir fotografía y pintura en su cuadro, una hazaña de una audacia sin límites

El agua, los reflejos, los paisajes fluviales

De los paisajes humanos pasamos a las escenas acuáticas, un tema querido por los fotógrafos e impresionistas, fuente de inspiración inagotable. Le Gray capta el mar en la costa de Normandía entre 1856 y 1858 de forma novedosa y revolucionaria. En primer plano, una perspectiva radical, una imagen fragmentada para captar el instante, lo efímero. Le Gray hasta retrata el frío en imágenes (“El sol en su cenit-Océano”) de Le Havre, en una foto que hace mirando hacia el sol con el fin de captar los efectos de la luz y los reflejos en el agua. Lo consigue gracias a los negativos de vidrio al colodión que utilizaba admitían tiempos de exposición más cortos, y eso le ayudó enormemente.

Esta mirada novedosa, esta forma diferente de representar el mar de Gustave Le Gray, la modernidad del encuadre, los efectos de luz, y la maestría técnica en el revelado y la impresión, revoluciona la fotografía. Consigue captar el movimiento, la fugacidad, el momento, que fue después objetivo para los impresionistas. Vemos en los cuadros de Monet su interés por el amanecer y el atardecer, momentos en los que la luz y el color adquiere una calidad pictórica única.

La mirada del instante del fotógrafo Le Gray y del pintor Monet

Por otra parte, están los paisajes fluviales de los fotógrafos del agua Olympe Aguado, su discípulo Silvy y André Giroux que tienen perspectivas muy interesantes. El primero se coloca al otro lado del río para captar una gran superficie de agua y los reflejos de los árboles en él. Silvy lo consigue con su forma de revelado, separando el paisaje del cielo. Todos ellos lograron composiciones cercanas a la pintura.

Son fascinantes igualmente las pinturas de paisajes fluviales de Monet y Sisley, que encontraron en el agua y en los reflejos de los árboles en la superficie uno de sus temas favoritos. Consiguen representar los cambios atmosféricos y los efectos efímeros de la luz. Captan la fugacidad del tiempo al igual que los fotógrafos.

El campo

Continuamos nuestro viaje por la naturaleza buscando con estos artistas en el campo algunos de sus temas favoritos. Ya vimos que retrataban los bosques, los ríos y el mar, las diversiones en el campo. Lo hacen acercándose a la pintura: los fotógrafos pictorialistas, cercanos al impresionismo, buscan el desenfoque modificando la profundidad de campo, y utilizan la goma bricromatada o el cárbon, haciendo fotografías próximas a la pintura. Las obras “Desnudo femenino en la naturaleza”, “Mujer con sombrilla junto al agua” o “Mujer en una barca” de Contant Puyo, recuerdan a Renoir o Monet.

Los impresionistas Sisley y Renoir retratan sus jardines respectivamente en “Mi casa en Moret” y “Mujer con sombrilla en un jardín” (1875), interesándose por las texturas de la vegetación, por la luz y los colores. Y Monet pinta en Argenteuil (localidad a orillas del Sena), las obras más bellas del impresionismo,  consiguiendo captar el movimiento de la vegetación, de las nubes y los efectos de la luz. En «La Barca» (1887) anuncia las composiciones futuras de sus bellos cuadros de vegetación flotante.

Jugando con la profundidad, logra una perspectiva muy interesante, cercana a la fotografía, y capta el movimiento de forma excelente

Aunque una de las obras más atractivas de esta sala dedicada al campo es la de lasPiraguas” de Caillebotte, que forma parte de un maravilloso tríptico (junto con “Bañisas a orillas del río Yerres”, “Pesca con caña” ) sobre escenas del río Yerres que pinto en 1878, lugar situado en Gennevilliers donde pasaba sus veranos. Jugando con la profundidad, logra una perspectiva muy interesante, cercana a la fotografía, y capta el movimiento de forma excelente. 

Los Monumentos

De la naturaleza, vamos ahora a las ciudades y pueblos para ver cómo nuestros artistas retratan los monumentos. En 1851 la Comisisón de Monumentos Históricos del gobierno imperial contrató fotógrafos como Le Gray, Aususte Mestrel y Édouard Baldus para recorrer el país y hacer un inventario de los monumentos franceses. En esta sala del Museo Thyssen vemos fotos de Baldus de la fachada de la Catedral de Rouen de 1850, que se compara con la que pintó Monet en 1894 a diferentes horas. Se trata de un interesantísimo estudio sobre la incidencia de la luz en la arquitectura, sobre la percepción del tiempo.

