Las fotografías de postal de isla Mauricio se convierten en realidad cuando viajamos a este rincón del Trópico de Capricornio. El mar de coral nos regala todas sus tonalidades de azul que contrastan con el azul oscuro, profundo del Océano Índico separado por la barrera de coral por una clara línea. Un barco nos conducirá por el suroeste de isla Mauricio desde la playa de Flic-en-Flac hasta la isla de Bénitiers (Ile aux Bénitiers) con Le Morne Brabant, la montaña emblema del país africano, como escenario de fondo.
Una invitación a sumergirnos en las aguas transparentes del paraíso, a nadar con los delfines, a hacer esnorquel entre peces de colores que juegan y se esconden entre los corales, a contemplar el relieve de montes y cordilleras de Mauricio desde el mar, a desembarcar en la playa de arena blanquísima de la isla de Bénitiers (Ile aux Bénitiers),…Un billete de ida al paraíso que aceptamos encantados, un viaje para entrar en las postales que cubren paredes a miles de kilómetros de distancia. Incrédulos, subimos en el barco que ya calienta motores para hacer realidad sueños.
Embarque rumbo al paraíso: Playa de Flic-en-Flac
A principios de marzo en isla Mauricio todavía es el verano austral, que va de noviembre a abril, y a pesar de que las temperaturas están entre los 20º y los 32º C, estamos en plena estación húmeda, en temporada de lluvias. Y hoy el cielo también amenaza con descargar sobre nuestras cabezas lluvias torrenciales. Sin embargo, a lo lejos, hacia Ile aux Bénitiers el día nos promete un pedacito de cielo azul.
Se reúnen los grupos en la playa de Flic-en-Flac, una de las playas más largas de isla Mauricio, abrigada del viento, en una costa oeste que está alejada de las zonas más turísticas del norte, pero en la que se han instalado cadenas hoteleras en los últimos años por su situación privilegiada. De aquí salen todas las mañanas embarcaciones con pequeños grupos de turistas para nadar con los delfines, bucear en la barrera de coral y terminar en la Ile aux Bénitiers para degustar las delicias de la gastronomía de Mauricio en esa pequeña isla desierta.
Nos reciben Thierry, Salim y Ashwan, nativos de Mauricio, con quienes aprenderemos mucho sobre la isla. Todavía está nublado cuando abandonamos la orilla, pero ya obtenemos una panorámica magnífica de la playa de Flic-en-Flac y de algunos de los picos más altos de la isla. En un cielo de nubes blancas tras el que la luz potente del sol pugna por imponerse, se dibujan las siluetas de dos de las montañas más bellas de Mauricio. En primer término, inconfundible, el Piton de la Petite Rivière Noire, situado en el Parque Nacional de Black River Gorges, la cima más alta de isla Mauricio, con 828 metros de altitud, y más alejados, los picos de las Trois Mamelles, que con sus formas sensuales atraen las miradas de propios y extraños.
Nadando con delfines en isla Mauricio
Al ver esta escena de turistas desesperados por poder nadar con delfines, de pequeñas embarcaciones corriendo tras los cetáceos madrugadores, podríamos pensar que mejor estarían tranquilos, sin humanos pesados interfiriendo en su día a día. Sin embargo, después de varias incursiones con nuestras gafas, tubos y aletas en las aguas del Índico, caemos en la cuenta de que son los propios delfines los que están jugando con nosotros. Sin intentar alejarse del avispero de barcos y buceadores inexperimentados que formamos, se divierten escondiéndose y jugando a la pilla con nosotros que, despistados y excitados, los buscamos sin tregua. Y nos lanzamos desde los barcos como locos queriendo nadar con los delfines de isla Mauricio. Algunos lo consiguen, pero los animales nadan con sus crías a la velocidad de la luz, dejando un rastro de nadadores patosos que sonríen ilusionados por haberse sentido delfines por un instante.
Thierry me coge de la mano y me empuja a las profundidades del océano Índico sabedor de los movimientos de estos inteligentes mamíferos cuyos sonidos ininteligibles podemos escuchar muy cerca. Muevo mis aletas lo más rápido que puedo para alcanzar solo a distinguir un grupo de delfines que bucea a mucha más profundidad. En unos segundos nada. Al salir a la superficie ya los vemos más lejos saltando, como dando por terminado el juego con los emocionados humanos, y abriéndose camino para comer tranquilamente.
