Amor y odio por el barrio del Trastevere de Roma

El Trastévere se vende como el barrio más encantador de Roma, bohemio y canalla pero a la vez acogedor y animado. Si de despertar pasiones se trata, el Trastevere es musicalmente un aria donde se pasa de los graves a los agudos sin apenas transición. Del amor al odio o la inversa, solo hay un paso.

«Yo tenía entonces 61 años. Y unas ansias, unos deseos angustiosos de sumergirme, de perderme, de estrecharme,  hasta desaparecer en aquel complicado y peligroso laberinto de plazuelas y callejones del barrio que elegí como vivienda, el romanesco Trastevere alegre capital, dentro de Roma, de los gatos, las ratas, los veloces ruidos, el griterío de los bares en las tardes de futbol y, entre muchas otras cosas atrayentes e insospechadas, las cordilleras de los no muy perfumados montones de basuras, hacinados en las esquinas.»

Rafael Alberti

Del Trastevere de los años 60 donde vivió el sublime poeta Rafael Alberti, y que plasma en su obra Roma, peligro para caminantes, o de las impresiones en dialecto romano de Giuseppe Gioachino Belli en el siglo XIX en 99 sonetos romanescos; podríamos deducir que bien poco ha cambiado en el barrio. Otra figura cinematográfica eterna nació en el Trastevere, Alberto Sordi, actor, director y guionista italiano, cuya casa fue demolida, pero está indicada en via San Cosimato.

Mosaico de Santa María
Mosaico de Santa María

HISTORIA DE UN BARRIO QUINTAESENCIA DE ROMA

En su día tan lejano del epicentro de Roma como lo son las periferias difuminadas, hoy se accede al Trastevere por los puentes Garibaldi, Sisto, Mazzini y por el Puente Amadeo de Saboya Aosta. El nombre deriva del latín trans Tiberim, más allá del Tevere. En tiempos de la fundación de Roma los Etruscos de Veio miraban con recelo a los nuevos vecinos desde el otro lado del río. Con la República fue zona de cultivo, comercio y morada de pescadores e inmigrantes hebreos y sirios, huella que quedó plasmada con algunos templos de culto oriental como el Santuario sirio sobre el Gianicolo. Con el Imperio la ribera acogió villas de patricios como la de Clodia, o la de Julio Cesar, que convivían con alfareros, trabajadores de las fábricas de cuero o marfil, ebanistas, molineros («molinae»), obreros de los hornos de las fábricas de ladrillos de las montañas del Vaticano que incluso estuvieron activos hasta el siglo XX  (en via delle Fornaci y Valle dell’Inferno).

Durante siglos, el Trastevere mantuvo las características de sus orígenes, es decir, un aspecto urbano de masa desordenada de casas distribuidas en un maraña de calles y callejones orientados sobre el Tíber. Solo las primitivas iglesias de S. Maria en Trastevere y S. Crisogono destacaban sobre todos los otros edificios. Hasta el siglo XV las calles eran de tierra, y su suelo solo se cubrió con adoquines (mattoni) con el papa Sisto IV, y más tarde con los susodichos sampietrini.

El barrio -cuyos habitantes no eran romanos sino trasteverini– se transformó a principios del siglo XVI con la apertura de dos grandes ejes viales: uno correspondiente a la actual vía della Lungara – vía della Scala y el otro a vía della Lungaretta; en la práctica, una recta que conectaba el Vaticano desde Porta S. Spirito hasta el corazón de la ciudad, el Capitolio y el Monte Palatino.

El carácter popular pervivió ante el ostracismo de las clases altas del clero, que se negaron a habitarlo, y por ende no se alzaron iglesias suntuosas, ni se crearon palacios de la gran aristocracia papal. En cambio una nobleza más modesta, urbana y diferente a la de los terrateniente se afincó en el Trastevere.

En 1870 se propuso una nueva planificación urbana, pero la insuficiencia financiera y los retrasos burocráticos impidieron, afortunadamente, la remodelación de un barrio que conservó su fisonomía. En ese barrio caótico y a menudo ajeno a la autoridad sobresalió como una leyenda la figura de Romeo Ottaviani, conocido como «Er più de Trestevere», un matón mitificado como personaje típico romano de finales del Ottocento e inicio del Novecento. De ese inicio del siglo XX se descubre a veces rastros elegantes cuando una puerta queda abierta y el colorido del Art Deco ilumina un portal con preciosas vidrieras.

