Viaje a la Provenza y la Costa Azul II. Buscando la luz de Niza

Una de las cosas que más me gustan de los viajes es el hecho de sentirse en movimiento, esa sensación de estar apropiándose de trocitos de los lugares, de los paisajes, de las gentes,…el saber que en la próxima parada podremos sentarnos a observar pasar a los habitantes, a contemplar los monumentos, …para después volver al movimiento, a tomar la ciudad, pasear por sus calles capturando instantes. Esas dos sensaciones se entrelazan para mí en un viaje, la de estar en movimiento, sintiendo el paso del tiempo y la de poder pararlo para contemplar el panorama quieto, dejándonos seducir por lo que vemos.

La mañana se presenta luminosa en el inicio de nuestro viaje a la Provenza y la Costa Azul. La calma está instalada en el B&B situado en plena campiña provenzal, a un paso de Arles, y mientras desayunamos en el jardín rememoramos el día anterior, el primero de nuestro recorrido por la Provenza: Arles y su anfiteatro romano, la ruta Van Gogh; Les Baux de Provence, un encantador pueblito provenzal situado en lo alto de una colina, con sus callejuelas empedradas, su castillo y unas vistas panorámicas al paisaje de les Alpilles. Próxima parada: Niza.

Por las calles de Niza
Por las calles de Niza

El camino de Arles a Niza es largo, por lo que decidimos salir temprano. Vemos pasar sucesivos fotogramas de un paisaje de garriga y de luz, esa luz que buscaban los impresionistas que llegaban a la Provenza cargados de ideas que sólo supieron plasmar una vez conocieron la belleza del paisaje provenzal. Cuando empezamos a ver indicadores de ciudades conocidas como Cannes o Antibes, la emoción aumenta. Y de pronto el azul. Ahí está, el Mediterráneo en todo su esplendor, como corresponde a este radiante día de principios de junio. Otro de los paisajes favoritos de algunos impresionistas, como l’Estaque de Cézanne o el Saint Tropez de Signan y Matisse. Ese Mediterráneo centelleante de mil y una tonalidades de azul.

Y de forma fácil, casi sin esfuerzo, nos hallamos de pronto en una gran avenida que nos lleva al puerto viejo de Niza. Sin casi darnos cuenta nos metimos en esta gran urbe de la Costa Azul, lo difícil a veces se torna realmente sencillo. Decidimos estacionar en un aparcamiento exterior que mira al puerto, no es demasiado caro y podemos pasar el día tranquilas por Niza sin problemas. También nos habían dicho que es gratuito aparcar en lo alto de la Colline du Château, al lado del cementerio, pero terminamos frene al puerto, una opción más sencilla.

El Puerto de Niza y su célebre barrio
El Puerto de Niza y su célebre barrio

Intentando aprehender cada instante que vamos a pasar en la ciudad, sin perder el tiempo, comenzamos nuestra visita para descubrir lo máximo posible, ya que hay que tener en cuenta que Niza es una ciudad muy grande, y si se dispone de días, lo mejor es verla en dos jornadas. Además, el alojamiento en el pensábamos quedarnos, un acogedor B&B en un pueblito a 18 km de Niza, Saint Jeannet, es recomendable para pasar unos días ya que está bien situado cerca de la autopista, es ideal como campamento base para volver a la ciudad sin pensar en problemas de aparcamiento, y también para visitar ciudades como Mónaco y Eze.

El enorme puerto de Niza, el Lympia, se muestra ante nosotros imponente, majestuoso, cargado de historia. Desde él salen barcos a Córcega, la isla de la Belleza. Nos encontramos en uno de los barrios más interesantes de Niza, a los pies de la colina del castillo, entre el puerto y la Plaza Garibaldi. Pasamos por el “Marché aux Puces” (“Mercado de las Pulgas”) el rastro de Niza, un mercadillo de antigüedades atípico, donde pueden encontrarse pequeños tesoros. La dama que me acompaña, mi señora madre, se entusiasma en el magnífico paseo de los 100 anticuarios del puerto de Niza: galerías de arte, restauradores, antigüedades del los siglos XVII, XVIII y XIX, Art Déco de 1930. Se trata de la famosa calle Catherine Ségurane, una calle tranquila a sólo unos metros del casco antiguo de Niza. Decidimos entrar en alguno de los anticuarios apreciando las maravillas del pasado.

