¿Te atreverías a tomar un baño en la boca de un volcán? ¡¡¡Nosotros sí!!!
La aventura que estamos prestos a narrarles, tiene lugar en el municipio de Santa Catalina, a unos 45 km de Cartagena de Indias, la bella ciudad colonial de Colombia, en las entrañas del volcán Totumo.
Nuestros afanes viajeros nos llevaron al bello país colombiano, rebosante de historia y cultura. Luego de pasar unos días en la vertiginosa capital de Bogotá y la esplendorosa Medellín, nos dirigimos hacia la ciudad amurallada de Cartagena de Indias, que fuera blanco de feroces corsarios y presa de la conquista española hasta 1811.
Cartagena de Indias es sin duda, un referente y un imperdible en la visita a Colombia, donde converge la belleza y la historia de un país conquistado, donde sus calles cuentan entre sus muros los años bajo el dominio de la colonización española. Su fisonomía es resultado del mestizaje, casitas coloridas con balcones de clara influencia del norte de España, le hacen única y con un sabor tropical, pero sin abandonar ese aire europeo.
Recorrer los 11 km de murallas, la caracteriza como sitio romántico y que apetece andar sin prisas y con buena disposición. Donde lo mismo te puedes sumergir en las playas bañadas por el Mar Caribe, que pasear por sus callejuelas y encontrarte con una escultura de Botero o con un animado grupo musical amenizando y haciendo resaltar aún más, los vibrantes colores de sus fachadas al compás de sus ritmos «vallenatos»; o bien, a escasos km nadar en el espeso barro del cráter de un volcán.
Y sí, así como les hemos cuestionado de manera introductoria… ¡Esto es posible!
Después de hacer un viaje en una minivan climatizada con dirección hacia el volcán del Totumo; 30 minutos después estábamos arribando a nuestro destino. La vistas del cráter con una escalera hechiza de madera nos aguardaban.
El Volcán Totumo, -cuyas características son que apenas tiene 20 metros de altura pero hacia abajo tiene 2.500 metros de profundidad- está cuidado y administrado por gente oriunda de la comunidad, quienes se encargan de gestionar la visitas turísticas que reciben al año. Ellos mismos dan todos los servicios necesario dentro del espacio, por una módica cantidad, te invitan a subir a tomar el baño en el barro volcánico, al que, cabe resaltar, se le atribuyen múltiples propiedades.
La escalera se mueve a medida que ascendemos, pero éste bamboleo se convierte en parte de la aventura, aunque el corazón se revolucione un poco, por esto y por el hecho de que estamos a dos pasos de… ¡sumergirnos en la boca de un volcán!
Estando en la cresta, se puede apreciar un hueco de dimensiones menos intimidantes de las que pueden pensarse y, a varios turistas disfrutando del chapuzón, mientras unos cuantos lugareños les propinan un masaje vigorizante.
El resto, esperamos con paciencia, ya que a ojo de buen cubero, no parecen caber más de 15 personas, por lo que mientras tanto dedicamos nuestros ojos a contemplar y memorizar el paisaje que nos regalaba desde esa altura, la ciénaga del Totumo.
La fila seguía avanzando y por fin llegó nuestro turno, un poco nerviosos e impacientes, seguimos las instrucciones del personal y descendimos con cuidado, algunos más diestros y otros como yo, que sin saber qué hacer en el último escalón, si bajar despacio y dejarme envolver de a poco con el elixir fangoso o zambullirme cual clavadista olímpica (sin los triples mortales, por supuesto) desde los 10 centímetros que separaban a mis pies de la escalera al légamo. Mientras se sucedía mi cavilación fugaz, mi patosa pericia, me hizo resbalar, lo que, además de captar la atención de los presentes, me llevó a caer en el lodo con un sonido hueco, sin mayor preámbulo o posibilidad grácil de descenso, afortunadamente para mí, la gran densidad del líquido amortiguó mi caída y menos mal, porque antes de entrar, nos habían informado que dicha cavidad tenía aproximadamente 3 km y medio de fondo… ¡Fiu!
Una vez bajó el color rosado de mis mejillas, un tanto salpicadas ya del acuoso barro, los «masajistas», se encargan de organizarte. Te piden atentamente te tiendas boca arriba y te dejes llevar, para proceder al acomodo cual barras de chocolate bien formadas dentro de una caja y comenzar el frotamiento «relajante»-«terapéutico» para que penetre mejor y quede bien lozana nuestra piel. Unos 10 o 15 (un tanto doloridos) minutos después, te echan a un lado con una maestría cuasi autómata, para que sigas retozando en el «milagroso» líquido de aspecto grisáceo.
Yo, con otro poco menos de suerte, mientras me hallaba cerca de la escalera de salida, recibí una salpicada en el ojo, cuando uno de los visitantes emprendía su ascenso, por lo que recomiendo girarse o cerrar los ojos cuando vea que alguien se dispone abandonar el volcán. Yo, con las manos sucias y, en general, el cuerpo entero barnizado de barro, no podía retirarlo por medios propios, pero para mi fortuna uno de los chicos de masaje se percató y me ayudó enseguida.
Cual termas romanas, el sitio, por lo reducido del espacio, se presta para socializar con el resto, nosotros entramos en franca charla con un chico belga muy simpático que viajaba solo por Colombia y con algunos más que con un humor picaresco e hilarante nos mantuvieron bastante entretenidos.
El tiempo se agotó y llegó nuestro turno de abandonar la piscina de barro. Ésta parte sí que requiere destreza y precaución, ya que es imposible no resbalarse. Después de algunos intentos, logramos llegar a la cima y bajar con igual cuidado por la otra escalera de descenso del volcán, ídem de rústica que sus compañeras.
Cuando logramos llegar abajo, después de varios pasos cautos, un par de locales nos señalaron que debíamos ir hacia la ciénaga para lavarnos. Una hermosa vista nos recibió, el cuerpo de agua tibia resplandeciendo bajo la luz del sol y un grupo de mujeres esperando por nosotros para ducharnos. Lo que no sabíamos es que el baño no es personal y como deja vù de infancia, cuando una madre baña con esmero a su niño, nos retiraron hasta el último vestigio de fango. Eso sí, haciendo hincapié en que las partes nobles, eran responsabilidad nuestra… ¡Menos mal o vaya apuro!
Nuestras peripecias por la comunidad de Santa Catalina terminaron aquí, pero nos enteramos también que ofrecen el servicio de paseos en lancha por la ciénaga y la posibilidad de degustar las delicias gastronómicas del sazón costero, como el típico pescado frito con arroz de coco.
Nos parece loable que la comunidad pueda beneficiarse de la derrama turística que ésta actividad aporta a su economía, pero quizás podrían recibir apoyo del sector para ayudarles a cuidar de ésta peculiar atracción natural y poder asegurar un mejor mantenimiento del volcán de Totumo, uno de los más visitados de Colombia
Si te hallas cerca, no dudes en vivir ésta experiencia que poco pueden contar como propia. Además de que ya sea por sugestión o realidad, sí que nuestra piel lucía un tanto más radiante.
¡Le hemos ganado un par de años al tiempo, gracias al peculiar baño en el volcán del Totumo!
Ubicación y Mapa del volcán Totumo
Pedro (@travelwithpedro)
- Edit
Hmmmm Casi hice este tour desde Cartagena. Ahora deseo lo hubiera hecho. Ojalá en una próxima ocasión. 🙂
Marcela Pérez
- Edit
Cartagena y en general Colombia, es un sitio para posar los pies más de una vez… ¡Bello país!… Así que ya lo sabes, para la próxima, ¡no te lo puedes perder!