Cuando el nombre de Sitges se pronuncia en voz alta vienen de forma natural y directa las asociaciones de turismo gay friendly, sus playas el carnaval o el festival de cine. Pero si se escarba con paciencia sobre la superficie encontramos un estrato tremendamente atractivo de historia, de pasado enológico y de cultura.
Aunque a priori la ciudad no necesita carta de presentación, Sitges merece una visita sosegada y tranquila, a poder ser fuera de la estación veraniega, comprobando que la vida popular de sus gentes la convierte en una población con encanto, y cuyo sentimiento de orgullo son señas de calidad.
QUÉ VER Y HACER EN SITGES
Si Sitges quisiera elegir entre Barcelona y Tarragona le resultaría difícil elegir entre las dos capitales de provincia equidistantes. Además, su fama labrada durante décadas la hace atractiva para extranjeros llegados de Estados Unidos, Alemania, Holanda, Francia o países Escandinavos.
Aquí se suceden algunas de las fiestas y eventos más célebres de la agenda catalana, como los Carnavales de Sitges en febrero, el Sitges Pride en junio o el Festival Internacional de Cine Fantástico en octubre. Su nombre trasciende como el viento transportado a los cuatro puntos cardinales, y tanto el turismo de incentivos como el turismo LGTB tienen siempre presente a Sitges como un destino que promete éxito seguro para celebrar eventos y producir momentos inolvidables en las vacaciones.
Sitges ofrece, tanto para el viajero que llega con un plan de escapa como para que el pasa unas vacaciones más extensas o repetidas, una oferta cultural, gastronómica, y apta para los que buscan planes familiares u ocio nocturno.
Pueblo pescador que nunca dejó de mirar al interior, los viñedos se extendían incluso desde el mar, impregnados por la salinidad del Mediterráneo. Quizá el vino, y por supuesto el paisaje fueron atractivos para que poetas, artistas y literatos encontrasen aquí un lugar de inspiración. Aún es es fácil reconocer la playa Fragata retratada desde el paseo marítimo en cuadros por varios pintores luministas.
A ese poso cultural, imbricado a menudo con la burguesía enriquecida por el comercio con las colonias de ultramar, se sumaron las joyas arquitectónicas que el modernismo vistió en Sitges, que conviven hoy con murales de arte urbano y propuestas de arte contemporáneo como las de la Fundació Stämpfli.
Ruta por el Casco Antiguo de Sitges
Las calles del núcleo antiguo de Sitges nos obligan a pasear con calma, advirtiendo detalles arquitectónicos en portadas medievales, en guiños a la opulencia de los indianos que regresaron con mayor o menor fortuna, en patios rebosantes de luz en los que habitan plantas y flores envueltos por el azul característico de la población marinera.
Es posible tanto el recorrido con un guía que nos encandile con la historia de Sitges como por libre, cual niños curiosos que descubren por sorpresa rincones insospechados, como el Pati Blau del Carrer Àngel Vidal, abierto en la fecha del Corpus, pero cuyo patio interior azulado podemos ver desde la calle.
Desde el momento que pisamos Sitges en la estación de tren, se suceden las majestuosas casas modernistas que demuestran la pujanza económica de Sitges a finales del siglo XIX y principios del XX. La primera es Can Teresa Pujató pero es imposible detener el frenesí visual de las que van apareciendo a nuestro paso, como Casa Manuel Planas, la Casa Bonaventura Blay (también llamada Can Boladeres o Villa Avelina) y hoy restaurante y hotel llamado «El Xalet»), el Teatro Prado en el que Santiago Rusiñol celebró alguna de sus fiestas modernistas, la Casa Bartomeu Carbonell i Bussons o el centenario Casino Prado Suburense.
De hecho es la Casa Bartomeu Carbonell i Mussons en la Plaça Cap de la Vila, una de las que reclama más atención. Construida entre 1913 y 1915 por el arquitecto Ignasi Mas i Morell, el apodo de la Casa del Reloj es el que a menudo prevalece para mencionarla. Encargada por el importador de tejidos Bartomeu Carbonell i Mussons, Ignasi Mas i Morell (entre cuyas obras encontramos la plaza de toros Monumental de Barcelona), diseñó una residencia de gran factura, restaurada en 2006.
