La luz de primavera ilumina un patio de Sevilla, un huerto claro donde madura un limonero, y se oye un rumor de fuente,…recuerdos de la infancia de Antonio Machado que nació en el Palacio de Dueñas. Allí dentro, silencioso, escondido, nos espera ese huerto, ese limonero y esa fuente. Pareciera que nada cambió, que todo sigue igual, como en su infancia de fines del siglo XIX. La familia de Machado, intelectuales liberales y progresistas, por la rama paterna, vivían en la planta baja del Palacio de Las Dueñas, propiedad de la Casa de Alba, aunque la compartían con otros inquilinos. Su padre, Manuel Machado, era administrador del palacio.
Imagino a su padre, fuente de inspiración para el poeta, tal y como Machado lo veía, en su despacho, con su bigote lacio, leyendo, escribiendo, hojeando sus libros, meditando, paseando por el jardín, hablando solo, a veces cantando. Sus poemas me transmiten la tranquilidad del Patio del Limonero del Palacio de Las Dueñas, un oasis de frescor, de belleza en pleno centro de Sevilla.
Refugiado en la intimidad de este patio, Machado recuerda a su padre, mira a través de sus ojos grandes de mirar inquieto en el vacío, en el tiempo. Entramos en él y comprendemos la necesidad de Antonio Machado de volver a través de sus poemas a un lugar de sus orígenes que le daba paz, volver a esa infancia plácida. Meditamos con él, sentadas en un banco del patio de los limoneros, sobre el paso del tiempo. Miramos en el tiempo de Machado, estar allí, recordar, como recordarán otros que pasen por allí, es como volver a aquella época.
El Patio del limonero del Palacio de Las Dueñas
Yo recorro el Patio del limonero del Palacio de Las Dueñas, pasando al lado de la fuente, camuflándome entre los setos, espiando a mi madre de espaldas sentada en un banco, escudriñando sus pensamientos, seguro que canta también, o quiere cantar. Tal es el la belleza que se contempla en este patio del limonero, tal la quietud, que invita a quedarse. Busco esos ojos grandes de un gris indefinible, quiero mirar a través de ellos, como hacía Machado con los de su padre, el presente, quizás un pasado lejano. Ese mirar apacible de mi madre que mira sin ver, o quizás ve todo.
Al fondo, la puerta de inspiración mudéjar a través de la que vemos el patio principal. Todo son espacios abiertos, que se comunican unos con otros en el Palacio de Las Dueñas. Esta apertura, esta sensación de libertad, potenciada por los colores de la arquitectura y la decoración, por la vida de la vegetación, hace todavía más bello el Patio del limonero.
Entiendo que Machado sintiese dejar esta casa con sus patios y jardines con tan solo cuatro años: ¡Adiós, antes de cumplir los cinco años, galerías y azoteas, setos de arrayán y boj, cipreses y palmeras! ¡Adiós aquellas veredas de albero, aquella fuente con sus reflejos de naranjos y limones, aquella profusión de jazmín y geranios! Desde luego la belleza del lugar se quedó con él hasta el final de su vida.
Casas-palacio de Sevilla. El Patio principal del Palacio de Las Dueñas
En el siglo XVI, en Sevilla se construyeron palacios urbanos como la Casa de Pilatos y la Casa de los Pinedo en los que se unieron la tradición gótico-mudéjar y las transformaciones estéticas renacentistas. El patio principal de Las Dueñas es una de las obras de arte morisco sevillano más destacadas. Esos patios de las casas-palacio de Sevilla, de Andalucía, como el patio de la Casa de Salinas, otro palacio escondido en el corazón de Sevilla, eran el espacio central de la casa. Un refugio fresco en el que reposar en los veranos calurosos del sur, gracias a la vegetación que potenciaba la sensación de frescor. A su alrededor se distribuyen las estancias, al igual que en otras casas similares de Sevilla, como la Casa Pilatos o en el Patio de las Doncellas del Alcázar.
En torno al patio principal del Palacio de Las Dueñas gira nuestra visita, vamos de una sala a otra, al Patio de los limoneros, y volvemos a pasar por él, por su galería, admirando las magníficas arcadas sobre columnas genovesas, yeserías y artesonados renacentistas, suelos de cerámica vidriada de tonos azules y blancos del siglo XV, restos de la solería primitiva de la Casa de los Pineda. También de la Casa de los Pineda es el brocal del pozo mudéjar y las arquerías mudéjares.
