Uno de lugares marcados en la mente de todo viajero que llega a Ciudad de México, es la dupla de los volcanes, Popocatépetl e Iztaccíhuatl, segunda y tercera cumbres más altas de México. Distinguibles desde la megaurbe, eran tantas las veces que habíamos querido verlos y sentirlos cerca, que cuando se acercó la posibilidad de hacer una ruta, nos sentimos tremendamente entusiasmados . En nuestro último viaje hemos cumplido ese deseo con una excursión a la falda de los volcanes Popo e Izta.
El sol aún permanece dormido cuando salimos de Ciudad de México con dirección este, hacia las figuras de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl que siempre están en el presente de la capital mexicana. Deshacemos el camino que justo hace 500 años hicieron los expedicionarios españoles guiados por Hernán Cortés, tras haber desembarcado en Veracruz.
Atravesamos la población de Amecameca para iniciar la subida en coche cruzando frondosos bosques que parecen comerse literalmente la sinuosa carretera que asciende.
Parque Nacional Izta-Popo
El Parque Nacional Izta-Popo está formado por un área ecológica de más de 39,000 hectáreas de bosque protegida desde 1935 mediante un decreto del entonces presidente Lázaro Cárdenas, promovido después por Miguel Ángel de Quevedo. Fue declarado Reserva de la Biosfera Los Volcanes en 2010 por la UNESCO. Mientras el volcán Popocatépetl tiene una actividad casi constante con fumarolas que expulsan humo y ceniza, el Iztaccíhuatl no ha tenido erupciones desde 1868.
La altura del Popocatépetl es de 5.426 metros sobre el nivel del mar y el Iztaccíhuatl alcanza los 5.230 metros, dos inmensas moles cuya forma es tan diferente que es fácilmente identificable. El Izta parece una cordillera montañosa formada por una sucesión de cerros. De hecho su particular forma y el hecho que ambos volcanes estén enfrentados entre sí, originó leyendas mitológicas.
Leyenda de Popocatépetl y la princesa Iztaccíhuatl
La más conocida es la de princesa tlaxcalteca llamada Iztaccíhuatl y el bravo guerrero Popocatépetl. Durante el conflicto que enfrentaba a a los tlaxcaltecas y aztecas, Popocatépetl partió a la batalla, declarando su amor a Iztaccíhuatl, cuyo padre, cacique de Tlaxcala, lo aceptó solicitando que volviera indemne de la lucha. Un rival y pretendiente de Popocatépetl deslizó la falsa noticia de la muerte del guerrero y la bella princesa murió de tristeza.
Cuando regresó Popocatépetl descubrió la muerte de su amada, y en su memoria mandó que 20,000 esclavos construyeran una gran tumba ante el Sol, amontonando diez cerros para formar una gigantesca montaña y apoyar el cuerpo inerte de Iztaccíhuatl. Junto a ella, Popocatépetl veló a su amor en posición de rodillas, blandiendo una antorcha en su mano. Con el tiempo la nieve cubrió ambos cuerpos, pero de vez en cuando Popocatépetl enciende la antorcha, lanzando humo de la cima del volcán.
En lo que respecta al cobarde tlaxcalteca que urdió el engaño provocando la muerte de Iztaccíhuatl, su destino fue el destierro, vagando desorientado, convertido también en una montaña, el Pico de Orizaba y denominado Citlaltépetl, o “Cerro de la estrella”.
Iztaccíhuatl es una palabra en náhuatl que significa mujer (cihuatl ) y blanca (iztac ), aunque es más común que se le llame la mujer dormida. Mientras que el nombre de Popocatépetl significa también en náhuatl “Monte que humea”, de Popōca (humear) y tepētl (montaña).»
Excursión por las faldas
Llegamos al centro de recepción del Parque Nacional Izta-Popo Zoquiapan situado en el valle entre los dos picos, denominado el Paso de Cortés. El topónimo recuerda el camino por el que Hernán Cortés entró en el valle de México. En realidad los soldados españoles que habían ascendido hacia el volcán buscando azufre para fabricar la pólvora de los cañones y arcabuces, descubrieron que el paso entre los dos volcanes permitía descender directamente hacia el valle de México y llegar a Tenochtitlán, la actual Ciudad de México. La vista desde allí de la laguna y las pirámides debió ser igual de sugerente que la que hoy nos permite distinguir las montañas que rodean la gigantesca urbe.
