Durante nuestra estancia de seis días en Oporto, quisimos aprovechar para hacer alguna excursión a los lugares interesantes que están al alcance. Aveiro fue una de ellas, y para otro de los días nos surgió la duda de elegir entre Braga y Guimaraes, o porque no las dos…
Como habíamos viajado en febrero y los días eran realmente cortos finalmente elegimos Guimaraes, aunque si tenéis pensado viajar en primavera o verano es factible combinar ambas si coordinamos bien el transporte entre ellas.
Guimaraes es una ciudad tranquila capital de la cultura en Europa en 2012, y Patrimonio Unesco de la Humanidad desde 2001, con ritmos pausados, como la mayor parte de Portugal. De hecho el ruido y ajetreo suele venir de parte de los turistas, que alteran un poco la tranquilidad de la ciudad. Muchos de los viajeros llegan y se van en el mismo día, y aunque es cierto que Guimaraes se puede ver en un sólo día, si contamos con más tiempo o viajamos sin prisas bien merece quedarse un par de días para degustar las cosas con tranquilidad, reposar al abrigo de sus iglesias, paladear los museos con calma, o simplemente percibir mil detalles que pasan desapercibidos sentados en las terrazas de los restaurantes y cafeterías del centro.
Nos levantamos pronto en nuestro apartamento de Oporto, y casi sin desayunar salimos corriendo para la estación de Sao Bento desde donde salen los trenes a Guimaraes. La impresión que tenemos es de que el siste ferroviario funciona con puntualidad británica ya que en todos los viajes que hicimos el tren salió a su hora y llegó a la hora indicada.
Ya de camino, el trayecto no se hizo muy largo porque en una hora y cuarto ya estábamos llegando a Guimaraes. La estación está algo alejada del centro, y como llegamos en domingo, la calles residenciales que conducen al centro estaban tranquilas.
Justo antes de llegar al centro paramos a desayunar un café y algunos de los dulces sabrosos que encontramos en cada rincón de Portugal.
El tren llegó a Guimaraes y despues de orientarnos caminamos desde la estación hasta el centro en un paseo de unos 10 minutos. Ya llegando al núcleo histórico por la avenida Afonso Henriques lo primero que nos encontramos en la Alameda de Sao Damaso en un edificio almenado con letras grandes donde leemos «Aquí Nasceu Portugal». Emblema de Guimaraes, que presume de que aquí se gestó el inicio de la construcción del país. No deja de ser un eslogan porque como todos las naciones, la construcción de la identidad se basa en hechos históricos (a menudo adulterados o transformados, o exaltados), y en concreto en Guimaraes se centra en el hecho de que junto al castillo se llevó el bautismo de Afonso Henriques, o Alfonso I, el primer rey de Portugal.
Esta alameda arbolada junto a la anexa explanada del Largo o Toural bordean el centro urbano, envolviendo la parte sur de Guimaraes. Nosotros la bordeamos entrando por la Rua Rainha de Maria II para salir directamente al Largo da Oliveira, una de las plazas que más nos gustó de la ciudad. El nombre lo hereda del olivo que existía frente a la iglesia de Santa María de Guimaraes que «milagrosamente» después de secarse volvió a florecer tiempo después (a falta de apariciones divinas buscaron un milagro en la naturaleza). Desde ese momento la plaza y la iglesia adoptaron el nombre de Oliveira. Por cierto, el olivo fue retirado en 1870 ante la resistencia de los ciudadanos, agravio que fue solventado un siglo después cuando en 1985 colocaron uno nuevo en el lugar supuesto donde estaba el árbol original.
Desde Largo Oliveira se pasa inmediatamente a la Praça do San Tiago a través de unos arcos del los Antigos Paços do Concelho, donde los prohombres de la ciudad departían sobre los intereses de Guimaraes. El edificio fue reformado durante varios siglos, pero siguió conservando varias funciones relevantes, como atestigua la escultura de un guerrero que proviene de la Aduana.
El trazado medieval de Praça do San Tiago, escoltada por casas bajas se nos hizo agradable e primera hora de la mañana, cuando nadie aún la paseaba. En la esquina norte está la Oficina de turismo, donde nos nutrimos de información sobre la ciudad.
