El día está espléndido en este rincón de Cantabria, lo que nos anima todavía más a hacer una ruta en Santoña, ya que sabemos que con esta luz los paisajes serán de postal. A lo largo de nuestra estancia en esta Cantabria infinita, hemos estado en alguna de las playas más bellas, como la pequeña playa de Arenillas que se une con la inmensa de Oriñón, y el Monte Candina imponente mirándonos en todo momento. Hemos hecho la Ruta de los Ojos del Diablo para tocar este magnífico Monte Candina y ver a través de esos ojos la inmensidad del Atlántico, la salvaje playa de Sonabia, un tesoro escondido, la llamada ballena, una formación rocosa a la que se puede pasar con marea baja, que recuerda a una ballena, el pueblo de Sonabia y la costa recortada hasta Islares (un pueblo cerca de Castro Urdiales). Pero también algún viajero giroscópico afortunado sobrevoló los cielos de Cantabria en paratrike, viendo el esplendoroso paisaje este trocito de costa desde arriba.
Detrás del impresionante Monte Candina, se encuentra otro monte no menos espectacular y que está lleno de rutas que explorar que se conectan unas con otras: el Monte Buciero. No es la primera vez que pasamos por allí, no hace mucho hicimos la senda de los faros y acantilados, una de las más bellas, un día azul como el de hoy. Es un recorrido circular de unos 12 kilómetros, y como va paralelo al mar, el panorama es magnífico, sobre todo cuando se baja al Faro del Caballo.
En otra ocasión hicimos una de las más cortas rutas por el Monte Buciero, la senda de Escosistemas del bosque, que atraviesa de oeste a este, uniendo el Fuerte del Mazo con Cuatro Caminos y el Faro del Caballo. Es ideal para ir con niños, nosotros lo hicimos con unos amigos y su pequeña, y aunque el itinerario es corto, los paisajes, tanto en pleno bosque, como mirando al Cantábrico, son realmente espectaculares. Pero esta ruta por el Monte Buciero, se la relataremos en otra ocasión.
Hoy les vamos a contar la primera ruta al Monte Buciero que hicieron los viajeros giroscópicos: las Culminaciones del Buciero. Se trata de una ruta circular de 8,5 km de dificultad media-alta, y un desnivel de unos 300 metros, de unas 4 horas y media. Subimos a las tres principales cumbres –la Atalaya, Peña Ganzo y Buciero – animados por las vistas panorámicas excepcionales que contemplaríamos.
Preparándonos para la ruta de senderismo al Monte Buciero
Siempre que preparamos una ruta de senderismo, sentimos desde el principio esa emoción que proporciona el contacto con la naturaleza, saber que vamos a pasar toda la jornada caminando, descubriendo lugares solitarios y desconocidos, abriendo los sentidos para disfrutar de cada pequeña cosa que nos encontremos en el camino, parándonos a contemplarla sin prisa, adentrándonos en un lugar sin tiempo, lejos del mundanal ruido.
Me encanta madrugar y salir temprano, cuando el día recién acaba de despertar, el trajín anterior al inicio de la excursión, y ponerse ya en camino hacia el que será el punto de partida. Hoy es uno de esos días de verano que promete ser largo e intenso, recorremos en coche los 29,5 kilómetros que separan Islares de Santoña, el pueblo de Cantabria desde donde parten las rutas al Monte Buciero. Tomamos la A8 y después la carretera comarcal 241. Y pensar que Santoña está tan cerquita de Laredo por mar y que en barco se llegaría super rápido, pero en coche hay que dar una buena vuelta (se tarda desde Islares unos 23 minutos). Aunque vale la pena, y la razón es que pasamos por el magnífico Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, un regalo para los sentidos.
Esta mañana, llegando a las marismas no sabíamos muy bien hacia donde mirar, pedazos de tierra y agua que dibujan un paisaje inusual, verde y azul confundiéndose, las nubes reflejadas en el agua. La luz en este paisaje de color es lo que más impresiona, no puedes apartar la mirada y quisieras quedarte allí para comenzar otra ruta diferente. Ya podemos ver las casitas de Santoña, con el Monte Buciero detrás, ¡una auténtica postal!
