A través de estas poéticas imágenes nos trasladamos al país del sol naciente. En su viaje a Japón el pasado verano, estos viajeros enamorados de la cultura nipona, han descubierto aquellos lugares con los que habían soñado una y mil veces. Y, de paso, nos han hecho soñar a nosotros.
Sucesiones de instantes de los más enigmáticos rincones de Tokyo. Un viaje a la modernidad con parada obligatoria en lugares simbólicos del pasado. Pasado milenario que se funde con el presente: el imponente Palacio Imperial con sus jardines conforman una isla en medio de edificios, coches y el metro que viven al ritmo de la modernidad.
Los inmensos jardines del Palacio Imperial son todavía más bellos con esta luz que nos trae la época de lluvias en verano. El verde es más intenso, los árboles centenarios se recortan retorcidos en el gris del cielo, los sonidos son más evidentes sin gente: puede oirse nítidamente el canto de los pájaros.
Los habitantes de la ciudad se resguardan de la lluvia de verano en los soportales llenos de comercios de la calle que lleva al Templo budista de Senso-Ji, en el distrito de Asakusa, formidable, imponente, y se encaminan hacia él en silencio. De nuevo pasado y presente fundidos.
La noche cae sobre Tokyo y el silencio se llena de ruidos de platos, palitos y vasos, y de los murmullos de la gente que habla bajito. Llega el momento de continuar disfrutando de la gastronomía japonesa.
Gotas de agua caen sobre el parque Ueno, al ritmo del piano. Otra vez se instala el silencio, sólo se oye el sonido de la lluvia. Visita a uno de los más hermosos parques de Tokyo, que en primavera se viste de rosa, ya que los cerezos Botukei no Sakura florecen a orillas del río Sumida regalando a los japoneses una de las avenidas más bellas, la Sakura Tsutsumi.
El parque Ueno no está engalanado en esta ocasión con los colores de la primavera, pero nos regala la belleza de las flores de loto del inmenso Estanque Shinobazu, con sus enormes hojas que son como cuencos jugando con la lluvia, haciendo bailar gotas sin parar. Y las flores de loto fucsias perfectas, asomando su cabeza en medio de esta inmensidad verde, más bella aún bajo la lluvia de verano. El Templo Bentendo se alza misterioso al fondo.
Vuelta a la modernidad recorriendo los barrios más cosmopolitas de Tokyo, con sus rascacielos y altos edificios con luces de neón, enormes carteles publicitarios, tiendas de moda y de electrónica, gentes que pasean su look moderno, animación por todas partes. Y ahí está, el famoso cruce de Shibuya (o cruce Hachiko), una marea humana invade las calles, la gente que se cruza de forma sincronizada en una de las intersecciones más transitadas del mundo.
En pocas horas, un billete rumbo a los Estudios Ghibli, destino preferido de cualquiera que haya visto algún filme de Miyazaki, Tokuma, Suzuki o Takahata. Un viaje a Tokyo supone la ilusión de conocer por fin los estudios donde se crea la más bella animación japonesa.
Saliendo de ese maravilloso mundo de ficción, vuelta al centro donde nos topamos con otro símbolo de la ciudad: la Torre de Tokyo, la “Torre Eiffel nipona”, uno de los mejores miradores. De noche se ilumina con una luz anaranjada en invierno y blanca en verano, mientras que los fines de semana adopta hasta siete colores diferentes. Si no fuera por el santuario, parecería que se trata de la Torre Eiffel, con su suelo de cristal, sus cafés y tiendas y los miradores. En la Torre de Tokyo también se puede subir al observatorio especial, a 250 metros de altura y ver Tokio en vista panorámica.
Tras la emoción de las alturas, una visita al Mercado de Tsukji donde se come el mejor sushi de Tokyo. La gastronomía japonesa es todo un arte, y el ritual a la hora de comer muy interesante, con sus cuencos, sus palitos, sus salsas,…Unos viajeros giroscópicos que se precien siempre se mostrarán comedores ávidos, deseando descubrir la gastronomía de otros lugares. Y la nipona enamora.
Recorrido en tren con destino a la isla artificial de Odaiba, en el barrio de Minato que está unido al puerto de Shibaura por el Raibow bridge, otro de los símbolos de Tokyo. De noche también se ilumina con los colores del arco iris, de ahí su nombre. En el distrito Odaiba las vistas de la bahía de Tokyo son magníficas desde las terrazas de algunos espectaculares centros comerciales.
Este viaje por la modernidad termina en el Museo Miraikan (未来館), también situado en la isla artificial de Odaiba, un “museo del futuro” donde se puede ver la bola del mundo conocida como Geo-Cosmos que cuelga de la entrada. Es una bola gigante con más de 10 millones de píxeles y muestra la tierra desde diferentes puntos de vista. Otra de las estrellas del Museo Miraikan es el robot ASIMO de Honda.
Los instantes de Tokyo se agotan. Nos han embarcado en un recorrido por los lugares más asombrosos de una de las ciudades más modernas del mundo, lo cual no hace más que despertar el deseo de viajar a Japón e ir en busca de nuevos instantes.
Jon ander
- Edit
Felicidades por el enfoque. Para los que ya conocemos Japón nos trae muchos recuerdos. Ojala nos puedan ilustrar con más artículos sobre el país nipón. Saludos!
María Calvo
- Edit
¡Muchas gracias! Entonces hemos cumplido con uno de los objetivos de los artículos. Por otro lado, algún día escribiremos más sobre ese maravilloso país. Un saludo.