La Roca de Bénitiers, un coral que emerge en el Índico
A toda velocidad nos alejamos de los hospitalitarios delfines para dirigirnos a la siguiente parada: la Roca de Bénitiers o Rocher aux Bénitiers, que en realidad no es una roca, sino un coral espectacular que emerge de la barrera de coral. Otro de los emblemas de isla Mauricio, junto a la Península de Le Morne Brabant. Cuando pasamos por la localidad costera de Tamarin, el Saint-Tropez mauriciano, el verano tropical da uno de esos vuelcos que suele dar en temporada de lluvias, y tras un cielo de nubes se abre un hueco de luz justo encima de la isla de Bénitiers. Y el agua del Índico que antes era un espejo gris, se transforma ahora en un mar transparente de aguas azul turquesa. Así que navegamos felices rumbo a esa tarjeta postal que nos espera.
Thierry celebra el paraíso cercano con unos ponches mauricianos, pasteles picantes (gâteux piment) y música del país, animándonos a disfrutar como si no hubiera mañana. El Morne Brabant se impone en nuestro campo de visión como una de las maravillas naturales más próximas. Esa majestuosa montaña que encontramos en todas las fotografías souvenir de isla Mauricio, en tiempos pasados refugio de esclavos, declarado Patrimonio Mundial de la UNESCO.
En unos días esperamos llegar a su punto culminante, que se encuentra a 553 metros de altitud, ofreciendo al escalador que consigue llegar allí, panorámicas espectaculares de la costa suroeste de isla Mauricio, de la barrera de coral y de Ile aux Bénitiers. Creo que podré alcanzar la zona de vegetación de Le Morne Brabant, pero escalar por sus paredes verticales me parece toda una proeza inalcanzable…
Nos aproximamos poco a poco a la Roca de Bénitiers que enseguida comienza a formar parte, junto a Le Morne Brabant, de una de las composiciones fotográficas más célebres de isla Mauricio.
Esnorquel en la barrera coralina. Le Morne Brabant como telón de fondo
Ya se han acercado algunas barcas y catamaranes al Rocher aux Bénitiers y se oyen risas y chapuzones de nadadores que se dan prisa por bucear en la barrera de coral de isla Mauricio. Nuestro barco se para a solo un paso de este organismo vivo que es la Roca de Bénitiers. Así que me lanzo al agua preparada con mis aletas y mis gafas con tubo para descubrir los fondos del arrecife de coral.
El contacto con estas aguas tropicales es agradable, tan fácil con esas temperaturas de 20º-22º C. Mientras me dirijo al Rocher aux Bénitiers pienso en las diferentes aguas en las que hemos tenido la oportunidad de bañarnos, tan diferentes unas de otras: las aguas frías del Atántico en Galicia, las aguas heladas del mar Báltico en Finlandia o las más templadas del Mediterráneo en Sicilia o del Adriático en Croacia. Por unos segundos vuelvo a nadar por esos mares y océanos por los que vuelve a llevarme mi giróscopo imaginario.
Hasta que abro los ojos y me despiertan los peces de colores que me miran con sorpresa en las pequeñas profundidades del mar de coral de isla Mauricio. Unos buscan alimento en los corales, otros se camuflan en la arena, otros me invitan a seguirlos a sus escondites. Nado a su ritmo, sin prisa, solo saliendo al exterior por momentos para contemplar el azul turquesa, para hacer el muerto mirando a Le Morne Brabant o para alcanzar la Roca de Bénitiers. Miles de corales se juntaron para adoptar esta forma curiosa de roca y emerger en medio del Índico, como para mostrar su belleza a los que no pueden bucear por la barrera coralina. La vida está presente en esta enorme roca, tanto que hasta hay árboles que crecen allí.
Me pasaría horas jugando con estos peces tan diferentes a los que conocía, buceando en estas aguas transparentes. Mi compañero de viaje se reúne conmigo para disfrutar de esta maravilla natural. Dejamos que el tiempo se pare…
La isla desierta de Bénitiers
Nos embarcamos de nuevo para dirigirnos esta vez a la isla de Bénitiers, que se llamó así por la forma de concha de vieira gigante que tiene. A lo lejos adivinamos ya la enorme extensión de playa de arena blanca que a medida que nos aproximamos se va haciendo más visible a nuestros ojos. Ya muchas barcas han llegado para pasar unas horas en esta isla deshabitada. A ella llegan todos los días nativos de Mauricio para colocar sus puestos de textiles fabricados en la isla, souvenirs y puestos flotantes de agua de coco.
Desembarcamos en la playa y mientras se prepara una comida con sabores a mar, recorremos la larga playa. Agua de coco servida al instante a orillas de la barrera de coral, música aquí y allá suena en puestos y en mesas preparadas donde se sientan los turistas después de nadar con delfines y de bucear junto a la Roca de Bénitiers. Los improvisados tenderetes con toldos de colores se suceden en la isla a lo largo de la playa hasta el infinito.
