Habiendo recorrido la mayor parte de Europa, se nos hacía imprescindible conocer las Repúblicas Bálticas de Estonia, Letonia y Lituania en un viaje en el que las motivaciones e intereses cubrían un abanico muy amplio.

Por ello, el hecho de destinar dos semanas para los tres países -con una escapada a Helsinki- nos ha brindado la posibilidad de desengranar países tan diferentes como parecidos, tan unidos como peculiares. La llegada e inicio del viaje fue en Vilnius (Lituania), para proseguir con Letonia, Estonia, el ferry a Helsinki, y el regreso aéreo en vuelo desde Tallin.
QUÉ VER EN LOS PAÍSES BÁLTICOS
Las capitales Bálticas son conocidas por sus cuidados centros históricos, fortalezas medievales, callejuelas empedradas, por los edificios art nouveau y por ser grandes defensores de la integración con el resto de Europa.
Con la independencia de la URSS en 1991 se inició un camino acelerado por abrirse al turismo, lo que también permitió que el crecimiento económico de los tres países sea visible en muchos aspectos de la calidad de vida.
Nosotros por un lado buscábamos la parte más desconocida de una zona que vivió a la sombra, alejada durante décadas de las opciones del turismo habitual.

En ese baúl de tesoros nos atraía conocer el lugar de retiro e inspiración de Thomas Mann, en la población de Nida, en la costa del istmo de Curlandia; o el Fuerte IX, usado como gulag por los soviéticos y más tarde campo de concentración nazi.
Y al mismo tiempo, conocer al detalle las tres llamativas capitales de los países bálticos se antojaba una necesidad, porque su belleza indiscutible va pareja a su prolongada historia, que permite entender en global las relaciones de Europa con el Mar Báltico y los países escandinavos.
Los tres países bálticos consiguieron su independencia tras la disolución de la URSS, iniciando de nuevo un camino de autonomía propia con miras a abrirse al contacto con el resto de países europeos.
Sus respectivas capitales Tallin (Estonia), Riga (Letonia) y Vilnius (Lituania) nos permiten compararlas para disfrutar con las peculiaridades arquitectónicas, y al mismo tiempo comprender por qué a menudo un circuito combinado por las tres es una buena idea.
ITINERARIO DEL VIAJE POR LOS PAÍSES BÁLTICOS
LITUANIA
En Lituania empezamos nuestro viaje por los países bálticos, volando al aeropuerto de Vilnius para emprender la ruta que nos ha llevado por varias de sus ciudades, parques naturales, la costa lituana con el istmo de Curlandia, algunos parques nacionales y lugares peculiares que descubriremos poco a poco.

Qué ver y hacen en Lituania
Vilnius
La capital Lituana nos ha cautivado. Las razones son muchas, pero algo que nos ha encantado es la voluntad de sus ciudadanos por hacer la ciudad habitable en muchos sentidos. Su centro histórico, declarado Patrimonio de la UNESCO, es precioso, limpio, animado y tranquilo al mismo tiempo, y con un gran encanto.

Del mismo modo nos hemos sorprendido con iniciativas como la de la cervecera Sakiskes, a las afueras de Vilnius; o la antigua prisión de Lukiškės, reconvertida en un espacio de memoria y arte que podemos visitar por dentro.
Manejable para visitarla caminando, la catedral neoclásica de Vilnius, la iglesia de Santa Ana o el barrio bohemio de Uzupis son tres imprescindibles. Pero, la capital barroca del norte de Europa, esconde mucho más, como la plaza del ayuntamiento, la universidad – la más antigua de la Europa del este, fundada en 1379-, el gueto judío, la Puerta de la Aurora, la Galería del Ámbar e innumerables iglesias.

Tours en Vilnius
La capital de Lituania cuenta con tours muy amenos centrados en las diferentes influencias arquitectónicas y la historia de Lituania:
Kernave
El yacimiento de Kernave ha permitido a los arqueólogos estudiar el asentamiento humano en la zona desde el Paleolítico hasta la Edad Media. Las especiales condiciones de conservación de vestigios arqueológicos, históricos y culturales se dieron a partir de las características del terreno junto al río Neris.