De corte modernista, era el viejo mercado de Sitges y su estructura de hierro nos recuerda la época de finales del XIX cuando muchos mercados catalanes apostaron por estructuras de hierro. Actualmente es un espacio multidisciplinar que acoge eventos de todo tipo, desde musicales a gastronómicos y expositivos.
Pero, además de las preciosas fachadas, gran parte del encanto lo desprende el aprecio por el consumo local de los sitgetanos, que entienden que la vida de «pueblo» es responsabilidad cívica de ellos. Es por ello que muchos comercios son históricos, algunos pasados como un testigo de generación a generación.
La Calle Mayor que desemboca en el Ayuntamiento de Sitges -de estilo gótico civil catalán y finales del siglo XIX sobre las ruinas del antiguo castillo- es quizá la más concurrida, con el permiso de la calle de les Parellades (excusa perfecta para ir de compras), pero otras tantas vías y callejuelas se transitan sin rumbo y con los ojos atentos como el Carrer d’en Bosc y Carrer de la Davallada que conservan restos de la muralla medieval o edificios como el conocido popularmente Palacio del Rey Moro y el contiguo Estudi Vidal. Corresponden a viviendas espaciosas y ricas para la época de finales del siglo XIV, y hoy el Palau del Rei Moro es sede de la Agrupació de Balls Populars i de la Colla Jove de Castellers de Sitges.
Todos los caminos nos llevarán de forma inexorable a la orilla del mar, ya sea a los accesos sus mejores playas como: Playa de Sant Sebastià, Playa de la Fragata, Playa de la Ribera, Playa de la Bassa Rodona, Playa de L’Estanyol; como a puntos panorámicos en los que los aromas marinos nos golpean con la brisa cargada de salitre.
Uno de esos secretos imposibles de esconder es el Racó de la Calma, entre el Museu Cau Ferrat y el Palau Maricel, atravesado por la sugerente calle Fonollar. Es una zona muy transitada los fines de semana y verano, pero fuera de temporada se disfrute con la tranquilidad a la que alude el nombre.
Otro sin duda de una belleza inspiradora es la Plaça Vidal i Cuadras, que por un lado nos regala la vista del Edifici Miramar de Sitges, una construcción de mediados de siglo XIX de estilo neoclásico. Se le conocía con el nombre de sus antiguos propietarios, la familia Vidal-Quadras, fundadores del banco homónimo en 1870 y empresarios con negocios en Cuba.
Mirando en el lado opuesto la Playa de San Sebastián, con el arenal en primera instancia y algunas antiguas casas de los pescadores, y detrás en el promontorio la Ermita de San Sebastián.
Unos pasos adelante nos topamos con la Iglesia de Sant Bartomeu y Santa Tecla, cuya fachada asimétrica forma parte de la cara más reconocible de Sitges. Se construyó en el siglo XVII, sobre los restos de otras iglesias anteriores ubicadas en el mismo lugar. Y en los siglos posteriores la iglesia vivió restauraciones y aportes que desdibujaron su inicial estilo gótico.
Frente a la Iglesia con advocación dual de dos santos: Sant Bartomeu y Santa Tecla, podemos y debemos observar el pequeño rosetón sobre la puerta, entre las dos torres campanario, una octogonal, más alta, y una cuadrada, en la que se colocó el reloj de la villa. Accediendo a su interior se distinguen las tres naves cubiertas por bóvedas de medio punto, y su decoración cuenta con varios retablos renacentistas y góticos, pinturas, capillas, sepulcros y un órgano barroco.
Bajo la iglesia y antes de pisar la arena de la playa de la Fragata, algunas esculturas se han hecho tremendamente emblemáticas, formando parte del paisaje casi humano, como el monumento a Ramon Casas y Santiago Rusiñol, la escultura de la Sirena, o la de la Chica de la Malvasía.
