La Giralda se alza imponente, orgullosa, sabedora de que todas las miradas se vuelven hacia ella; conocedora de que desde cualquier lugar de Sevilla puede verse su cabeza asomando, queriendo tocar esos cielos azul intenso. Majestuosa, vestida con sus mejores galas, nos espera para que la admiremos. Su mirada no es soberbia, sólo quiere que contemplemos la belleza de la que es capaz el hombre. Quiere que nos paremos a observarla sin prisa, sin ser arrastrados por las grandes oleadas de gente que, con razón, vienen entusiasmados en busca de las maravillas de Sevilla.
Hacía tiempo que no pisábamos una de las ciudades más bellas de Andalucía, y la excitación nos invade por estar aquí en pleno mes de mayo, cuando la primavera ya entró definitivamente en nuestros días y la luz se cuela por todos los rincones. Eufóricas, sabemos que estamos en la ciudad del color, que nos perderemos por el barrio de Santa Cruz, por callejuelas llenas de maravillas, que visitaremos el Real Alcázar, la Plaza de España, el Parque María Luisa, la Torre del Oro, las orillas del Guadalquivir, la Casa Salinas, el Palacio de Dueñas,…También sabemos que no podremos ver todo lo que deseamos, Sevilla posee demasiados tesoros. Llegaremos adonde confluyen todos los caminos: la catedral de Sevilla, con la torre Giralda esplendorosa esperándonos.
Sentarse a escuchar los ecos del pasado
Amanece un magnífico día y preparamos impacientes nuestra visita catedral de Sevilla, Patrimonio de la Humanidad. La ciudad nos recibe calurosa, gente en las terrazas tomando el primer sol mañanero. Descubrimos con sorpresa que en Sevilla también hacen una de las delicias de España, que habíamos visto sobre todo en Madrid: las suculentas porras, que aquí llaman churros.
Nos ponemos en marcha, sabiendo que pronto haremos la deseada visita a la catedral de Sevilla. Caminamos por las callejuelas de esta ciudad luminosa guiados por una fuerza irresistible, que nos atrae como un imán. En seguida vemos que la Giralda asoma su cabeza, juega con los edificios de colores, primero la vemos, luego se esconde, hasta que vuelve a surgir en la siguiente esquina. Parece que no conseguimos alcanzarla en el dédalo de calles del casco antiguo de Sevilla. Se hace de rogar, pero somos conscientes de que cada vez está más cerca.
De pronto la Giralda se muestra entera, vemos su alto cuerpo de 900 metros, nos mira silenciosa desde su torre, como susurrándonos palabras que casi no logramos entender. Tenemos que aproximarnos para escuchar qué nos quiere contar.
Sabemos que tenemos que hacer una larga cola para visitar la catedral de Sevilla, aunque todavía no sea temporada alta. Estamos deseando entrar y verla con calma, pero nuestros pasos nos dirigen a las plazas que rodean esta joya arquitectónica de Andalucía. Nos acercamos a escuchar lo que tiene que decirnos la Giralda desde las alturas. Nos parece percibir que prefiere que nos sentemos tranquilamente a contemplarla sin premura. Creemos comprender el mensaje que nos llega al son de las campanadas de la catedral de Sevilla: son demasiados siglos de historia para querer mirarla sin verla, es imprescindible detenerse y escuchar lo que tienen que contarnos estas piedras sobre el pasado.
Adoptamos diferentes perspectivas para comprender mejor. Desde cualquier lugar es bella. Desde un rincón menos concurrido, detrás de la catedral, la verticalidad domina: los pináculos en primer plano, la superposición de los diferentes cuerpos de la Giralda, el campanario, la estatua negra en forma de veleta, conocida como Giraldillo…
La Giralda lleva un alminar en su interior
Ecos de un pasado almohade, el segundo pueblo bereber que invadió Al-Andalus, cuando la ciudad de Sevilla era una de las ciudades más importantes. Contemplo cada detalle de la Giralda y veo el alminar de la mezquita que fue, tan parecida a la mezquita imperial de Marrakech: la mezquita Kutubia (70 metros) o a la Torre Hasan de Rabat (60 metros). Pero este alminar posee 97,5 metros de altura, la más alta edificación de toda Europa. Mandado construir por Abu Yaqub Yusuf, el emperador de Marruecos que entró en Andalucía en 1170 y convirtió Sevilla en la capital de su imperio almohade.
Todavía podemos ver en la base que el alminar quería ser de piedra, pero acabó siendo de ladrillo, tal y como quiso Alí de Gomara, quien continuó la construcción tras Abu Yaqub Yusuf.
