Soy fanática de los reflejos, de esa delgada línea que pareciera separar mundos paralelos y siempre me pregunto cómo será del otro lado del reflejo. Seremos iguales, diferentes, ¿antagónicos?
La perfección simétrica de un paisaje que se reflecta en el agua me hipnotiza, puedo pasar horas fotografiando éste fascinante efecto óptico y embelesarme imaginando que me sumerjo y el mundo gira a mis pies 180º y todo parece igual, pero quizás, sólo quizás, no lo es.
Ésta realidad “paralela” me ha encandilado desde siempre y sé que no es la primera vez que mis relatos y fotografías descubren cómo inevitablemente recurro a ésta sucesión de ilusiones una y otra vez, no importa el lugar, me obsesiona encontrar su reflejo, lo busco incesantemente en lo más mínimo que me devuelva una imagen duplicada, un espejo, una ventana, un edificio acristalado,¡hasta un plato de sopa humeante ha sido mi musa de reflejos! Será que mi propia dicotomía me impele a hallar ese otro yo que se esconde juguetón del mundo real, y sueña, y crea, y es otra versión de mí misma, no mejor, no peor, simplemente una que siempre me devuelve la sonrisa.
Ex Hacienda de Chautla de Puebla
Hago ésta introducción quimérica, porque la ubicación idílica de éste hermoso paraje que me dispongo a relatarles, hizo que me enamorara de sus postales, de sus reflejos, porque cuando recorres los dominios donde se alza imponente la Ex Hacienda de Chautla te pierdes en esa otra realidad por horas y cuesta desperezarse para devolver los pies a la cabeza y viceversa. El viaje sacude en el trayecto y despertamos del ensueño algo mareados, tentando en completo nuestra anatomía para saber que no hemos perdido una oreja o algo en el camino tras materializarnos nuevamente en la realidad.
El sendero que conduce hasta el castillo ya inicia con una inmersión directa al mundo de los reflejos. A nuestro lado derecho una inmensa laguna repite sublime los trazos de los árboles, de las ramas en detalle, dibuja las nubes en contornos idénticos y da volumen en conjunto a la utopía que ningún pincel del mejor pintor podría replicar con tan fiel similitud.
Andamos cobijados por la sombra de los árboles y los reflejos no nos abandonan, sino que se multiplican y el paralelismo va cobrando vida. La vista del castillo se abre paso y aparece allí, suspendido en el agua sostenido por su propio reflejo, por su otro yo. ¿Será que en efecto, éste trabajo en conjunto hace que nos valgamos el uno del otro para mantener los pies cada cual en su mundo?
La percepción de los sentidos y dilucidaciones me engaña y, descubro que es realmente un camino largo que apenas sobresale en el agua el que conduce hasta los entresijos de la finca. Cuando logro llegar al pie del castillo me parece aún más colosal, su interior no alberga gran cantidad de mobiliario y sólo apenas unos objetos históricos acompañan la visita. La gente se arremolina para poder ascender hasta lo más alto de la edificación e imito el gesto encontrándome con una esplendorosa vista de toda su extensión. Desde aquí los reflejos cobran una perspectiva de profundidad y me convenzo que existe algo más allá de lo que ven mis ojos, que es tangible esa línea fronteriza entre dos mundos que con tanto empeño puja mi intuición.
En el camino de vuelta, con ésta idea retumbando en mis pensamientos, me acerco hasta el borde de hierba fresca y verde reluciente que contornea las aguas. Sumerjo la puntita de mis dedos en afán de cruzarla y sólo logro distorsionar las imágenes que se restablecen tras unos segundos de caos pictórico en el lienzo.
Quizás si me lanzo en clavado picado, logre traspasar la barrera del espacio-tiempo y es entonces cuando sea remitida a su historia otrora, donde Tomas Gillow, ese misterioso personaje que salta a relucir en mi búsqueda de su pasado histórico, me recibe en hospitalaria bienvenida para mostrarme en primera persona sus memorias.
No sé si al visitar éste hermoso lugar se sentirán como yo, pero sí sé que se maravillarán al encontrarse éste pequeño castillo inglés en el centro de un lago, abrazado por la naturaleza, que invita a agradables andares y a una gran bocanada que inunda nuestro ser de paz absoluta.
Un poco de historia de la Ex Hacienda de Chautla de Puebla
La edificación de la Hacienda es un tanto incierta. La precisión histórica es controvertida y nos remite a Don Tomas Gillow, originario de Inglaterra quien arribara en 1819 a lo que entonces se conocía como la Nueva España durante varios siglos tras la conquista hispana. El motivo encargarse de algunos negocios familiares heredados del padre para él y sus hermanos. Sus habilidades comerciales le hicieron ir y devenir hasta que se instaló en México gracias a la prosperidad alcanzada por uno de los rubros comerciales en los que incursionó con gran éxito, la joyería.