Recorriendo el paseo marítimo de dos kilómetros tenemos opción de llegar a los jardines de Terramar, antes de los campos de golf, y al regresar hacer parada en los numerosos restaurantes en los que comer arroces, pescados y mariscos.
Centro de Interpretación de la Malvasia – CIM
¿Qué tienen en común William Shakespeare, León Tolstoi, Charles Dickens, Jane Austen, Joanot Martorell o Tirso de Molina? La respuesta es que todos ellos hablaron en sus obras y escritos de las bondades del vino malvasía.
Uno de los patrimonios materiales -o inmateriales después de ingerirlo- es sin duda la malvasía de Sitges, cuya fama vuelve a brotar después de que durante años se perdiese la aureola que la ser embebida por los vientos y barcos que la llevaron allende los mares.
Pocos legados no escritos se perpetúan tanto como los vinos, y en Sitges su cultivo tiene las raíces en el siglo XIV, cuando los almogávares regresaron del Peloponeso en el Mediterráneo oriental bajo las órdenes de Roger de Flor.
La proximidad del mar y la vendimia tardía son dos características de unas viñas en las que crece la variedad de uva malvasía. Y por ello su cultivo se extendió por toda la villa, ocupando incluso viñas junto al mar.
Para el siglo XVIII una cuarta parte de las tierras cultivables se dedicaban a la malvasía, que vía marítima llegaba al norte de Europa y las colonias americanas, con las que los indianos y la burguesía catalana tenían vínculos comerciales.
Aunque resistió bien la filoxera gracias a su fortaleza ante plagas y hongos, a finales del XIX la aparición de los vinos espumosos supuso un cambio de moda parejo a la extensión del ferrocarril. Los vinos malvasía dejaron de estar presentes en las copas de la gente pudiente, a la par que el champán era elevado al Parnaso.
Ante el peligro a que desapareciese, el diplomático sitgetà Manuel Llopis y de Casadas tuvo el acierto de legar en 1935 sus fincas rústicas al Hospital de Sant Joan Baptista en Aiguadolç , en lo que entonces eran las afueras de Sitges. El edificio se había construido en 1910, gracias a la compra del antiguo hospital por el magnate estadounidense y coleccionista de arte Charles Deering, obra del arquitecto vilanovino Josep Font i Gumà.
Como contrapartida el hospital tenía la obligación de preservar el cultivo de las cepas de uva malvasía. La condición sine qua non marca que si no se mantienen las cepas, se vendimian y se comercializan, el hospital perderá el patrimonio donado. Por tanto el binomio es indivisible, todo el beneficio del cultivo y venda retorna a la labor asistencial del antiguo hospital, hoy residencia de la tercera edad.
El Centro de Interpretación de la Malvasía (CIM) ubicado en el antiguo Corral de la Vila y en la antigua Bodega del Hospital es un edificio de uso público del siglo XVIII, concretamente donde se abastecía la población de productos ganaderos. Hoy custodia con acierto y empeño el legado de la malvasía de Sitges, con un espacio museístico, otro sensorial y por supuesto el experiencial, pudiendo degustar los diferentes tipos de vino a base de la uva malvasía.
Ruta del vino del Mediterráneo
Al calor de la propuesta del vino Malvasía podemos llevar a cabo una Wine Road -la primera en su género-, que cubre la ruta entre los viñedos del Penedés y las playas del Garraf en las que se subían a los barcos. Entre yacimientos íberos, castillos y edificios modernistas, descubriremos gracias a un pasaporte informativo, los encantos de la región.
MUSEOS DE SITGES
Resulta apabullante la condensación de recintos culturales y museísticos en el centro de Sitges. Parecen el resultado del sacrificio de Ifigenia exigido por Artemisa para que los vientos volviesen a henchir las velas de Agamenón en su camino a Troya.
El Museu Cau Ferrat, el Museo Romántico Can Llopis y el Palau y Museu Maricel son una triada de recintos que desbordan cultura, pero no son los únicos. Seguro que te vamos a descubrir algunos lugares de Sitges que no conocías.