Fotógrafos y pintores también se interesaron por la representación de paisajes industriales: ferrocarriles, fábricas y puentes. Llama nuestra atención cuadros que se ponen directamente en relación con la fotografía. Tal es el caso del boceto para “El puente del ferrocarril en Argenteuil” de Monet, que pintaría Caillebotte en 1883 frontalmente como si lo hubiera mirado desde el medio del río. O los cuadros de Sisley de 1874 del Nuevo puente de columnas de hierro de Hampton Court desde ángulos diferentes, que comparamos con fotos de Eugène Atget, “El Pont Neuf” y de Collard, «El Viaducto de Auteuil”. 

El Viaducto de Auteuil, ¿fotografía o pintura?

También en la arquitectura estos artistas encontraron un campo interesante en el que experimentar con sus nuevas ideas que romperían con lo que se conocía hasta entonces.

La Ciudad

Las ciudades se convirteron en otro de los temas predilectos de los fotógrafos cuando Haussmann transformó París creando grandes avenidas y bulevares durante el Segundo Imperio. La popularidad de la foto urbana influyó en los impresionistas que imitaron las composiciones de Marville, Le Gray, Charles Soulier o Braun. 

Los fotógrafos buscaban perspectivas aéreas subiéndose a tejados para retratar ciudades y paisajes. Nadar la fotografió desde lo alto en 1857, en globo. Años antes, en 1838 Louis-Jacques-Mandé Daguerre la captaba desde una ventana, en uno de sus daguerrotipos. Monet, Pisarro, Renoir y Caillebotte retratan pues la ciudad con una visión moderna, al igual que hicieron los fotógrafos, dede las alturas, en escorzo.

A mediados de siglo llegaron las cámaras estereoscópicas de doble objetivo y Adolphe Braun e Hippolyte Jouvin hicieron fotos de París, de los puentes, calles y bulevares. Contemplamos también las fotos de Charles Marville, que fue el fotógrafo de París entre 1853 y 1870 por encargo de la Comisión de Monumentos Históricos, y fotografió sus calles y bulevares. Es extraordinario ver cómo bebieron los impresionistas de estos fotógrafos. Los cuadros “Boulervard Montmatre”, “Rue Saint-Honoré por la tarde”, “Efecto de lluvia” de Camille Pissarro recuerdan a las fotos de Marville, como la de “Boulervard Haussmann” de 1877 .

Fotógrafos e impresionistas serían los retratistas de las nuevas ciudades industriales con sus ferrocarriles, puentes y acueductos, pero también con sus grandes avenidas y altos edificios.

El retrato, el cuerpo

Fotografía y pintura impresionista

En esta sala del Museo Thyssen nos adentramos en el mundo del retrato de fotógrafos e impresionistas. Sabemos que antes de la invención de la fotografía los retratos eran encargados por la aristocracia y la alta burguesía, pero a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX los retratos se fueron democratizando junto con la expansión de la fotografía comercial.

Recorremos todo tipo de imágenes que hoy nos resultan sorprendentes, como los daguerrotipos que habían tenido mucho éxito, aunque se notan las posturas forzadas de los que posan. Y la razón era que debían permanecer mucho tiempo por las dilatadas exposiciones. De todos modos, la falta de espontaneidad continuó cuando las cartes-de-visite sustituyeron a los daguerrotipos, a pesar de que el tiempo se redujo gracias a la llegada del negativo en vidrio y las impresiones en papel. Observamos poses rígidas, más propias del retrato de las pinturas neoclásicas. 

Lo divertido de mirar fotografías estereoscópicas

El cambio llega con las fotografías de Nadar, el retratista más célebre del siglo XIX que fotografió a intelectuales y bohemios del momento. Sus fotos son más realistas, las poses relajadas, espontáneas, y le interesa jugar con la luz natural. Nadar es un rompedor, alejándose de la rigidez y la idealización de los retratos de los daguerrotipos o las cartes-de-visite.

Comprobamos que los impresionistas también eran buenos retratistas: vemos obras de Degas y Renoir y Manet. Los retratos de Manet se parecen a las fotografías de Nadar, con composiciones sofisticadas, poses descentradas, fondos planos y luz central. Pero los retratos que son realmente fascinantes son los de Degas, autor en el que se funde la fotografía y la pintura de forma muy interesante. Además era un amante de la fotografía que realizó daguerrotipos y cartes-de-visite, y después descubrió la Kodak y retrataba a sus amigos. En estos retratos había un profundo estudio de las composiciones y de la luz.