Recorremos la galería llena de escudos de linajes seguramente vinculados a la Casa de Alba, tapices, esculturas, restos de excavaciones que proceden de la época pre-romana. Nos llaman la atención también las enormes puertas con taraceas que llevan a los salones del piso inferior.
El Palacio de las Dueñas posee dos cuerpos, el inferior con arcos de medio punto adornados con intradós con yeserías. Miramos hacia la segunda planta y nos perdemos en el encaje mudéjar de los arcos escarzanos que desciende a los filos de los de la planta baja que tienen motivos renacentistas. Nos fijamos también en los antepechos calados de la balaustrada del piso superior que son de estilo gótico. El color del patio porticado no podía ser más que amarillo, el color del sol, el color de la luz de Sevilla.
En el centro del patio una fuente y un cuidado jardín de flores y plantas estratégicamente colocadas para hacer más bello aún este espacio exterior. Palmeras y árboles llevan por su verticalidad nuestra mirada hacia el cielo azul de Sevilla.
Jardín de entrada al Palacio de Las Dueñas
Cuando entramos al Palacio de Las Dueñas entramos a un jardín lleno de luz, que nos comunicará con el patio principal. La fachada cubierta de una buganvilla que la tiñe de color, de fucsia y de rojo, enredándose en ventanas y arcos. La paleta de colores se extiende a todos los rincones de este jardín, una espléndida y luminosa explosión de flores que nos hablan de una primavera eterna en el Palacio de Las Dueñas. Este jardín de entrada ya nos habla de sencillez, elegancia y belleza de un palacio lleno de tesoros que iremos descubriendo durante nuestro recorrido por el interior y exterior de sus estancias.
Un silencio reina en este espacio, casi podemos oír los insectos revoloteando y libando las flores. Frente al bullicio exterior, filas de gente deseando entrar al Palacio de Las Dueñas, abierto recientemente al público, tras el fallecimiento de la Duquesa de Alba. Un portón neoclásico da entrada al palacio. En él puede observarse el escudo del ducado de Alba en un azulejo de Triana del siglo XVII-XVIII.
Este silencio nos acompañará a lo largo de toda la visita, una quietud que nos permitirá apreciar cada rincón de uno de los palacios más bellos de Sevilla.
La omnipresencia del patio central
Atravesamos el umbral del Palacio de Las Dueñas, tras la luminosidad del jardín de entrada. La penumbra de unos corredores ensombrece nuestra vista hasta que, poco a poco, nos vamos acostumbrando a la nueva luz, una luz especial, diferente, la que penetra a través de las arquerías mudéjares del patio central del palacio. Esa nueva luminosidad nos conduce a un vergel de palmeras, setos y flores, una fuente en el centro. Disfrutamos despacio de estos magníficos arcos mudéjares y yeserías renacentistas. Recorremos el frescor de las galerías deteniéndonos en los detalles, las esculturas, …
El techo artesonado con azulejos de colores en cada hueco embellecen todavía más este mágico corredor porticado del patio principal del Palacio de Las Dueñas. La luz intensa del mediodía ilumina los encajes de los arcos y frisos, el amarillo de las paredes. Este patio no puede ser más bello.
Un azulejo con un poema de Antonio Machado rinde homenaje al poeta español: “El poeta Antonio Machado nació en esta casa en julio de 1875. No la olvida en sus versos: Esta luz de Sevilla es el palacio donde nací con su rumor de fuente. Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla y un huerto claro donde madura el limonero”. El silencio es mayor en el corredor, quizás por respeto a la memoria de nuestro desterrado poeta que finalmente ha tenido su justo homenaje.
Nuestra mirada atraviesa ahora el colorido de los geranios y rosales, el camino que lleva a la fuente central. Desde allí miramos hacia arriba y vemos las galerías del piso superior, decoradas con el mismo gusto que los de la planta baja. Las buganvillas fucsias del jardín de entrad quieren entrar a este patio interior y formar parte de la intimidad de este lugar. En pocos años terminará consiguiéndolo. En lo alto del palacio se alza una torre mirador – al igual que en la Casa de Pilatos – de planta octogonal que aumenta la distinción del palacio. Simbolizaba poder, y desde ella había un panorama magnífico de los jardines del palacio.