Punto de partida de la ruta por el Monte Buciero: el Fuerte del Mazo
En la ruta por el Monte Buciero que vamos a comenzar llegamos al paseo sobre el estuario del Asón y buscamos un edificio blanco, el Patronato militar, por detrás del cual sube la calle del Monte. En seguida vemos el final de la carretera y dejamos el coche en un lugar al fresco. Entusiasmados por comenzar, miramos los indicadores de tres de las rutas por el Monte Buciero que, de momento, discurren por el mismo sendero desde el que ya vemos las colinas por las que vamos a subir, y a un lado el mar Cantábrico. El Fuerte Mazo o de Napoleón (él mismo dirigió su construcción en 1812) es Bien de Interés cultural después de su total restauración en 2001. Desde aquí se domina el norte y el oeste, por lo que se podían controlar los posibles ataques por tierra y por mar a través de la playa de Berria.
Pensando en esta función militar del fuerte, continuamos silenciosos por el camino de hormigón que lleva al Dueso, y medio kilómetro después en vez de continuar hacia abajo subimos a la derecha hacia el paraje de Yusa. Allí unas cuantas vacas pastan felices mirándonos sin interés. Cuando caminamos un pedazo por la pista, miramos atrás y comenzamos a tener las primeras vistas del magnífico paisaje que rodea al Monte Buciero, con el mar Cantábrico al fondo. Justo antes de terminar la pista asfaltada aparece un camino de tierra a la derecha que hay que coger. Poco después aparecen las señalizaciones de la ruta de las culminaciones de Buciero. La primera cumbre, la de la Atalaya, está a unos 50 minutos.
Bosques de encinas, laureles y madroños. Primera culminación de Buciero: la Atalaya
Comienza una aventura por el bosque siguiendo un camino más o menos delimitado por piedras a las que se adhiere un musgo cuyo verde destaca en esta oscuridad. Desde luego se agradece este pasaje fresco en pleno verano. Las encinas se alzan orgullosas en este tramo de la ruta por Buciero, y seguimos el ascenso respirando esta humedad hasta que por fin llegamos a la Atalaya. Es la primera cumbre o la primera de las culminaciones del Monte Buciero, se encuentra a 312 metros de altitud. Hemos hecho un esfuerzo considerable, puesto que el desnivel es bastante grande, y el calor no ayuda. Pero ahí está, el puesto de vigilancia de la Atalaya restaurado en el siglo XIX. Las vistas panorámicas son excepcionales: las marismas de Santoña, Argoños, las playas de Berria y Noja,…extensiones de arena blanca que se meten en el Cantábrico, colinas pobladas de bosques espesos, y la costa recortada todavía entre neblinas que se pierde en horizonte. Nos quedamos un rato todavía contemplando las magníficas vistas que nos ofrece esta primera culminación del Buciero.
Descenso al mar: el Faro del Caballo y la Batería de San Felipe
Continuamos la ruta tomando el camino contrario al que habíamos cogido para alcanzar la cumbre y volvemos de nuevo a esos bosques densos descendiendo. Pasamos en un momento de la luz intensa que hay en lo alto del Buciero, a los caminos sombríos que recorren el monte. Es como adentrarse en otro mundo diferente, lleno de misterios que guardan estos bosques silenciosos. Las encinas dejan que se cuelen rayos de sol entre sus ramas y hacen dibujos a lo largo de todo el camino. Casi sin darnos cuenta, nos encontramos con el sendero circular que rodea el monte (senda 1 del Monte Buciero). Continuando a la derecha se llega a Cuatro Caminos, y antes de seguir nuestra ruta a las culminaciones de Buciero, hacemos un alto en el camino para bajar al Faro del Caballo y visitar la Batería de San Felipe, dos imprescindibles cuando se hacen cualquiera de las rutas por el Monte Buciero. Para llegar allí seguimos las indicaciones por un sendero en el que nos cruzamos con caminantes exhaustos que vuelven de visitar el Faro del Caballo. Y es que para llegar a este rincón natural excepcional, hay que bajar nada menos que ¡740 escaleras, y lo peor de todo, subirlas!.
