Mostar, un viaje necesario para el recuerdo

Mostar, Bosnia, y en general los Balcanes fueron mucho antes que el «No a la Guerra» de Irak, un grito de una generación entre la que me incluyo, que vivió el paso de niño a adolescente como un signo de concienciación ética y humana. Fue «mi primera guerra», televisada y cruda, -como todas-, pero especialmente por los testimonios de los reporteros, cuya grave voz calaba hondo en esa pérdida de la inocencia.

Heridas de la Guerra en Mostar
Heridas de la Guerra en Mostar

Mostar sufrió especialmente los efectos de la guerra, primero con el enfrentamiento entre croatas y bosnios frente a los serbios y posteriormente entre los aliados iniciales que pugnaban por el control de la ciudad y que llevaron al enfrentamiento de las comunidades católicas (bosnio croatas) y musulmanas que habían vivido durante siglos en paz. Para entender el drama hay que explicar que pese a la profesión de sus respectivas religiones, las familias de Mostar se habían formado con parejas de ambas creencias, lo que hacía más dramático si cabe el hecho de defender una facción.

Han pasado muchos años de aquello, y después de las etapas del viaje por Dubrovnik y Montenegro (y hace años por Serbia) las cicatrices, al menos las superficiales están sanadas en estos lugares, apenas con un arañazo o una muesca que revela el pasado. Sin embargo Mostar tiene una mezcla agridulce que reconforta y entristece por igual, con sensaciones que a ratos, o mejor dicho a pasos y esquinas invitan a pensar en el futuro, y por momentos deprimen al ver las heridas intactas de la guerra en edificios que parece que nadie quiere restaurarlos, o los antiguos jardines que se convirtieron en cementerios improvisados cuando al amaro de la noche oscura se enterraba a los muertos para evitar a los francotiradores.

Mostar se encuentra en la región de Hercegovina, la más completa si pensamos como viajeros, con numerosos lugares de interés como el monasterio de Blagaj, o el pueblo de Pocitelj. La cercanía con Dubrovnik desde donde llegan autobuses y tours para hacer la excursión de un día y volver ha dinamizado la economía local pero fomentando la ciudad como si fuera un animal de zoológico, al que venimos a sacar fotos y comprar un souvenir.

El centro de Mostar con el puente sobre el río Neretva
El centro de Mostar con el puente sobre el río Neretva

Es por ello que lo más recomendable es, además de ver el centro de Mostar, caminar por el resto de la ciudad y empaparse de la realidad y el día a día.

La amabilidad de la gente permite preguntar, -siempre con cuidado y tras un café y un tiempo para intimar- si hay algún interés turístico en mantener las heridas abiertas del conflicto. Y es que el morbo es un buen negocio. Sin embargo parece que el problema no radica aquí. Por un lado hay que pensar que la ciudad fue prácticamente destruida, apenas quedó un edificio que no fuese bombardeado o salpicado por la metralla, de modo que el ritmo para reconstruir la ciudad ha sido lento, y sobre todo caro para una economía que se hundió tras la independencia de Bosnia. Por otro lado Bosnia i Hercegovina consiguió la paz después del tratado de Dayton donde se pactó que tres gobiernos, uno serbio, otro croata y otro musulmán se fueran turnando en la dirección del país, lo que resulta a todas luces poco práctico, caro por la excesiva burocracia y aparato gubernamental triplicado y apto para corruptelas políticas que merman el crecimiento del país.

El colorido edificio Gymnasium en Plaza España
El colorido edificio Gymnasium en Plaza España

Por todos lados hay carteles del altruismo (quién sabe con que crédito) de países extranjeros que sufragaron los costes de restauración, y aún así Mostar tiene estigmas grabados en su piel.

Sin duda Mostar merece la pena, aunque se podría decir que se ha sobrevalorado y concentrado el símbolo del puente, a la postre el más famoso de los Balcanes, y que causa sensación a tenor de los turistas que se agolpan y colapsan como en un embudo a ambos lados del río. El Stari Most (puente antiguo) fue construido por los Otomanos sobre el río Neretva cuyo color cambia drásticamente con los rayos del sol que acentúan el tono turquesa.