Museu Cau Ferrat
Para entender la relevancia del Cau Ferrat hay que viajar a finales del siglo XIX cuando aquí se encontraban las casas de los pescadores del barrio de Sant Joan. Quizá fue el perfecto e inspirador emplazamiento abierto al mar como un balcón, lo que encandiló a Santiago Rusiñol cuando compró varias de esas casas para crear un refugio en el que los artistas eran bienvenidos.
El artista no ha caído en el olvido, más bien al contrario, Cada semana desde 1933, mujeres de la asociación El Ram de Tot l’Any realiza una ofrenda floral ante el monumento a Santiago Rusiñol en Sitges. Un bello gesto que dice mucho del arraigo en la sociedad y la admiración mostrada para con Rusiñol.
Rusiñol había hecho acopio de hierros forjados hasta formar una vasta colección que expuso en las paredes del bautizado como Cau Ferrat. El edificio, obra de Francesc Rogent, pretendía ser un oasis para poetas, músicos, pintores y amigos de Rusiñol, pero también un lugar de celebración, sede de las Fiestas Modernistas, vividas en Sitges como momentos históricos. En una de ellas, los cuadros de El Greco, «Las lágrimas de San Pedro» y «Magdalena Penitent» llegaron en olor de multitudes, con comitiva de músicos y peregrinación por Sitges incluida.
El Cau Ferrat reúne un gran número de obras en el edificio que fue la casa-taller del artista y escritor Santiago Rusiñol. Figura clave para entender el Modernismo en Cataluña, a su muerte donó el mágico rincón donde pintaba a la ciudad de Sitges, convirtiéndose en uno de los lugares imprescindibles en la visita a la ciudad.
La colección de piezas es tremendamente rica y variada, destacando el forjado, vidrio, cerámica, escultura, mobiliario y por supuesto una destacada selección de pintura modernista, impresionista o simbolista de artistas como Picasso, Ramón Casas, Isidre Nonell, Miquel Utrillo, Darío de Regoyos o Anglada Camarasa.
Palau y Museu Maricel
La sugestiva calle de Fonollar une los edificios del conjunto Maricel de cada lado mediante un corredor o galería sobre lo alto. Por un lado encontramos el Palau de Maricel, elegante residencia conocida también como Maricel de Terra, y a apenas unos pasos el Museo, conocido como Maricel de Mar.
Ya desde su fachada, los capitales y gárgolas del escultor Pere Jou reclaman la atención, invitando a reconocer a algunos personajes, fábulas y escenas de la vida cotidiana.
El palacio ofrece un interesante recorrido por las estancias de la casa diseñada por Miquel Utrillo, polifacético ingeniero, pintor, decorador, crítico y promotor artístico español, para satisfacer los deseos del coleccionista y filántropo norteamericano Charles Deering, cuya familia era célebre -y rica- gracias a la empresa de tractores y arados John Deere.
Ejecutado entre el 1910 y 1918, el Palau se vistió con espacios que mezclan los toques modernistas, novencentistas, eclécticos o árabes, y estancias de gran belleza como el Saló d’Or, el Saló Blau, la Sala Capella, la Sala Vaixells, las terrazas o el claustro que cuenta con maravillosas vistas del mar.
Nada queda de la colección de Charles Deering, que en 1921, enfrentado a Miquel Utrillo, empaquetó obras de Ramon Casas, Santiago Rusiñol, Joaquim Mir, Josep Maria Sert, Zurbarán, El Greco, Velázquez, Goya, colgadas en el Palau para llevárselas al Instituto de Arte de Chicago en Estados Unidos.
El Palau es además es un espacio que celebra eventos culturales, de divulgación, conciertos, bodas y conferencias, dinamizando el calendario de ocio de Sitges.