La bajada es fácil y aprovechamos para comenzar a disfrutar de las vistas espectaculares que nos regala el mar Cantábrico. El color de las aguas es diferente, entre verde y azul turquesa que nos recuerda a las aguas de una playa de la Costa da Morte o de la de las Dunas de Corrubedo en Galicia. Emocionados ante la contemplación de este paisaje único, hacemos paradas para no perdernos ningún rincón del descenso al Faro del Caballo; nuestra vista se pierde en el horizonte de la costa Cántabra. Nos damos cuenta de que no estaríamos aquí sin el trabajo de los presos de la Cárcel del Dueso, que habrán pasado largas horas para construir esta impresionante obra para crear un acceso a esta maravilla natural.
La vegetación exultante en estos días de verano nos ofrece diferentes tonalidades de verdes que contrastan con los azules del Cantábrico. A medida que vamos descendiendo comenzamos a oír el rumor de las aguas, que hoy están tranquilas, y nos regalan esos brillos que sólo tienen en días luminosos como el de hoy.
Llegamos por fin al Faro del Caballo y no sabemos si subir primero o contemplar las magníficas panorámicas. Vamos de un lado a otro agitados, contentos porque casi podemos tocar el mar. De hecho, hay una bajada y algunos atrevidos bañistas se han aventurado a darse un chapuzón. Unos chavales se agarran a una cuerda y se lanzan al agua con una facilidad increíble. Pero desde nuestro punto de vista, no parece tan fácil, será el ímpetu de la juventud. Pero nos da mucha envidia, pena no haber traído el bañador para probar a bajar por esas escaleras que conducen al mar, aunque por momentos lleguen las olas con fuerza para cubrirlas. Nos quedamos todavía un buen rato contemplando a estos felices aventureros, con el marco de la costa cántabra y el mar de fondo. Algunos barquitos se acercan para tocar el Faro del Caballo y para darse un baño en esta agua azul turquesa. Desde el mar, el punto de vista cambia; debe ser espectacular también ver el Faro del Caballo desde el barco.
Nos quedaríamos aquí más tiempo, pero todavía hay mucho que caminar hasta llegar hasta la siguiente culminación del Buciero, aunque pensar en todas las escaleras que tenemos que subir, nos desanimamos un poco. Lo hacemos siguiendo cierto ritmo, aunque hay que hacer algunas paradas a veces para coger aliento. Los más entrenados en rutas de senderismo, se adelantan. Cuando pensamos que las escaleras no tenían fin, llegamos a las últimas, que son todavía más empinadas, ¡menos mal que hay una cuerda donde agarrarse que nos ayuda a impulsarnos!. Desde luego, entre el Faro del Caballo y las culminaciones del Buciero, vamos a hacer hoy ejercicio.
Un magnífico mirador al Cantábrico: la Batería de San Felipe
Aprovechamos que estamos a un paso de otro de los miradores más bellos del Monte Buciero: la Batería San Felipe. Es una pena que esté en ruinas y que la vegetación se haya comido una buena parte de lo que todavía podía apreciarse. Cualquiera que pase por allí ni se entera de que era la posición defensiva más importante de Santoña de la época. La Batería San Felipe se construyó entre los años 1741-43 y tenía capacidad para seis cañones, funcionó hasta que fue desartillada en 1812 tras la ocupación francesa. La Batería San Felipe tenía dos niveles, un nivel superior con un parapeto a barbeta y el inferior con parapeto a barbeta y un edificio para el oficial de mando, un almacén para pertrechos y otro para pólvora. Se han conservado dos explanadas para cañones. Mirando al mar, podemos corroborar la capacidad estratégica de toda la bahía de Santoña.
Variedad de paisajes: acantilados, la Peña del Fraile, el valle de los avellanos, bosque atlántico
Nuestra ruta de senderismo por el Monte buciero continúa siguiendo el camino por un encinar hasta la Casa de la Leña, desde donde las vistas de los acantilados y de la Peña del Fraile nos permiten de nuevo admirar el magnífico paisaje.