Gracias al prestigio de sus empresas comenzó a codearse con la crema y nata de la sociedad mexicana, donde conoció a su primera esposa, Soledad Gutiérrez de Rivero Rodríguez de Pinillos, Marquesa de Selva Nevada, viuda del Marqués Gutiérrez del Rivero, con quien procreara dos hijos y de quien obtuviera también una cuantiosa herencia de bienes raíces en la capital poblana, que a su vez compartió con su nuevo esposo. Ésta unión hizo que Gillow tuviese que replantearse su oficio y dejar aparcado el comercio para adentrarse en la agricultura y administrar las diferentes haciendas propiedad de la familia. En su época más próspera la Hacienda llegó a abarcar seis mil hectáreas.
Tomas Gillow que no había abandonado del todo el negocio joyero, logró hacer una venta importante de diamantes ambarinos y con éste amasijo de fortuna improvisada, invirtió en las Haciendas de su esposa. Por un infortunio la Marquesa fallece sin dejar testamento y sale a la luz uno hecho en su día por el primer esposo de Doña Soledad, dejando a Gillow sin posesión alguna de dichas propiedades y sin opción de llegar a un acuerdo con los albaceas beneficiados de la fortuna. Tras un periodo de luto Don Gillow y la hija de su viuda, contraen nupcias y ésta hereda no sólo los bienes materiales, sino también los títulos nobiliarios de sus padres. Suceso que provocó el descontento de los albaceas quienes pugnaron por disolver el matrimonio, alegando la minoría de edad de Doña María Josefa Zavalza y Gutiérrez. Trifulcas y pleitos legales se sucedieron y Don Tomas Gillow no bajo los brazos por lo que tanto había luchado, en lo que había invertido y que consideraba como suyo, hasta que logró llegar a un acuerdo tras la desvalorización de la propiedad y pudo ser al fin el legítimo dueño de la Hacienda de Chautla.
Tuvo que trabajar arduamente y con mimo para lograr levantar aquello que había quedado tan desgastado tras un largo periodo de querellas. Visionario y emprendedor favoreció la aparición de la primera fundidora en Puebla, tras agotar las posibilidades de encontrar materiales y recursos adecuados para el arado de sus tierras. Siendo con esto el precursor de la introducción de la “pala de hierro” tras solicitar el pedido a una empresa en Birmingham, que revolucionó la industria agrícola optimizando el tiempo y el rendimiento de trabajo al extenderse su uso a otros agricultores del territorio, lo que otorgó una gran bienaventuranza a Chautla.
Como es de esperarse, los últimos años de Gillow los pasó en éste lugar por el que se había dejado la piel y el corazón. Su hijo Gregorio Eulogio Gillow Zavalza (quien fuera obispo de Oaxaca), continuó la labor venturosa de su difunto padre sumando varios años esplendorosos para la hacienda, hasta que durante la época de la Revolución Mexicana, la hacienda sufriera saqueos y su estado fuera decayendo, viéndose obligado a vender gran parte de las hectáreas, reduciéndose a tan sólo 60 hoy en día. A su muerte, su sobrino Ignacio, se convirtió en el heredero y decidió venderla a la Secretaria de la Defensa Nacional quien a mediados del siglo XIX, la utilizaron como sede del 8º regimiento de caballería, para posterior pasar a manos de Don Luis Ocejo. Actualmente pertenece al Gobierno del Estado de Puebla y está abierta al público para su visita.
Me despido con una última mirada hacia atrás, hasta ese puente forjado sobre las aguas… Dirijo mi visita al final del camino que conduce hasta un quiosco en el medio de la laguna y casi puedo ver la figura espigada de Gillow que recorre éste sendero cada día y cada noche para admirar desde la lejanía el resultado de su arduo trabajo y lucha, para contemplar la sonrisa de un hombre que sabe ha construido, con acierto y en el mejor paraje, su hogar perenne en éste y en ese mundo paralelo que se oculta tras las calmas aguas -que quizás no es más que la dimensión a la que vamos tras disolvernos en el que conocemos-.
Ahora sé con certeza, que el alma de Gillow reposa en ésta tierra. Su sangre y sudores se han enraizado en las alamedas, sus lágrimas han llenado ese espejo de agua que hoy nos reflecta la maravilla de esa su fantasía hecha realidad y, donde ha encontrado ingeniosamente la manera de habitar en ambos, para recibirnos en éste con los brazos abiertos y para disfrutar en aquel de la soledad y quietud de su paraíso.
Cómo llegar a la Ex Hacienda de Chautla de Puebla
La Ex Hacienda de Chautla se encuentra a medio camino entre la Ciudad de México y Puebla, cerca del poblado San Lucas El Grande, sobre la autopista 150 D, en ambos sentidos y sin problema encontraremos la desviación.
Conviene llegar temprano, porque especialmente los fines de semana suele haber una mayor concentración de gente, pero no se preocupe, no es algo que rompa con la magia, ya que las muchas hectáreas del sitio, hacen que nos dispersemos y cada uno encuentre su rinconcito mágico. Donde bien podemos pasearnos tranquilamente por los jardines que rodean al castillo hasta llegar a al pie de la construcción y adentrarnos en su interior. Subir a lo alto con paciencia y contemplar el paisaje que le rodea en toda su inmensidad.
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