Allí, en los confines de Bonn, situado en el parque natural de Siebenbirge (Seven Hills) dominando el paisaje de Königswinter se encuentra el castillo de Drachenburg. Un esplendoroso palacio del siglo XIX (1882-1884) que fuera construido para el hijo de Stephan Von Sarter, gracias a la acaudalada posición del padre como analista de bolsa y posteriormente favorecido con el título de barón.
Le conocimos de antesala por algunos folletos y recomendaciones de la oficina de turismo y hemos de decir que no esperábamos que nos gustara tanto. Tenemos ya un buen trecho recorrido si de fortificaciones medievales y castillos se trata. Hemos visto muchos y muy bonitos en nuestros viajes por Escocia e Irlanda del Norte, por poner un ejemplo, así que no era tan fácil complacernos la pupila.
Claro que en éste caso no hablamos de un castillo forjado en época medieval, ni mucho menos, como hemos dicho antes es más bien de “reciente” afincamiento. Su construcción tardó apenas un par de años, algo casi impensable siglos atrás para una edificación de semejantes proporciones.
Nuestra aventura comienza desde la ciudad de Bonn. Cogemos el tram -el cual funciona eficaz y puntualmente- que nos llevará hasta Königswinter, el poblado más próximo al palacete. Al arribar a la estación -del mismo nombre- nos adentramos en línea recta, sobre la calle DrachenfelsstraBe, dejando atrás el Acuario y en breve el Juzgado, a unos cuantos metros encontramos unas vías de tren -recomendable cruzar con precaución, aunque bien nos anunciará el semáforo cuando podemos echar a andar-. Es un camino de cruce tanto para peatones como automóviles. A unos 50 metros encontraremos al pequeño tren que nos lleva hasta el castillo de Drachenburg o bien podemos iniciar el ascenso por una bifurcación que se halla justo al lado derecho de la estación. Allí donde también está el antiguo tren de vapor que en antaño recorría los rieles.
La cuesta puede no invitar al principio, una pendiente pronunciada que incluso desanima a los menos osados y deportistas. Nosotros -a pesar de no ser los más atletas- preferimos explorar ésta senda para ver qué vistas y maravillas podríamos hallar en el camino. Cabe hacer paréntesis de que Google Maps, le sugerirá otra ruta que rodea un pelín más (40 minutos de trayecto, según la app) y que también conduce hasta el palacio. Quizás ésta sea menos demandante. No lo sabemos. Lo que sí podemos contarles es que esa que elegimos no es tan abrupta y se puede andar bien (a buen ritmo y con algunas paradas estaremos en unos 25 minutos en el castillo). Basta tomar buenas bocanadas de aire y aprovechar los descansos que ofrecen las vistas hacia Köningswinter.
Nuestro viaje de prensa corrió durante el mes de febrero, por lo que ya pueden imaginar el frío –una mínima de 4ºC y las bajas descendían a bajo cero-, nada que no se solucione con un buen abrigo; además la estación invernal, nos permite disfrutar de paisajes nevados que cubren de blanco los tejados de las casas, ofreciéndonos una estampa mágica.
Ya podemos imaginar porque el poeta inglés Lord George Gordon Noel Byron, de quien encontramos una placa en memoria, pudo inspirarse con los más románticos versos del Rhin al visitarlo en 1816, no siendo el único versado que emprendió un viaje hacia éstas tierras para maravillarse con la belleza del paisaje.
La nieve también recubre los laterales del camino, incluso los árboles se divierten cerniendo sobre nuestras cabezas algunos copos que caen a nuestro paso. Un esplendoroso sol nos hace escolta y aunque pronto inclemente derretirá parte de ésta impoluta postal, nos permite disfrutar de ésta complicidad gélida entre la naturaleza y nuestros andares.
Sólo un ingrediente extra completaría perfectamente nuestro idílico momento y entonces aparece casi como un llamado a voces: música. No literalmente, pero sí metafóricamente y es que la figura de Richard Wagner se instala delante de nuestras narices con una de sus composiciones más clásicas: El anillo de los nibelungos.
Pero qué tiene todo esto qué ver. Pues que aquí, en la calzada que nos lleva hasta la cima de Drachenfels (Roca del dragón) encontramos el “Nibelungenhalle” un edificio construido en el año 1933 que fuera promovido por Hermann Hendrich, de quien se exhibe una colección de pinturas inspiradas por la ópera de Wagner de cuatro ciclos: Das Rheingold, Die Walküre, Siegfried y Götterdämmerung. Que a su vez está basada en la “Leyenda de los Nibelungos”, la cual nació a partir de las batallas encarnizadas libradas entre los pueblos «bárbaros» apostados en Alemania y los hunos.
La leyenda más que una guerra cruenta se cuenta como una historia de amor, traición y venganza, donde Sigfrido es el gran protagonista. Existen muchas versiones de la historia, pero en el desarrollo de la trama de todas ellas, el temerario Sigfrido mata a un dragón para volverse invencible a partir del derramamiento sobre sí mismo de la sangre del ser mitológico. Se dice que es en éste sitio, Drachenfels, donde ocurrió tal desenlace.
