Los yacimientos arqueológicos en México sin duda son un atractivo ineludible para los visitantes. El misticismo que encierran las culturas prehispánicas, despiertan el interés de estudiosos y curiosos.
La majestuosidad de sus ciudades es sorprendente y sobrecoge el conocimiento avanzado de éstas civilizaciones, así como su “modus vivendi”, pero a veces son poco conocidos aquellos que salen de los que 2 ó 3 más mencionados en las guías de viaje como lo son: Chichén Itzá, Tulum y Palenque. Todas ubicadas al sureste del país, así que ésta vez, vamos a adentrarnos a la zona centro de México, al sur del Estado de Tlaxcala. Justo en el límite colindante de Puebla, donde se encuentra el yacimiento arqueológico de Cacaxtla.
Yacimiento de Cacaxtla
Su nombre proviene del vocablo náhuatl (lengua indígena) cacaxtli o cacaxtle que hace referencia a las cestas que usaban los comerciantes para transportar sus mercancías. Durante el periodo epiclásico (entre el 650 y el 1000), ya hacia el final del clásico con la paulatina caída de Teotihuacán -una de las mayores ciudades prehispánicas de Mesoamérica-, comienza la hegemonía de Cacaxtla como centro rector del Valle de Puebla-Tlaxcala, potenciado por el flujo de intercambio cultural proveniente de Cholula y de otras regiones del Golfo de México, particularmente los olmecas-xicalancas, descendientes de la cultura olmeca o también conocida como cultura madre mesoamericana, por ser una de las más antiguas que poblaron el continente americano.
La influencia y relación entre Teotihuacán y Cacaxtla es clara y podemos encontrar elementos arquitectónicos como el tablero y talud, así como también se observa en los objetos hallados de cerámica doméstica y ceremonial y, en la simbología presente en sus pinturas murales, que destacan visiblemente por su impresionante conservación.
El Gran Basamento, que fuera el centro de la ciudad de Cacaxtla , de 200 m de longitud por 25 m de alto, era donde se ubicaban los principales edificios religiosos y civiles, así como las viviendas de la clase sacerdotal y se llevaban a cabo eventos y actividades de orden político y administrativo. Sin embargo, en la Plaza de las Tres Pirámides, ocurrían todos aquellos de carácter religioso.
En la estructura conocida como el Palacio, se encuentran una serie de habitaciones de diferentes tamaños, que seguramente pertenecieron a los gobernantes o dirigentes, de ahí parte su denominación. Mismas que rodean dos patios, el de “Los Rombos” y “Hundido”, que contaban con un sistema de drenaje para la lluvia, en las que encontramos el uso del tablero y talud, así como de guardapolvos y elementos teñidos de rojo.
El Patio Hundido edificado en los últimos periodos, presenta una estructura de 4 escaleras con alfardas ubicadas según los 4 puntos cardinales, se dice que se encontró en la escalinata norte una vasija que contenía conchas, caracoles y olivos a manera de ofrenda.
Su vasto conocimiento astronómico se refleja en el Templo de Venus, donde se encuentra representado el símbolo venusiano en dos pinturas halladas en su interior. Un hombre y una mujer, con la piel teñida de azul sobre una banda acuática y donde se aprecian distintos animales en cada pilar, en uno se puede distinguir una garza, un cangrejo y una víbora, en el otro una tortuga, un caracol, una garza y un pez, ambos personajes vestidos con pieles de jaguar y en su vestimenta portan un elemento de cinco lóbulos blanco y en el centro un círculo que representa a Venus, y que, según las interpretaciones, alude a algún fenómeno astrológico asociado con el planeta, que a su vez estaba relacionado con la guerra y el sacrificio.
También se puede distinguir el Templo Rojo, donde se observa una escalera decorada con figuras de animales acuáticos, una serpiente emplumada de color azul sobre una cenefa de agua y representaciones del maíz, el cacao y un anciano que porta el “cacaxtli”, muy posible interpretación del nombre del lugar.
En éste punto destaca “La Celosía”, hecha de barro crudo y recubierta con estuco con patrones romboides que simulan movimiento y se cree que tienen una gran influencia maya, lo que da por sentado el intercambio entre otras culturas.
Uno de los elementos que destaca, es el gran Mural de la Batalla, elaborado a partir de pigmentos naturales, utilizando por ejemplo óxido de hierro de la tierra para el color rojo y amarillo, el negro del carbón, el blanco de la cal para el estuco, el verde y el azul del óxido de cobre, no así el azul maya que provenía de arcillas como la illita y la sepiolita. Su interpretación tiene dos vertientes, una en la que posiblemente se represente una batalla entre un grupo local y uno proveniente del sureste de México o bien un ritual en el que participan guerreros vencedores y vencidos, éstos últimos sacrificados como lo muestran sus heridas en el mural.
Si andamos unos pasos más allá del final del Mural de la Batalla encontramos en el pórtico la pintura mural más vetusta que muestra a la figura humana como principal representación y que ostenta simbologías de otras culturas como la teotihuacana, mixteca, totonaca y maya. Los personajes son posiblemente los sacedortes-dirigentes de la cultura olmeca-xicalanca que gobernaron Cacaxtla. Uno se encuentra representado como el hombre-ave y el otro, como el hombre-felino. El primero asociado a Quetzalcóatl (la serpiente emplumada), uno de los dioses principales de las culturas mesoamericanas y el segundo relacionado con el dios de la lluvia que fertiliza la tierra. Es impresionante la coloración que aún conservan, nos detenemos a contemplar en detalle la simbología que encierran y hay una cantidad ingente de ínfimos detalles que podrían escapar a los ojos en un primer vistazo.
En el edificio B, encontramos un espacio por demás peculiar conocido como “Las Periqueras”, una sucesión de cajoneras con orificios circulares donde se cree se mantenía la temperatura y condiciones adecuadas para aves tropicales de las que utilizaban el plumaje.
Terminamos el recorrido en circular para descender por una hilera de escaleras orientada hacia el oeste que nos conduce de frente con Xochitécatl, una zona arqueológica en lo alto del cerro del mismo nombre, un volcán inactivo desde antes de la aparición de cualquier colonización humana en la región. Una agradable caminata promete llevarnos hasta allí por un camino que se dibuja desde nuestros pies al promontorio, pero ésta vez tendrá que esperar, porque aún queremos visitar el Museo de Sitio de Cacaxtla ubicado a unos cientos de metros y así aterrizar aún más todo lo que hemos visto.
En el camino encontramos un chapulín (saltamontes), muy preciado por sus aportes nutrimentales, porque en México la entomofagia es algo usual, pero nosotros dejaremos en libertad a nuestro pequeño nuevo amigo y de paso contemplamos también la maravilla natural de la flora salvaje en el paisaje de Tlaxcala que nos acompaña hasta la puertas del museo y donde nos demoramos con dilación voluntaria para desentrañar cada pieza que allí se encuentra.
Cómo llegar a Cacaxtla
Si usted quiere visitar la zona arqueológica de Cacaxtla, es muy fácil hacerlo. El acceso al yacimiento está bien señalizado desde la autopista que conecta Puebla con la Ciudad de México, y se ubica en el municipio de Nativitas.
La entrada es libre en un horario de 9:00 a 17:30 hrs.