Antes de la evangelización cristiana, toda la región tenía un sistema de creencias en las que la naturaleza era un factor muy importante, y por ello hoy en día, durante el solsticio de verano se siguen desarrollando eventos y encuentros en Kernve.
En la visita hemos caminado entre las pequeñas colinas que servían de castros fortificados, visitando el museo del sitio arqueológico, aprendiendo sobre las tribus que habitaron Kernave durante más de diez mil años hasta ser destruida por la Orden Teutónica a finales del siglo XIV.

Castillo de Trakai
Para captar la atención visual de Lituania es habitual encontrarnos con la postal del castillo de Trakai «flotando» sobre una isla en el lago.

Trakai fue la antigua capital del Gran Ducado de Lituania, protegida por fuertes murallas de ladrillo rojo y la defensa natural del Lago Galve.
Además de la majestuosidad del castillo, lo peculiar de Trakai es que la población asentada aquí estaba formada por una amalgama de etnias muy diferentes, desde tártaros, polacos, lituanos o caraítas.

Estos últimos formaban parte de una pequeña comunidad étnica del judaísmo de habla turca, que llegaron de Crimea a finales del siglo XIV después de las incursiones del Gran Duque Vytautas. Se definen y diferencian por el rechazo a la autoridad rabínica y la tradición oral, siendo más abiertos a la interpretación de los textos bíblicos.

En Trakai, los escasos caraítas conservan su lengua, religión, costumbres, preservando la peculiar arquitectura con casas que podemos ver paseando por el pueblo.
Después de la visita del castillo recomendamos el paseo en barco, ya que hay algunas perspectivas del castillo desde el agua son muy sugerentes. Además, el paseo recorre otros puntos de la masa lacustre como villas históricas que juegan a esconderse entre la densa vegetación.

Kaunas
Antes de alcanzar la costa, Kaunas es célebre por su centro histórico donde es tal la condensación de monumentos, que nosotros decidimos dedicar más de un día, paseando por la peatonal Avenida de la Libertad (Laisves Aleja).

En Kaunas el periodo de entreguerras sirvió para engalanar la ciudad con casas modernistas. Destaca el antiguo castillo en la confluencia de los ríos, la Catedral basílica de San Pedro y San Pablo, la sede del ayuntamiento, la iglesia de Vytautas, el almacén hanseático de la Casa del Trueno o Perkūnas.

A menudo se opta por concentrar la visita en la zona vieja, pero disponiendo de algo más de tiempo no hay que dejar de lado la peculiar iglesia de la Resurrección de Cristo con sus formas brutalistas y dimensiones exageradas, la iglesia neo-bizantina de San Miguel Arcángel, el Monasterio de Pažaislis o el Fuerte IX, museo que recupera la historia del campo de concentración de los alemanes y los soviéticos.

Klaipeda
Klaipeda desata sensaciones opuestas. Hay viajeros que la encuentran muy interesante y otros que la ven totalmente prescindible. En todo caso, siendo paso hacia el istmo de Curlandia nosotros la recorrimos, conociendo su importancia como ciudad portuaria lo largo de la historia, y también por acontecimientos como el discurso que Adolf Hitler en el teatro de Klaipeda defendiendo el pasado de la otrora Memel.

Istmo de Curlandia
La franja de arena del istmo de Curlandia asombra por ser el resultado del trabajo humano y la naturaleza, mezclados para crear y preservar un paisaje y ecosistema increíble. La franja que separa la laguna salada del mar, resiste el embate de las olas del Mar Báltico y el viento, gracias a que se plantaron pinos para detener la erosión.
El ecosistema sirve de refugio para numerosas aves y además es peculiar por la densidad de ámbar hallado, lo que desde hace miles de años creó una economía fructífera que podemos conocer en el museo de Neringa.

Ideal para recorrer el bicicleta, podremos llegar hasta el confín donde empieza la frontera con Rusia y el territorio de Kaliningrado.
En los días que pasamos aquí descubrimos casas de vacaciones de la élite alemana, incluyendo la de Thomas Mann, convertida en espacio abierto para la literatura. Los platos de pescado, la ruta sobre la gran duna Parnidis o los baños en la playa, son otras razones que invitan a conocer Curonia, declarado como Patrimonio de la Humanidad.

Colina de las Cruces
El viaje continuaba y el último punto a visitar en Lituania fue la Colina de las Cruces, cerca de Jegalva. Podríamos pensar que un lugar eminentemente religioso y relativamente reciente, puede ser no ser interesante mas que para los devotos o interesados en un turismo espiritual.

