Donde Comer en Cagliari

Restaurante Osteria Cagliari
Restaurante Osteria Cagliari

Hola de nuevo amigos. Esta vez os quiero acercar a la realidad gastronómica de una de las mejores cocinas del Mediterráneo, los suculentos platos de la isla de Cerdeña.

Hace unos días he tenido que viajar a Cagliari aprovechando la grata invitación de mi amigo sardo Stefano y no he he querido perder la oportunidad de volver a un destino que ya conozco desde hace bastantes años, pero que me sigue cautivando con la misma intensidad de la primera vez. Además esta vez la ocasión no podía ser más atractiva, una boda de dos grandes amigos que viven en la capital de Cerdeña.

Lógicamente no os voy a aburrir con los detalles del festín – no porque no sean divertidos-, más que nada porque prefiero centrarme en como he aprovechado para vivir la cocina del sur de Cerdeña, y mostraros la intensidad y cariño con la que se cuidan los detalles en alguno de los mejores restaurantes de Cagliari.

Para empezar unos apuntes, el primero es que toda isla guarda con mayor celo los detalles culinarios y tradicionales,  mediante un proceso de conservación que pasa de generación en generación, y sirviendo la barrera insular, para que se mantengan intactos los platos realizados con las recetas seculares.

No debemos olvidar que Cagliari es una ciudad costera, y eso implica acceso a pescado fresco, y a condimentos de productos del mar de primer orden. Por ello no es extraño que muchos platos de la cocina de Cagliari estén confeccionados a partir de marisco o pescado.

Nuestra experiencia parte de las numerosas ocasiones en las que hemos recorrido la ciudad, comiendo abundantemente por doquier en los diferentes restaurantes de la ciudad. En esta ocasión nos dejamos llevar por la recomendación de nuestro amigo Michelle, que gestiona el B&B Kastrum, junto a la catedral, y que con lujo de detalles nos recomendó un pequeño establecimiento llamado Osteria Antica.

La Osteria Antica es un restaurante situado en la Via Azuni, Nº56, en el barrio de la Marina limitando con Stampace, ambos barrios históricos de Cagliari. Esta gestionado por una pareja mayor, Franco y Maria Antonieta, de carácter entrañable y hospitalidad ya escasa en muchos lugares turísticos. Todas las opiniones que he leído son fantásticas y yo os lo recomiendo encarecidamente.

Desde hace muchos años gestionan el restaurante preparando platos a base de productos de gran calidad, ya sea pescado fresco recién llegado al puerto, como verduras y legumbres de la huerta sarda, o carne de bovinos isleños.

Mi selección fue la siguiente (hay que tener que por la noche tenía cena de boda y no quería abusar…):

-Malloeddus alla campidanese

-Muggini alla griglia

-Panna  Cotta

Como llegué un poco tarde (horario español…) y no había nadie en el local me tuvieron que preparar mi selección y para no esperar salivando me sirvieron un aperitivo de crema de verduras con pan sardo, hecho con berenjena, tomate, pimiento y un poco de picante.

Los malloreddus son un tipo de pasta típica de Cerdeña con forma de pequeñas conchas. Muchos los definen como los gnochis sardos, y la especialidad alla campidanese hace referencia a la zona del Campidano. La salsa se prepara con pomo, crema de pecorino y en este caso con un ragú de carne de cabra.

De segundo opté por muggini alla griglia, un pescado típico hecho a la parrilla, con un toque de salazón perfecto, y cuyo aspecto se correspondía con la frescura de su carne blanca.

No podía irme sin degustar un postre casero de María Antonieta, así que siguiendo su recomendación pedí la panna cotta, típica del Piamonte, pero de manufactura de la señora Maria Antonieta y regado de un toque de caramelo. Duró apenas un minuto 😉

Maria Antoenieta acabó ofreciéndome un Mirto casero hecho por ella. Si no conoces el Mirto te lo recomiendo cuando vengas de vacaciones a Cerdeña. es un vino dulce, pero con una graduación etílica contundente. Su sabor aromático deja un gran gusto en el paladar, similar al de la ratafía catalana, y otros licores digestivos hechos a base de hierbas aromáticas.

Durante las dos horas de comida, cada dos por tres Maria Antonieta se pasaba a cerciorarse de que estábamos satisfechos, ora trayendo un aperitivo, ora simplemente portando una historia cotidiana con la que amenizar la comida.

La verdad es que pocas veces he disfrutado de una comida con tanta paciencia, dedicación plena a saborear cada matiz o atención por los pequeños gestos que se suceden en un ecosistema tan cotidiano que resulta un placer fotografiar con la vista cada detalle mundano.

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