El famoso puente de Mostar
El famoso puente de Mostar reconstruido después de ser destruido

El puente, Patrimonio de la Humanidad, recibió el sello de Unesco cuando tras ser destruido se reconstruyó con mismas piedras que habían saltado río abajo en 1993, cuando desde el monte Hum, coronado ahora por una inmensa cruz, el ejército croata bombardeó el puente. Como si de una oda poética se tratase el río se tiñó de rojo a causa de los minerales de las piedras con las que se había construido el puente, y largo y tendido se escribió sobre la «sangre» que parecía emanar el río Neretva.

España y los españoles son un pueblo simpática para las gentes de Mostar. Aquí se desplegaron tropas españolas durante el conflicto y posteriormente ayudaron a la reconstrucción y pacificación de la ciudad. Los soldados se ganaron la simpatía local y surgieron iniciativas y ejemplos de solidaridad como la de los niños que fueron a pasar veranos con familias españolas y que hoy en día hablan español perfectamente, como nuestra guía y colaboradora Armana, que nos contó su historia particular, cuando siendo niña vivió la guerra.

Que ver en Mostar

Sin duda el puente de Mostar cataliza la atención y si es nuestro objetivo primordial del viaje tendremos muchos rincones desde donde sacar fotos maravillosas de esta postal bosnia que une las dos orillas del Neretva y las dos Torres, Helebija y Tara

Hay terrazas de bares y restaurantes que son puntos panorámicos perfectos para tomar instantáneas pero también lo es la orilla del río, a la que descendemos por las escaleras de la parte oeste. Desde aquí captamos toda la inmensidad del puente, más si cabe cuando los saltadores se lanzan al río Neretva, «patrocinados» por algún turista que paga por su vertiginoso salto. El puente de Mostar está incluido en la competición de saltos de Red Bull y esto ha contribuido enormemente a difundirlo y hacerlo más conocido. Si queremos ver un salto y sacar fotos no quedará más remedio que rascarse el bolsillo y hacer una «donación» cuando nos pasen el sombrero. Si sacamos fotos y no queremos aportar nada corremos el riesgo de llevarnos una buena regañina de los saltadores, que para bien o para mal aquí son vistos como otro oficio más.

Pero no sería justo medir a Mostar sólo por su puente y por ello en nuestra ruta quisimos quedarnos dos días a disfrutarla en profundidad. Nuestro anfitrión del apartamento Sasa nos hizo de guía esporádico enseñándonos y contándonos historias personales de la guerra.

La zona vieja de Mostar que desemboca en el puente ha sustituido el floreciente ajetreo comercial de la Edad Media por un tránsito intenso de turistas que se dejan seducir por los colores del Bazar de Kujundziluk.

Souvenirs confeccionados a partir de casquillos de bala
Souvenirs confeccionados a partir de casquillos de bala

Las numerosas mezquitas proporcionan un peculiar skyline que con la llegada de la llamada a la oración nos transportan a destinos más lejanos. A diferencia de otros templos musulmanes, las mezquitas de Mostar permiten su visita a gente no creyente y si tenemos tiempo es recomendable vivir la atmósfera interior.

Las más visitadas son la Mezquita Koski Mehmed Pasha, que permite subir a su minarete y contemplar Mostar desde un punto panorámico; la Mezquita Karadjoz-bey; o la Hadži-Kurtova (Hadži-Kurtova džamija) conocida como «Tabačica», de los curtidores, construida en la otra zona del río, en el antiguo barrio de los curtidores. Nosotros visitamos esta última por dentro, construida por un mecenas de las familias más pudientes de Mostar que quería facilitar a los artesanos del cuero los momentos de oración en una mezquita nueva, debido a que no era muy bienvenidos a las otras mezquitas por el fuerte olor que desprendía el barrio a causa del cuero.