Los 100 anticuarios de Niza
Los 100 anticuarios de Niza

Muy cerca se halla una de las plazas más bellas de Niza: la Plaza Garibaldi. Contemplamos entusiasmadas los edificios con sus elegantes fachadas color amarillo ocre cuyas ventanas esconden un secreto: en realidad algunas son de estilo trampantojo. En torno a las aperturas vemos motivos arquitectónicos pintados imitando pilastras y frontones. Los inmuebles simétricos sobre pórticos le dan al viejo barrio del puerto ese resplandor mediterráneo que no pasa desapercibido. En el centro de la plaza, una enorme estatua de Garibaldi, y bancos donde la gente se sienta tranquilamente a reposar.

La Plaza Garibaldi, con su trampantojo
La Plaza Garibaldi, con su trampantojo

En seguida nos entra el apetito y decidimos hacer una parada frente al puerto escogiendo uno de los muchos restaurantes que proponen pescado fresco. Y elegimos bien, una lubina y un gratinado de marisco, ¡delicioso!. Y, como la ciudad vieja está a un paso de allí, seguimos nuestra visita a Niza paseando por sus callejuelas estrechas con edificios ocres y sus balcones decorados, palacetes que pasan desapercibidos, auténticas joyas, plazas donde descubrimos un ambiente auténtico, a pesar de que ya empieza la temporada turística. En realidad, en el Vieux Nice podemos sentirnos como en algunos lugares de Italia, con auténticas joyas arquitectónicas por todas partes, tal vez un poco estropeadas por el tiempo, edificios en cuyas ventanas se cuelga la ropa, fachadas con frescos, detalles arquitectónicos de gran belleza,….No hay que olvidar que la ciudad de Niza perteneció desde el siglo XIV al Reino del Piamonte, que la cederá definitivamente a Francia en 1860.

El animado casco antiguo de Niza
El animado casco antiguo de Niza

La calle Sainte-Réparate nos conduce a la plaza Rossetti, un lugar ideal para hacer una parada y disfrutar del ambiente de la ciudad vieja. En ella podemos admirar la catedral construida en 1649, con su fachada barroca y su cúpula de tejas barnizadas. Continuamos callejeando y en una sombría callejuela nos encontramos con uno de esos palacios por los que pasaríamos casi sin darnos cuenta de su valor, el Palacio Lascaris, de estilo barroco. Una pena no haber entrado, ya que su interior parece ser una auténtica maravilla, con su escalera monumental, frescos de los techos, estucos y las estancias lujosamente decoradas. Además el palacio alberga una prestigiosa colección de instrumentos de música.

Palacio Lascaris
Palacio Lascaris

En seguida llegamos a la plaza del Palacio de Justicia, de estilo neoclásico, con su gran escalera y su columnata. Atravesamos unas arcadas y nos situamos en seguida en el famoso Paseo de los Ingleses (Promenade des Anglais), un espléndido y largo paseo que abraza la Bahía de los Angeles (Baie des Anges), en cuya playa ya hay gente animada que se atreve a darse un baño o simplemente se recuesta a contemplar el Mediterráneo.

La incómoda playa de piedras de Niza
La incómoda playa de piedras de Niza

Aunque nos cuesta creer que estén cómodos, puesto que la playa de Niza no es de arena, sino de piedras. Caminamos admirando este increíble paseo de siete kilómetros, con algunas parcelas privadas ocupadas por restaurantes que extienden sus alfombras casi hasta la orilla. Recordamos que el nombre de Paseo de los Ingleses se debe a que a finales del siglo XVIII se instaló en la bahía un grupo de acaudalados británicos que cambió su fisonomía. En el paseo podemos admirar el soberbio edificio de la Ópera, un teatro municipal que tiene funciones de teatro y ópera todo el año.

En el Paseo de los Ingleses
En el Paseo de los Ingleses

Después de caminar un buen rato por el paseo marítimo de Niza volvemos a entrar en el casco antiguo, y esta vez recalamos en la magnífica Plaza Masséna, una enorme plaza dividida en dos partes. La parte norte es rectangular, mientras que la sur adopta una forma circular. En realidad es la fusión de dos plazas, la plaza Masséna, de estilo barroco y la plaza Charles Albert, de estilo neoclásico. Ambas están rodeada de elegantes edificios sobre arcadas con fachadas de color rojo.

