El silencio solo se rompe por momentos con el eco de las risas en el Parque Nacional de Petkeljärvi, o con el rítmico ruido de los remos contra el agua del río. Aunque la mayoría del tiempo se impone sobre cualquier sonido. No es un silencio inquietante, más bien apacible, como si estuviera poco habituado a los ruidos, al igual que todos los silencios que reinan en los bosques y lagos de Finlandia. En esta época vienen a quebrarlo los veraneantes con sus canoas, y en invierno los esquiadores haciendo crujir el hielo.
Nuestras canoas avanzan sin rumbo preciso por unas aguas que ahora son un espejo en el que se refleja el cielo y los árboles. Una imagen emblemática de los paisajes de Finlandia que parece siempre la misma y que, sin embargo, no podríamos cansarnos de contemplar.
De nuevo las risas cuando jugamos a tirar la otra canoa en una lucha de remos que parecen espadas. Hasta que, agotados, decidimos atracar para lanzarnos al agua y nadar en el espejo misterioso del lago. De nuevo el silencio mientras nuestros cuerpos flotan boca arriba para contemplar el cielo. Dejamos que nuestros sentidos se pierdan en ese vaivén del cuerpos flotando que se rozan por momentos, perdiendo la noción del tiempo.
Casi sin secarnos, nos vestimos para continuar en nuestras canoas a ninguna parte. Hasta que llegamos a un lugar que se nos antoja propicio para ponernos a pescar. Así que desembarcamos de nuevo cañas en mano, separándonos para no interrumpirnos y aprendemos a lanzar el señuelo. Un giro del cuerpo que pretende ser diestro y un movimiento preciso para soltar sedal. Y este que se queda preso de ramas o de piedras, y las carcajadas y las miradas jocosas nos obligan a repetir el movimiento innumerables veces mientras le damos vueltas al carrete sin cesar. Hasta que conseguimos que el señuelo caiga en el agua provocando ligeras ondas que desdibujan por un instante las imágenes reflejadas en el espejo. Repetimos el ritual varias veces, creo que más por reírnos que por pescar algo.
Aquí también el tiempo discurre sin prisa, al ritmo de los pescadores sin experiencia que ora lanzan sus cañas, ora se quedan contemplando el lago. En Finlandia en verano no hay nada en la naturaleza que nos indique la hora, tanto podría ser por la mañana temprano como el atardecer, porque casi todo el día hay luz.
Cuando nos cansamos de pescar, regresamos a nuestras canoas para ir a la otra orilla para desembarcar de nuevo e iniciar una caminata por el esker, esa cresta larga y estrecha estrecha de grava y arena que se depositó bajo el hielo, y emergió con la desaparición del glaciar -. Vamos en fila india por esta especie de isla alargada llena de árboles y vegetación. Nos detenemos por momentos para coger algunas bayas, arándanos azules o mustikka, que llenan los bosques de Finlandia en el mes de julio. Más tarde llegarán los arándonos rojos, y en agosto saldrán la estrella de las bayas finlandesas: las moras de los pantanos o lakka. Explosiones azules en nuestro paladar, entre ácidas y dulces, el sabor perfecto que consiguieron tantas horas continuadas de luz sobre las bayas de los bosques finlandeses. Esto ocurre solo en los dos meses y medio de verano, que para cuando pasa ya los finlandeses tienen que haber recolectado cientos de miles de kilos de bayas que congelarán para tener durante el largo invierno.
De camino al embarcadero en nuestras canoas, estamos pensando ya en la sauna que nos espera, a pesar de que a estas horas todavía sentimos calor en nuestros cuerpos. Un calor intenso que nos acompañó a lo largo de todo nuestro viaje por Finlandia en el verano más cálido que se recuerda. Y, sin embargo, ya no podemos pasar sin la sauna, sin ese ritual de entrar en un espacio que huele a madera con una ventana con vistas a la naturaleza, donde se aloja el löyly, ese vapor que invocamos echando agua a las piedras hirvientes para que se cuele por todos los poros de nuestra piel.
Caminamos los metros que separan los barracones donde dormiremos de la sauna que está al lado del lago. No podría ser de otro modo, la mayoría de las saunas finlandesas que están en la naturaleza tienen cerca el lago o el mar, para garantizar el chapuzón necesario para completar el ritual.
No tenemos mucho tiempo, ya que en una hora y media vendrán los siguientes veraneantes a ocuparla, así que nos acomodamos en los bancos de madera, unos arriba, otros abajo. Y Eduard se convierte en maestro de ceremonias. En las saunas finlandesas siempre hay alguien que lanza el agua a la estufa hirviente. Lo que automáticamente lo sitúa en un cargo de importancia que le da motivos de orgullo, pero también de responsabilidad. Pues conseguir un buen löyly no es algo tan sencillo.
Vemos volar el agua que choca con las paredes de la sauna haciendo que salga vapor de forma instantánea, así repetidamente, con tan poco tiempo entre uno y otro cazo que comenzamos a ver cómo el löyly invade la sauna, empañando la ventana y comenzando a quemar nuestros cuerpos. Así que nuestra reacción inmediata es comenzar a correr hacia la puerta salvadora riéndonos a carcajadas.
Buscamos a toda prisa el agua del lago y sin pensar nos sumergimos en él con prisa por refrescarnos. Pero no recordábamos que este es un verano histórico, caluroso como ninguno. Y las aguas de los lagos de Finlandia están a más de 20º C, por lo que apenas nos sentimos ese frescor que procurábamos.