La ocupación otomana dejó numerosas huellas en la arquitectura, la religión, o las costumbres y tradiciones que hoy perviven con arraigo. De hecho, las casas típicas turcas de Mostar son uno de los atractivos para ver y conocer, especialmente la Biscevica Kuca, cuya historia pudimos conocer. La Casa Turca hoy convertida en un pequeño museo etnológico refleja los espacios y tradiciones de las acaudaladas familias otomanas de Mostar.

Casa Turca en Mostar
Casa Turca en Mostar

Ya en el otro lado del Neretva paseamos por la calle Tvrtka Miloša -luego se convierte en Alekse Šantića-, que reflejaba la metáfora del absurdo, el miedo y el odio, con una acera donde vivían familias católicas croatas y otra con bosnios musulmanes. El arte urbano y las pintadas que con su lema Don’t Forget 93, instan a no olvidar lo que pasó aquí, despertando la conciencia y decorando lugares donde los agujeros de metralla son sustituidos por disparos de pintura que inventan flores y estrellas.

En la esquina de Kneza Domagoja con Kralja Zvonimira, muy cerca del edificio colorido del Gymnasium y de la plaza España (Španski trg) que agradece la aportación de los soldados españoles, está uno de los edificios que con su imponente mole refleja con mayor fuerza el sombrío pasado de la guerra. El antiguo banco fue nido de francotiradores que con su bilis asesina disparaba a herir para que o bien se desangraran o bien otra víctima cayera al tratar de ayudar al herido.

Edificio desde donde disparaban los francotiradores
Edificio desde donde disparaban los francotiradores

También en la zona oeste de Mostar está el Memorial a los Partisanos, cuyo estado de degrado nos dejó impresionados. Y es que la figura del partisano, es decir de la resistencia al ejército alemán e italiano durante la Segunda Guerra Mundial no está bien vista en Mostar. Obra del arquitecto serbio Bogdan Bogdanović, fue inaugurado en 1965 por el presidente de Yugoslavia Tito, en el 20 aniversario de la liberación de Mostar. La guerra de los Balcanes y posteriormente el vandalismo, robo de lápidas y el poco interés por las autoridades han permitido que sea una estampa propia de un escenario apocalíptico, abandonado, lleno de cristales y sólo interesante para los que tenemos un interés por la Historia. El paseo por este ejemplo de la arquitectura socialista sólo merece la pena si tenemos tiempo.

Memorial de los Partisanos en Mostar
Memorial de los Partisanos en Mostar

Si estás interesado en un transfer o excursión con guía desde Dubrovnik o Montenegro, para visitar Mostar o el resto de Bosnia y Hercegovina nos puedes escribir para ponerte en contacto con nuestros colaboradores. También puedes consultarnos por apartamentos para alojarte y comentarte que cosas hay que ver en Mostar.

Mapa de Mostar

2 comentarios de “Mostar, un viaje necesario para el recuerdo

  1. Angeles Linarejos Sánchez

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    Viajé a Mostar en 1978 y recuerdo que al llegar paramos para ver el famoso puente desde una cierta distancia y descubrimos un cementerio con lápidas muy curiosas ,sin ningún dato sobre época, pero muy antiguo por los dibujos que tenían. Ciertamente pensamos que era un cementerio pero no tenemos la seguridad de que así fuera.
    Tengo fotos , pero en ninguna página de Mostar he encontrado ningún comentario ni foto que me aclare datos ,ni sé si sigue existiendo. Ha pasado mucho tiempo, pero Mostar nos impresionó

    1. El Giróscopo Viajero

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      Hola Ángeles! Creo que te refieres al cementerio de los partisanos que lucharon en la segunda guerra mundial. Nosotros también lo vimos. Está bastante abandonado, pero impresiona el mausoleo que hicieron para rendirles homenaje. La razón del abandono es que es obra de Tito y el recuerdo de Yugoslavia hace que en Mostar no sea bien visto. De todas formas creo que podría ser un monumento con mucho interés histórico y turístico de Bosnia.

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