El ascenso a la cima del Popocatépetl está prohibido desde 1994 a causa de la actividad volcánica. Es cierto que hay imprudentes que se acercan por su cuenta a algunos de los cráteres, pero la policía de montaña se encarga de patrullar por la zona. De hecho solo si el «semáforo» que mide el movimiento interno del volcán está amarillo, podremos llegar hasta el centro de atención y el parking.
Emprendemos el camino con dirección al Izta, y el precioso día despejado nos permite distinguir otras cumbres en el horizonte como la Malintzin (o “la Malinche”), el del Pico de Orizaba y las cumbres del Ajusco. Pese al frío inicial de la mañana que nos obligaba a ir con varias capas de ropa, los rayos del sol empiezan a castigarnos por lo que la crema de protección solar y una buena cantidad de agua son imprescindibles.
A lo largo del recorrido encontramos indicaciones para seguir los senderos, y algunos pequeños merenderos con mesas y bancos de madera.
Conviene estar atento para prevenir el contacto con serpientes de cascabel que crucen los caminos. Es por ello que ir campo a través y dejar los senderos implica la posibilidad de toparse con ellas sin advertirlas. Nosotros encontramos un par en el camino, y después de admirarlas, dejamos que siguiesen su camino.
El aire puro y el paisaje virgen es lo que sorprende según avanzamos. Con respecto al aire hay que hablar de la paradoja de que siendo puro y ajeno a la contaminación, la altitud obligue a tomarse el itinerario con más clama que la que presuma nuestra condición física. El corazón late más fuerte para paliar la reducción de oxígeno, y es posible que notemos un dolor de cabeza o cansancio.
A lo largo del camino observamos los mensajes que indican la necesidad de reforestar las faldas del Izta y el Popo, invitando a que no se talen o sustraigan árboles. A cada paso las siluetas del Popo y del Izta se van transformando, y nuestro guía Berny nos va dando apuntes de la historia geológica de los volcanes.
Siempre atentos a los pasos que damos, nos percatamos de la presencia de un colorido insecto semi enterrado en una depresión excavada en la arena volcánica. Nos indican que es un grillo de Jerusalén, comúnmente llamado cara de niño. Es un grupo de grandes insectos no voladores del género Stenopelmatus que ni son grillos, ni son nativos de Jerusalén ni tienen cara de niño. Sus patas las utilizan para excavar y alimentarse de raíces y tubérculos en descomposición, aunque también pueden comer otros insectos. Pese a la tradición que los tacha de altamente venenosos, lo cierto que es aunque son capaces de infligir una mordedura dolorosa, no son peligrosos.
Seguimos caminando y a lo lejos distinguimos un cerro con un edificio y antenas. Se trata del refugio Altzomoni, situado a 4200 metros, y que sirve de base para los que acometen el ascenso final al Iztaccíhuatl. Hoy luce el sol pero la nieve suele cubrir el paisaje de las faldas de ambos volcanes.
Para poder pernoctar en el Refugio Altzomoni hay que pagar las tarifas y registrase antes en el Centro de Visitantes del Parque Nacional Izta-Popo. En esta ocasión no «asaltaremos» el Iztaccíhuatl, así que al llegar a los pies torcemos a la derecha para sumergirnos en el bosque de pinos y oyamieles. Sus habitantes nocturnos, como linces, ardillas y coyotes no se dejan ver, pero en ocasiones pueden asomarse en nuestro paseo. Aquí el terreno se transforma en un sube y baja en el que el rumor de las cascadas nos encandila. Seguimos su cada vez más poderoso ruido hasta encontrarnos con varias de esas caídas de agua. Su caudal discurre frío, surcando y horadando el terreno con la nieve derretida que acabará en los ríos que recorren México a sendos océanos al este y oeste.
La tranquilidad junto a las cascadas es absoluta, y dan ganas de quedarse un buen rato disfrutando el ensordecedor ruido de sus aguas precipitadas. Pero toca seguir avanzando y tras sortear varios riachuelos retomamos el itinerario volviendo hasta el aparcamiento del Paso de Cortés. Durante el tramo de regreso tenemos de cara el volcán Popocatépetl, hoy aparentemente dormido, y suspirando con una exigua columna de humo.
Tenerlo delante nos permite ir sacando fotografías durante la aproximación, y reflexionar sobre sus dimensiones o capacidad para hacer pequeña toda preocupación humana.
Excursiones organizadas desde Ciudad de México
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