Antes de subir hacia el castillo y el Palacio de los Duques de Braganza, sacamos unas fotos de la iglesia de Nossa Senhora da Oliveira y del curioso Padrao do Salado, que conmemora la Batalla de Salado de 1340 en la que los castellanos y sus aliados portugueses salieron victoriosos contra los musulmanes. En el centro de esta construcción gótica está la cruz de piedra normanda que fue patrocinada por el comerciante lisboeta Pero Esteves.
La calle que nos conduce hacia el castillo y que atraviesa el centro de la ciudad vieja se llama Rua Santa María, y cuesta pensar como esta calle peatonal, limpia y arreglada fue la arteria principal durante siglos,transitada y jalonada por las residencias de la aristocracia y los clérigos de Guimaraes.
Según vamos subiendo dejamos a la derecha el convento de Santa Clara, hoy sede del ayuntamiento de Guimaraes y que en su día se hizo famoso gracias a los dulces que preparaban las monjas, especialmente las tortas de Guimaraes y el tocino de cielo «toucinho de céu» que podemos comer en las pastelerías de la ciudad.
En unos minutos ya se presenta ante nuestros ojos La Colina Sagrada, sobre la que están los monumentos más representativos. Nosotros seguimos el orden y visitamos primero el Palacio de los Duques de Braganza, al que fuimos invitados por el departamento de marketing. El precio es algo caro, pero como es uno de los lugares más impresionantes de Guimaraes merece la pena conocer sus suntuosos salones y estancias palaciegas.
El recorrido se puede hacer en una hora (a menos que hagamos un rally), porque cada sala está decorada y muestra una recreación de sus usos cotidianos. A nosotros nos sorprendieron mucho los techos, con un entramado de madera que asemejaba las «tripas» de un barco.
El palacio del siglo XV era la residencia que mandó construir el hijo bastardo del Duque de Bragança, que era uno de los hombres feudales más poderosos de Portugal. Joao I, el susodicho hijo lo utilizó como suntuosa vivienda hasta que su segunda mujer murió y pasó a un estilo de vida casi monástico, albergando a mendigos y pobres en las estancias.
Además de armas, el museo del Palacio exhibe tapices, alfombras, muebles, azulejos e incluso las camas medievales. La capilla y el patio porticado lucían estupendos con los pocos rayos de sol que atravesaban las nubes.
Nuestra visita coincidió con una exposición temporal que se repartía por varios lugares de Guimaraes, dedicada a las catapultas, y asedios históricos, hablando desde el de Siracusa por parte de los romanos en el que Arquímedes murió, hasta otros medievales en los que los carros, arietes y catapultas desequilibraron la balanza en función del control de los conocimientos bélicos de los enfrentados.
Después del Palacio de los Duques de Braganza subimos un poco más la colina hasta el Castillo, haciendo una parada fotográfica en la Capela de São Miguel – Capilla de San Miguel, donde como comentábamos fue supuestamente bautizado el primer rey de Portugal.
Justo al lado está la entrada al Castillo (llamado Castelo de Sao Manede) que ese día era gratuito, pero cuyo precio es simbólico. Mucha gente caminaba por las almenas y por la estructura de murallas como si fueran playmobils en un gigantesco edificio. El sol había salido de la niebla y eso permitió que las fotos lucieran más.
La fisonomía del castillo (Patrimonio Nacional al igual que el Palacio de los Duques de Braganza), con siete torres se debe a la orografía de la colina, y su función eminentemente defensiva servía para proteger a la población ante ataques de las incursiones normandas y sarracenas. La promotora de su construcción fue la Condesa de Mumadona, si bien las sucesivas transformaciones de varios reyes fueron lavando su cara.
Además, junto al castillo está el Recorrido de Museos del Convento de San Antonio dos Capuchos, al que sólo nos asomamos porque no nos daba tiempo a todo.
El hambre ya apremiaba así que fuimos buscando donde comer, analizando algunos restaurantes que encontrábamos a nuestro paso. Afortunadamente fuimos a caer en el más insospechado pero a la postre el mejor ya que además de contar con comida casera, típica y barata, lo regentaban una pareja de señores que con su restaurante humilde pero muy recomendable nos dejaron más que satisfechos. Se llama Cervejeria Granada y está en la calle Rua Mestre Caçoila.