Sus pinturas son muy fotográficas, aunque sus poses eran rígidas y los fondos planos, pero sus composiciones y perspectivas poco habituales, revolucionarias. De los retratos pasamos al estudio del cuerpo. En la “Modelo desnuda tumbada de espaldas sobre el suelo de un estudio” consigue un naturalismo que copiarían los impresionistas. Como Degas, con sus desnudos y escenas de higiene femenina interesantes por su composición, su iluminación, sus poses deshinibidas y su encuadre cercano a la fotografía.

La mejor obra para que comprendamos el mensaje que nos quiere transmitir el Museo Thyssen en la exposición “La fotografía y los impresionistas”. Bailarina basculando” de Degas

Una de las últimas obras de la exposición del Museo Thyssen, que ya conocíamos pero que vuelve a impresionarnos es Bailarina basculando (1877-1879) de Degas, que retrata a una bailarina en movimiento, en un escorzo tan exagerado como expresivo, congelando la escena en el tiempo como una fotografía. Una obra perfecta para que comprendamos el mensaje que nos quiere transmitir el Museo Thyssen en la exposición “La fotografía y los impresionistas”.

Se diluye la frontera entre fotografía y pintura

Imágenes de algunos de nuestros pintores favoritos, de otros que acabamos de descubrir, de fotógrafos que apenas conocíamos se entremezclan en nuestra cabeza al final de la exposición del Museo Thyssen. Mientras salimos, tenemos la impresión de haber hecho un viaje iniciático portando cámara y caballete a la Francia de mediados del siglo XIX. Primero a aquellos pueblos de las afueras de París para buscar la luz, verla en la vegetación, en los árboles reflejados en el agua. Buscar el movimiento de las olas y captar esos instantes con un clic o con rápidas pinceladas.

Después recorrer las ciudades de Francia para retratar sus monumentos a diferentes horas del día, subirnos a los tejados para mirar las ciudades modernas desde otras perspectivas. Y, por último, acercarnos a la gente para retratarla de forma natural, en reuniones familiares o de amigos, en el campo, fijándonos en sus rostros, deteniendo el tiempo en una fotografía, un cuadro. Y, para terminar, mirar como miraba Degas sus desnudos, sus mujeres aseándose como si las sorprendiéramos en ese mismo momento, y sus bailarines en movimiento.

Las miradas de los retratados por Bazille en aquella reunión familiar en la que la frontera entre fotografía y pintura se difumina, se fijan en nosotros de nuevo a modo de despedida

Por unas horas fuimos esos fotógrafos, esos impresionistas que revolucionaron la manera de mirar la realidad, de plasmarla de forma artística, consiguiendo emocionarnos. Las miradas de los retratados por Bazille en aquella reunión familiar en la que la frontera entre fotografía y pintura se difumina, se fijan en nosotros de nuevo a modo de despedida.

Cómo llegar al Museo Thyssen-Bornemisza

Para llegar al museo Thyssen-Bornemisza de Madrid desde la Plaza del Sol solo tienen que seguir por la Carrera de San Jerónimo y la Calle Zorrilla. El Thyssen está a tan solo 850 metros, a 10 minutos andando. 

Otra posibilidad para llegar al Museo Thyssen desde Sol es coger en el metro la línea roja 2 y en 16 minutos estarán allí. O el bus número 3 (20 minutos).

Agradecimientos

Gracias al Museo Thyssen-Bornemisza por ofrecernos la posibilidad de visitar la exposición “Los impresionistas y la fotografía”. A Gema Sesé, responsable de prensa por su amabilidad.

La exposición Los impresionistas y la fotografía tuvo lugar del 14 de octubre de 2019 al 26 de enero de 2020 en el Museo Thyssen de Madrid. Paloma Alarcó es la responsable del proyecto y jefa de Conservación de Pintura Moderna del museo.

«Préstamos fotográficos de la Biblioteca Nacional de Francia, el Museo J. Paul Getty de Los Ángeles, el Victoria & Albert de Londres, la Sociedad Francesa de la Fotografía o el Prado. Las pinturas proceden del Metropolitan de Nueva York, el Musée d’Orsay de París, el Marmottan Monet de París y la Fundación Beyeler de Basilea, así como de las colecciones privadas de Henry y Rose Pearlman y de la de Ann y Gordon Getty”.

Artículo escrito por María Calvo Santos.

Reservar entradas para el Museo Thyssen-Bornemisza

Aquí pueden comprar sus entradas para el Museo Thyssen de Madrid

Escribe un comentario!! (Vamos...es gratis y nos hace ilusión saber que te ha parecido.