Lo bueno es que está comenzando a atardecer, pero no un atardecer cualquiera, sino una de esas puestas de sol eternas que solo hemos visto hasta el momento en Finlandia. El sol comenzando a descender, anunciando una despedida que durará horas, y que en Laponia no tendrá lugar pues, a punto de meterse, el sol volverá a subir con el despertar del día. En este rincón de Carelia llegará la noche, pero tardará todavía mucho tiempo.
Así que regresamos a nuestra sauna, después de haber dejado de sentir el calor en nuestra piel. Volvemos a sentarnos frente a frente en nuestros lugares, charlamos cada vez más animadamente. Es cierto que la sauna une, en cuanto te metes con un desconocido en ese espacio donde reina el löyly, las palabras comienzan a salir, la conversación a fluir, y el silencio a ser compartido. Y cuando se termina el ritual, es como si esa persona dejase de ser un desconocido.
Eso nos está ocurriendo en la sauna, acabamos de conocer a Eduard y ya se instaló un ambiente festivo gracias a que está resultando ser el maestro del löyly más chiflado que conocimos. No lo decimos solo nosotros, Tiina también lo dice y ella es finlandesa, aunque por lo que nos cuenta, está más acostumbrada a la sauna suave, de unos 60ºC, que proporciona un bienestar controlado. Y no a esta locura a la que nos está sometiendo este francés descontrolado. En lugar de utilizar el cacito para echar agua, está usando el cubo lanzando enormes cantidades de agua.
Esta vez duramos menos tiempo en la sauna, el calor sube inmediatamente quemando nuestros labios, nuestras orejas, nuestras cabezas. Ahora comprendemos porqué en aquella sauna pública de Tampere la gente que estaba en el rango superior se protegía con un gorro.
Salimos los cuatro corriendo, desternillándonos, con la piel roja por el calor excesivo. El agua del lago, aunque templada, es ahora nuestra salvación. Nadamos a crowl hasta que nos cansamos, medio ahogándonos por las risas, que aumentan cuando vemos unas cervezas flotando en el agua. Es la sorpresa que nos tiene preparada nuestro maestro que no deja de asombrarnos. Intentamos alcanzarlas y bebemos un largo sorbo a ver si así templamos el cuerpo. Pero la verdad es que no están muy frías porque el lago tampoco lo está.
Masoquistas en busca de más jolgorio, regresamos a la sauna para comprobar una vez más cómo vuelan los cubos de agua y en nada volvemos a flotar en el lago, nuestros cuerpos haciendo el muerto contemplando el espectáculo que está teniendo lugar en el cielo. Es otro de esos atardeceres que se repiten casi a diario en este verano atípico que está teniendo lugar en Finlandia. El broche final perfecto a una tarde de aventuras.
Y sin embargo, todavía nos queda mucha noche por delante, ya que el hambre aprieta y decidimos irnos a uno de esos lugares maravillosos que inventaron los finlandeses a parte de la sauna: una Kota de madera con forma de tienda de campaña que utilizan para cocinar, hacer un fuego y resguardarse del frío en invierno. Ediard vuelve a convertirse en maestro, ahora para preparar el fuego y la comida. Tallamos con navajas los troncos de madera para conseguir hacer fuego, mientras él coloca lomos de salmón espetados en un tronco que va a poner el fuego para que se hagan lentamente.
Mientras se hace la comida, compartimos unas cervezas artesanas y ponemos música en los teléfonos. Otras que sumamos a las muchas cervezas artesanas que probamos a lo largo de este viaje por Finlandia. Nunca hubiéramos pensado que hubiera tantas cerveceras en el país, con tal variedad de olut (cerveza en finlandés). Poco a poco nos va llegando el olor ahumado del salmón que casi está listo, acompañado de unas de esas patatas asadas finlandesas deliciosas – junto con las de Canarias y las de Galicia, las mejores que hemos probado -.
Llega la hora de saborear el salmón, que resulta ser una auténtica delicia, será esta forma de hacerlo a fuego lento. El pan finlandés mejora todavía más la cena. Y ya la complicidad se instala por completo entre nosotros, que sentimos como si nos conociéramos de toda la vida. Mientras escogemos canciones y bailamos hasta bien entrada la noche, sentimos que el día de hoy fue diferente a los demás, que quizás no volvamos a vernos. Sin embargo, esta sucesión de experiencias habrá ya marcado nuestro viaje por Finlandia, y nos preguntaremos si serían las aguas silenciosas del lago, los bosques silenciosos del esker o el espíritu de la sauna los que han conseguido que nos sintamos tan vivos.
Agradecimientos
¡Qué gran día en el Parque Nacional de Petkeljärvi, al este de Finlandia!. Haciendo canoa por las aguas tranquilas y silenciosas del lago, intentando pescar, baños, risas y buen humor. Lo mejor estaba por venir…. ¡¡¡¡Momentos inolvidables con Tiina Hakkarainen y a Eduard!!! Creo que nunca los olvidaremos. Gracias a Metsahällitus.
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What a great day in the Petkeljärvi National Park, east of Finland! Canoeing through the calm and silent waters of the lake, trying to fish, baths, laughs and good humor. The best was yet to come … Unforgettable moments with Tiina Hakkarainen and Eduard !!! We think we’ll never forget them Thank you to Metsahällitus.
Artículo escrito por María Calvo Santos.