Sin embargo, podemos leerlo en clave antropológica, dado que durante los años en los que Lituania fue parte de la URSS, la religión, sin estar plenamente perseguida, era una competencia a las doctrinas comunistas.
La Colina de las Cruces habla por tanto de la resistencia de los lituanos ante los intentos de destruir la colina con excavadoras en varias ocasiones por el gobierno ruso. Al día siguiente siempre aparecían nuevas cruces colocadas por los fieles.

Hoy en día la visita a la Colina de las Cruces, con más de 100 mil (aunque casi resulta imposible contabilizar el número total) permite al menos una parada en el camino a Letonia, y la posibilidad de asombrarse con la obstinación o fe del ser humano.
LETONIA
Sin duda Letonia, entre los otros dos países bálticos del trío ex soviético, es del que probablemente hay un mayor desconocimiento. Eso no significa que el tiempo a dedicar debe ser menor, ya que del primer bocado cruzando su territorio, se van desvelando lugares que vamos apuntando en la lista de deseos de un segundo viaje.

Qué ver y hacen en Letonia
Riga, su capital es fundamental, con tantos atractivos que un solo día puede hacerse corto. Al norte de la capital letona, en el Valle del Gauja encontramos en Sigulda -conocido como la “Suiza letona”- con el castillo de la orden Livona; la cueva Gutmann y el Parque Daina; y en Turaida uno de los castillos más importantes de Lituania.

Riga
Riga maravilla precisamente por ser la gran desconocida, pese a que durante mucho tiempo la acompañó el cliché de ser llamado el Paris del Norte. La capital letona a orillas del Río Daugrava es la más grande de las tres capitales bálticas, con una herencia imponente de su pasado comercial dentro de la Liga Hanseática, cuyos frutos fueron edificios y templos góticos, renacentistas, barrocos, neoclásicos y de Art Nouveau.

Son muchos los monumentos de gran interés en su casco antiguo, como la catedral (conocida como el Domo), el castillo, las iglesias dela Natividad de Cristo o la de San Pedro, el ayuntamiento, el Monumento a la Libertad, la Opera House, o los insignes edificios de la Casa de las Cabezas Negras o los Tres Hermanos.

Nuestra ruta también nos condujo a calles en las que el arquitecto Mikhail Eisentein glorificó el Art Noveau en calles como Alberta y Elizabetes. El sub estilo Jugendstil de entreguerras de estas casas de Riga forma parte del Patrimonio Unesco de la Humanidad.
Y tampoco quisimos perdernos la vida mundana del mercado central, junto a los antiguos almacenes -hoy sede de espacios creativos y start ups-, probando algunos de los productos locales, y sin poder resistirnos a su miel. Construido en 1930, tras la Primera Guerra Mundial el Rīgas Centrāltirgus aprovechó los cinco pabellones que habían servido de hangares de los Zepelines alemanes.

Pero si de algo disfrutamos fue del atardecer desde la Biblioteca Nacional, al otro lado del río, con la luz dorada acariciando los edificios de la ciudad vieja, cuyos tonos dulces embellecían las torres de las iglesias.

Tours en Riga
Riga es una de las ciudades más impresionantes de Europa. A través de los tours guiados nos podemos impregnar de su densa historia.
Sigulda
Sigulda se encuentra en un pintoresco tramo del valle primigenio del río Gauja. Debido a la rojiza arenisca, que forma escarpadas rocas y cuevas a ambas orillas del río y a los edificios de estilo alpino, Sigulda ha sido llamada la «Suiza de Letonia».
Las ruinas del castillo de Sigulda también tienen un gran significado histórico y cultural. El castillo fue construido en 1207 por la Orden de los Caballeros Teutónicos de los Hermanos de la Espada. Estaba conectado con otras pequeñas construcciones mediante pasajes subterráneos para facilitar la defensa, comunicación y huida.
La visita a Sigulda es especialmente impresionante en mayo, cuando florecen los cerezos o cuando los colores de sus árboles componen la postal del conocido como Otoño Dorado.
Aunque en este viaje no pudimos extender la visita, Jurmala, en la costa de Letonia, es célebre por su playa y su turismo balneario. Las casas de madera, auténticas mansiones, eran propiedad de la gente acaudalada de Riga, que en verano disfrutaban de la brisa marina.
Cueva de Gutmanis
La cueva de Gutmanis se encuentra a medio camino entre el castillo de Sigulda y el de Turaida, y de ella fluye un pequeño arroyo. Es la cueva más grande del Báltico, con 19 metros de profundidad, 12 de ancho y 10 de alto. La cueva aún conserva inscripciones del siglo XVIII y la leyenda cuenta que beber agua es saludable y prolonga la vida.

