El Malecón de Puerto Vallarta y sus seres inanimados

Puerto Vallarta es un referente paradisíaco de las hermosas costas bañadas por el Pacífico. Su palpitante corazón vibra a lo largo del hermoso malecón que discurre por la línea costera de su maravilloso mar, ese que nos invita en un suave murmullo a recorrerle y descubrirle, a escuchar sus susurros y conocer a los peculiares personajes inanimados, que a ratos, cuando el sol comienza a echarse a dormir, cobran vida.

Y es que cómo no rendirse a esos espectaculares atardeceres que nos regala ésta latitud. Naranjas, cobrizos, rojos, se suceden en trazos como esbozos dignos del pincel de Van Gogh. La luz se posa tenue transformando de a poco cada ángulo, rozando las siluetas de esos seres que centinelan la costa vallartense. Se enciende el sol en sus cuerpos metálicos y les provee de energía, esa que los hace despertar del letargo. En el día, nos engañan a la vista y parecen esculturas creadas con el único fin de hermosear el encantador puerto, pero al atardecer se desperezan y conviven animados.

El Malecón de Puerto Vallarta se ha reconvertido recientemente, hará unos cuantos años que su fisonomía ha cambiado y ahora se puede disfrutar de un agradable y largo paseo que inicia cerca del Hotel Rosita y termina un poco más allá de los emblemáticos Arcos del Malecón. Su efervescente vida nocturna no deja pegar ojo a quienes están cerca de la periferia, es imposible no sucumbir ante la algarabía de su gente y de los visitantes que no quieren perderse ni un minuto de semejante ambiente.

Pero el hermoso puerto vallartense no sólo se distingue por su agitada vida nocturna, otro de sus muchos atractivos es el ser una cuna del arte en todas sus expresiones, posee incontables galerías donde se expone el talento tanto oriundo como de artistas del extranjero que usan éste punto del globo terráqueo como ventana al mundo. Y ésta, una de las más llamativas y al alcance de todos, es la galería al aire libre de la esculturas que se extienden por el malecón.

Si iniciamos el recorrido desde el lado norte, nos encontraremos con la escultura del artista Mathis Lídice conocida como “Milenios” (2001), plagada de simbolismos que representan el inicio de los tiempos y la vida en sí misma. La reflexión del viaje de la vida a través de una cadena de personajes que encarnan distintas épocas. En forma helicoidal culmina en una mujer que intenta alcanzar una paloma, en metáfora de aquella paz mundial que tanto se anhela para nuestros días.

Una de las piezas más emblemáticas y entrañables que engalanan el malecón es la conocida como “Nostalgia”, en una postura de amor puro y enternecido una pareja se halla sentados uno al lado del otro, entornados hacia el objeto de su afecto. De la autoria del artista Ramiz Barquet ésta obra representa su propia historia de amor que tuvo como escenario el romántico Puerto de Vallarta.

El “Tritón y la Sirena” es una de las postales más bonitas del malecón, allí penden suspendidos en las profundidades del manto celestial, sus cabellos se rinden al oleaje de las nubes que en su cadencioso vaivén, juguetean con sus cuerpos escamados, creando un momento mágico del amor que profesa el tritón a su sirena, a su mar. Ésta escultura de Carlos Espino no podría ser más adecuada para dicho paraje… Un idilio de mar…

La interacción con las esculturas es fantástica y no hay mejor ejemplo de ella que “La Rotonda de Mar” de Alejandro Colunga, en la que 8 personajes surrealistas conviven con los curiosos que se acercan hasta allí a tomarse fotos, parecieran inmutables, casi indiferentes a su presencia, pero al revisar las fotos obtenidas, se nota que posan a la lente con singular alegría.

Otra de las grandes preferidas por los turistas es aquella nombrada “En Busca de la Razón” del artista Sergio Bustamante, que emula aquella búsqueda eterna del ser humano que trasciende y rasguña sus miedos, sus dudas, su sed de conocimiento proyectada hacia el futuro, de las divagaciones y debates que se generan en el interior, en esa psique que se sacude y que nos hace susceptibles y vulnerables. Una búsqueda incansable que nos lleva a un gran y perenne signo de interrogación de nuestra propia existencia. Se ve trepar a algunos quizás intentando encontrar las respuestas, a alcanzar la cresta que promete la razón, otros sólo se dejan llevar por los instantes de locura que les impele a buscar divertidas poses al lado de esos tres personajes que permanecen inamovibles y en una posición anhelante de encontrar algo extraviado o cuasi inalcanzable. ¿Será que si logramos llegar al final de la escalera lograremos desentrañar los misterios que esconde nuestra presencia en el mundo?

Pero si realmente queremos poner cara a la insigne que representa a la ciudad es indudablemente “El Niño en el Caballito de Mar” de Rafael Zamarripa, al que a ratos se le ve surcar el cielo montado en su fiel “corcel”, atrapando en su cola el Sol. Basta mirar su silueta a contraluz para relacionarlo inequívocamente con el Puerto de Vallarta. ¿Quién no ha captado una fotografía de ésta increíble escultura que relaciona la interacción humana con el mar. Con esos personajes mágicos que habitan en la profundidades y que desde tiempos inmemoriales han despertado nuestra curiosidad.

“Los Bailarines de Puerto Vallarta, creada por Jim Demetro en homenaje al Ballet Folclórico de Xiutla, una de las tradiciones más enraizadas en nuestro país y que forma parte de nuestra identidad, representada en una bella pareja ataviada con trajes típicos de la región, que simbolizan la idiosincrasia de México. La mujer con un bonito vestido de vuelo amplio quemenea cadenciosamente en gesto coqueto mientras el hombre vestido de charro corresponde con galantería. Aunque a veces alguno puede atravesarse e intentar expoliar a la pareja de baile.

El “Ángel de la Independencia y Mensajero de la Paz” es el compañero alado que adorna los emblemáticos Arcos del Puerto de Vallarta. Sus brazos se abren abrazando esperanza en un intenso reconcomio del artista Héctor Manuel Montes García por un mundo mejor. A sus pies reposa una placa con éstas palabras con un deseo casi profético: «Siempre con la esperanza de un bienestar e igualdad para todos. Sabiduría, amor y sobre todo paz a toda la humanidad».

Recorrer el malecón del Puerto de Vallarta es internarse en un mundo mágico, un disfrute taciturno compartido o en solitario. Un paseo para los amantes, para enamorarse y volverse a enamorar, para suspirar con sus atardeceres, para conversar con sus seres fantásticos, para contemplar el mar y ver cómo duerme el sol tras su manto añil.

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