Contemplo la Giralda que permaneció con su forma árabe mucho tiempo, a pesar de que con la conquista cristiana en 1248, se quiso convertir la mezquita en una catedral. Sólo el grave terremoto de 1365 destruyó la decoración superior de la torre, el yamur original, cuatro esferas decorativas de bronce, por lo que se optó por un acabado simple: una espadaña. Pero la Giralda permaneció.
Me gusta contemplarla, esas formas ortoédricas, rotunda la del cuerpo principal, perplejo el cuerpo que la remata. Después están los pináculos, y en la cúspide esa bola que llaman tinaja, sobre la que se alza el Giraldillo.
Sigo las líneas de la célebre Giralda, me paro en los detalles decorativos creados por los almohades. La elegancia y la belleza de los arcos ciegos, de los relieves y las lacerías…
La Giralda también tiene cuerpo de Renacimiento
La Giralda nos cuenta que está hecha de varias culturas, como casi todos los edificios del pasado, patrimonio de todos. Y como ocurre a menudo con la fusión de los pueblos, el resultado de la mezcla nos habla de belleza. El crisol de culturas que existía en la ciudad de Sevilla cuando se construyó la Giralda, no hizo más que enriquecer el que después sería símbolo de la ciudad.
Se superponen pues los siglos y los estilos en esta torre. El remate superior es renacentista y será obra de Hernán Ruíz, el arquitecto que se encargó de la remodelación de la catedral de Sevilla. Se superponen después varios cuerpos que tienen nombres poéticos, no podría ser de otra forma en una de las torres más bellas de España.
Está el cuerpo de campanas que remata con la llamada terraza de las azucenas, que se debe a esas cuatro jarras de azucenas de bronce. Más arriba el cuerpo del reloj, y el cuerpo de las estrellas o del pozo, en cuyo friso se puede leer: “Turris fortissima Nomen Dni Proberb. 18”. Parece ser que en su interior se encuentra la campana más antigua de la torre, la que da las horas. Todavía hay otro cuerpo más arriba: el cuerpo de las carambolas, ya que los remates esféricos recuerdan a las carambolas. Le sigue el penacho, que acaba en cúpula. Y la tinaja, que es una esfera de bronce, base de la escultura de la veleta. ¡Cuánta poesía guarda la Giralda!.
Y por fin llegamos a la veleta que representa la victoria de la fe cristiana, conocida como Giraldillo. Qué bonito nombre le puso el pueblo a la escultura que corona la Giralda de Sevilla, lo prefiero a “Alegoría de la fortaleza de la fe”. Giraldillo es simple, viene de Giralda (palabra que proviene de “girar” y significa “veleta de torre con figura humana o animal”). Tiene el sabor de la gracia del pueblo, es una forma de hacerlo suyo. La estatua que corona la Giralda, un tesoro del patrimonio de la ciudad de Sevilla, que la gente considera propio. De hecho, al final, a la torre se le llamó Giralda precisamente porque su veleta se llamaba Giraldillo.
No parece que la estatua del Giraldillo mida 3,5 metros, impresiona sólo con pensarlo. Dicen que fue la escultura de bronce más grande del Renacimiento en Europa. Desde mi punto de vista se ve pequeño, me entran ganas de pronto de subir a lo alto de la Giralda para poder tocarlo, aunque eso no sea posible. Menos mal que a la entrada de la puerta de San Cristóbal, en la catedral de Sevilla, hay una copia.
La Giralda es luz
Pienso en lo poético que es que una torre ilumine a los habitantes de una ciudad cuando cae la noche. Como la Torre de Hércules en A Coruña, o los faros que alumbran el camino de los barcos por el mar, como el que conocimos recientemente en Ortegal. La Giralda tuvo muchos usos en el pasado: desde ella se hacía la llamada a la oración para los musulmanes. Fue vivienda para los campaneros y el alcaide de la torre, y hasta fue granero. Por supuesto, fue atalaya de la ciudad. Ya sabemos que es reloj, pararrayos y veleta…pero el hecho de que sea luminaria de la ciudad de Sevilla convierte a la Giralda en una guía llena de lirismo.
La belleza gótica de la Catedral de Sevilla
La belleza gótica de la Catedral de Sevilla puede admirarse ya en el exterior: gárgolas, pináculos, agujas, el refinamiento de esos arbotantes y de esos contrafuertes, que sabemos que ayudan a cargar con el peso de los elementos del interior para crear una mayor altura. En las portadas también vemos el reflejo del Gótico: las arquivoltas apuntadas con tracerías de la Portada del Bautismo.