Turaida
El centro histórico de Turaida es particularmente atractivo con sus zonas verdes, estanques, senderos y rutas a lo largo de las pintorescas orillas del río Gauja.

Entre los siglos XI y XIII, las orillas del Gauja estuvieron pobladas por los livonios, un pueblo de origen fino-báltico autóctono del norte y noroeste de Letonia.
El imponente castillo medieval de Turaida es un patrimonio cultural e histórico muy importante para Letonia, ya que fue testigo de importantes conflictos militares en la zona desde los siglos XIII hasta el XVIII. Nosotros subimos hasta la torre llamada Bergfried para observar desde lo alto el impresionante conjunto.
Cerca está el parque Daina, parque escultórico dedicado al folklore letón que con sus obras de arte contemporáneo crea un ambiente de mucha armonía gracias al bosque que lo envuelve.

ESTONIA
El viaje continuaba adelante saliendo de territorio letón y recorriendo la costa de Estonia camino de Pärnu, en el golfo de Riga, primera para antes de llegar a Tallin.

Estonia merece por sí sola todo un viaje, y es que además de Tallin y Pärnu, el conjunto de sus islas encabezadas por Saaremaa, y varios de sus parques nacionales, como el Soomaa Nacional Park, son motivos suficientes como para extender el viaje o regresar más adelante.
Qué ver y hacen en Estonia
Párnu, el ciudad balneario de Estonia
Hablar de Pärnu es mencionarla como el sinónimo del verano de Estonia, como en su día Biarritz lo fue para la élite europea, o los baños de mar de Santander y San Sebastián lo fueron para los monarcas españoles.

Pensar que nuestro admirado cartógrafo Al-Idrisi ya plasmó en la Tabula Rogeriana (siglo XII) el río Bernu, haciendo referencia a la Pärnu actual, nos abría la curiosidad por pasear por la cuarta ciudad estona.
Poco queda de las fortalezas que testimoniaban la pugna entre polacos y suecos, o la actividad dentro de la ruta Hanseática, conservando la Torre Roja, parte de las desaparecidas murallas. Y sin embargo es su pasado como centro balneario desde mediados del XIX (los primeros baños de mar se remontan a 1838), la reminiscencia más perdurable en su fisonomía urbana y paisajística.

En Pärnu se declaró la independencia de Estonia el 23 de febrero de 1918, un día antes que en Tallin, con la lectura simbólica en el teatro Endla. En Rüütli Plats, se halla el Memorial Momento en el Tiempo, recuerdo de ese momento esencial para los estonios.
Y cien años después las calles de su centro histórico dan la bienvenida al buen tiempo con viajeros que buscan sus playas para disfrutar de las vacaciones. El arenal se extiende por 2 kilómetros, con arena fina y agua que en verano no resulta tan fría. Una de las franjas de la playa es la denominada Ladies beach, playa de las mujeres, donde el naturismo es precisamente eso, natural.

Entre los edificios destacan algunas elegantes casas como Villa Ammende en estilo Art Nouveau, la iglesia ortodoxa de Santa Catalina (1786) y la de Santa Elisabeth (anglicana y barroca), además del Mudaravila, que era el centro de baños de barro, con un corte neoclásico y alzado en 1926 después de que la estructura de madera ardiera durante la Primera Guerra Mundial.

Podemos complementar la estancia en Pärnu con el museo de historia de la ciudad o el Uue Kunsti Muuseum, centrado en arte contemporáneo. Y al atardecer el paseo marítimo de Pärnu atrae a caminantes y ciclistas con sus bicicletas. a las afueras, el Parque Nacional de Matsalu, es un oasis ornitológico con humedales que sirven de reposo a aves migratorias.
Tallin, una pequeña gran capital
Tallin -a falta de la escapada a Helsinki – iba a ser el cierre del circuito por los países bálticos, y las ganas por conocer la capital estonia se acrecentaban.