Es por ello que en “Nibelungenhalle” encontraremos varios elementos. Un homenaje a Wagner por su composición, la cueva del dragón y un zoológico de reptiles. Sin duda una peculiaridad que puede ser más que interesante para los amantes de la música de Wagner, de su obra, de los curiosos que quieran saber más de la leyenda y de los simpatizantes de los de sangre fría concentrados en la clase reptilia.
Algo casi bastante adecuado para nuestro castillo, porque la mitificación nos ha hecho hilar casi inevitablemente a castillos, dragones y príncipes valerosos, más nuestro espectacular Drachenburg es más bien un palacio, aunque su utilización incluyó una mansión de campo, un chalet estival, un sanatorio de mujeres, una escuela casa abandonada y de nuevo residencia.
Ya estamos cerca de él, así que a pegar el último estirón. Ya alcanzamos a ver sus inmensas torres como parecen acariciar el cielo, a nuestra izquierda pasa el tren y nos sustrae del embelesamiento. Será que le hemos ganado la carrera o que éste es el segundo o tercero que asciende desde que iniciamos el camino. ¡Qué más da! No nos arrepentimos ni por un segundo del magnífico paseo que hemos hecho para llegar aquí.
Visita al castillo
Desde fuera luce realmente de “cuento de hadas” y para corroborarlo, el espectáculo surrealista de unas sillas “suspendidas” que parecen detener el tiempo nos da la bienvenida. Lo contemplamos a detalle, más la cara que podemos apreciar se halla a la sombra y nosotros queremos descubrir cómo luce al baño de sol.
Antes de visitar su interior, saboreamos su exterior y varios caminos parece abrirse paso para descubrirlo a media distancia. Así que los senderos nevados no nos detienen y bajamos para descubrirlo desde todas sus perspectivas. A instantes luce como una escena de animación salida de algún filme de Tim Burton, tras las ramas azotadas por el invierno, que sin la frodosidad que les otorga la primavera nos dejan admirarle abrazado por un halo de misterio. La senda es circundante por lo que terminaremos justo en la cara opuesta para poder acceder a la entrada principal.
El interior nos revela una típica residencia pomposa. Con grandes salones decorados con esmero. Madera labrada con delicadeza que recubre paredes, chimeneas y muebles exquisitos. Un salón de juego y varios aposentos. Así como espectaculares vidrieras que embellecen los espacios. Lo clásico se entremezcla con una muestra contemporánea de distintas piezas que rompen con el clasicismo mezclándose en un sutil acto sinérgico.
En el Palacio encontraremos estancias históricas donde podremos sumergirnos en chapuzón por sus memorias y las leyendas locales, así como lienzos provenientes de artistas de la Escuela de Munich como Frank Kirchbach o Ferninand Wagner el joven.
Las elegantes habitaciones nos atrapan con una decoración estética y bien lograda. En épocas con climas más amables, los hermoso jardines invitan a recorrerlos y sentarse a contemplar el paisaje por largas horas. Así que quizás tengamos que volver señalizando una fecha más cálida en el calendario.
Agradecimientos
Es un placer contar con el apoyo y servicio amables tanto de las oficinas de turismo como de los monumentos históricos que como el Castillo de Drachenburg, perteneciente a la Fundación Renania del Norte-Westfalia, nos brinden las facilidades para conocer más de sus iniciativas, proyectos y por supuesto de todo el patrimonio cultural que poseen para poder mostrarlo al mundo, una labor que hacemos con sumo cariño.
Cómo llegar a Drachenburg
Como ya hemos mencionado, llegar al castillo en transporte público desde Bonn es una excelente opción, más si se es acreedor de la Bonn Card, que permite moverse sin problemas con la transportación incluida, así como descuentos y entradas libres en múltiples recintos. Nosotros cogimos el tram 66 con dirección Bad Honnef y descendimos en Köningswinter Fähre. Desde allí habremos de caminar unos 15 minutos hasta la estación del tren que sube al Castillo de Drachenburg, tanto para cogerlo, como para ir andando. También hay opciones de bus que llevan desde Bonn hasta el poblado. Basta buscar en el mapa de transporte las conexiones que le sean favorables dependiendo de su ubicación. Si usted decide ir en automóvil, debe coger la A3 hasta Köningswinter.
Pepa Martín Santiago
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El lugar me parece impresionante. Y como si estuvieses en un libro de cuentos de hadas. Me gustaría volver.
El Giróscopo Viajero
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Hola Pepa! Tienes toda la razón, el castillo de Drachenburg parece sacado de una película 😉 Esperemos que puedas volver a Alemania.
Victoria
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Visitamos hace unos años el el Castillo de Drachenburg ..es impresionante ..se puede subir en tren o en coche de caballos percherones …un lugar mágico ..donde crees de verdad en las hadas ..y princesas