A continuación nos adentramos de nuevo en el bosque siguiendo la ruta a la segunda culminación, en seguida nos encontramos con un desfiladero. Y un poco más adelante notamos el cambio rápidamente, ya no estamos atravesando un bosque típico de Cantabria, con sus encinas, laureles y madroños. Se parece más al bosque atlántico y se nos hace conocido: robles, acebos, hayas, avellanos,…La explicación se encuentra en que aquí hubo una mira de hierro en el siglo XIX que destruyó las variedades arbóreas autóctonas. Cuando la mina desapareció, se sustituyeron por especies atlánticas. Lo cierto es que sean las variedades que sean, los árboles conforman bosques frondosos en las entrañas del Monte Buciero y permiten al caminante resguardarse del sol en tiempo caluroso.
Pasamos por el llamado “valle de los avellanos”, un bosque únicamente formado por esta especie atlántica, y en seguida volvemos al bosque mediterráneo. Esta variedad de paisaje hace que la ruta sea aún más interesante. Pasar de bosques diferentes a acantilados con enormes rocas que llegan al mar, y cumbres con vistas panorámicas de la costa de Cantabria, es lo que nos ofrece esta ruta por el Monte Buciero.
Culminaciones del Monte Buciero: Peña Ganzo y Buciero. Vistas de Santoña, el estuario del Asón, las playas de Laredo, Berria
Para llegar a la segunda culminación del Monte Buciero es fácil perderse llegados a este punto, ya que el camino parece continuar en donde se sitúan unos afloramientos rocosos, pero no es así, hay que tomar a la derecha caminando unos metros por el lapiaz tan típico de esta región de Cantabria hasta encontrarse con un camino de tierra. Y después un desvío ascendente a la derecha, en vez de ir de frente. Nosotros nos perdimos al principio hasta que nos dimos cuenta, entonces volvimos sobre nuestros pasos y ya en seguida vislumbramos otras de las vistas más espléndidas de la ruta.
No hemos subido a la Peña Ganzo, pero nos damos cuenta de que hemos llegado bastante alto, teniendo en cuenta que vemos allá abajo el mar y Laredo a nuestros pies. Ahí está: la playa de Laredo con el pueblo detrás, la más larga de Cantabria con sus 4 kilómetros. Y pensar que el otro día estábamos caminando por su arena fina mirando al Monte Buciero. Hoy los puntos de vista han cambiado, pero los lugares son los mismos. Estas hermosas vistas, adelanto de lo que nos espera al llegar a la última cumbre: Buciero.
Volvemos a una zona de bosque y luego una pradera que atravesamos hasta que aparece un cruce de caminos, tomamos el de la derecha que nos lleva al collado entre dos culminaciones de Buciero: Peña Ganzo y Buciero. En esta zona kárstica salpicada de encinas, el camino nos lleva a otro cruce en el que debemos elegir entre las dos culminaciones. Si decidimos subir a Peña Ganzo, son unos 25 minutos ida y vuelta, para retomar el camino en este mismo punto.
Optamos por subir a Buciero, ya que parece que las vistas más espectaculares son desde allí. Tomamos pues el sendero que se dirige a Buciero y Fuerte del Mazo (para cerrar la ruta circular donde habíamos comenzado). La cumbre de Buciero se encuentra a 267 metros de altitud.
La emoción que produce el fin de un recorrido se instala en estos últimos metros, no sabemos con que nos encontraremos, pero estamos deseando llegar. Poco a poco vamos vislumbrando el azul del mar, y de repente, espléndida, la ciudad de Santoña a nuestros pies, casi podemos tocar sus tejados, la playa de Laredo de nuevo, las marismas, el estuario del Asón, la playa de Berria. Este mirador panorámico de Buciero nos invita a la contemplación, a sorprendernos una vez más con la belleza natural de Cantabria. Los barquitos blancos se ven pequeños frente a la playa de Laredo, el Asón se interna después del puente en las colinas de prados verdes. La calima desdibuja las montañas al fondo, otras rutas que descubrir.