Dedicamos dos días a Tallin y aún así tuvimos la sensación de que un tercero hubiese sido ideal para cerrar el círculo de museos, monumentos y lugares de interés. También es cierto que en el barrio de Kalamaja nos relajamos disfrutando de las cervezas de Põhjala Brewery, cuya fábrica y Tap Room eran para nosotros de visita obligada.

Tallin se divide en la parte alta (Toompea) Patrimonio de la UNESCO, con la iglesia ortodoxa de Alexander Nevsky y las murallas y torres de la ciudad, y la baja con la plaza del ayuntamiento.
La conservación de las murallas y gran parte de los edificios del interior de Toompea, con calles de adoquines que suben y bajan, es ya de por sí un disfrute indescriptible. Pero si añadimos sus miradores, torres, museos, iglesias y rincones, estamos seguros de que será uno de los mejores lugares de todo viajero que recorra los países bálticos.

Sin duda deberemos priorizar qué visitar en Tallin, dependiendo de nuestros intereses. Pero una buena selección sería incluir en la ruta el «Kiek in de Kök» con su museo y túneles; subir a lo alto de Niguliste (Iglesia de San Nicolás); el Museo Marítimo de Estonia; Lennusadam con el Seaplane Harbour en el barrio de de Kalamaja precedido de contemplar las calles de casas de madera; y por supuesto la Catedral ortodoxa de Alejandro Nevski.

Tours en Tallin
Tallin, capital de Estonia se recorre con avidez con tours en español que nos introducen en sus monumentos a lo largo de su historia.
FINLANDIA
Nosotros no quisimos perdernos la posibilidad de hacer una pequeña incursión a Finlandia, aprovechando la cercanía geográfica de Estonia. El gran territorio finlandés merece uno o más viajes de por sí solo, pero el hecho de que Helsinki está a tiro de piedra en ferry desde Tallin nos permitió pasar tres días disfrutando de la capital.

Qué ver y hacer en Helsinki
En los tres días que pasamos en Helsinki quisimos recorrer la capital finlandesa con calma, disfrutando de paseos los parques en los que la gente local aprovechaba los veranos de noches exiguas.

Uno de los días los dedicamos a la isla de Suomenlinna, clave en el control estratégico de la bahía, y cuyas fortalezas y vestigios son Patrimonio de la Humanidad.

El segundo lo ocupó una intensa ruta caminando por el centro histórico con paradas en la iglesia luterana excavada en la roca de Temppeliaukio; la Plaza del Senado en la que está la Catedral luterana de Helsink; la estación de tren; la cercana catedral ortodoxa de Uspenski, la Plaza del Mercado o el edificio de la Universidad de Helsinki.

Al atardecer, el paseo por la costa oeste de Helsinki nos condujo al monumento al compositor Sibelius, diseñado por la escultora Eila Hiltunen a base de inmensos tubos.