Vidrieras Art Deco en un portal del Trastevere
Vidrieras Art Deco en un portal del Trastevere

Hoy la red de callejuelas del Trastevere parecen a priori herméticas, buscando la desorientación del viajero, pero ese encanto es precisamente lo que -si prescindimos de los mapas digitales- permite descubrir lugares que no salen marcados en los blogs de «10 cosas a visitar». Solo así nos toparemos con ese Trastevere real, ajeno al marketing de filtros, con callejuelas como el Vicolo del Cinque, Via della Scala, Vicolo del Moro o Vicolo del Bologna.

Motocarro haciendo el reparto en el Trastevere
Motocarro haciendo el reparto en el Trastevere

La Plaza Trilussa en el Lungotevere Raffaello Sanzio , junto al  Ponte Sisto, ejerce de foro o ágora. Sobre las escaleras de la fuente de los Cien Sacerdotes (Fontanone dei Cento Preti) descansan los transeúntes, estudiantes y artistas cuando la música comienza a sonar, y atrae como un imán a improvisados espectadores. La fuente, llamada también Fontanone di Ponte Sisto es obra de  Giovanni Vasanzio y Giovanni Fontana, que en 1613 asumieron el encargo del Papa Pablo V Borghese para abastecer al Hospicio de los Cien Hermanos. Una vez derribado en 1880 la fuente se conservó pero se trasladó a la Piazza Trilussa.

Pocos lo saben pero el nombre Trilusa homenajea al poeta romano Carlo Alberto Salustri, cuyo apellido leído sílaba por sílaba al revés era su pseudónimo. Su busto pasa desapercibido, pero con su característico mostacho parece mirar la vida pasar sin dejar su tono irónico romano. Hoy su poesía y sus fábulas van cayendo en el olvido y la hiel.

Siguiendo el meandro del Tíber, frente al Ponte Garibaldi, otra plaza con honores a otro poeta romanesco, cierra el Trastevere, es la Piazza Giacchino Belli. Podemos seguir río abajo, hasta el límite meridional del barrio. Allí está Porta Portese, construida en 1644 dentro del conjunto los Muros de Janículo (Gianicolo, octava colina de Roma). Los domingos se desarrolla el mercado más célebre de Roma, donde podemos escarbar para encontrar antigüedades de una Roma ya desaparecida. Quien llega de casualidad a Porta Portese corre el riesgo de perder la noción del tiempo y despertarse del ensimismamiento ya con la puesta de sol.

Estatua de G. Belli en el Trastevere
Estatua de G. Belli en el Trastevere

A la hora de comer y de cenar los restaurantes se atestan como si fueran las colas de entrada a un cine. Algunos de ellos se han convertido en símbolos de la romanidad por sí mismos. Cencio -insulto romano usado por los camareros- es una institución.  Otras opciones recomendadas son “Il Rugantino“, “da Gigetto“, “La tana de Noantri”, “Carlo Menta“ y por supuesto la birreria ” Ma che ce siete venuti a fà“, donde podemos elegir qué cerveza artesana tomar.

Arte o vandalismo?

Los tags son una filoxera ya endémica del Trastevere. Grupos de voluntarios acuden de vez en cuando para borrar la mancha de una de las variantes del Street Art, que lejos de embellecer y aportar, ensucia las fachadas de edificios históricos. Frente a las infames firmas de aspirantes a ególotras, otros graffitis de gran factura merecen quitarse el sombrero.

Graffiti en el Trastevere
Graffiti en el Trastevere

No lejos de Santa María un acordeonista exhala notas que parecen levitar como salidas de un bocadillo de una viñeta. Los vecinos del barrio le saludan, es un viejo truhán que siempre tiene un guiño o un saludo con sus conciudadanos.

Acordeonista en el barrio del Trastevere
Acordeonista en el barrio del Trastevere

La Fuente de la Plaza de Santa María nació de la maestría de la dupla de Bernini que hizo las cuatro conchas, y de las cuatro cabezas de lobo obra de Bramante.

Fuente de la Plaza de Santa María del Trastevere
Fuente de la Plaza de Santa María del Trastevere

Asu lado, la Basílica de Santa María en Trastevere es una sucesión de acciones que parten de la iglesia original, fundada en el siglo III por el papa Calixto I. En el siglo XII Inocencio II promovió su renovación, y más tarde, en el siglo XIII se añadieron a la fachada los preciosos mosaicos que hoy brillan. El pórtico actual fue añadido por Carlo Fontana en el siglo XVII. En el interior tres naves se dividen con una cohorte de veinte columnas procedentes de las Termas de Caracalla.

A cierta hora, cuando el turista ya ha obtenido su postal digital, es posible sentarse en los escalones de la fuente y mirar la fachada de Santa María para seguir la historia hagiográfica de los mosaicos bizantinos.