Y en pleno corazón de la plaza Masséna, llama la atención la Fuente del Sol, con bonitas estatuas de bronce de personajes mitológicos greco-romanos que salen del agua: la Tierra, Mercurio, Marte, Saturno y Venus. Y en el centro, imponente, emerge la estatua de Apolo. Me encanta el suelo ajedrezado en contraste con el rojo vivo de los edificios y el azul que nos regaló el cielo ese día. También las siete estatuas del artista español Jaume Piensa tituladas “Conversación en Niza” que se iluminan de colores por la noche. Por un momento me imagino el desfile de carrozas majestuosas del Carnaval de Niza que recorren esta plaza en febrero.

Los colores de la Plaza Masséna
Los colores de la Plaza Masséna

Y al lado de la Plaza Masséna los luminosos jardines Albert I, el parque más antiguo de Niza, con una enorme explanada mojada por surtidores de agua. El cielo se refleja en este impresionante espejo que atrae a los paseantes y sobre todo a niños que lo recorren, gritando felices, mojándose. Nos quedamos allí un rato, mirando el espectáculo.

Hermosas imágenes de Niza
Hermosas imágenes de Niza

El tiempo corre y todavía nos queda mucho por ver de Niza. Definitivamente, se necesitan al menos dos días para conocer una de las más espléndidas ciudades de la Costa Azul. Y volviendo a la Plaza Masséna nos encontramos con la solución, algo que no solemos hacer en nuestros viajes, pero que resulta ser muy divertido. Una bici con un carro de dos plazas llevado por un joven que hace las veces de guía y nos explica detalles de la ciudad de Niza.

Dos viajeras en la Plaza Masséna
Dos viajeras en la Plaza Masséna

Volviendo al largo Paseo de los Ingleses, entre el mar y las palmeras, contemplamos la belleza de los palacetes convertidos en hoteles lujosos: el Palais de la Mediterranée, una obra de arte del Modernismo, Le Royal, el West End. Y por supuesto el Negresco, célebre palacio de la Belle Epoque, clasificado Monumento Histórico, en cuyas habitaciones están representados los estilos más brillantes del arte francés, desde Luis XIII hasta el arte moderno; se considera con razón uno de los más bellos hoteles del mundo….

El Negresco, uno de los más bellos hoteles del mundo
El Negresco, uno de los más bellos hoteles del mundo

En seguida llegamos al final del paseo y nuestro “guía” da la vuelta, llevándonos de nuevo al casco antiguo de Niza. Nos bajamos delante de la Capilla de la Misericordia, una capilla barroca pintada de amarillo, con una bellísima decoración interior.

El colorido de la capilla
El colorido de la capilla de la Misericordia

Nos queda poco tiempo, así que decidimos subir a la Colline du Château, cuyo nombre procede de la fortificación que allí se hallaba, compuesta de un castillo y una ciudadela, y que fue destruida por Luis XIV en 1706. Actualmente todavía pueden verse algunos vestigios de esa antigua fortificación, aunque es difícil visualizar el conjunto monumental. Para subir a la colina tomamos el ascensor gratuito y en seguida nos encontramos contemplando Niza desde lo alto, el larguísimo Paseo de los Ingleses y el casco antiguo.

Del otro lado, la belleza del viejo puerto y de ese barrio de edificios de colores. Un buen final de jornada, el atardecer desde lo alto de la colina, con Niza a nuestros pies. Un punto y a parte, puesto que somos conscientes de que nos quedó mucho que ver, pero nos sentimos felices por habernos asomado a un trocito de esta hermosa ciudad de la Riviera francesa cuya luz, que buscábamos como lo hicieron los impresionistas, nos ha acompañado en todo momento. Confirmamos lo que vemos en un mosaico dedicado a Ulises que hay en lo alto de la Colina del Château: “Hereux qui comme Ulysse a fait un beau voyage” (“Feliz quien como Ulises ha hecho un bello viaje”).

Contemplando Niza desde lo alto
Contemplando Niza desde lo alto

1 comentario de “Viaje a la Provenza y la Costa Azul II. Buscando la luz de Niza

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