Ya que a menudo se menosprecia a Helsinki cuando se visita de forma apresurada Finlandia, nos dejamos perder para descubrir rincones sosegados como el Jardín de Invierno Helsinki con su invernadero, o disfrutar de la compañía de la gente tomando una cerveza artesana en el Tommyknocker Craft Beer Bar.
Excursiones en Helsinki
Cómo moverse por los Países Bálticos
Tenemos tres opciones para movernos por los Países Bálticos, dependiendo del tipo de viaje que preferimos. Para empezar hay viajes organizados en los que hay traslados en grupo o privados, ya sea en autobús o furgonetas.
Por otro lado, siendo viajeros más independientes, la ventaja de alquilar coche es que podremos personalizar el itinerario o decidir modificar día a día el recorrido. No existen los peajes en los Países Bálticos, y no está de más planificar la ruta teniendo en cuenta las gasolineras en el camino.
Finalmente está la opción del transporte público, algo no tan recomendable por dos motivos. El primero es que el viaje es mucho más lento y no siempre placentero en comodidad. La red de conexiones de autobús o tren no es tan efectiva, salvo algunas conexiones entre las capitales bálticas, que aún así hacen paradas que pueden demorar el viaje. Si nos decantamos por los autobuses, los de Flixbus o Lux Express nos permitirán viajar entre los tres países, con un recorrido Tallin–Riga–Vilna.
Por otro lado el transporte público no garantiza que lleguemos a puntos concretos, como playas, yacimientos, pueblos, parques naturales o lugares que hemos marcado en el mapa por algún motivo. Desde Tallin sí que es sencillo llegar a Helsinki en ferry directo (unas 2h de viaje).
Mapa de la ruta por los Países Bálticos
Seguro de Viaje
Para el viaje por los Países Bálticos recomendamos ir cubiertos con un seguro. Aún siendo destinos seguros, una buena póliza nos permitirá ir cubiertos ante cualquier incidencia, y que no se arruinen las vacaciones.
Alojamiento en los Países Bálticos
Los precios y calidad de los alojamientos en las repúblicas bálticas dependen de varios factores. Por un lado hay que tener en cuenta que el verano y buen tiempo es relativamente corto. Al estar en la parte septentrional de Europa, los veranos tienen muchas horas de luz, pero fuera de esos meses se acortan, y el viaje en invierno solo es recomendable si lo proyectamos con una esencia urbana.
Esa temporalidad, sumada a fiestas locales, eventos de verano o musicales, hace que los precios de los hoteles suban bastante en verano y que la disponibilidad sea mucho menor, lo que obliga a reservar con la mayor antelación posible.
En general las tres capitales cuentan con mucha variedad, desde alojamientos modestos pero económicos, hasta hoteles de lujo 4 o 5 estrellas. Tallin es una ciudad con muchos congresos y movimiento de empresas, por lo que hay bastantes hoteles para los viajes de negocios.
Por otro lado, en los pueblos o parques naturales, los alojamientos son más modestos pero auténticos, con carácter rural, eminentemente cabañas de madera muy bucólicas o pequeños hoteles con encanto. También hay un turismo de camping y autocaravanas, siendo un destino habitual de alemanes.
Los precios medios de los alojamientos aumentaron con la entrada en la Comunidad Europea y el desembarco del euro, y en algunos casos nos pueden parecer altos.
Viaje organizado a las Repúblicas Bálticas
La mejor forma de conocer un país es la que se adapte a tus necesidades. Si buscas un circuito por las tres repúblicas bálticas puedes contactarnos para sugerirte las mejores opciones de turoperadores locales y especializados en Lituania, Letonia, Estonia o Finlandia.
Te podrán organizar tanto un fly and drive (alojamiento, alquiler de coche y ruta autoguiada), como un circuito completo por los tres países con guía español, como un itinerario personalizado basado en tus preferencias, sean la naturaleza, la historia, la cultura o una temática ornitológica, deportiva, cruceros o de viaje de negocios.
Puedes consultarnos rellenando el formulario:
Más dudas sobre los países bálticos
Ahora que es ya tienes ganas de viajar a las tres repúblicas bálticas, te surgirán algunas dudas que te respondemos a continuación:
¿Cuántos días son necesarios para conocer las capitales Bálticas?
Como poco diríamos que 8 días, que podrían ser suficientes para un viaje que no te haga sentir que no sabes en qué país estás. A partir de aquí dos semanas sería lo ideal, ya que en Lituania te permite llegar a la costa hasta Klaipeda y cruzar al istmo de Curlandia, que a nosotros nos gustó mucho.
¿Cuál es la mejor época para viajar a las Capitales Bálticas?
Si no nos preocupa el frío, la nieve o que en las fotos puedan salir nubes negras, el invierno no es descartable. Pero los días son mucho más cortos. Lo habitual es viajar en verano, pero siendo agosto un mes de alta estacionalidad en cualquier destino que nos planteemos, lo mejor sería junio, julio o septiembre, aprovechando el final de la primavera o el principio del otoño.
Moneda de los países bálticos
Desde 2011 el euro es la moneda oficial de Estonia, mientras que Letonia la incorporó en 2014 y Lituania en 2015. Por tanto, si procedemos de otro país de moneda única como España, no hace falta cambiar moneda.
Los precios son algo más caros en Estonia, después en Lituania, y quizá Letonia tiene precios más bajos en comparación a las otras repúblicas bálticas.
Visado
No es necesario visado para entrar en ninguno de los países bálticos si somos ciudadanos de la Unión Europea. En el caso de España basta con el DNI.
Tarjetas SIM
La mayor parte de las operadoras de teléfono de España incluyen a las repúblicas bálticas dentro de las tarifas de Roaming, lo que no supone un coste extra y por ende no es necesario compara una SIM local.
Seguridad
Los tres países bálticos son seguros, lo que no quiere decir que en determinados puntos turísticos o en estaciones de autobús y tren, convenga tener vigiladas las pertenencias y equipaje ante posibles hurtos.