Callejeando nos dimos de bruces con el Museo Casa Sampaio (historiador local), ubicado en la antigua colegiata, y que engloba varios edificios medievales que hoy son salas de exposiciones y pinacoteca.
Habíamos leído que Guimaraes tuvo un floreciente centro productivo de curtidores y como el antiguo barrio ha sido restaurado cruzamos de nuevo por la Alameda Damaso para meternos por la calle que está junto a la Iglesia de San Francisco, de estilo barroco y cuyos azulejos la embellecen sobremanera.
En unos pasos ya entramos en la «Zona de Couros» el barrio de los curtidores, cuyas enormes tinajas de piedra nos recordaron mucho a las que habíamos visitado en Marrakech. Aprovechando el cauce del riachuelo que pasa por debajo se empleaba el molino para repartir el agua donde el cuero se trataba. En torno a la plaza se han recuperado edificios que servían de fábrica, almacenes y secadores que estuvieron en marcha hasta la mitad del siglo XX, antes de ayer.
Desde aquí la Igreja de Nossa Senhora da Consolação e Santos Passos está a unos minutos. El jardín que precede la iglesia estaba tan bien cuidado que nos alejamos un poco para tomar varias fotos en perspectiva.
Su fachada, extremadamente vertical está coronada por dos torres barrocas. Algunos locales nos contaron que la gente la conoce somo la Iglesia de S. Gualter, porque aquí se celebran las Fiestas Gualterianas. La encontramos cerrada porque abre hasta las cinco de la tarde, y es gratis.
Nuestra idea de terminar la tarde y la excursión de un día era subir hasta la Montaña da Penha, donde se yergue el Santuario da Penha, pero desgraciadamente el funicular que sube hasta uno de los lugares de peregrinación más importantes de Portugal, estaba parado para llevar a cabo tareas de mantenimiento. Lástima, pero así nos quedará algo para cuando volvamos, ya que además en los alrededores de Guimaraes también están la iglesia y convento de Sabta Marinha da Costa, la Iglessia de Serzedelo, el Pueblo y Monasterio de San Torcuato, El Museo de la Cultura Castrense, los castros de la Citania de Briteiros o el Pueblo de las Caldas das Taipas, con su balneario y termas.
Como ya era tarde para hacer el salto a Braga, aprovechamos para sacar algunas fotos y tomar de nuevo rumbo a la estación de tren y así volver a Oporto, continuando nuestro recorrido por el norte de Portugal.
Como llegar a Guimaraes
Guimaraes está a 45 minutos en coche de Oporto, y una hora y cuarto en tren desde la estación de Sao Bento de Oporto, que nos deja a unos 10 minutos del centro de Guimaraes. Desde Lisboa tardamos casi 3 horas y media en coche.
Mapa de Guimaraes
Como llegar al centro de Guimaraes
Antonia
- Edit
Me ha gustado mucho el artículo de Guimaraes. Unas estupendas fotos y muy bien documentado. Muchas gracias por compartirlo. Saludos. Antonia
Aitor Pedrueza
- Edit
Gracias Antonia, os recomendamos mucho la visita a Guimaraes. Es uno de los lugares más bonitos de Portugal. Saludos
Agustín
- Edit
Vamos a ir este verano a Oporto. Y desde allí visitaremos alrededores. Entre las visitas que tenemos previstas está la ciudad de Guimaraes. Gracias por facilitarnos la información.
Seguro que valdrá la pena.
Un saludo. Agustín
El Giróscopo Viajero
- Edit
Hola Agustín! Guimaraes tiene mucho encanto, seguro que os gusta. Buen viaje por Portugal!
MARIA RAQUEL SANTILLAN
- Edit
muy buen reportaje. Acabo de venir de viaJe de Oporto y también visité Guimaraes, vuestro reportaje me ha hecho afianzar lo que he visto y me ha gustado mucho.
Raquel
El Giróscopo Viajero
- Edit
Hola María! Gracias por tus comentarios. Guimaraes tiene encanto y merece la pena la excursión. Y Oporto cada vez es más hermosa. Saludos y gracias por seguirnos.