Tras el Palau podemos, y debemos, visitar el Museo de Maricel, extensión del Museu Cau Ferrat, cuyo fondo exhibido es una suma de las colecciones de arte del Dr. Jesús Pérez-Rosales y de la Villa de Sitges- prestados o donados por la Generalitat de Catalunya, la Diputació de Barcelona y el Museu de Montserrat-, completado con exposiciones temporales. El arte sacro Románico y Gótico del siglo X-XV discurre por las corrientes neoclasicistas, romanticismo, realismo, modernismo, hasta llegar a obras de arte contemporáneo del siglo XX.
Los pasos conducen entre salas que culminan con el cénit de la Sala Sert cierra del Museu de Maricel, con grandes pinturas murales, alegoría de la Gran Guerra y pintadas en 1915 y 1916 con la esperanza del triunfo de los aliados.
Fundació Stämpfli
La Fundació Stämpfli es una de las colecciones más prestigiosas e importantes de arte contemporáneo en Cataluña. Desde 2006 vienen forjando una fundación con obras cedidas por los propios artistas o galerías de arte. en 2011 abrió sus puertas mostrando sus fondos y fomentando exposiciones monográficas de los artistas de gran relevancia en el panorama del arte contemporáneo.
La labor de sus creadores, Pere y Anna Maria Stämpfli, ha posicionado Sitges, y el edificio que alberga la fundación -antiguo mercado de pescado- como un polo que capta un tipo de turismo cultural paralelo al sol y la playa, buscando al mismo tiempo desestacionalizar la afluencia de viajeros a lo largo del año.
Museo Romántico Can Llopis
El Museo Romántico Can Llopis permanece incomprensiblemente cerrado. Sin embargo es justo mencionarlo, a expensas de que en algún momento reabra sus puertas. Y es que la mansión residencial de la la familia Llopis es un viaje en el tiempo para conocer parte de la historia reciente de Sitges. Alzada a finales del siglo XVIII (1793), en 1949 se inauguró tras ser cedida por la familia para convertirla en un museo Romántico. En su interior se conserva mobiliario del XIX que reflejaba la ostentación de las familias burguesas que habían amasado grandes fortunas como terratenientes y comerciantes de vinos, aguardientes y malvasía de Sitges.
Aunque no podamos acceder al interior del Museo Romántico Can Llopis, sí que es posible ver parte de sus fondos con una visita virtual, en la que destaca la Colección de Muñecas de la escritora y artista Lola Anglada.
Museo del turismo, una propuesta peculiar
El museo del turismo es una peculiar iniciativa que aboga por dar visibilidad a los destinos de una óptica de preservación de materiales históricos como pueden ser guías, libros u objetos relacionados con el turismo. Nosotros mismos desde el Giróscopo Viajero somos parte, y en calidad de embajadores nos es grato animar a las instituciones a que abran salas.
En el caso de Sitges, la sala local del Museo del Turismo incorpora una biblioteca con 600 libros de temática turística donados por el periodista e historiador Pablo Ignacio Dalmases, exhibidos en el Institut Joan Ramon Benaprès, donde está ubicada la Escuela de Hostelería.
Mar pero también montaña
El Parque del Garraf es la perfecta alternativa a la costa y playa de Sitges. Su cercanía es tal que en el mismo día podemos caminar por sus montañas y por la tarde pegarnos un baño.
El Parque del Garraf tiene una superficie de 12.820 hectáreas ideales para el trekking y las rutas en medio de bosques de encinas, pinares o bojs. Un camino muy recomendable es que nos lleva hasta la ermita de la Trinitat, fácil pero muy sugerente por sus vistas.
CÓMO LLEGAR A SITGES
Se mire como se mire el tren (línea R2 Sud de Rodalies) es la mejor opción para llegar a Sitges, ya sea desde Barcelona o Tarragona, que actúan a su vez como puntos de paso para los que lleguen en el tren de alta velocidad desde más lejos. Además permite evitarnos peajes y la difícil tarea de aparcar en una población turística como Sitges.
La estación de tren está a unos minutos andando del centro de la población, y en menos de diez minutos llegamos a la Iglesia de San Bartolomé y Santa Tecla o la playa de Sant Sebastià.