Siempre me gustó entrar en las iglesias y catedrales góticas: Florencia, Burgos, León, Chartres, Colonia,…Esa ligereza de las estructuras, la levedad frente a los volúmenes masivos del Románico. La luz natural que penetra a través de vidrieras y rosetones…
Entramos en la Catedral de Sevilla y ya me fijo en la elegancia de los arcos apuntados, las magníficas bóvedas de crucería que presentan una ligereza que no presentaban las bóvedas del Románico. Me gusta esa forma de esqueleto tridimensional, que con el tiempo se fue haciendo más complejo, con arcos y nervios secundarios, que me dejan pasmada por la técnica de los constructores de catedrales. Es impresionante ver cómo supieron mejorar la distribución de las cargas y conseguir una altura superior que crea un espacio todavía más grande. Sin su ingenio, no podríamos disfrutar de la belleza de vidrieras y los rosetones. Existen gracias a que el peso del edificio, además de estar en los gráciles pilares y baquetones, se encuentra en los fornidos contrafuertes y arbotantes.
En el interior de la Catedral de Sevilla también puede constatarse la mencionada fusión de estilos. Por ejemplo, en la cabecera, que no tiene forma de ábside como las cabeceras góticas, sino de rectángulo, pues era el espacio que ocupaba la mezquita almohade.
Recorremos la catedral sin prisa, encontrando la belleza en cada rincón. Me llaman la atención las altísimas bóvedas del crucero, siempre me impresionó esa verticalidad del Gótico, así como debía impresionar a las gentes que en la época asistían a los oficios litúrgicos. También la bóveda de estrella, con esa complejidad y delicadeza de los nervios y los arcos. Miro hacia arriba siguiendo las líneas de esos pilares compuestos de esas semicolumnillas o pilastras que se unen a los arcos y nervios de las bóvedas. Todo un juego en el que a cada pieza sostenida corresponde su propio sostén.
Y llegamos a unos de los elementos más bellos del Gótico: las vidrieras y rosetones, me fijo en el de los Cuatro evangelistas y en los de las puertas laterales; también en las vidrieras de algunas de las capillas, así como las de la sala capitular, que iluminan la cúpula. Los ventanales amplios decorados con calados de piedra en los que se forman pequeños rosetones, y en algunos lugares las líneas se combinan comenzando a serpentear. La luz entra a la catedral también por los grandes rosetones, cuya tracería también es un hermoso laberinto de curvas que se enlazan. Casi no es necesaria la presencia de cuadros, cuando los rosetones y las vidrieras polícromas, historiadas, ejercen de monumentales obras pictóricas, que además iluminan la catedral.
Además del impresionante órgano, y del coro, en cuya sillería destacan interesantes bajorrelieves, uno de los elementos más bellos de la Catedral de Sevilla se encuentra en la Capilla Mayor, situada en la nave central. Se halla delimitada por esas imponentes rejas de hierro dorado, estilo renacentista. En ella se encuentra el espectacular Retablo Mayor, considerado el más grande de la cristiandad. Está dividido en 9 calles y 4 cuerpos, y en total hay 44 escenas de la vida de Cristo y la Virgen. Podríamos pasarnos horas contemplando las diferentes escenas y admirando las proporciones colosales, el trabajo delicado de la talla de los relieves, la riqueza de detalles, la fineza de los dorados. Desde luego, se trata de una asombrosa obra de arte.
Saliendo ya de la catedral para subir a lo alto de la Giralda, repaso todo lo visto, y me quedo con esa impresión de ligereza de las estructuras, la verticalidad, la iluminación, la proeza técnica del Gótico, que podremos seguir admirando desde la torre Giralda. Casi no puedo creer que dentro de poco mis pasos me llevarán junto con la vigía de Sevilla, que me enseñará a mirar la ciudad con sus ojos.
Sevilla vista desde la Giralda
Agradecimientos
Agradecemos la amabilidad del señor Antonio Calvo Guerrero, coordinador de la visita cultural a la Catedral de Sevilla, por su excelente trabajo y por habernos facilitado la entrada a esta joya del patrimonio monumental de la ciudad andaluza. Esperamos poder completar la visita en otra ocasión con las cubiertas de la catedral.
Horarios y tarifas Visita Giralda de Sevilla
Lunes: 11:00-15:30 (16:30-18:00 visita con audioguía gratuita con reserva anticipada).
Martes-sábado: 11:00-17:00
Domingo: 14:30-18:00
– Tarifas y precio Giralda:
Entrada general : 8 €
Entrada reducida 4 € : Pensionistas / Estudiantes menores de 26 años
Entrada gratuita : Naturales o residentes en Sevilla / Menores de 16 años acompañados por un adulto / Discapacitados con acompañante / Desempleados
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