Continuamos rodeando el patio central dejando a la derecha el Jardín del limonero donde ya hemos estado. Seguimos y al fondo vemos unas anchas escaleras que llevan al piso superior cerrado a la visita. Pero esta ausencia se verá compensada por el recorrido por las habitaciones de la planta baja.
La Capilla del Palacio de Dueñas
Un extraordinario arco mudéjar nos da la bienvenida a una de las estancias del Palacio de Dueñas: la antecapilla. La riqueza del detalle de su encaje de bolillos es tal que nos detenemos a apreciar esta obra de arte. El colorido de los azulejos de la parte inferior de la puerta crea un contraste magnífico con los arcos. Los motivos renacentistas del intradós y el gótico de la portada completan la belleza del conjunto.
La capilla del Palacio de Dueñas es uno de los tesoros que nos encontramos, con esa portada de entrada de estilo mudéjar. Fue construida por Catalina de Ribera a semejanza de la de Pilatos. Está situada en el patio principal y estaba abierta a los visitantes que asistían a los actos religiosos si tenían las bulas necesarias.
La capilla del Palacio de Dueñas es de planta rectangular y tiene un arco conopial con gablete de ingreso y elementos góticos en las cúpulas, las tracerías. En el oratorio hay dos tramos de bóvedas de terceletes. Destacan los ángeles pasionarios que están en las ménsulas y sostienen las nervaduras, así como los escudos de armas de Enríquez de Ribera y Portocarrero. Presidiendo el altar, el retablo de Santa Catalina entre Santos, de Neri di Bicci. En esta capilla tuvieron lugar diferentes bodas, como la primera y la tercera de la última duquesa de Alba.
Tesoros artísticos de la Casa de Dueñas
Las colecciones de esculturas, pinturas, muebles de gran valor histórico y artístico que decoran las estancias nos confirman que estamos en un palacio. La riqueza y la belleza de estos auténticos tesoros nos deja sin palabras. Parece que estamos en un museo en el que parece imposible vivir, pero en el que nos quedaríamos horas apreciando estos pequeños tesoros.
Una impresionante colección de porcelanas de diferentes estilos: la Cartuja de Sevilla, Sevres, Meissen; joyeros, lámparas, esculturas del siglo XIX, piezas arqueológicas romanas y medievales…Un mobiliario en el que destacan mesas de taracea de los siglos XVI y XVII, relojes, bronces, piezas de artes suntuarias. Una rica colección de tapices flamencos y una importante pinacoteca integrada por obras de la Escuela italiana y española: obras de Zuloaga, Ribera, Benlliure, Aguissola,…Destacan algunos óleos como “Santa Catalina de Siena entre Santos” de Neri di Bicci (s XV), tapices del siglo XVII: “La ofrenda de Abraham y Melquisedec en el templo de Jerusalén” de Francisco Van den Hecke.
El encanto del Salón de la Gitana
Llegamos a una de las salas que se convierte automáticamente en una de mis favoritas: el Salón de la Gitana. No sé porqué, quizás la delicadeza de las porcelanas de colores, la cantidad de objetos de decoración originales, hermosos, los muebles de maderas preciosas, sillas con nácar incrustado; quizás los encajes de los arcos mudéjares, que se cuelan por todas las estancias del Palacio de Las Dueñas, los azulejos que alegran con su presencia en el lugar menos pensado.
Pero mi fascinación aumenta en un rincón donde hay una mecedora solitaria con un cojín de colores, y en una mesita supletoria con un tablero de ajedrez de nácar el busto de una sevillana con peineta vestida de rojo. En las paredes carteles publicitarios antiguos de Sevilla. Me entran unas ganas tremendas de quedarme sola en ese lugar, balancearme tranquilamente en esa mecedora, admirando todos los detalles que decoran esta sala.
