Croacia es azul y tiene trocitos de tierra por todas partes. Desde el cielo Croacia es mar y mil y una islas, podemos ver sus formas perfectamente, sabemos cual es cual y nos imaginamos ya navegando entre ellas, surcando ese Adriático que nos reserva muchos tesoros escondidos. En seguida vemos Dubrovnik, los tejados rojos de las casas y monumentos del casco antiguo protegidos por las murallas. ¡Qué emoción pasar por encima! ¡qué emoción llegar a Croacia, un país con el que siempre habíamos soñado!
Tenemos tres días antes de embarcarnos en un viaje en velero por Croacia, fundiéndonos con el mar durante una semana, sintiendo cada mañana la brisa marina, escuchando el ruido del motor o el de las velas cambiando de posición, madrugando para poder ver el amanecer reflejado en el Adriático, durmiendo acunados por el vaivén del mar y el sonido del mástil, atracando para descubrir delfines, islas y ciudades.
Nos sentimos como en una road movie por las carreteras de la costa dálmata, siguiendo las curvas ondulantes, atrapados entre las imponentes montañas y el azul del mar, haciendo paradas en pequeñas calas, en pueblos de postal, en metrópolis patrimonio de la Unesco, tocando siempre el Adriático.
Admirativos ante el paisaje de la costa croata, iniciamos nuestro periplo por las carreteras serpenteantes, arterias que zigzaguean entre algunas colinas tupidas de árboles alternando con otras más rocosas. Siguiendo siempre la línea azul turquesa que será nuestra guía hasta nuestro puerto de destino.
Primera parada: Cavtat
Cavtat es una bonita ciudad medieval que se halla a tan sólo 16 kilómetros de Dubrovnik, bajando por una sinuosa carretera que nos conduce a la península donde se encuentra el casco antiguo. Cavtat nos recibe con una luz intensa, es un día luminoso, el cielo está azul y podemos admirar la villa en todo su esplendor. Seguimos el paseo marítimo bordeado de palmeras y de restaurantes con sus terrazas mirando al mar, espacios verdes bien cuidados, la iglesia, algunos yates que recalan en este rincón, escogido por muchos turistas, sobre todo en verano. Algún transbordador que se prepara para ir hasta la cercana localidad de Mlini o a Dubrovnik.
Seguimos a nuestra encantadora guía que nos lleva primero a lo alto de la colina que domina Cavtat, donde está el cementerio en el que se encuentra el mausoleo de la familia Racic, construido con piedra blanca de Brac. Pasamos un buen rato admirando las vistas del Adriático. Bajando después por callejuelas nos encontramos con la casa-museo de Vlaho Bucovak, un interesante pintor yugoslavo cercano al Impresionismo. Se trata de una casa típica de la arquitectura de Cavtat del siglo XIX. Nos paramos a admirar la obra de Bucovak, el luminoso taller, los muros y techos pintados por él.
Continuamos nuestro agradable paseo por Cavtat y nos paramos en la iglesia de San Nicolás, y admiramos desde lejos el Monasterio de Nuestra Señora de las Nieves, del siglo XV. Terminamos parando en uno de los cafés para probar alguna especialidad de la gastronomía croata: el burek, un delicioso pastel de patata (o de otra cosa) que después buscaremos a lo largo de todo nuestro viaje por Croacia.
Antes de continuar nuestra ruta por la costa dálmata, decidimos probar las aguas del Adriático, sumergirnos en ese mar cristalino. No encontramos ninguna playa de arena, ya que (¡aviso a los desprevenidos!) en Croacia la mayoría de las playas son de piedras. Ese fue quizás el único pero que le pondríamos a nuestro viaje. Eso sí, es un placer darse un baño en las aguas del Adriático, la temperatura es ya muy buena a principios de junio. Escogimos una playita de piedras en el camino, un rincón paradisíaco, con sus palmeras, la montaña imponente mirándonos, y el cielo azul reflejado en las aguas transparentes.
La muralla que une Ston y Mali Ston
Siguiendo la costa, todavía a unos 50 kilómetros de Dubrovnik, llegamos a dos pueblos que nos conquistan desde el primer momento por la espectacular muralla que, subiendo y bajando la colina, los une. Llegando al itsmo de Peljesac, la segunda península más grande de Croacia, en la bahía de Mali Ston, observamos bateas de mejillones y ostras dispuestas en las aguas del Adriático. En seguida probaremos estas reputadas delicias en las calles del casco antiguo de Ston llenas de terrazas, así como los boquerones fritos, un clásico de la gastronomía croata.
La ciudad medieval fortificada de Ston se recorre rápidamente, ya que no es muy grande; la auténtica estrella de este pueblo costero de Croacia es la muralla que vemos desde cualquier punto. Damos un paseo por las calles empedradas admirando los edificios, os palacetes góticos y renacentistas, la iglesia de San Nicolás en obras, vacía en su interior pero vestida con la piedra blanca de Brac que resplandece con la luz del sol.
