Paseamos de nuevo por Venecia, sabedores de que en anteriores visitas por momentos nos hemos sentido por momentos deslumbrados por la exuberancia de sus palacios, cual palafitos sobre la laguna, y por momentos aprisionados por la marea de visitantes sedientos de una foto que pruebe su paso huracanado por una ciudad que no se conoce ni en cien regresos. Hoy no vamos a hablar de la plaza de San Marcos, ni de las excursiones a Burano o Murano, o del festejo del Carnaval. Nos gustan los lugares diferentes, apacibles, y después de visitar la peculiar librería Acqua Alta, hemos atravesado el barrio de Dorsoduro para ir a un lugar menos conocido de la explotada Venecia.
Frente a nosotros, no lejos de la iglesia de San Trovaso, y del Puente de la Accademia, una cabaña de madera y una rampa con acceso al canal nos indican que hemos llegado al Squero di San Trovaso. Es uno de los escasos astilleros de góndolas que aún funciona en Venecia. Actualmente en la ciudad sobreviven seis astilleros históricos: tres en Dorsoduro, dos en Giudecca y uno en Castello. La palabra squaro significa en veneciano astillero, y hace referencia a la squara (escuadra), herramienta utilizada en la confección de las góndolas, si bien otros defienden que podría venir de la palabra griega eschárion. astillero.
Los tres squeri de Dorsoduro son Squera Tramontin en Ognissanti; el vecino squero Bonaldo que ha perdido por completo su función, convirtiéndose en almacén y el squero conocido como Squero di San Trovaso. Los dos squeri de Giudecca son el Squero Crea, propiedad del regatista Gianfranco Vianello llamado Crea, y el squero Costantini-Dei Rossi. Finalmente el Squero del barrio de Castello es el Squero San Giuseppe, propiedad de la Mutual Aid Society formada por carpinteros y calafatadores.
El extraño edificio de madera se explica porque históricamente tanto la madera como los carpinteros provenían de Cadore y Val Zoldana, áreas montañosas de los Dolomitas en la región del Veneto, y por ello este tipo de construcciones más alpina la trajeron los artesanos para cubrir el taller en caso de lluvia y guardar las herramientas.
Nos sentamos frente al astillero de góndolas, adormeciendo los pasos de esta ajetreada Venecia sin tiempo para las paradas. A través de los ojos del pintor Bernardo Hay miramos el Squero di San Trovaso dibujando los trazos que él grabó sobre el lienzo.
Otros artistas inmortalizaron el mismo momento como Eros Rumor, Federico del Campo, la checa Antonietta Brandeis o John Batty, cada uno con su trazo, pero con la misma esencia que destila donde el artesano doma la madera.
Visita al astillero de San Trovaso
Cuatrocientos años después otras manos continúan transmitiendo una herencia común, la de los artesanos que fabrican góndolas. Solo ellos, los gondoleros que siguen hablando del papparini de un tal Francesco, o del puparìn de otro fulano Maurizio, debatiendo diferencias que ojos no expertos no saben ver en las variantes de una góndola.
Del gremio de los gondoleros han opinado hasta los Papas. Coléricos, histéricos, y otras veces gentiles y enamorados de su trabajo; parlanchines y trovadores, casi filósofos. Siempre pegados a «esa madera flotante» a la que han anclado una vida plenamente dedicada. Venecia no sería igual sin ellos, ni sin las góndolas recorriendo los canales.
Dicen que el austero negro de las góndolas venía instituido desde siglos atrás por los legisladores para unificar y frenar al mismo tiempo la vanidad veneciana que expresaba el derroche y el exceso incluso pintando las góndolas con colores que dañaban la vista. Lo que si que es cierto es que la ley castigaba saltarse esa «ley cromática» con penas severas para los gondoleros que podían acabar remando en galeras.
Los gondoleros fueron una especie de hipérbole constante, con un carisma que parecía heredarse genéticamente, y que hoy deben superar pruebas de maestría con la góndola para poder ejercer la profesión. El desorbitado aguacero de turistas hace que además de la pericia tengan que tener dones extra de simpatía o de paciencia, ante las preguntas típicas de ¿Dónde está la casa de Marco Polo o la de Casanova?