Basílica de Santa María del Trastevere
Basílica de Santa María del Trastevere

Seguimos paseando con la brújula desconectada para pararnos frente a talleres de Luthiers, portales devorados por la hiedra o pequeños comercios que cuesta creer que aún pervivan sin vender imanes o delantales hechos en China. Levantamos la cabeza unos centímetros de los adoquines para otorgar la importancia que requieren monumentos como la Porta de San Pancrazio y la Porta Settimiana (las dos en la muralla Aureliana), las Cárceles de Regina Coeli, la Villa Farnesina, el Palazzo Salviati, el Palazzo Corsini o el Museo Torlonia

Curiosamente de noche el barrio luce mejor, como un maniquí que vestido sabe ganarse las adulaciones. Dicen que la noche esconde las miserias del día. Y en efecto, es por la mañana, cuando los madrugadores se encuentran con la vorágine de la noche, basura desperdigada más propia de una batalla campal que de una capital de país como Roma. Las culpas se puede repartir, el civismo, la degradación y la gestión de la limpieza urbana empiezan en los romanos, pasan por los turistas, y acaban en una administración que a veces parece incapaz de gobernar un barco tan grande donde hay muchos capitanes y pocos marineros.

Los Sampietrini – los adoquines típicos de Roma que toman nombre de la plaza San Pietro, inventadas durante el mandato del Papa Sixto V -, son bellos solo cuando los congela la fotografía. Pasado un rato, transeúntes, ciclistas, padres con carros de bebé y personas con movilidad reducida reniegan con una¡ clamor que se hunde en el tuétano.

Via San Pietro in Montorio
Via San Pietro in Montorio

Cuando el Trastevere empieza a llenarse buscamos una puerta trasera para escapar. Por el Vicolo della Frusta llegamos a la subida a San Pietro in Montorio. Las escaleras ascienden hasta la Academia de España y el Liceo Cervantes, junto al templo. Allí, junto a la iglesia se goza de una de las mejores vistas de Roma.

Vistas de Roma desde San Pietro in Montorio
Vistas de Roma desde San Pietro in Montorio

A esta hora el Templete de San Pietro in Montorio tiene las puertas cerradas, pero desde fuera podemos disfrutar de una de las obras más perfectas del Renacimiento. El arquitecto Bramante consiguió las loas más unánimes sobre como aplicar a la arquitectura las formas del clasicismo renacentista. El templo, a base  granito, mármol y travertino, con acabados de estuco y revoco se construyó como el exvoto de los Reyes Católicos por el fallecimiento del Príncipe Juan de Aragón y Castilla en 1497. La planta circular copia los martyria orientales, y la columnata en cella clásica sigue la disposición de un peristilo.  La cristiandad tiene aquí -una vez más- un lugar de devoción, ya que en su cripta cuenta el guión de esa gran teleserie que es la Biblia, se erigía la cruz de San Pedro donde fue crucificado.

Templete de San Pietro in Montorio
Templete de San Pietro in Montorio

Detrás, el osario de Garibaldi es cada vez menos visitado. Su figura, otrora ensalzada como cemento de cohesión del Risorgimiento, es golpeada en las rodillas por nacionalistas de todo pelaje, desde el norte al sur de Italia.

Osario de Garibaldi encima del Trastevere
Osario de Garibaldi encima del Trastevere

Otra posible salida de escape al estilo puerta de Alicia en el País de las Maravillas cuando el nivel crítico de saturación romana llega, es el Parque Villa Pamphili en las espaldas del Trastevere. Ejerce de pulmón verde para pasear, correr o simplemente respirar leyendo un libro.

Ya al final de otro día en el Trastevere la luz solar da paso a las tenues farolas, los adoquines retumban con los pasos de gente esperando su turno en la mesa de los restaurantes, y el barrio vuelva a carburar.

Alojamiento en el Trastevere

A menudo se discute si el Trastevere es un buen lugar para buscar alojamiento. Lo cierto es que su ubicación es una de las ventajas, y aunque por el centro del barrio no pasa transporte público, tanto por Via del Trastevere como por el Lungotevere que sigue el río, los autobuses y tranvía nos permiten acceder fácilmente al Vaticano, el Colisseo, o llegar a la estación de tren de Términi.

Cada vez proliferan más los apartamentos con encanto en el barrio, que si bien sirven de «nido» en el viaje a Roma, generan una reducción de las posibilidades de alquiler de los locales, haciendo a menudo imposible encontrar opciones para vivir todo el año.



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