El sol vierte sobre nuestros cuerpos semidesnudos toda su fuerza, mientras en el norte y en el centro de isla Mauricio, allá por tierras de Chamarel, se juntan nubes negras que a esta hora ya estarán descargando sus lluvias sobre los isleños. Pareciera que Ile aux Bénitiers es el último reducto de la isla en el que no llueve, así que disfrutamos de los últimos momentos antes de que llegue la tempestad tropical.
Los únicos habitantes de la isla de Bénitiers pasean saludándonos: son los perros errantes que viven también en isla Mauricio, numerosos, siempre en busca de algo que llevarse a la boca, con intención de quedarse en algún lugar pero siguiendo en el camino como eternos viajeros. Solo los perros de Île aux Bénitiers parecen haber encontrado su lugar en el mundo, ¡y qué lugar!.
Se recorre pronto esta isla de 2 kilómetros de largo por 500 de ancho, es en realidad una larga playa de palmeras y filaos y una densa vegetación en el interior con la omnipresencia de Le Morne Brabant, como tela de fondo, convirtiendo la isla de Bénitiers en otra tarjeta postal. Nos entregamos al placer de pasear por la arena cálida y a los baños en un agua casi hirviente que apenas refresca a los que se ponen a remojo con sus bebidas mezcladas con ron de la isla o sus piñas coladas. Las imágenes de las barquitas de bebidas flotando en la orilla nos hablan también de paraísos.
Delicias de la gastronomía de isla Mauricio
Los hábiles cocineros preparan pescados a la parrilla mientras nos vamos instalando en una mesa en la arena bajo un toldo de color con vistas panorámicas al mar. Esta mesa cubierta con mantel naranja y flores tropicales adornándola, y los comensales dispuestos en fila me recuerda a otras mesas festivas de películas sobre los trópicos visionadas en otros tiempos. Otra imagen del paraíso que se hacer realidad en un mismo día.
Con música de percusión de fondo, mirando a un mar demasiado calmado antes de la tormenta que se avecina, comienzan a desfilar platos ante nuestras miradas expectantes. Vasitos de marisco fresco como entrante, piña rellena de langostinos, filete de atún fresco a la brasa, ponche mauriciano para regar estas delicias tropicales.
Sabores de isla Mauricio en nuestros platos, y plátano asado de postre. Entre plato y plato, una charla animada sobre la historia y la cultura de la isla que tiene como colofón obligado un pequeño concierto improvisado de música de “Sega”, un canto y una danza típica de las Islas Mascareñas (la francesa Reunión; Mauricio y Rodrigues). Un canto entre melancólico y alegre, que habla de amor y desamor, música de los antiguos esclavos que nos acoge con sus ritmos en isla Mauricio.
Despedida al ritmo de la “Sega”, la música de los esclavos
Vemos a Thierry y a Salim de nuevo transformados. De expertos pilotos de barco, buceadores y conocedores de delfines, cocineros de delicias gastronómicas mauricianas, ahora músicos virtuosos. La lluvia se camufla entre los sonidos de la “Sega”, pero los relámpagos allá a lo lejos hacen ya inevitable la llegada de la tormenta tropical. Así que nos abandonamos a la música de los esclavos antes de despedirnos de la isla de Bénitiers.
Muy pronto, nuestros hábiles amigos, de nuevo metamorfoseados en marinero y capitán del barco, nos conducen a toda velocidad a nuestro punto de partida en la playa de Flic-en-Flac. Melancólicos, bajo la lluvia tropical, con música africana de fondo, dejamos atrás la isla de Bénitiers, que de nuevo se queda desierta, solo con sus perros satisfechos. También se queda atrás ese magnífico organismo viviente que es el Rocher aux Bénitiers, con el imponente Morne Brabant enmarcándolo. La postal con la que habíamos soñado tantas veces, que por un momento fue nuestra,…
Agradecimientos
Gracias a Adrien’s Dream por esta excursion maravillosa a la isla Bénitiers, por ofrecernos la posibilidad de nadar con delfines y de bucear frente al Rocher aux Bénitiers. Agradecemos a los marineros, buceadores, cocineros y a los músicos músicos Thierry y Salim. Gracias también a Ashwan Sewtohul y a Nathalie Costa por acompañarnos en este bonito crucero y por las estupendas conversaciones.
Agradecemos también a Mauritours y a Bella Astruc por ofrecernos interesantes excursiones por isla Mauricio.
Y, sobre todo a Air Mauritius y a Mar Sánchez por su apoyo en este viaje a Isla Mauricio.
Artículo escrito por María Calvo Santos.
Pingback: La Tierra de los siete colores de Chamarel, curiosidad geológica en isla Mauricio -