La góndola clásica que vemos en los canales es la embarcación más conocida, pero no la única, y a menos que tengamos un conocimiento profundo, costará distinguirla de otras como el Sàndolo da barcariol usado para el transporte de personas, sus subvariantes aptas para la pesca como el sàndolo a la ciosòta, el sàndolo buranèlo, el sàndolo sampieròto, o el sàndolo da fagia), el pequeño S-ciopon para la caza de aves con la espingarda, la Mascareta y el Puparìn con vocación deportiva y regatas, la ya desaparecida barca de seis remos Vipera (solo quedan dos en el Museo Storico Navale de Venecia), la Sianperota a vela que empleaban los pescadores de la isla de S. Pietro in Volta, la barchéta a massoche usada concretamente para cruzar el Gran Canal (gracias a su estabilidad ante las olas generadas por otras embarcaciones) la Diesona con diez remeros para moverla o el velocísimo gondolino creado para la Regata Storica, entre otros tipos de embarcaciones.
Del Squero di San Trovaso han salido miles y miles de las variantes de góndola, cada una con sus características pero siempre fabricadas con la flexibilidad del artesano que escucha al cliente. En una Venecia globalizada lugares como el Squero di San Trovaso van desapareciendo rápidamente. Muchos venecianos que han vivido generación tras generación huyen de la gentrificación y los excesos turísticos de la Laguna, incapaz de absorber por su embudo el caudal turístico. Incluso en este sector es difícil remar contra la globalización. Por un lado el elevado precio del metro cuadrado en una isla veneciana de por si saturada. La elevada edad de los maestros con más conocimiento, el costo de las reparaciones y el trabajo, la madera a menudo reemplazada por fibra de vidrio o madera contrachapada marina (más fácil de trabajar y menos costosa), el reducido número de trabajadores especializados y la legislación que dificulta diversas actividades de squeraroli.
Las elegantes y sinuosas formas de la góndola requieren de un conocimiento innato para fabricarla. Los gondoleros se fiaban históricamente a los mejores artesanos, y los del Squero di San Trovaso eran unos maestros. Con una longitud de 10.85 m., el ancho promedio es de alrededor de 1.40, el peso alcanza aproximadamente 350 kilos. Su forma asimétrica a la derecha, está especialmente creada para permitir al gondolero remar con menos esfuerzo. Para su construcción se utilizan 8 tipos diferentes de madera y son 280 las partes que se emplean para ensamblarla. Antes de comenzar la construcción real de una góndola es necesario elegir la madera que se utilizará. Se utilizan 8 tipos que van desde el roble, abeto, olmo, cerezo, alerce, nuez, tilo y caoba. Después de elegir la madera, que no debe tener defectos, se sazona durante aproximadamente un año. La construcción real puede llevar varios meses e implica unas 500 horas de trabajo.
Desde el otro lado del canal tenemos una visión del Squero, donde se trabaja mientras las góndolas navegan viendo el lugar donde «nacieron». Mucha gente se para en este lado para sacar fotos de las góndolas a medio hacer, o aquellas que necesitan reparaciones por el ajetreo de los paseos por los canales.
Tours de Paseo en Góndola en Venecia
Cómo llegar al Squero di San Trovaso
El Squero di San Trovaso está en el barrio de Dorsoduro, en el sur de Venecia. Web: www.squerosantrovaso.com
Es posible llevar a cabo una visita guiada al taller astillero, atendiendo a las explicaciones de cómo es el proceso de fabricación de una góndola, siguiendo el proceso artesano que poco a cambiado en los últimos siglos. No hay grúas ni tornos y todo el trabajo es manual. De lunes a viernes es posible organizar visitas al squero solo para grupos de al menos 25 personas. Los propios squeraroli actúan como guías que ilustran las características de estas embarcaciones y las técnicas de construcción. La visita dura aproximadamente media hora. Correo electrónico: info@squerosantrovaso.com
Si lo deseamos podemos hasta comprar una góndola, aunque nadie te explica cómo llevártela a casa.