En primer plano, la colina verde por la que bajaremos para terminar la ruta, Santoña, casi una isla pegada a Buciero. Unida a tierra por la carretera que atraviesa el Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, que parece que flota en las aguas del Asón. Y por el otro extremo por la playa de Berria, cuyo oleaje tan apreciado por los surfistas, podemos sentir desde aquí. Una lengua de arena caliente que nos espera. Juego de colores en estas vistas panorámicas desde el Monte Buciero: el verde intenso de las praderas, junto al verde más oscuro de los bosques, contrastan con el intenso azul del poderoso mar Cantábrico, y las manchas rojas de los tejados de los pueblos de Santoña, Argoños, Noja, Isla.
Y si continuamos girando sobre nosotros mismos, vemos las otras culminaciones de Buciero – la Atalaya y Peña Ganzo – y en el horizonte, infinito, el Cantábrico con las aguas calmas de un día de verano como hoy. Tras admirar este panorama delicioso, comenzamos el descenso hacia el Fuerte del Mazo, que es espectacular debido al desnivel. Pero no se hace difícil a pesar del terreno agreste que atravesamos, lleno de roquedales. Hasta lo hacemos rápido, no sé si es porque se acerca la hora de comer, atravesamos praderas y al final un sendero estrecho hasta una cabaña abandonada. Ya sólo queda descender por el camino para finalizar nuestra ruta por el Monte Buciero en el Fuerte del Mazo.
Entusiasmados por haber estado en las alturas de Buciero, con muchas imágenes grabadas en la retina, nos dirigimos a la playa de Berria. Al llegar ya vemos ese inmenso arenal que nos invita a pasar la tarde. El tacto con la arena nos hace saltar, y a pesar de que estamos deseando comernos la tortilla que preparamos, nos precipitamos corriendo al mar. Nos recibe con unas aguas deliciosas y nos revolcamos en sus olas, jugando a llegar a la orilla. Sólo el voraz apetito nos empuja a salir de esta agua deliciosas. Sabemos que el baño de por la tarde ya no será el mismo, el primero antes de comer siempre es el mejor, cuando la playa arde y el entusiasmo es más grande. Después de habernos dado el mejor baño del verano, nos sentamos a comer mientras observamos los primeros surferos – Berria es una playa perfecta para hacer surf – que empiezan a llegar con sus trajes negros para lanzarse a volar por una de las playas más bellas de Cantabria. Más tarde iremos a los chiringuitos a tomar un café y un helado, para después volver a disfrutar de la playa de Berria.
El Monte Buciero nos mira desde arriba, sabe que acabamos de recorrerlo y admirarlo, sabe que volveremos, todavía nos quedan algunas rutas que hacer, y si no, volveremos sobre nuestros pasos para disfrutar una vez más de este delicioso panorama.
Angel
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Buena parte de los magníficos paisajes que se avistan desde Buciero puede recorrerse siguiendo la variante costera o del norte del Camino de Santiago, que atraviesa esta zona desde Laredo hasta Noja. Estas fotos de la espectacular panorámica que brinda Buciero me han hecho revivir la mejor parte de aquella etapa, que terminé en Güemes.
María Calvo
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Angel, es cierto, los paisajes son espectaculares. Y verlos en directo, pararse a contemplarlos, una recompensa para un senderista. Estamos encantados de haber podido revivir aquellos paisajes, ese es uno de nuestros deseos: transmitir a otros viajeros o caminantes trocitos de camino, paisajes, vivencias…
ofelia
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a mi lo que me parece es que me gustaria estar ahi
María Calvo
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Son rutas muy recomendables y no muy difíciles. Lo peor bajar al Faro del Caballo, o más bien subir, aunque vale la pena.
Teresa
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Pues genial, naturalmente. Llevamos muchos años visitando toda esa zona aunque debido a unos «problmillas de salud» no puedo realizar esas rutas. Si que me entusiasma ver que otras personas las hacen por mi Y ME LAS ENSEÑAN. GRACIAS. MIL GRACIAS.
Un saludo.
María Calvo
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¡Muchas gracias Teresa! Sentimos que no puedas realizar estas rutas, y nos sentimos orgullosos de poder compartirlas. Al final es una forma de hacerlas, aunque sea a través de los ojos de otros.