Atravesamos el puente que nos lleva a las salinas, donde todavía se produce la flor de sal como antaño. La visita vale la pena cuando se cosecha la sal, ya que se puede participar. Las salinas me gustan, el reflejo de la luz en las aguas y el blanco de la sal que se acumula en las orillas, las convierten en preciado objeto de fotografía. Las recorre una vía por la que pasan las vagonetas cargadas de sal, partiéndolas en dos. Desde lo alto de la muralla admiraremos muy pronto la belleza de las salinas.
La muralla de Ston es conocida como “la muralla china de Europa”, y en seguida comprendemos porqué. Además de ser la segunda muralla más larga de Europa (después del Muro de Adriano, entre Escocia e Inglaterra) y la más larga muralla defensiva de una ciudad, sube una colina de forma espectacular para unir dos pueblos: Ston a Mali Ston (“El pequeño Ston”). Se construyó para protegerlos, así como las salinas que eran un auténtico tesoro para la República de Dubrovnik.
Recorremos pues los 5, 5 kilómetros que hay de Ston a Mali Ston siguiendo su forma pentagonal. Muy pronto se podrán recorrer los 7 kilómetros que tenía en el pasado, hoy en ruinas, ya que la muralla de Ston está en obras. Nada más subir unos metros de la muralla de Ston, las vistas de las salinas y del pueblo ya son espectaculares. Además junio nos regala un día resplandeciente, con cielos azules que se reflejan en las aguas y una luz ideal para admirar el paisaje.
Descansamos en cada tramo de la muralla pasmados ante tal prodigio de la ingeniería medieval. Miramos hacia arriba y vemos una línea blanca que corta el verde tupido del rico bosque del entorno, la muralla de Ston que sube vertiginosamente por la colina. De la fortaleza de Veliki Kastio, en Ston a la de Koruna, en Mali Ston, vamos del bastión de Arcimon al de Sokolic, en total recorreremos tres fuertes, siete bastiones y 41 torres.
Los tejados anaranjados de las casas de la ciudad fortificada de Ston son una mancha de color en el verde del bosque circundante y el azul de la bahía de Mali Ston y de las salinas. Vamos cogiendo altura escalón a escalón y muy pronto apreciamos la magnitud de las salinas y la longitud de la muralla, cuyo extremo comienza a verse lejos. Miramos otro tramo de muralla en obras, casi terminado, quizás en la próxima ocasión podamos recorrerla.
Es un placer sentarse en la muralla y seguir la línea que se pierde en el infinito. Así debe ser la sensación de visitar la muralla china, salvando las diferencias, claro.
Los obreros trabajan en la muralla de Ston, mientras nosotros nos asombramos con su faena. La altura ya es considerable, casi podemos tocar la copa de los árboles que nos rodean. El esfuerzo es grande puesto que nos hemos encontrado con un día muy caluroso de principios de verano. Y subir la muralla de Ston con calor es tremendo. Pero el esfuerzo se ve recompensado a cada trecho por la belleza que se despliega ante nosotros.
Cruzamos un pequeño puente de madera donde se encuentra otra torre con su bandera, para comenzar a subir por unas escaleras cada vez más empinadas que nos llevarán a Mali Ston. La perspectiva es tremenda, la gente que sube delante de nosotros se ve cada vez más pequeña y la muralla de almenas serpentea por la montaña hasta que se pierde de vista. Los cuarenta minutos que nos separan de Mali Ston se convierten en toda una expedición. Pareciera que estamos en otra época, perdidos en un laberinto de escaleras hasta que llegamos a la tercera fortaleza, la más monumental.
De repente miramos atrás y el pequeño pueblo medieval de Ston se ve ya pequeño, la perspectiva que tenemos de lo que nos rodea es realmente espectacular. Llegamos por fin al punto culminante y una bajada vertiginosa termina en la fortaleza en ruinas de Koruna y en el azul turquesa de Mali Ston, pueblo del siglo XV dispuesto a lo largo de una bahía donde la crianza natural de ostras constituye la riqueza de la localidad, para fortuna de los viajeros.
La vuelta por la espléndida muralla de Ston nos deja de nuevo atónicos y agotados, por lo que de nuevo en la carretera, siguiendo nuestra ruta por la costa dálmata, decidimos parar en una cala de piedras para remojarnos en las deliciosas aguas transparentes del Adriático. Antes de continuar hacia una ciudad que nos conquistará y que nos llevará también de paseo por las nubes, a través de sus murallas igualmente espectaculares: Dubrovnik. Todavía nos queda un buen tramo de este delicioso road trip que precede a una inolvidable travesía por el Adriático con parada en una buena parte de las islas de Croacia.
Excursión a Ston
Nuestro agradecimiento a las Oficinas de Turismo de Cavtat y Ston por su amabilidad y por abrirnos las puertas a estas dos bellísimas ciudades croatas. Mención especial a la magnífica guía Lucija Vezilic que nos contó los secretos de Cavtat.
Ana
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Genial descripción de vuestro recorrido, deseando llegar para conocerlo!
María Calvo
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Gracias Ana, seguro que será un viaje inolvidable.