Y lo que más llama la atención es una escultura grande de una bailadora con pose de baile, una mano girando con gracia, la otra por detrás, retorcida, el pie calzado con un elegante zapato a punto de taconear, los volantes de su vestido en movimiento. Pareciera que suena una música imaginaria y que la gitana danza a su ritmo.
Esta escultura de bronce que da nombre a la estancia es de Mariano de Benlliure. También hay otras joyas en el Salón de la Gitana, como “La Epifanía” de Lucas Giordano.
Sala del Tablao
Es un espacio personal donde vemos sorprendidas todos los regalos recibidos por la Duquesa de Alba. También hay una tablado donde ensayaba con Enrique el Cojo.
Breve historia del Palacio de Las Dueñas
El Palacio de Las Dueñas es la residencia actual del Duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo, hijo de la última duquesa de Alba, María del Rosario Cayetana Fitz-James Stuart y Silva. El cariño que esta le tenía al palacio puede verse en todos los rincones y en la riqueza de las colecciones.
Pero la propiedad del Palacio de Las Dueñas se remonta a 1496, cuando Catalina de Ribera, viuda del Adelantado Mayor de Andalucía, Pedro Enríquez de Quiñones, compró esta casa a los Pineda (un linaje del patriciado de Sevilla). En esta época en Sevilla la nobleza deseaba construir un palacio como el palacio mudéjar del Rey Pedro I, aunque comenzaban a estar influenciados por el estilo renacentista que estaba llegando a la ciudad a finales del siglo XV y principios del XVI.
El Palacio de Las Dueñas es pues un ejemplo de la arquitectura nobiliaria sevillana, así como la Casa de Pilatos o la Casa Salinas, y muestra una mezcla de estilos gótico y mudéjar. Fue construido entre los siglos XV y XVI, y su nombre procede del monasterio de Santa María de Las Dueñas que se encontraba en el solar vecino al palacio que fue demolido en 1868.
Catalina de Ribera trató de imitar el estilo de la Casa de Pilatos, que era el palacio de sus padres. Su hijo Fadrique heredó la Casa de Pilatos, y Fernando la Casa de Dueñas, el cual amplió la casa gótico-mudéjar, transformándola en palacio renacentista. En los techos de madera se pueden ver los escudos nobiliarios del linaje Ribera.
El siguiente propietario fue el I Duque de Alcalá, Per Afán de Ribera, que heredó de Don Fadrique la Casa de Dueñas y la Casa Pilatos. La heredera de Dueñas, Antonia Enríquez de Ribera Portocarrero se casó con el VI Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Mendoza en 16122, y el Palacio de Las Dueñas fue propiedad de la Casa de Alba.
En el siglo XIX el palacio se convirtió en casa de vecinos, de hecho uno de los inquilinos, también administrador del palacio era Antonio Machado, padre del poeta.
En el siglo XX, el Palacio de Dueñas acogió a reyes, nobles y personajes célebres como Eugenia de Montijo, Eduardo VIII, Alfonso XIII. Jacqueline Kennedy, Grace Kelly,…
El palacio abrió por primera vez sus puertas al público en 2016 por decisión de Carlos Fitz-James Stuart, XIX duque de Alba, convirtiéndose en otro lugar del patrimonio de Sevilla de obligada visita.
…Estos días azules y este sol de la infancia…
Antonio Machado le habla a su amigo y poeta Juan Ramón Jiménez sobre el Palacio de Dueñas, sobre la huella que dejó en su espíritu “la arquitectura interna de la casa en que nací, sus patios y azoteas”.
Al final de sus días, en su exilio de Collioure (Francia), le encontraron un verso en el bolsillo de su gabán en los que habla del dolor del destierro y de la luz de los patios de esta casa que tanto amó: ”…estos días azules y este sol de la infancia…”.
Dejamos el Palacio de Dueñas bajo un día azul, ese sol de Sevilla, con la sensación de que alguien ha vuelto para seguir oyendo el rumor de la fuente y ver madurar el limonero…
Agradecimientos
Agradecemos la estupenda acogida al Palacio de Las Dueñas, en una visita que nos ha entusiasmado, como pueden comprobar por el reportaje.
Visitas al Palacio de Las Dueñas
Horarios: 10:00-18:00 (octubre-marzo) y 10:00-20:00 (abril-septiembre).
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