Aún ajena a los circuitos turísticos que masifican lugares asombrosos de Puglia como los Trulli de Alberebello (que generan una sensación opuesta de belleza y saturación), las minas de bauxita en las afueras de Otranto bien merecen una visita para conocer un lugar quizás único en el mundo, diferente, y con una fotografía mágica para los que buscan paletas de colores con cada click de su cámara.
Y es que si hay algo que por suerte o por desgracia es imprescindible en nuestros viajes, es el hecho de querer encontrar lugares especiales. En esta ocasión la providencia vino de la mano de Christian, nuestro simpático compañero del B&B Novecento en Gagliano del Capo, que nos contó en una noche de comida pugliese y cervezas en la cocina de su alojamiento, como jugaban él y sus amigos en las minas, cuando nadie las conocía.
Si bien su difusión está en auge y ya aparece en guías de promoción turística de la propia región de Puglia (en parte porque el conocido grupo italiano Negramaro ha grabado el videoclip de “L’immenso” aquí), aún se puede estar en las minas en total soledad, disfrutando de la paz del lugar.
La bauxita es un mineral muy apreciado porque su concentración y pureza permite la obtención de aluminio. En 1940 se encontró el yacimiento y durante 35 años se excavó de forma sistemática hasta que ya no se hizo rentable su extracción. Al caer en desuso, la propia naturaleza se encargó de «restaurar» el entorno con la invasión de arbustos que con su verde contrastaban con las grietas y barrancos que se abrían hacia el inmenso socavón. La filtración de un acuífero y las lluvias formaron el lago interno en el cráter que en función del sol brilla con azules y verdes muy diferentes, ora esmeraldas, turquesas, azul eléctrico…
El día que lo visitamos salimos desde Gagliano del Capo en el Salento, la parte sur de Puglia, es decir, del tacón de la Italia peninsular. Siendo finales de abril esperábamos un tiempo cambiante pero nunca tan cambiante porque en un sólo día vivimos todos los climas: viento, lluvia torrencial, sol…
Después de visitar Otranto, una ciudad amurallada preciosa, con sus baluartes blancos a pie de mar, asemejando una Dubrovnik italiana, emprendimos el paseo hasta las minas. Por la mañana habíamos intentado inútilmente llegar en coche siguiendo las indicaciones de la carretera, y al presentarnos en el centro de la ciudad lo dejamos para la tarde.
Dado que comimos al lado del castillo, observamos en un mapa que estaban cerca como para ir andando, así que guiados por nuestro GPS interno y con la ayuda de unas simpáticas señoras que cultivaban la huerta, fuimos logrando llegar. Con la lluvia caída durante la mañana el suelo arcilloso de las minas estaba tan húmedo y pantanoso que a cada paso se nos iba pegando una capa de tierra en los zapatos, dejando tras de nosotros huellas de Big Foot.
El baile de nubes propició que la estampa fuese mutando de forma continua, con colores vivos que iban desde el rojizo férreo de la tierra, al verde de la flora primaveral, pasando por el azul turquesa de las aguas, el azulado del cielo o el oscuro del mar al fondo. Impresionados permanecimos mirando la tremenda postal que nos invitaba a quedarnos mudos, con la mirada penetrante clavada en los barrancos de la mina abandonada…
Cómo llegar a las minas de Bauxita
Las minas o Cave di Bauxita como se conocen en italiano están en los alrededores de Otranto. Podemos llegar en coche pero os sugerimos un paseo de apenas dos kilómetros desde el centro del castillo. Saliendo del castillo cruzamos el foso y dejamos la ciudad atrás hasta encontrar un desvío de un camino de tierra que entra en los campos en una pequeña subida hasta llegar a la carretera que debemos cruzar y seguir en línea recto. No tiene pérdida, pero la gente amable de la ciudad os puede ir guiando. Os dejamos un mapa para que os sea más fácil: