Toda ciudad tiene su emblema, y el acuario es la proa del barco urbanístico de Génova. Nuestro periplo por Génova y Cinque Terre estaba por acabar y no queríamos perdernos el lugar más visitado de la ciudad.
Como habíamos dejado la visita al acuario para un día de entre semana, pudimos llevar a cabo el recorrido con mucha tranquilidad (excepto cuando un grupo de niños de alguna escuela italiana llegaba y nos arrastraba como una ola y un canto de sirena).
Hasta la creación del Oceanográfico de Valencia (que por cierto también conocemos y nos encanta) el Acuario de Génova era el más grande de Europa, y aún es el más importante de Italia. Las cifras abruman, más de 12.000 animales, 400 especies de fauna y 200 de flora.
Después de acreditarnos como invitados de prensa iniciamos el recorrido que empieza don una imponente tanque cilíndrico donde cabrachos, morenas y otros peces atraen la atención por la espectacularidad del hábitat que recrea. A su lado varios acuarios muestran el dinamismo de los pulpos y de los caballitos de mar en un espectáculo fascinante, donde los pequeños hipocampos se aferran a las algas para mantenerse estáticos. En este punto los móviles y las máquinas de fotos se alzan y una marea de manos parece intimidar a los peces que afortunadamente no perciben el espectáculo que se desarrolla fuera.
El acuario ha sabido captar la atención de los niños no sólo con los animales, si no con iniciativas curiosas que son entretenidas hasta para los mayores. Una de ellas es el Fishmaker, un espacio donde podemos crear un pez personalizando su color, forma y características para luego «liberarlo» en el mar o en un acuario virtual donde nada con el nombre que le hemos dado. Además, pone en práctica los conocimientos que hemos adquirido con los paneles informativos, que detallan como los animales se habitúan a su entorno para sobrevivir, de manera que una vez creado nuestro pez virtual nos irá las probabilidades que tiene de sobrevivir en el entorno donde lo dejamos nadar.
De ahí pasamos a un pasillo que alterna piscinas enormes por donde los tiburones de diferentes tipos se mueven a sus anchas. Especialmente majestuoso el tiburón sierra que por momentos parece que va a «serrar» el cristal. Cada tanque tiene dibujos de las especies para que se pueda jugar a identificarlos.
Cuando estábamos llegando a la siguiente sala oímos unos estridentes gritos de niños.. ¡Pingüinos!!!! Y efectivamente allí estaban los siempre queridos pingüinos, que esta vez no estaban por la labor de zambullirse y posaban fuera del agua meneándose para secar su piel.
Pronto llegamos a la piscina de los delfines, que ahora nos permite verlos saltando fuera del agua, jugando con pelotas o haciendo piruetas, y que más abajo podremos ver a través del cristal.
Una escalera nos lleva al piso inferior que comienza con una sala donde podemos acariciar a las rayas que se acercan a «rascarse» con nuestras manos como si fueran un gato. El año pasado habíamos vivido la misma experiencia en el acuario de Cala Gonone (Cerdeña), donde con menos gente pudimos notar la piel rugosa que las protege.
Menos atención reciben las langostas, cangrejos y otros peces pequeños que comparten sala, aunque para nosotros el ecosistema marino donde viven nos es muy familiar.
Inmediatamente después se accede a una de las salas más concurridas, la de las tortugas que parecen volar entre peces león (Pterois antennata), que disuaden a cualquiera de tocarlos con su armazón de espinas.
Pero el acuario no sólo reproduce ecosistemas marinos, y en sus salas podemos encontrar otros animales como iguanas, serpientes, hormigas, ranas….
En este punto el pasillo se ensancha para abrirse a gigantescas pareces de cristal desde donde se observa todo el baile de los delfines que acuden cuanto los adiestradores y guías de grupos les llaman. Nos fijamos en el truco que los hacía acudir a saludar y estuvimos un buen rato disfrutando de una madre y su inseparable delfín pequeño.
Seguimos avanzando hacia el área al aire libre desde donde se ven las focas que salen a saludarnos. De nuevo en las salas interiores la luz se minimiza para que el contraste con los tanques de medusas sea más intenso. Movidas por corrientes artificiales las hipnóticas criaturas aceleran su movimiento impulsadas en un giro circular.
Uno de los lugares donde nos quedamos más tiempo es la pasarela que pasa por encima de los tanques de los manatíes. En ese momento los cuidadores estaban dando de comer a los inmensos animales, con paciencia y dieta de zanahoria y lechugas. Resultaba fascinante ver a esos gigantes, ágiles y raudos bajo el agua, comer plácidamente de la mano mientras se aferraban con sus extremidades a la bota de los trabajadores del acuario. Por momentos les entraba el ansia y mordisqueaban las botas pero en cuanto veían asomar del cubo las zanahorias sacaban el hocico del agua para masticar las hortalizas.
Después de casi tres horas, que nos sirvieron para documentar en profundidad el acuario con este vídeo continuamos sin pausa la visita a Génova.
Como llegar al acuario
El acuario está en pleno puerto de Génova y al ser el punto más visitado de la ciudad las indicaciones para llegar aparecen por todos lados.